Folletos cristianos

"¿Dónde están los muertos?"

¿Dónde están los muertos?

Folletos cristianos
¿Dónde van a estar? En el cementerio... ¿A que no nos vale esa respuesta? Cuando alguien pregunta dónde están los muertos no está pensando en dónde se dejan sus cuerpos, sino a dónde van sus almas. De hecho, la palabra "cementerio", en griego, no quiere decir "mortuorio", sino "dormitorio". Y en todas las épocas y las culturas el hombre ha tenido la intuición de que la muerte no acaba con todo; que hay un más allá.

Cualquiera puede comprobar eso en los museos arqueológicos, donde hay salas enteras dedicadas a los ritos funerarios de nuestros antepasados.

Actualmente, el día 1 de noviembre sigue siendo en España un día de recuerdo de los muertos y de visita a los cementerios. El que se acerca al sepulcro de un ser querido lo hace convencido de que aquél al que llegó a querer tanto, no ha podido desaparecer sin más. Que su alma pervivirá en algún sitio. ¿Pero dónde? Muchos, aunque tienen una religión que les habla del más allá, no saben lo que les espera allí ni albergan la esperanza de la vida eterna.

El mismo Jesús se encontró con gente así. En una ocasión, un hombre llamado Jairo, angustiado por la gravedad de su hija de doce años, acudió a Cristo a pedir que la curara, pero mientras iban de camino, la muchacha falleció. Cuando llegaron a casa, encontraron un panorama desalentador: alboroto, llanto, lamento, tristeza y desesperación. Jesús, entrando, les dijo: ?¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no está muerta, sino duerme? (1). Y en ese momento algunos de los lamentos se trocaron en risas burlonas. No se lo creían. No creían que la muerte fuera un sueño del que tarde o temprano se despertaría? Y eso que eran judíos; un pueblo muy religioso. Y, en teoría, creyentes en Dios, en los profetas, en la resurrección y en la vida eterna. Pero sólo en teoría.

Igualmente muchos viven así hoy día. Tal vez recitan de vez en cuando el credo, que habla de la resurrección de los muertos y la vida futura; entierran a sus muertos por un rito religioso; acuden quizá a los cementerios el día de todos los santos? Pero la muerte los desconsuela porque no tienen la esperanza de la vida eterna. Al menos viven como si no la tuvieran. Como si en este mundo estuvieran todas sus metas y sus ambiciones. Como si nunca tuvieran que rendir cuentas de sus hechos ante Dios después de la muerte. Como si no les importara dónde están los muertos.

Y en definitiva, ¿dónde están? Bueno, hay muchas teorías diferentes sobre el más allá. Pero sólo sabemos de uno que haya demostrado por su nacimiento, vida, obras, y aun por su muerte, que puede hablar del más allá con conocimiento de causa. Ése es Jesucristo, que dio pruebas de su origen sobrenatural; y que, tal como anunció, resucitó después de morir. Él no habló de reencarnación, ni de purgatorio, ni del paraíso que sueñan los musulmanes. Habló del cielo y del infierno. Es decir, la salvación y la condenación; el disfrute eterno de la compañía de Dios y el apartamiento doloroso de Él por causa de nuestros pecados.

Pero es más: "Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él" (2). Y a una mujer desconsolada por la muerte de su hermano le dijo: "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquél que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?" (3). No es cuestión de que tengas que ganarte el cielo a base de esfuerzos y sacrificios, sino que creas en aquél que presentó a Dios el único sacrificio que podía borrar nuestro pecado: su vida sin mancha entregada en la cruz. Es cuestión de que rindas el corazón al que "por la gracia de Dios gustó la muerte por todos" (4). Al único que "puede salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos" (5). Y cuando te hayas convertido de corazón a Jesucristo, podrás decir como el apóstol Pablo: "Para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia? Teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor" (6).


(1). Evangelio según Marcos 5.39
(2). Evangelio según Juan 3.17
(3). Evangelio según Juan 11.25-26
(4) y (5). Epístola a los Hebreos 2.9 y 7.25
(6). Epístola a los Filipenses 1.21, 23