Durante la última cena le advirtió de que le iba a negar tres veces, pero también le dijo que había orado por él para que su fe no faltara.
Después de que Jesús fue arrestado y de que Pedro le había negado tres veces, sus miradas se cruzaron en el patio del sumo sacerdote. No fue una mirada de ira, sino de tierno reproche.
Una vez que Jesús hubo resucitado tuvo especial interés en que Pedro conociera rápidamente esta noticia.
Unos días después, Cristo tuvo un encuentro personal con Pedro en el que por tres veces le dio la oportunidad de manifestar su arrepentimiento y amor por él. Y a partir de ahí quedó plenamente restaurado.