Pilato condenó a Jesús a morir en una cruz a pesar de que sabía que era inocente, pero lo hizo para salvaguardar sus propios intereses personales... ¡Pobre aquel que se aleja de Cristo buscando sus propios intereses!
Aunque Pilato se vanagloriaba de la autoridad que tenía, el Señor le demostró que no tenía ni tanto poder ni conocimiento como él pensaba. Si los hombres pudieron poner sus manos sobre Cristo sólo fue posible porque él en su soberanía lo había permitido para la salvación de la humanidad...
Aquí llegamos al punto principal al que Juan nos quiere llevar: ¿Quién es Jesús? Esta cuestión es fundamental, porque su muerte en la cruz tendrá un valor muy diferente dependiendo de quién era él. Si Cristo era realmente inocente, y además era el Mesías, el Hijo de Dios, entonces su muerte no sólo habría sido un terrible error judicial, sino que también tendría el poder de salvar a aquellos que le acepten como su sustituto ante la justicia divina.
Si deseamos la bendición de Dios, hay un principio que no debemos olvidar: el temor de Dios. Este debe ser el principio por el que se rigen todas nuestras decisiones. Pero, ¿en qué consiste el temor de Dios?...
Hoy el mundo ha redefinido el concepto de matrimonio y familia, contraviniendo los principios bíblicos establecidos por su Diseñador. Pero como cristianos, sabemos que sólo aplicando los principios bíblicos podremos disfrutar plenamente de esto que Dios creo para el gozo y la bendición del ser humano.
¿Qué pretendía Dios cuando salvó a Israel de la esclavitud de Egipto? ¿Sólo le preocupaba la opresión social que sufría o pretendía hacer con ellos algo mucho más grande? ¿Qué lugar debe ocupar la acción social en la iglesia?...
El salmista aborda dos de los grandes anhelos del ser humano: protección y seguridad frente a los peligros, y descanso frente a la ansiedad que fácilmente invade nuestras vidas.
El Salmo nos invita a reflexionar sobre el hecho de que a menos que Dios esté en el centro de la vida tanto personal como nacional, todo esfuerzo humano será en vano.
El pueblo reaccionó a la misericordia renovada de Dios con agradecimiento, y ofrendó generosamente para la construcción del Tabernáculo. Por su parte, Dios manifestó su gloria una vez terminada la obra. Un buen ejemplo para todos nosotros.