Estudio bíblico: La soberanía de Dios y la muerte de su Hijo - Juan 19:9-11
La soberanía de Dios y la muerte de su Hijo (Juan 19:9-11)
Introducción
En nuestro estudio anterior terminamos viendo la reacción de Pilato cuando los judíos acusaron a Jesús de blasfemia porque decía que era el Hijo de Dios. Esto causó una fuerte impresión en el gobernador, que se retiró nuevamente a la parte interior del pretorio para seguir conversando con Jesús mientras los judíos esperaban afuera.
Todo esto no deja de resultarnos asombroso, porque en aquellos momentos, después de que Cristo había sido azotado y escarnecido, su aspecto distaba mucho de parecer el del majestuoso Hijo de Dios, sin embargo, Pilato estaba admitiendo esta posibilidad como totalmente real, lo que nos lleva a preguntarnos qué es lo que vio en Jesús. Veamos cómo continuó su interrogatorio.
"¿De dónde eres tú?"
(Jn 19:9) "Y entró otra vez en el pretorio, y dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú? Mas Jesús no le dio respuesta."
Pilato estaba completamente desconcertado y perplejo. El hombre que tenía ante él era completamente único, de tal modo que interpretó la acusación que los judíos acababan de presentar contra Jesús como una posibilidad real. No hay otra explicación a la pregunta que le hizo en esos momentos al Señor: "¿De dónde eres tú?".
Con esta pregunta no pretendía indagar sobre el lugar de nacimiento de Jesús, sino que buscaba una confirmación que surgiera de sus propios labios acerca de su supuesta naturaleza divina. ¿Cuál es tu verdadera naturaleza? ¿Eres del cielo?
Saber de dónde vino Jesús es una cuestión fundamental para cada ser humano. Juan comenzó su evangelio afirmando que el eterno y divino Hijo de Dios, el Verbo, se había hecho hombre, y llegó a habitar entre nosotros (Jn 1:14), y ahora Pilato, un hombre completamente pagano, llega a preguntarse si no sería así mientras interrogaba a Jesús. Si Cristo había venido del cielo y era el Hijo de Dios, esta verdad tiene una importancia vital. No se trata de un hombre más, que por muy sabio que sea, al final comparte las mismas limitaciones que todos los demás miembros de la raza humana tenemos, y por lo tanto, nunca podría ser nuestro Salvador, pero si realmente venía del cielo, entonces todo cambia por completo.
"No le dio respuesta"
Lo sorprendente es que aunque la pregunta era fundamental, Cristo no dio respuesta a Pilato. ¿Por qué?
Seguramente la razón para el silencio del Señor se deba a la condición espiritual de Pilato. Recordemos que él ya había demostrado su falta de interés en la comprensión de quién era Jesús (Jn 18:37-38). Y no sólo eso, sino que el trato que había dado a Jesús después de reconocer su inocencia, cuando le había hecho azotar y permitió que sus soldados se burlaran de él, evidenciaba que el gobernador romano no estaba interesado en conocer la verdad. ¿De qué serviría hacer nuevas declaraciones sobre su persona cuando todo apuntaba a que lo que realmente preocupaba a Pilato era complacer a los judíos y librarse de Jesús? Por lo tanto, el Señor no iba a hacer nuevas revelaciones acerca de sí mismo. Sin lugar a dudas, todo habría sido completamente diferente si el Señor hubiera percibido en Pilato un alma ferviente que buscaba honestamente la verdad; en ese caso, el Señor le habría guiado hasta ella costara lo que costara. El Señor nunca cierra la puerta a ese tipo de personas, pero Pilato ya había demostrado que no buscaba la verdad, sino que sólo quería escapar de su dilema.
Además, cualquier intento de explicar al gobernador romano la relación de Jesús, el Hijo de Dios, con el Padre, habría necesitado de muchos razonamientos para un hombre que espiritualmente hablaba un lenguaje totalmente diferente al del Señor, envuelto como estaba en la mitología griega y romana. Desde todos los puntos de vista era cada vez más difícil encontrar algún terreno común entre Jesús y Pilato desde el que se pudiera comenzar a trabajar. ¡Qué triste cuando la mente, el corazón y la voluntad quedan cerrados por el pecado y ya no han nada que se pueda decir que tenga sentido y dé lugar a un cambio!
El problema de Pilato se había originado porque no estuvo dispuesto a actuar de acuerdo a la luz que ya había recibido. Recordemos que el Señor le había dicho que él "había venido al mundo para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz" (Jn 18:37), pero Pilato decidió dar la espalda a la verdad y no actuar de una manera coherente con lo que ya conocía. Por ejemplo, había declarado que Jesús era inocente, pero lejos de ponerle en libertad, lo había azotado y humillado para complacer a los judíos. Por lo tanto, cuando ahora le preguntaba acerca de su origen, el Señor se negó a dar explicaciones sobre su persona, del mismo modo que hizo cuando los dirigentes judíos le hicieron una pregunta similar. En ambos casos el Señor les remitió a sus obras:
(Jn 10:24-25) "Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente. Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí"
El origen de Jesús se evidencia a través de sus obras, como él mismo señaló una y otra vez (Jn 5:36) (Jn 10:25,38) (Jn 14:11). Todos los seres humanos deben analizar las evidencias que él nos dejó y tomar una decisión honesta e inteligente.
Pero Pilato estaba llegando al mismo punto al que antes habían llegado las autoridades judías. Durante varios años todos habían visto cómo Cristo presentaba sus credenciales mesiánicas ante ellos, pero se habían cerrado voluntariamente a esa luz que intentaba sacarles de sus tinieblas espirituales. Llegar a ese punto es peligroso, porque tal como estamos viendo aquí, puede que Dios deje de hablarnos. No olvidemos que cuando la persona desprecia las oportunidades que Dios le da, y hace oídos sordos a la voz de Dios sobre su conciencia, llega un momento en que las oportunidades de conocerle se terminan, y aún peor, aquellos que persisten en rechazarle, finalmente Dios mismo los rechazará:
(Pr 1:24-31) "Por cuanto llamé, y no quisisteis oír, extendí mi mano, y no hubo quien atendiese, sino que desechasteis todo consejo mío y mi reprensión no quisisteis, también yo me reiré en vuestra calamidad, y me burlaré cuando os viniere lo que teméis; cuando viniere como una destrucción lo que teméis, y vuestra calamidad llegare como un torbellino; cuando sobre vosotros viniere tribulación y angustia. Entonces me llamarán, y no responderé; me buscarán de mañana, y no me hallarán. Por cuanto aborrecieron la sabiduría, y no escogieron el temor de Jehová, ni quisieron mi consejo, y menospreciaron toda reprensión mía, comerán del fruto de su camino, y serán hastiados de sus propios consejos."
Pilato, como todos los hombres, tienen un día de gracia y una puerta abierta ante ellos, pero si se niegan a entrar por ella, eligiendo sus propios caminos pecaminosos, la puerta se cerrará, y puede que nunca más se vuelva a abrir. Esta es una verdad que se enseña por toda la Biblia: (Jue 10:13) (2 Cr 15:2) (2 Cr 24:20) (Sal 81:11-12) (Os 4:17) (Mt 15:14).
La soberanía de Dios
(Jn 19:10-11) "Entonces le dijo Pilato: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, y que tengo autoridad para soltarte? Respondió Jesús: Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene".
1. La autoridad de Pilato
Pilato tenía ante sí a un prisionero muy inusual. Todos aquellos que habían pasado antes por su tribunal buscaban su favor a fin de ser liberados, pero Cristo no lo hizo, y el gobernador quedó asombrado y también indignado. Aquí vemos que se dirige a él por medio de amenazas con el fin de forzarle a contestar: "¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, y que tengo autoridad para soltarte?".
En realidad, aunque Pilato se pavonea sobre aquel escenario alardeando de su autoridad, lo cierto es que era un esclavo de sus propias pasiones, de sus ambiciones personales, y también del temor a los judíos. En lo profundo de su corazón el gobernador sabía que sus alardes de autoridad eran vanos. Le ocurría lo mismo que a muchos hombres que hacen declaraciones similares de su propia libertad personal, cuando al mismo tiempo son esclavos de sus vicios.
Este tipo de orgullo se aprecia con mayor claridad en aquellos que ostentan altos cargos en la sociedad, y cuanto más absoluto es su poder, mayor es su altivez. Recordemos el caso de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y las palabras que dijo antes de ser humillado por el Señor:
(Dn 4:29-32) "Al cabo de doce meses, paseando en el palacio real de Babilonia, habló el rey y dijo: ¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad? Aún estaba la palabra en la boca del rey, cuando vino una voz del cielo: A ti se te dice, rey Nabucodonosor: El reino ha sido quitado de ti; y de entre los hombres te arrojarán, y con las bestias del campo será tu habitación, y como a los bueyes te apacentarán; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo tiene el dominio en el reino de los hombres, y lo da a quien él quiere."
Pilato había hablado del poder que tenía para liberar a Jesús, pero la realidad era que su jactancia no se correspondía con la realidad, porque de haber sido cierta, ya lo habría hecho.
2. Dios es la fuente de toda autoridad
Jesús no había contestado la pregunta de Pilato acerca de su procedencia, pero no tardó en corregir el concepto que tenía sobre su autoridad. Notemos lo que le dijo: "Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba".
Lo que le estaba indicando era que la autoridad que Pilato tenía estaba limitada por un poder superior, y no era el del emperador romano, como seguramente él creía, sino el del Dios del cielo.
Recordemos lo que el profeta Daniel dijo al respecto:
(Dn 2:20-21) "Y Daniel habló y dijo: Sea bendito el nombre de Dios de siglos en siglos, porque suyos son el poder y la sabiduría. Él muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes; da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos."
En estos pasajes se presentan dos esferas de autoridad; la humana y la divina, y se establece la relación entre ambas, mostrándonos que la autoridad de cualquier gobierno de este mundo no proviene de nada intrínseco a sí mismo, sino de Dios, es decir, siempre es una autoridad delegada desde el cielo.
El emperador Tiberio en Roma no tenía más autoridad sobre Israel que la que Dios le había dado (como consecuencia de la desobediencia de su pueblo), y del mismo modo, la autoridad que Pilato tenía sobre Jesús también le había sido dada por Dios, y sólo podría actuar en la medida en que Dios se lo permitiera, es decir, si Pilato tenía la autoridad de crucificar a Jesús era porque Dios así lo había decidido, porque de otro modo nadie habría podido hacer nada al Hijo de Dios.
Y de hecho, la autoridad de Cristo era superior a la de Pilato aun en esos momentos, como él mismo había dicho:
(Jn 10:17-18) "Yo pongo mi vida para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar."
3. Los gobernantes son responsables ante Dios
El hecho de que Dios haya dado autoridad a los gobernantes no quiere decir que todo lo que ellos hacen cuente con la aprobación divina, por esa razón, aunque Pilato y los dirigentes judíos podían tomar sus propias decisiones, tendrían finalmente que asumir la responsabilidad de sus actos delante de Dios.
Pilato pensaba que sólo tenía que rendir cuentas ante Tiberio en Roma, pero lo que el Señor le está indicando es que también lo tendría que hacer ante Dios en el Cielo. Esta es una verdad que todos los gobernantes de este mundo deberían tener en cuenta: la autoridad que ostentan les ha sido delegada por Dios, y por lo tanto, un día tendrán que responder ante él. Lamentablemente muchos gobernantes oprimen a sus pueblos y olvidan que un día tendrán que rendir cuentas de la autoridad que recibieron ante Alguien que es infinitamente más alto que ellos.
Algunos comentaristas calvinistas interpretan estos versículos como si Pilato no tuviera ningún poder para hacer nada por su propia voluntad: "Dios había decretado desde toda la eternidad que Pilato debía sentenciar a muerte a Cristo, y por lo tanto, ni todos los poderes de la tierra y el infierno combinados podrían frustrarlo". Pero lo que el Señor le estaba diciendo implicaba necesariamente que tenía cierto nivel de autonomía para tomar decisiones dentro de los límites que Dios le estableció, porque de otro modo no tendría sentido decir que era responsable de sus actos si éstos hubieran sido totalmente determinados por una autoridad superior antes incluso de que él existiera, en ese caso, la responsabilidad sería únicamente de aquel que lo determinó. ¿Cómo podía Pilato ser responsable de algo que no pudo decidir por sí mismo? De hecho, si estaba haciendo lo que Dios le había determinado para hacer, en ese caso no sería pecado, porque sólo estaría cumpliendo la voluntad establecida por Dios. No se le podría acusar de pecado, sino de su fidelidad en el cumplimiento de lo que Dios quería.
4. ¿Deben los cristianos respetar la autoridad de los gobernantes humanos?
El pasaje que tenemos ante nosotros plantea preguntas importantes acerca de las autoridades civiles. ¿Deben los cristianos aceptar y respetar la autoridad civil cuando claramente es inmoral y malvada?
No hay duda de que Pilato había demostrado ser tremendamente injusto en su trato con Jesús, sin embargo, el Señor reconoció que como representante oficial del Imperio Romano, tenía autoridad sobre los asuntos temporales de este mundo, y que esa autoridad le había sido dada de arriba (Jn 19:11).
En base a esto el apóstol Pablo exhortó muy claramente a los creyentes en Roma para que se sujetaran a sus autoridades:
(Ro 13:1-6) "Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos. Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella; porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo. Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia. Pues por esto pagáis también los tributos, porque son servidores de Dios que atienden continuamente a esto mismo."
Vemos que el argumento es que "no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas", de modo, que no obedecerlas implica resistir a Dios. No hay duda; los gobernantes seculares reciben su autoridad de Dios, y por lo tanto deben ser respetados.
Aunque no nos guste, la Biblia señala con claridad que los cristianos deben obedecer y respetar la autoridad civil, no sólo cuando estamos de acuerdo con sus políticas, sino también cuando no lo estamos. Como ejemplo se nos dice que debemos pagar los impuestos que ellos nos mandan, pero con frecuencia nos preguntamos si debemos hacerlo cuando sabemos que se van a emplear con fines que no son justos. Pero cuando se le planteó al Señor esta misma cuestión, él mismo pagó el impuesto del templo a pesar de que en varias ocasiones denunció lo que las autoridades judías hacían en él (Mt 17:24-27), y en otra ocasión, preguntado por los fariseos y herodianos si había que dar tributo a César, él contestó: "Dad a César lo que es de César" (Mt 22:21). Esto no parece depender del uso que el gobierno pueda dar a nuestro dinero.
Los cristianos deben ser ciudadanos respetuosos con las autoridades existentes, aunque en aquellas sociedades democráticas en las que se permite elegir a los gobernantes, los creyentes tienen la responsabilidad de votar buscando aquellas opciones que puedan servir para quitar del poder a aquellos que dictan leyes injustas.
Dicho todo esto, debemos recordar que la autoridad que los gobernantes de este mundo tienen les viene dada por la autoridad suprema de Dios, por lo tanto, cuando exista conflicto entre la autoridad de Dios y la forma en la que los gobiernos de este mundo la ejercen, los creyentes siempre deberán obedecer la primera, tal como Pedro expresó ante el Sanedrín judío:
(Hch 5:29) "Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres."
En la mayoría de las ocasiones el cristiano deberá obedecer a las autoridades humanas, pero pueden presentarse casos, como el que enfrentaron los apóstoles cuando las autoridades judías les prohibieron hablar de Cristo, que ellos deberían desobedecerles a ellos para obedecer a Dios (Mt 28:18-20).
También puede darse el caso en que un gobierno dicte leyes que están en contra de las leyes de Dios, y en esos casos los cristianos deberán obedecer a Dios incluso aceptando el castigo de los hombres. Normalmente, en la mayoría de los casos, estas leyes nos permiten hacer cosas que la Palabra de Dios nos prohibe, pero el gobierno no nos obliga a seguirlas, y por lo tanto, no deberíamos tener problemas, pero hay otros en que se nos puede mandar cumplir con disposiciones claramente contrarias a lo que Dios ha establecido. Por ejemplo, durante el régimen nazi en Alemania, se promulgó una ley que requería que los ciudadanos no tuvieran trato con los judíos y que los entregaran para ser oprimidos e incluso asesinados, y en ese caso, los cristianos deberían desobedecer esa ley aun a riesgo de sus propias vidas. Sabemos que muchos lo hicieron y ayudaron a escapar a muchos judíos, pero lamentablemente otros obedecieron estas leyes. Otro ejemplo de esto mismo lo podemos encontrar en nuestros días cuando en ciertos países se prohibe a los cristianos denunciar ciertas conductas sexuales como pecaminosas.
5. Diferentes grados de responsabilidad
El Señor concluyó su respuesta a Pilato con una nota adicional: "el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene". Lo que le estaba haciendo notar una vez más era que aunque él pensaba que tenía toda la autoridad para condenarle o liberarle, lo cierto es que sus decisiones tenían menos importancia de lo que él creía, porque había alguien que era más culpable, y por lo tanto, que tenía mayor responsabilidad en lo que estaba ocurriendo. A pesar de los alardes de autoridad del gobernador, lo cierto es que él se movía arrastrado por los intereses de otras personas.
En todo caso, el Señor no estaba excusando lo que Pilato hacía, sino que simplemente afirmaba que había alguien más culpable que él por la responsabilidad que tenía en lo que estaba ocurriendo con Jesús.
¿A quién se refería Jesús?
Algunos piensan que se refería a Judas, que en varias ocasiones es descrito como "el que le entregó" (Jn 6:64,71) (Jn 12:4) (Jn 13:2) (Jn 18:2,5), y no hay duda de que fue él quien guió a los soldados y guardias al huerto para arrestar a Jesús (Jn 18:3). Otros creen que se refería a los líderes judíos, quienes finalmente entregaron al Señor a Pilato (Jn 18:28). Algunos opinan que aunque fueron todos ellos quienes entregaron a Jesús, Caifás, el sumo sacerdote, fue quien ideó y puso en marcha todo aquel plan (Jn 11:49-53). Y finalmente, otros ven que el plan de los gobernantes y sumos sacerdotes no habría salido adelante sin la implicación activa de la masa del pueblo presente ante el pretorio. En todo caso, no hay duda de que todos ellos fueron los auténticos promotores de la muerte de Jesús, puesto que la iniciativa había salido de ellos y no de Pilato, quien claramente había sido puesto en aquella situación en contra de su voluntad.
¿Por qué era mayor su pecado?
Aunque tanto los que entregaron al Señor a Pilato, como el mismo Pilato eran culpables de pecado, aun así notamos una vez más que algunos pecados son mayores que otros dependiendo de la luz y el conocimiento de la verdad que tiene la persona que los comete. En este sentido, el pecado de los judíos y sus dirigentes espirituales era un pecado contra la abundante luz que habían recibido de Cristo, mientras que en comparación, el conocimiento de Pilato era mucho menor al de ellos. Es cierto que Pilato estaba pecando contra su conciencia, porque sabiendo que Jesús era inocente, aun así lo condenó, pero los líderes religiosos estaban pecando contra su propia Ley, que ellos conocían bien y que debería haber servido para reconocer a Cristo.
No hay duda de que esto era así. Por ejemplo, Judas había tenido la ocasión de acompañar al Señor por tres años; la multitud de los judíos habían escuchado en muchas ocasiones sus enseñanzas en sus aldeas y también en el templo; y las autoridades judías habían seguido cada uno de sus movimientos desde que comenzó su ministerio público, teniendo además la posibilidad de interrogarle antes de ser entregado al gobernador. Por todo ello el Señor había denunciado la gravedad de su pecado:
(Jn 15:24-25) "Si yo no hubiese hecho entre ellos obras que ningún otro ha hecho, no tendrían pecado; pero ahora han visto y han aborrecido a mí y a mi Padre. Pero esto es para que se cumpla la palabra que está escrita en su ley: Sin causa me aborrecieron."
Además, Dios había dado a los judíos la responsabilidad de identificar al Mesías cuando viniera. Esa era una de las razones por las que les había entregado las Escrituras. Pero ellos, a pesar de todas la evidencias que tenían para concluir que Jesús era el Mesías anunciado, decidieron entregarlo a la muerte. No se puede decir nada parecido de Pilato. Y con esto se nos recuerda que el grado de responsabilidad de aquellos a quienes se les ha entregado la Palabra, siempre será mayor que la del resto, puesto que un conocimiento superior aumenta la gravedad del pecado.
Este mismo principio fue expuesto por el Señor:
(Lc 12:47-48) "Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes. Mas el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco; porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá."
Por lo tanto, aunque Pilato se vanagloriaba de la autoridad que tenía, el Señor le demostró que no tenía ni tanto poder ni conocimiento como él pensaba. Finalmente, aunque Jesús aparecía atado y condenado, era realmente quien con toda autoridad se estaba erigiendo en el Juez de sus jueces. Si los hombres pudieron poner sus manos sobre él sólo fue posible porque él en su soberanía lo había permitido, pero ellos serían responsables de cada uno de sus actos.
Comentarios
Jose Angel Montero Felix (México) (23/05/2024)
Excelente enseñanza !
Jose Angel Montero Felix (México) (23/05/2024)
Excelente estudio.
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