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Estudio bíblico: Señores, ¡miren cuánto oro tengo! - 2 Crónicas 32:30-31

Autor: Roberto Estévez
Uruguay
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Señores, ¡miren cuánto oro tengo! (2 Crónicas 32:30-31) (2 Reyes 20:12-20) (Isaías 39:1-8)

— Por aquí, señores embajadores. Pasen por aquí por favor.
El rey Ezequías luce ropas de gala. Es un hombre maduro. Sobre la cabeza ostenta la corona real. A cada lado lo acompañan los altos dignatarios de Judá. Los embajadores de Babilonia visten sus atavíos festivos.
— Majestad — dice el delegado de la misión diplomática —, nos entristecimos mucho al saber que su excelencia estuvo muy enfermo y nos alegramos de esa recuperación extraordinaria. Queremos ofrecerle nuestros mejores augurios de paz y salud para usted. Nuestro rey quiere presentarle sus respetos en forma muy especial. También le ha enviado este humilde presente.
Después de recibir el regalo de parte de los embajadores especiales, el rey Ezequías ordena a sus servidores que les muestren las bandejas repletas de joyas de oro y piedras preciosas. Las personalidades de Judá están en suspenso. El rey ordena que estas alhajas de gran precio se exhiban a todos los oficiales de alto rango. Los mejores artífices del mundo han elaborado esas gemas.
Luego de los largos discursos de los diplomáticos en los cuales se repiten los términos: paz, acuerdo, tratados, amistad y hermandad, toma la palabra el rey Ezequías. Les agradece sinceramente la buena voluntad y los obsequios diciendo:
— Sí, es verdad que estuve muy enfermo como para morir, pero el Señor Dios de Israel tuvo misericordia de mí, hizo un milagro y me sanó.
En los días siguientes les muestra sus tesoros. Los años de prosperidad le han permitido acumular grandes riquezas.
El primer día lleva a sus invitados a las cámaras de los tesoros reales. Allí están los lingotes de oro y de plata ordenadamente colocados. Los embajadores no ocultan su satisfacción y felicitan repetidamente al rey por poseer un patrimonio tan valioso. Luego vienen las piedras preciosas talladas y toda clase de adornos de plata, oro y marfil. Al día siguiente, les muestra la abundancia de sus perfumes y ungüentos. Estos proceden de distintos reinos de alrededor y son de una calidad excelente. El rey Ezequías parece un niño gozándose en ver las reacciones de los diplomáticos.
— ¡Por favor, huelan este perfume de Arabia! Inhalen este ungüento de Egipto. Sientan el aroma de este bálsamo de Sheba.
Al final de la jornada se hacen grandes recepciones en honor de los emisarios.
Unos días después el rey Ezequías los lleva a otro edificio grande y fuertemente custodiado. Antes de entrar, el rey Ezequías adopta un posición teatral como si la escena fuera a ser televisada.
— Señores embajadores del gran reino de Babilonia, esto que van a ver no se lo he mostrado a nadie. Esto es secreto de estado. Pero como ustedes son amigos y hemos de firmar un tratado de amistad, cooperación y no agresión, es mi deber mostrárselo.
Los plenipotenciarios de Babilonia entran al edificio y ven los depósitos con todo tipo de armamentos defensivos y ofensivos.
— Alteza — dice el más importante de ellos, fingiendo estar muy impresionado —, nos asombramos de ver todo el equipo bélico que su reino tiene. Usted está equipado con las armas de la mejor calidad. Nuestro rey valora enormemente el poder contar con un aliado del calibre militar de Judá.
El resto de la comitiva asiente con la cabeza y hace gestos falsos y estudiados aparentando asombro.
En los días sucesivos, la comitiva real se dirige a los distintos puntos estratégicos del país y Ezequías les muestra absolutamente todo lo que tiene (2 R 20:13).
Un tiempo después, cuando el rey todavía está recreando a sus huéspedes y mostrándoles todas sus riquezas, aparece el profeta Isaías. El hombre de Dios es ya muy anciano. Se detiene delante del rey Ezequías y apunta con sus dedos a estos extranjeros que visten esas ropas tan elaboradas y de colores tan vivos. En las vestiduras hay grabados símbolos paganos de las distintas divinidades.
— ¿Quiénes son esas gentes? ¿De dónde vinieron a ti? — Pregunta el profeta.
Una sonrisa de orgullo asoma en el rostro del rey Ezequías. Su voz expresa su jactancia por el honor que le dispensa el rey de Babilonia (Is 39:1).
— Estos son los embajadores plenipotenciarios. Usted sabe, yo tengo muy buenas relaciones con el emperador. Tengo "mis conexiones". Ellos saben que nosotros hemos llegado a ser un país "clave" y que no pueden ignorarnos en los asuntos internacionales.
El profeta Isaías, como si ignorara la respuesta, pregunta:
— ¿Qué han visto en tu casa?
Ezequías responde:
— Han visto todo lo que hay en mi casa; en mis depósitos nada hay que no les haya mostrado. De la casa de los tesoros les he enseñado todo: la plata, el oro, los perfumes y los ungüentos finos, toda la armería y todo lo que hay en sus depósitos. Les he mostrado todo en mi casa y en mis dominios — finaliza el rey, con una sonrisa de triunfo.
El profeta de Dios guarda silencio por unos minutos y luego dice:
— Escucha la palabra del Señor de los Ejércitos: "He aquí, vienen días en que todo lo que hay en tu casa, lo que tus padres han atesorado hasta el día de hoy, será llevado a Babilonia" (Is 39:6).
El monarca empalidece. Esta declaración no la esperaba. Isaías continúa con su voz que cae pesadamente como dando mazazos a una estaca: "No quedará nada, ha dicho el Señor. Y de tus hijos que procederán de ti, que tú habrás engendrado, tomarán para que sean eunucos en el palacio del rey de Babilonia" (Is 39:7).
Al rey se le aflojan las piernas. Un sudor frío cubre su cuerpo. Parece que va a desmayarse. Por fin se recupera y se da cuenta de su pecado. En vez de protestar dice humildemente: "La palabra del Señor que has hablado es buena. Porque pensó: En mis días habrá paz y estabilidad" (Is 39:8).
Sin embargo, aquella noche el rey no puede dormir. Las palabras del profeta Isaías vuelven a su mente una y otra vez. El insomnio le hace traer a la memoria su vida pasada. Viene a su pensamiento aquella gran celebración de la pascua: "No había habido cosa semejante en Jerusalén desde los días de Salomón..." (2 Cr 30:26).
Recuerda las multitudes gozosas danzando por las calles y entonando alabanzas al Señor. Evoca en su mente cuando fue celebrada la pascua; cuando se ofrecía el sacrificio. Se acuerda del gozo que sintió al adorar al Señor de la manera que estaba escrito (2 Cr 30:25).
Viene a su memoria la invasión de Senaquerib. No se puede olvidar de los insultos y las amenazas que el comandante en jefe del ejército asirio profirió contra él. Se acuerda cuando con su corazón lleno de tristeza y angustia sube por las calles hacia el templo. Allí, en la casa del Señor, deposita las infames cartas para que el Dios eterno las vea — como si el omnisciente ignorara lo que éstas decían (2 R 19:14).
Pero también evoca las palabras que el Señor envió por su siervo el profeta Isaías: "Pues defenderé esta ciudad para salvarla, por amor a mí mismo, y por amor a mi siervo David" (2 R 19:34).
Continúa dando vueltas en la cama y no puede dormir. Su vida sigue pasando delante de él como si fuera una película de cine que no se puede detener hasta el final. Viene a su mente la enfermedad con esa úlcera dolorosa que crecía y nada la podía sanar. Rememora cómo había llorado en la presencia de Dios al ser notificado por el profeta Isaías de que sus días estaban contados (Is 38:1). Se acuerda de la gradería de Acaz y de la sombra retrocediendo esos escalones; algo que era absolutamente imposible que sucediera.
Y ahora las palabras condenatorias del profeta por su actuación con los emisarios extranjeros.
Por fin, abandona el lujoso lecho y se arrodilla humildemente y ora al Señor. La plegaria es larga y está acompañada con lágrimas. Al terminar se escuchan alabanzas al Dios fiel y misericordioso. En la penumbra se puede ver su rostro que ahora refleja paz (Fil 4:7).

La historia bíblica y nosotros

¡Qué edificante es ver la vida de un individuo que aunque no fue perfecto empezó y terminó bien! Un hombre que sirvió honestamente al Señor en medio de una época de frialdad espiritual y apostasía.
El mensaje del rey es uno de persuasión: "Volveos al Señor, Dios de Abraham... No seáis como vuestros padres... que actuaron con infidelidad..." (2 Cr 30:6-7).
La prédica de Ezequías es una invitación a volver a Dios: "Porque el Señor vuestro Dios es clemente y misericordioso, y si vosotros os volvéis a él, no esconderá de vosotros su rostro" (2 Cr 30:9).
El ministerio de Ezequías era el de animar y exhortar, pero no solo al pueblo sino también a los levitas y a los sacerdotes. La respuesta a la invitación a los del reino de norte para venir a Jerusalén a celebrar la pascua fue en general de risa y burla (2 Cr 30:10).
Cuando Ezequías comienza su reinado las ofrendas para los levitas y sacerdotes no han sido dadas por el pueblo.
El rey tiene por lo menos dos grandes pruebas en su vida. Una a nivel nacional: la invasión de Senaquerib, y otra a nivel individual: la enfermedad que casi le ocasiona la muerte. En ambas, Dios obra milagrosamente y el resultado es la alabanza del monarca al Señor por su gracia y fidelidad. En las dos situaciones el profeta Isaías juega un papel primordial.
Es importante destacar que Ezequías fue orgulloso al mostrar a sus enemigos todos sus tesoros. Dios condena severamente este pecado (1 P 5:5).
Sin embargo, conviene subrayar que la caída final de Jerusalén que se predice es por el pecado de idolatría de Judá y el abandono del Dios vivo.
Las palabras del profeta Isaías entonces deben tomarse en un sentido irónico, como diciendo: Todo esto que les mostraste y de lo que te sientes tan orgulloso te lo van a robar.
Si Ezequías no hubiera mostrado sus tesoros el resultado final habría sido el mismo, quizá solo se hubiera demorado un poco más de tiempo.
Al escuchar la sentencia de Isaías el rey responde con humildad. No se enoja contra el profeta de Dios sino que la acepta y dice: "La palabra del Señor que has hablado es buena. Porque pensó: ¿No habrá paz y estabilidad en mis días?" (2 R 20:19).
Mathew Poole interpreta esta respuesta un poco espinosa de la siguiente manera: "Yo de corazón me someto a este sentencia, como siendo a la vez justa porque lo merecemos por mi culpa y la de mi pueblo, y misericordiosa porque el castigo es menor que lo que merecíamos".
Aquel fue el único pecado grave mencionado en la vida de este rey piadoso. Leemos: "Ezequías tuvo éxito en todo lo que hizo, excepto en el asunto de los intermediarios de los jefes de Babilonia... Dios lo abandonó para probarlo, a fin de conocer todo lo que estaba en su corazón" (2 Cr 32:30-31).
Nos damos cuenta de que Ezequías no podía ignorar el peligro de mostrar sus "tesoros". Quizá fue su autoconfianza lo que lo llevó a hacerlo o el deseo de sacar más provecho para su país en el tratado militar con Babilonia.
"En el fondo la prueba de los emisarios determinó dónde radicaba la confianza de Ezequías. Si él confiaba en pactos humanos o en Dios. Fue su avidez por los tratados lo que lo expuso a la ira del Señor".
En este aspecto nos damos cuenta de que no somos muy diferentes de Ezequías. ¡Qué fácil es para aquellos que están en el ministerio del Señor confiar en nuestros propios arreglos, habilidades y dones (Ga 6:3), en vez de confiar en el poder de Dios! (Fil 4:13).
Del rey Ezequías se dice algo que no se menciona de ningún otro rey. No solo se registra la frase que se repite de los reyes rectos: "Hizo lo bueno", sino que además se agrega: "y lo verdadero delante del Señor su Dios. Ezequías buscó a su Dios en toda obra que emprendió en el servicio de la casa de Dios y en la ley y los mandamientos. Lo hizo de todo corazón y fue prosperado" (2 Cr 31:20-21).
Las palabras del apóstol Pablo, escritas muchos siglos después, se aplican muy bien: "Pues, ¿quién te concede alguna distinción? ¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te jactas como si no lo hubieras recibido?" (1 Co 4:7).
Este rey es un ejemplo para nosotros por su integridad, fidelidad y constancia para Dios. El resultado es la bendición del Señor.

Notas al margen

La purificación del templo se hizo en la primera semana del comienzo del reinado de Ezequías sugiriendo que ha sido corregente con su padre. Es probable que su plan se haya trazado muchos meses antes de la muerte de su progenitor.
¿Cómo fue posible que Ezequías volviera a acumular tantas riquezas después de las enviadas al rey de Asiria? (2 R 18:15). Al menos gran parte de la recuperación pudo haber sucedido en la obtención del botín que llevaba el ejército de Senaquerib (2 R 19:35).
La fortuna del monarca se destaca: "Ezequías tuvo muchísimas riquezas y gloria. Adquirió tesoros de plata y oro, piedras preciosas, especias aromáticas, escudos y toda clase de objetos valiosos" (2 Cr 32:27). Sin duda tuvo cuidado de incentivar la agricultura y la ganadería. El texto bíblico nos dice también "que tuvo depósitos para los productos del grano, del vino nuevo y del aceite, establos para toda clase de ganado y rediles para los rebaños" (2 Cr 32:27-28).
Aparte de la reforma religiosa, y la institución de la pascua que había quedado en el olvido, este monarca se destacó con sus proyectos de ingeniería. El más importante fue un túnel que permitía llevar el agua por dentro de los muros de Jerusalén a una distancia de más de 500 metros. En descubrimientos arqueológicos se han encontrado las ruinas de este túnel. "Cegó la salida de las aguas de Guijón Alto, y las condujo directamente hacia abajo, hacia el oeste, a la Ciudad de David" (2 Cr 32:30).

El líder que hay en mí

Se perciben aquí los peligros de los convenios o pactos con las personas "equivocadas". El líder, al pactar o "conectarse" con personas u organizaciones que son desobedientes a la Palabra de Dios puede, como consecuencia, perder la bendición divina. Uno de los mejores reyes de Judá ha empañado su testimonio al confiar en el brazo humano en vez de depender totalmente del Señor.

Temas para estudio en grupo

¿Es la prosperidad material (como en el caso de Ezequías) evidencia de la bendición de Dios?
¿Por qué Dios condena el orgullo?
La importancia de discernir las intenciones de aquellos que como los "embajadores" vienen con motivos engañosos.

Preguntas para reflexionar

1. ¿Qué le pregunta el profeta Isaías al rey Ezequías?
2. ¿Qué le responde el profeta Isaías al rey Ezequías?
3. ¿Cuál es el ministerio espiritual de Ezequías? (2 Cr 30:6-9).
4. ¿Por qué el rey mostró sus tesoros? ¿Qué otras razones tuvo aparte de su orgullo para mostrar sus riquezas?
5. ¿Hacemos alardes de nuestros "tesoros" como son los dones, las habilidades, la capacidad oratoria o las dotes musicales?

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