Folletos cristianos

"¿Dónde va Vicente??"

¿Dónde va Vicente??

Folletos cristianos
"Donde va la gente" dice el refrán. ¡Cuántas cosas hay que hacemos sólo porque la mayoría lo hace!

Y quizá eso nos pasa más aún a quienes vivimos en lugares pequeños, donde todavía se tiene mucho respeto (si no miedo) al ?qué dirán?. Tendemos a no salirnos de la pauta que marca la mayoría, tratamos a toda costa de no ser menos que los demás y despreciamos al que no es tan afortunado, o es sencillamente diferente.

Citemos unos ejemplos, a ver si es así o no:

El niño que pide a su madre que a toda costa le compre calzado o ropa de esta o aquella marca porque la mayoría de sus compañeros la usan. ¡Y si sólo fueran los niños! La esclavitud de la moda corta a los jóvenes por el mismo patrón. Y de los más mayores, ¿no conoces señoras que se compran un abrigo de pieles por no ser menos que las demás?

Pero las modas no sólo son las de vestir. La televisión impone a la mayoría cómo emplear el tiempo, qué ver, qué comprar y qué opinar. De modo que la mayoría pasa horas delante del televisor viendo programas como "Gran Hermano", aunque luego en sociedad queda bien hablar mal de ellos y hacer ver que uno apenas los ve. Y a raíz de la publicidad la mayoría lucha por conseguir mejor coche, mejor casa, mejor tipo y mejor cara.

En las costumbres sociales también la presión de la mayoría aprieta: por ejemplo, los jóvenes que salen en tropel los fines de semana por la noche a ponerse hasta arriba de alcohol? porque la mayoría lo hace. O que, no sólo tienen relaciones prematrimoniales, sino que se burlan de la minoría que no lo hace. Lo mismo que el adulto que se ampara en que la mayoría defrauda a Hacienda para hacerlo él también sin ningún escrúpulo. Y lo que seguramente es más grave: el montón de familias que habrá que celebran ritos religiosos como bautizos, comuniones y confirmaciones llevados por la corriente de la mayoría y no por el dictado de sus convicciones.

Escucha, lector: ¿No estarás dejándote llevar tú también por la corriente? ¿No estarás, sin saberlo, empeñándote en acoplarte a la mayoría? Oye: ¿Y no te has dado cuenta que la mayoría es infeliz? Escucha las conversaciones entre los funcionarios, los obreros, los estudiantes, las amas de casa? y verás que la mayoría de la gente está descontenta con su trabajo, con sus compañeros, o con sus profesores, con su cónyuge, con su vivienda, o con su sueldo, con su cuerpo o con su suerte. La mayoría lanza quejas que suenan a descontento y críticas que huelen a envidia. ¿Y para eso todo el esfuerzo de imitar a la mayoría?

La fe cristiana que se nos presenta en el Nuevo Testamento no fue una cosa de mayorías. Ser cristiano de verdad no supone recibir felicitaciones y regalos de comunión (con sorteo incluido de una entrada a unas atracciones). Ser cristiano es, de hecho, optar por ir en contra de la corriente. A Jesucristo la mayoría lo rechazó: ?A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser llamados hijos de Dios? (1).

Ser cristiano implica recibir a Jesucristo como Señor y Salvador; dar un paso valiente y decisivo: el paso de la conversión. Que supone cambiar los principios y la forma de vida y las metas de la mayoría, para huir también de la infelicidad de la mayoría: "Feliz el hombre cuyo pecado el Señor no toma en cuenta" (2). No hay felicidad mayor que la de la paz con Dios y con la conciencia. Porque para eso se dejó Jesucristo maltratar por la mayoría, y aun clavar en una vergonzosa cruz: Para pagar por nuestros pecados, que nos han hecho infelices. Para que podamos ser recibidos por el Dios al que hemos ofendido. Para que seas una persona valorada y feliz en una relación personal con Dios. Para que no seas uno más de los muchos infelices de la mayoría.


(1). Evangelio según Juan 1.11-12
(2). Epístola de Pablo a los Romanos 4.8