Folletos cristianos

"Salvar muriendo"

Salvar muriendo

Folletos cristianos
¡Vaya si están revueltas las cosas en Oriente Medio! No hacen más que llegar malas noticias y rumores de cosas peores. El odio está tan enquistado entre unos y otros que no parece que haya solución pacífica. Pero hace poco, saltó una noticia a los medios que ponía el contrapunto a tanta tragedia. La historia es la siguiente:

Yoni Jesner, un joven judío de 19 años nacido en Escocia, tenía ilusión por terminar sus estudios de teología en Israel para seguir con la carrera de medicina en Inglaterra. Su pasión era poder salvar vidas. Sin embargo, su carrera se vio truncada cuando, andando por las calles de Tel-Aviv, fue alcanzado por el impacto de una bomba que un suicida palestino hacía estallar, llevándose por delante la vida de Yoni y la de otras cuatro personas.

No obstante, el deseo de aquel joven se vio cumplido al morir. Él había donado sus órganos, de modo que uno de sus riñones sirvió para salvar una vida: Fue a parar a Yasmin Abu Ramila, una niña palestina que vivía (o más bien, sobrevivía a su enfermedad renal congénita) en la ciudad de Ramala.

Aquí hay dos cosas chocantes: Que muriendo una persona se salvara otra, y que él y ella pertenecieran a dos pueblos enfrentados con un odio a muerte. Esto nos recuerda otra historia mucho más asombrosa todavía...

Hace muchos años hubo un hombre, también judío, cuya pasión era salvar la vida de los demás. Toda su vida anduvo haciendo bienes a todo el mundo, sanando a los enfermos, consolando a los afligidos, enseñando a los ignorantes, defendiendo a los débiles y enfrentándose a los poderosos. A él también lo asesinaron, pero no por sorpresa en un ataque terrorista, sino que fue arrestado, sometido a un juicio injusto y condenado a muerte. Él no había donado sus órganos, pero mucho antes de ser arrestado dijo que él donaría su vida, que no se la quitarían. Y muriendo pudo salvar la vida, no de una persona, sino de millones. Y no devolviéndoles la salud, sino dándoles vida eterna.

Te hablo de Jesucristo.

Muriendo en una cruz, el Señor Jesús salvó las vidas de muchos. Y no precisamente de amigos o familiares suyos, sino de sus enemigos. De gente enfrentada a su ley y a su gobierno. Gente que prefirió matarlo antes que abrazar sus enseñanzas. Gente como tú y como yo, enfrentados a Dios por causa de nuestros pecados. Dice la Biblia: "A duras penas habrá alguien que muera por un justo, aunque tal vez alguno se atreva a morir por el bueno. Pero Dios demuestra su amor para con nosotros en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros" (1).

Ahora bien, todos tenemos dos opciones: O seguir enemistados con él, y atenernos a las consecuencias, o arrepentirnos de nuestros pecados y reconciliarnos con él. Si optas por esto último, Dios te promete la vida eterna. No como una recompensa a tus buenas obras (que nunca alcanzarían a borrar las malas), sino como un regalo del que entregó en la cruz una vida impecable para perdonar tus malas obras y resucitó de los muertos para darte vida nueva. "Porque si cuando éramos enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, habiendo sido reconciliados, seremos salvos por su vida" (2).

Como es natural, la madre de la niña palestina no tenía palabras para agradecer a la familia del joven judío la donación que había salvado la vida de su hija.

¿Alguna vez tú le has agradecido de corazón a Dios que entregara a su Hijo por ti? ¿Alguna vez te han faltado las palabras para expresar la gratitud que sientes por el regalo de la vida eterna? Si la respuesta es que no, debe de ser que nunca te has visto en tu condición de pecador, no has entendido por qué Cristo tuvo que morir y no te has reconciliado con Dios todavía. Pues si es así, te ruego en el nombre de Cristo: "Reconcíliate con Dios" (3).


1. Epístola de Pablo a los Romanos 5.8
2. Epístola de Pablo a los Romanos 5.10
3. 2ª Epístola de Pablo a los Corintios 5.20