Dijo que "muchos primeros serán postreros, y los postreros primeros" (Mr 10:31), dando a entender que su Reino no se establecía según los criterios humanos que encontramos en este mundo.
Por ejemplo, dijo que para entrar en el Reino de Dios era necesario recibirlo como un niño (Mr 10:15). Esto quedó perfectamente ilustrado con la historia del joven rico, que no fue capaz de depositar su confianza en Cristo y depender únicamente de él para entrar a la vida eterna (Mr 10:17-22).
Y en el pasaje que tenemos delante, vamos a considerar que la grandeza dentro de su Reino tampoco se consigue como en el mundo, sino a través del servicio.
La urgencia de la obra que había de realizar, junto con la angustia y el dolor de beber aquella amarga copa, le hacía apresurar sus pasos de manera que "iba delante de ellos".
El hecho de que sus discípulos fueran detrás de él, y que estuvieran pensando en asuntos puramente mundanos, nos muestra la tremenda soledad de Cristo frente a la cruz.
Pero tal vez debamos pensar también que frente a la incomprensión de sus discípulos, el Señor se adelantara en busca de la soledad que le permitiera estar en comunión íntima con su Padre celestial.