Lo primero que deducimos de la combinación de todos los pensamientos anteriores es que Cristo está calificado para juzgar tanto a la Iglesia como al mundo.
En segundo lugar, el hecho de que esta visión que tuvo Juan se produjo en un momento cuando el Señor estaba en medio de las iglesias, nos sugiere que él tiene interés en purificar a su iglesia. El apóstol Pedro confirmó esto: "es tiempo que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?" (1 P 4:17).
Pero como acabamos de ver en esta última cita, el juicio también se extenderá a "los que no obedecen al evangelio de Dios". El juicio sobre las iglesias será para su purificación y también para la distribución de recompensas, pero el juicio sobre el mundo será con vistas a su castigo.