Estudio bíblico de 1 Pedro 1:10-16
1 Pedro 1:10-16
Estimado oyente, recordemos que nos encontramos en la segunda división de las cuatro divisiones principales que tiene esta primera epístola del Apóstol Pedro. Recordemos que en nuestro estudio anterior, al comentar el versículo 9 de este primer capítulo, finalizamos la primera gran división, a la cual hemos titulado "El sufrimiento y la seguridad de los creyentes". Una de las conclusiones fue que el sufrimiento produce alegría. Hemos hablado de los creyentes alegrándose con un gozo indescriptible y glorioso. Es que amar a Cristo trae alegría al corazón. ¿Es usted un cristiano que experimenta esa alegría? Si no es así, debería serlo. Piense que usted es un hijo del Rey de reyes, que posee una herencia que recibirá en el futuro. Verdaderamente, ser Su hijo constituye una experiencia maravillosa. También destacamos que la salvación fue un tema de la profecía en el Antiguo Testamento. Tanto los profetas como los apóstoles presentaron testimonios de la verdad de dicha salvación. Podemos imaginar hasta qué punto esta realidad espiritual constituyó un estímulo y un gran consuelo para aquellos judíos que estaban dispersos por todos los rincones del Imperio Romano, y para los cristianos en general que estaban sufriendo por su fe.
En nuestro programa anterior, también dimos comienzo a la segunda gran división de la carta, que comienza en el versículo 10 del capítulo 1, y continúa hasta el final de este capítulo en el versículo 25. El título que le hemos asignado en nuestro bosquejo principal ---presentado en la introducción--- es "El sufrimiento en las Sagradas Escrituras". En primer lugar, repasaremos algunos de los conceptos que enfatizamos en el final de nuestro programa anterior. Leamos entonces los versículos 10 y 11 de este primer capítulo de la primera epístola universal del Apóstol Pedro, para dar comienzo a nuestro estudio hoy.
"Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo y las glorias que vendrían tras ellos."
Los profetas hablaron del sufrimiento de Cristo y de la gracia de Dios. Encontramos referencias directas a estos temas en Isaías, capítulo 53, en el Salmo 22 y en otros pasajes de la Biblia.
Y con respecto a las glorias que vendrían tras ellos, es decir, después de los sufrimientos, podemos comprobar el tratamiento de este aspecto en el capítulo 11 de Isaías y en el Salmo 45. Todos los profetas hablaron de los sufrimientos de Cristo, de la soberanía y de la gloria que vendría cuando Cristo viniera a la tierra como Rey para establecer Su reino.
Dice aquí también, que con respecto a qué persona y al tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en los profetas. Esta referencia tiente gran importancia, pues nos indica específicamente que los profetas del Antiguo Testamento escribieron guiados por el Espíritu de Cristo. Esta es una de muchas declaraciones incluidas en la Palabra de Dios afirmando que el Antiguo Testamento fue inspirado por Dios.
Los profetas escribieron acerca de cosas que ellos mismos no comprendieron. Investigaron cuidadosamente el significado de la persona, las circunstancias y el tiempo a que se refería el Espíritu al señalar los sufrimientos de Cristo y la gloria que vendría después de tales sufrimientos. Hay realmente muchos lugares en el Antiguo Testamento que hablan de los sufrimientos de Cristo, y hay también muchos otros pasajes que mencionan la soberanía de Cristo y la época del reino. El mensaje de los profetas combinaba la gracia y la gloria y a ellos les resultaba difícil comprenderlas. Por ejemplo, el profeta Isaías escribió en su capítulo 53 sobre los sufrimientos de Cristo; y en su capítulo 11 escribió sobre el Mesías viniendo en poder y gloria a la tierra para establecer Su reino. Esta aparente contradicción les resultó curiosa a los profetas que, en consecuencia, intentaron descubrir cómo ambos aspectos del Mesías podían ser ciertos. A medida que los profetas miraron por los pasillos del tiempo, vieron estos dos eventos como si fueran dos cimas de montañas colocadas una junto a la otra, pero no pudieron ver el valle que se encontraba entre ellas.
En este sentido, estimado oyente, usted y yo estamos en una posición única por vivir en el intervalo de tiempo situado entre el sufrimiento de Cristo, que se encuentra en el pasado, y la gloria de Cristo, que todavía se encuentra en el futuro.
Por ello presentamos la ilustración de las dos montañas, de dos montañas frente a nosotros, separadas por un valle, y a la izquierda del dibujo, colocamos el puesto de observación de los profetas, contemplando las dos cimas que, en la figura representan respectivamente a los sufrimientos de Cristo y a la gloria de Su reino. Desde su punto de vista, mirándolas desde cierta distancia, las cimas se veían como si estuvieran juntas, porque los profetas no podían ver el valle que las separaba, que era la época de la iglesia, en la cual vivimos nosotros. Creemos que en aquella época, también había escépticos y críticos, que habrán opinado que había un conflicto en el mensaje profético, y que las Sagradas Escrituras se contradecían, porque uno no podía concebir a los dos aspectos, el sufrimiento y la gloria, ocurriendo al mismo tiempo. O el Mesías venía a sufrir, o venía para reinar. Por supuesto nosotros, desde perspectiva histórica que nos proporciona el transcurso del tiempo, sabemos que ambos aspectos son ciertos. Y el valle que se encuentra entre las montañas representa a la citada época de la iglesia, que ya se ha extendido por más de dos mil años.
Una vez hecho este repaso, leamos ahora el versículo 12 de este primer capítulo:
"A estos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles."
Los apóstoles estaban diciendo que ellos estaban predicando el mismo mensaje que los profetas proclamaron. La única diferencia que existía fue que los profetas no pudieron hacer ninguna distinción, entre los sufrimientos de Cristo y Su gloria, mientras que los apóstoles se encontraban en una posición como para ser capaces de comprender esta diferencia.
El versículo 12 termina con la frase cosas en las cuales anhelaban mirar los ángeles. En nuestra opinión los ángeles, es decir, las criaturas inteligentes creadas por Dios están allí, en la esfera celestial mirándonos a usted y a mí, preguntándose por qué no nos ocupamos hoy en proclamar este importante mensaje. Ellos desean hacerlo ellos mismos. Les agradaría mucho poder venir y anunciarlo al mundo. Recordemos que al ángel Gabriel vino y comunicó el anuncio de que Jesús iba a nacer a la virgen María y más tarde a José. También el ángel se presentó ante Zacarías para decirle que iba a tener un hijo llamado Juan, que sería el precursor del Mesías. Estamos seguros que a Gabriel le gustaría bajar ahora y tomar el micrófono de este programa y decirnos que nos hagamos a un lado, para decir lo que nosotros no alcanzamos a decir. Pero Dios no se lo permite porque El utiliza instrumentos humanos hoy para difundir Su Palabra, porque no estamos viviendo en los días del ministerio de los ángeles. Estamos viviendo en el día del ministerio del Espíritu Santo. Como hijos de Dios somos habitados por el Espíritu Santo. Dijo San Pablo en su carta a los Romanos, capítulo 8, versículo 9, si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.
Ahora, ¿cree usted que un ángel podría hacer algo por usted que el Espíritu de Dios no podría hacer? No, estimado oyente. Estamos viviendo en los tiempos del ministerio del Espíritu Santo, en el tiempo de la Gracia de Dios, en los que el Espíritu de Dios mora en los creyentes, toma las cosas de Cristo, y nos las revela. Ahora, ¿qué es lo que debemos hacer nosotros a la luz de esta verdad? Leamos el versículo 13 de este capítulo 1 de la primera epístola universal del Apóstol Pedro:
"Por tanto, ceñid vuestro entendimiento para la acción, sed sobrios y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado."
Dice aquí ceñid vuestro entendimiento para la acción. Otra versión dice "ceñid los lomos de vuestro entendimiento". Esta es una figura retórica basada en el juntar y atar o sujetar las vestiduras orientales largas, para que no estorbaran los movimientos enérgicos del que las usaba. Fue una expresión bien comprendida en los días del apóstol Pedro. Creemos que lo que quiso decir es que debíamos dedicarnos a nuestra tarea con entusiasmo e ilusión.
Luego dijo el apóstol Pedro: sed sobrios. Un creyente no necesita estimulantes, como el alcohol o las drogas. Uno debe permitir que sea la Palabra de Dios la que lo estimule, entusiasme y emocione a uno. Sin embargo, la sobriedad implica más que esto. Tener una mente sobria implica ser templado, moderado, y adoptar una actitud seria en el estudio de la Palabra de Dios.
Y luego dijo el apóstol: y esperad por completo. Otra versión dice "poned vuestra esperanza completamente". Recordemos que ésta es la gran epístola de la esperanza. ¿Por qué debería el hijo de Dios estar preparado y dispuesto a soportar el sufrimiento? Porque tenemos una esperanza, y esa esperanza se basa en la resurrección del Señor Jesucristo.
Y la última frase completa de este versículo dice: Esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado. En el momento en que el Señor Jesucristo venga a recoger a Su iglesia y sacarla de este mundo, El traerá una gracia abundante. Por Su gracia El recogerá a cada creyente. Y las obras de cada creyente han de ser juzgadas en el tribunal de Cristo. En esa ocasión los creyentes sufriremos pérdidas o recibiremos una recompensa, y todo ello será claramente debido a Su gracia.
El hecho de que seremos juzgados en un día futuro, constituye un incentivo para soportar los sufrimientos y las pruebas de este mundo. La forma en que vivimos aquí en la tierra es muy importante. Hoy los creyentes son enfrentados por la demanda de experimentar vidas transformadas, que solo la Palabra de Dios puede producir en nosotros. Una de las razones por las cuales Dios permite que pasemos por pruebas y por momentos de dolor se debe a que El quiere formarnos de acuerdo con Su plan. Así que en todas nuestras penas y sufrimientos, tenemos que rendirnos y entregarnos a Él. Ahora, en el versículo 14 de este capítulo 1, dice el Apóstol Pedro:
"Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia"
Dice aquí como hijos obedientes. Las Sagradas Escrituras nos conducen a la obediencia. Recordemos cuando el apóstol Santiago dijo sed hacedores de la palabra y no solamente oyentes. La Palabra de Dios no solo nos trae esperanza, sino que también nos impulsa a obedecer. La Palabra de Dios ha de ser obedecida; se nos exhorta a entregarnos a Su instrucción, a Sus enseñanzas.
A veces parece que Dios nos llevara aparte, a un lugar solitario, donde se pueden compartir las confidencias, lejos del ajetreo y el bullicio que nos mantiene activos y conscientes de nuestras propias fuerzas. A veces nos rebelamos contra esa soledad pero, entonces, El nos ayuda a llevar esa cruz y nos susurra las verdades espirituales que, aunque nos hagan sentir débiles, hacen que nuestro espíritu remonte el vuelo hacia las alturas, a esas alturas a las cuales ni siquiera soñaríamos en llegar cuando estamos implicados en actividades. Por todo ello, El, que nos ama, nos retira a veces a un lugar aparte. Y el resultado de esas entrevistas íntimas que tienen lugar en un contexto de prueba y sufrimiento,
Cuando El nos llama aparte para pasar unos momentos de reflexión, espera que le dediquemos tiempo a la Palabra de Dios y a la oración. Estos momentos devocionales tienen una gran importancia en la vida de los creyentes, porque nos proporcionan fuerzas espirituales para continuar adelante en las luchas de la vida. Además, teniendo en cuenta que la provisión de Dios cubre también nuestras necesidades materiales y físicas, en esos momentos de compañerismo con Dios, experimentaremos consuelo. La paz que nos da el saber que El tiene nuestra situación bajo Su control, y un empuje que nos impulsará a la acción,
Dice el versículo 14 de este primer capítulo, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia, es decir, que no se adaptaran o amoldaran a los malos deseos que tenían antes, cuando vivían en la ignorancia. En cuanto a nosotros, tenemos que vivir vidas que revelen que hemos sido transformados a partir de nuestra vida interior, es decir, transformados desde dentro. Dios no quiere, estimado oyente, que andemos de aquí para allá mostrando una sonrisa artificial en nuestro rostro, como cualquier vendedor que ejerce sus relaciones públicas, que tiene que sonreír a sus clientes y está deseando que se acabe la jornada laboral para poder alejarse de ellos. Debemos ser naturales y entregarnos incondicionalmente al Señor para poder ser genuinamente transformados. Continuemos leyendo el versículo 15 de este primer capítulo de esta carta del apóstol Pedro.
"Sino, así como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir"
La santidad es algo que con frecuencia ha sido mal entendido. Para una persona normal y corriente, la santidad significa asumir una actitud piadosa, casi como convertirse en una persona prácticamente anormal en la vida diaria, como si se tratara de algo superficial que hay que exhibir ante otras personas.
Estimado oyente, el Señor quiere que usted tenga una personalidad plenamente integrada. El quiere que usted disfrute de la vida, que lo pase bien. No nos referimos a la clase pecaminosa de diversión, sino que usted alcance un verdadero deleite y placer en la vida que Dios le ha entregado. La santidad es para la vida espiritual lo que salud es para la vida física. A usted seguramente le agradaría ser una persona sana y fuerte. Pues la santidad consiste en ser sano y robusto espiritualmente. Realmente necesitamos ser y sentirnos de esta manera. Leamos ahora, y finalmente por hoy, el versículo 16 de este primer capítulo de la primera carta del apóstol Pedro.
"Porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo."
Al leer estas palabras nos surge la pregunta: ¿Ha de ser nuestra santidad un atributo personal asumible, como la santidad de Dios? No, porque nuestro Dios es absolutamente perfecto, y nosotros nunca alcanzaremos ese estado mientras vivamos en esta tierra. A veces encontramos a personas que creen haber llegado a ese elevado nivel, pero al mismo tiempo, nunca hemos encontrado a otros que estén de acuerdo con ellos en pensar que han alcanzado ese alto nivel de espiritualidad. Pero entonces, ¿qué significa ser santos, porque El es santo?
Nuestro Dios posee una personalidad completa, íntegra y maravillosa. Aunque usted y yo seamos simples seres humanos, podemos llegar a ser maduros, es decir, que alcancemos un crecimiento pleno. Como hemos dicho en ocasiones anteriores, está muy bien el ser un bebé en una cuna y reflejar todo el encanto de esa edad. Pero si pasa el tiempo y el bebé continúa mucho tiempo en la cuna, hablando y actuando como un bebé, es que algo funciona radicalmente mal. Así como el proceso de crecimiento normal lo llevará a la niñez, a la adolescencia, la juventud y la edad madura, nosotros como cristianos, deberíamos estar en constante crecimiento espiritual, progresando en nuestra relación con Dios, por medio del estudio de Su Palabra, la dirección del Espíritu Santo, la vida de oración y devocional y nuestra relación con la iglesia y sus miembros.
Vamos a regresar a este tema antes de concluir nuestro estudio de este capítulo 1 de la primera epístola universal del Apóstol Pedro, pero tendremos que esperar, Dios mediante, hasta nuestro próximo programa para considerar este aspecto. Le invitamos pues, a continuar acompañándonos en nuestro recorrido por esta carta profunda, pero a la vez práctica, que nos enfrenta a desafíos de la Palabra de Dios, que nos revelan cómo Dios quiere que vivamos. Le sugerimos que lea los versículos restantes de este capítulo, para familiarizarse con el texto Bíblico y poder aprovechar mejor las enseñanzas que compartiremos en nuestro próximo encuentro.
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