Radio cristiana
Un programa para estudiar toda la Biblia en cinco años
Efesios 3:14-21
Estimado oyente, volvemos hoy al tercer capítulo de esta epístola a los Efesios, en el cual vimos que la Iglesia es un misterio, y el apóstol Pablo ha tratado este tema, en lo que en realidad constituye un paréntesis en este capítulo. Este paréntesis que mencionamos está entre el versículo 1 y el versículo 14. Usted recordará que en nuestro programa anterior después de leer el versículo 1 de este capítulo 3, fuimos directamente al versículo 14. Allí, en el final de este paréntesis es donde nos encontramos en el día de hoy; así es que vamos a unir nuevamente estos pensamientos separados por dicho paréntesis. Vamos a leer ahora el versículo 14, que comienza
La oración por poder y conocimiento
"Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo"
¿Cuál era esa causa? Bueno, fue por el profundo interés que él tenía por los Efesios. Él quería que ellos entraran en esa gran verdad de esta nueva administración, esta nueva economía en la que vivimos, y que experimentaran todas las riquezas de Su gracia que se encuentran en Cristo Jesús. Éstos eran los antecedentes. Es por este motivo que el apóstol insertó este paréntesis entre los versículos 1 y 14.
Cuando estábamos estudiando las oraciones del apóstol Pablo en el primer capítulo de Efesios, llamamos la atención hacia el hecho de que él era un hombre de oración. También dijimos que le hemos conocido como un apóstol, un predicador, un maestro, pero no tanto como hombre de oración. Ésta es la segunda gran oración de Pablo en esta epístola. Después de haber considerado a la iglesia como un poema de Dios, el templo del Espíritu Santo y el misterio de los siglos, él se dirigió a Dios en oración para que estas grandes verdades se convirtieran en realidades en las vidas de aquellos cristianos.
En este versículo tenemos otra característica de las oraciones de Pablo. Revela su actitud ante la oración. No queremos ser meticulosos en este asunto, pero aquí está el detalle: Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo. No insistimos en que todos nos arrodillemos en nuestras reuniones públicas de oración. Sin embargo, sería una actitud deseable.
En cierta ocasión se estaba llevando a cabo un encuentro de oración en un pueblo, y el predicador antes de comenzar su mensaje le dijo a su congregación: "Inclinemos nuestras cabezas en oración". Bien, esa gente que se encontraba allí hizo mucho más que inclinar sus cabezas. El predicador cerró los ojos y oyó cierto ruido y pensó que todas las personas se habían levantado y habían salido del lugar. Así es que él trató de abrir un poco los ojos mientras oraba, y cuando pudo observar a su audiencia, lo único que vio eran los bancos vacíos y pensó que toda la gente se había retirado. Pero, ya que él estaba orando ante el Señor, continuó su oración. Luego, al decir "amén", abrió nuevamente los ojos y pudo apreciar que toda esta gente había estado de rodillas, y se pusieron de pie luego. Y por supuesto, este predicador pudo tener allí una magnífica reunión. Ahora, no queremos decir que se tuvo una gran reunión por la sencilla razón de que la gente se puso de rodillas, Pero sí deseamos decir lo siguiente: que pensamos que eso ayudó mucho. Creemos que estamos perdiendo mucho en algunos círculos donde reina la formalidad, donde existe un rito inflexible y entonces nos estamos privando de nuestra cálida y estrecha relación con el Señor Jesucristo. Sentimos que deberíamos tener más de esa familiaridad en la adoración, y más reverencia hacia Dios; especialmente cuando estamos orando.
Como criaturas suyas que somos, debemos ocupar el lugar que nos corresponde, nuestra posición delante de nuestro Creador y arrodillarnos ante Él. Pablo oró de esa manera y siempre hemos creído que ésa era la forma apropiada. Es sorprendente notar cuánto ayuda esa postura para orar. No insistimos en ello; simplemente llamamos la atención hacia esa actitud que Pablo practicó, porque creemos que es un buen ejemplo para nosotros en la actualidad. ¿Acaso no hemos leído que el Señor entró en el jardín de Getsemaní y cayó en tierra sobre su rostro? Pensamos que sería conveniente que imitáramos ese ejemplo cuando estamos ante la presencia de Dios.
Ahora, hay otro punto más en este versículo que deseamos destacar. Pablo oró a Dios el Padre en el nombre del Señor Jesucristo. También observamos que en el capítulo 1:17 él oró al Dios de nuestro Señor Jesucristo. Podemos darnos cuenta que ésta era su fórmula, y creemos que era una fórmula más bien limitada, la de dirigir todas las oraciones a Dios el Padre en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Alguien podría preguntarse si esto no implicaría ser demasiado meticulosos. Pero escuchemos las palabras del Señor Jesús en Juan 16:23; "23En aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo que todo cuanto pidáis al Padre en mi nombre, os lo dará."
Los discípulos del Señor Jesucristo que habían pasado tres años con Él se habían convertido en un grupo de niños en muchas maneras. Creemos que a ellos les gustaba pedir y pedir mucho todo el tiempo. Entonces Él les dijo que les dejaría. Después de su partida, ya no le pedirían a Él cualquier cosa. Tendrían que dirigir sus pedidos al Padre en el nombre de Jesús. ¿Qué quiso decir Jesús con ello? Simplemente que si usted y yo tuviéramos que orar a Jesús directamente, nos privaríamos de tener un intercesor. Jesucristo es nuestro gran intercesor. Orar en el nombre de Jesús significa que nos dirigimos a Dios el Padre con una oración que el Señor Jesucristo mismo puede elevar al Padre por usted y por mí.
Creemos que deberíamos ser muy cuidadosos en nuestra vida de oración. ¿No ha observado usted que las oraciones de Pablo eran breves? Las dos oraciones de esta carta a los Efesios y su oración en la carta a los Filipenses son breves. En realidad, todas las oraciones que encontramos en la Biblia son bastante breves. El Señor Jesús dijo que no teníamos que usar repeticiones vanas, como hacen los paganos, porque ellos piensan que cuanto más hablen, más serán oídos. La gran oración de Moisés a favor de Israel fue registrada sólo en tres versículos. Elías, en pié en la cumbre del Monte Carmelo cuando se enfrentó solo de parte de Dios a los profetas del dios falso Baal, expresó una gran oración que ocupó la extensión de un solo versículo. La gran oración de Nehemías fue registrada en sólo siete versículos. La oración del Señor en Juan 17 se puede leer en tres minutos. Y si usted ha leído la Biblia o nos ha acompañado en el estudio en el que estamos recorriendo toda la Biblia, ¿no recuerda en este momento cuál fue la oración más breve de toda la Biblia, expresada por un ser humano? Pues la más breve de las oraciones fue la de Simón Pedro registrada en Mateo 14:30, cuando dijo "¡Señor, sálvame!" Él expresó esta oración porque estaba comenzando a hundirse entre las olas del Mar de Galilea. Algunos creen que aquella no fue una oración, por haber sido demasiado breve. Pero, estimado oyente, aquella fue una oración, y fue respondida inmediatamente, porque el Señor Jesús extendió Su mano y le sostuvo. Si Simón Pedro hubiera orado como algunos de nosotros oramos en una reunión de oración, habría estado sumergido a varios metros de profundidad antes de recibir lo que había pedido. Pedro fue al grano. Y la oración debería ser concreta. Leamos juntos los versículos 14 y 15 de este primer capítulo de Efesios.
"Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo (de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra)"
De paso digamos que Dios tiene una familia maravillosa. Hay muchas personas que piensan que los únicos importantes son los miembros de su propia familia. Pero el círculo es un poco más amplio que éste. Y también existen aquellos que piensan que su pequeño grupo de amigos en la Iglesia es el único a quien el Señor escucha. Otros consideran que su iglesia local es la que realmente constituye el grupo de los redimidos. Además, algunos creen que su denominación o grupo de iglesias cristianas es la totalidad de la familia de Dios. Y finalmente, hay quienes piensan que la familia espiritual abarca a la iglesia desde el día de Pentecostés hasta que la iglesia sea recogida por el Señor. Pero estimado oyente, Dios salvó a personas desde mucho antes que la iglesia existiera y lo continuará haciendo después de que la iglesia sea retirada de la tierra. Y Dios también tiene a otros miembros de Su familia. Los ángeles pertenecen a Su familia. Y Él ha creado seres inteligentes que el apóstol Juan vio en una visión y dijo que no se podían contar. Todos ellos forman parte de la familia de Dios.
Continuemos leyendo los versículos 16 al 19 de este capítulo 3 de Efesios:
"Para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en lo íntimo de su ser por su Espíritu; que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios."
Observemos nuevamente que el apóstol oró conforme a las riquezas de su gloria, y no de las riquezas de su gloria. Si Dios tomara una parte de esas riquezas, se parecería a algún ser humano de cuantiosos recursos que ayudara a los demás con una cantidad muy limitada de sus riquezas.
Hay en esta oración cuatro pedidos concretos que Pablo hizo a favor de los creyentes de Éfeso:
1. Aquí el pedido era que los cristianos pudieran ser fortalecidos con poder en lo íntimo de su ser por su Espíritu. La naturaleza espiritual del cristiano necesita oración, así como su parte física la necesita. Con mucha frecuencia la parte espiritual es descuidada, mientras que toda la atención se le dedica a la parte física. El apóstol Pablo estaba orando por el interior de la persona, porque él se daba cuenta que la parte exterior de la persona desaparecería. Y para vivir la vida cristiana se necesita poder, así como para crecer en la gracia y desarrollarse hacia la plena madurez, lo cual es la obra del Espíritu Santo.
Nos inclinamos a orar mucho por la parte externa, física. Y es bueno orar por el aspecto y las necesidades físicas de las personas. Pablo lo hizo y oró por sí mismo. Él mismo nos contó que oró tres veces para que removiese un mal físico que era como un aguijón en su cuerpo. Es hermoso saber que Dios oye y responde la oración. Pero tenemos que recordar que la naturaleza espiritual del cristiano necesita oración, así como la parte física la requiere. Sólo el Espíritu Santo puede proveer poder, vida y crecimiento para que el creyente alcance la madurez plena.
2. Vemos que en esta segunda petición, Pablo oró diciendo que Cristo habite por la fe en vuestros corazones. Esto implica asumir con nuestra mente los pensamientos del Señor. Esto implica una relación de compañerismo, de camaradería con Él, que nos ayuda a conocerle más y que nos revela la voluntad de Dios para nuestras vidas. Él les dijo a los Suyos en Juan 15:4, "Permaneced en mi, y yo en vosotros". Y Pablo pudo decir, en Gálatas 2:20, "ya no vivo yo, más vive Cristo en mí". La frase en Cristo es la expresión culminante de esta epístola. La gran idea equivalente es que Cristo está en nosotros. La expresión en Cristo se refiere a nuestra posición. Y la expresión Cristo en nosotros indica nuestra posesión. Éste es el aspecto práctico del tema. Dijo también Pablo en Segunda de Corintios 13:5, "5Examinaos a vosotros mismos, para ver si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos? ¿No sabéis que Jesucristo está en vosotros? ¡A menos que fracaséis en la prueba!"
Cristo no ha venido a visitarnos de una manera temporal; Él ha venido a radicarse permanentemente por medio del Espíritu Santo, para vivir en nuestras vidas. Él dijo en el evangelio según San Juan, capítulo 15, versículo 5: "Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí y yo en él, este lleva mucho fruto porque separados de mí nada podéis hacer".
3. Vemos que esta tercera petición es un pedido para que los creyentes puedan conocer las dimensiones de ese amor de Cristo que sobrepasa todo conocimiento. El apóstol oró para que ellos estuvieran arraigados y cimentados en amor. El término arraigados se refiere al área de la botánica, que es la vida de la vegetación. Y la palabra cimentados se refiere a la arquitectura, a la firmeza y estabilidad. Y esta petición se refiere a todos los cristianos.
Pablo quería que ellos conocieran el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento. La vasta extensión del amor de Cristo es el amor de Dios mismo. Desde esta plataforma de lanzamiento podemos comenzar a medir aquello que es imposible de medir, y conocer aquello que supera al conocimiento. Ésta es una de las grandes paradojas de la vida del cristiano. Vamos a ver ahora como Pablo intentó desglosar en pocas palabras las enormes dimensiones del amor de Cristo, descritas en el versículo 18:
Primero mencionó la anchura. Los brazos de Cristo pueden alcanzar a todos alrededor del mundo. En Juan 10:9 El dijo: "Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo". Y en Juan 6:37, dijo: "al que a mí viene, no lo echo fuera."
Después el apóstol mencionó la longitud. La línea de la salvación comenzó con el Cordero que fue sacrificado antes de la fundación del mundo, y se proyecta hacia el pasado, el presente, y hacia las interminables dimensiones de la eternidad.
Luego tenemos la profundidad y esta dimensión se dirige directamente hasta la muerte de Cristo en la cruz. El apóstol Pablo dijo en Filipenses 2:8, "Hallándose en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz."
Y finalmente, como culminación, el apóstol mencionó la altura. La altura llega hasta el mismo trono de Dios. Esta idea se refleja en las palabras de Pablo a los Filipenses 2:6, "Él, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse".
Tanta grandeza contrasta con las grandes limitaciones y debilidades humanas, por tal motivo, sólo el Espíritu Santo puede guiar al creyente a esta vasta experiencia del amor de Cristo, que al ser infinito, va más allá del entendimiento humano.
4. Esta cuarta petición fue como el estallido de un fervor que consumía el corazón del apóstol, que pidió que los Efesios fueran llenos de toda la plenitud de Dios. Cristo mismo fue lleno de ella. En proporción a nuestra comprensión del amor de Cristo, seremos llenos de toda la plenitud de Dios.
Finalmente, leamos los versículos 20 y 21 de este tercer capítulo de la carta de San Pablo a los Efesios.
"Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén."
Ésta es una doxología y una bendición que finaliza la oración del apóstol Pablo y que también concluye la primera división o sección principal de esta Epístola a los Efesios, la sección doctrinal que en nuestro Bosquejo General titulamos "El llamado celestial de la iglesia", y que abarcó los tres primeros capítulos. Esta conclusión de la oración fue una poderosa erupción de alabanza espiritual y creemos que cualquier comentario a la misma podría restarle brillo. Ni siquiera somos capaces de tocar el borde de los vestidos de los dones espirituales que Dios está dispuesto a dar a aquellos que le pertenecen. ¡Qué hermosa realidad! Él quiere proveernos de sus riquezas con gran abundancia. Dios es muy bueno y nosotros demasiado pequeños como para poder contener todas Sus bendiciones.
Y aquí vamos a detenernos por hoy, estimado oyente. En nuestro próximo programa comenzaremos a estudiar el capítulo 4, de esta epístola a los Efesios. Es la segunda gran sección, la parte práctica de esta carta, que en nuestro bosquejo General hemos titulado "La conducta terrenal de la iglesia" y se extiende desde el capítulo 4 hasta el 6. El capítulo 4 nos presentará a la iglesia como el hombre nuevo.
Al despedirnos, deseamos que, como consecuencia de esta ferviente oración del apóstol Pablo usted también pueda experimentar en su vida el amor de Dios. Tenga usted la seguridad de que Él quiere intervenir en su vida para salvarle, y para proyectar sobre ella Su amor transformador. Le invitamos, pues, a permitir con una actitud de fe, que el Señor Jesucristo sea su Salvador y su Señor.
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