Estudio bíblico: Cristo y sus hermanos - Salmo 22:22-31
Cristo y sus "hermanos" (Salmo 22:22-31)
Tras una breve pausa y sin transición alguna, Dios contesta la oración de su Hijo mostrando su completa aprobación sobre su persona y sobre lo que había hecho. Lo hace resucitándolo de entre los muertos y glorificándolo a su lado en la majestad en las alturas.
Es verdad que Cristo tenía poder para poner su vida y también para volverla a tomar (Jn 10:18), sin embargo, actuando una vez más en completa dependencia del Padre, esperó a que fuera él quien le levantara de entre los muertos. Por lo tanto, hemos de considerar la resurrección y la glorificación del Hijo como la respuesta del Padre a sus oraciones.
Estos hechos hacen que esta segunda parte del salmo tenga un tono completamente diferente, donde la nota dominante es el agradecimiento y la adoración. Aquí se exploran las bendiciones ilimitadas que la obra de Cristo ha conseguido para los hombres pecadores. Así pues, veremos que hay una continua invitación a los santos para que se unan al Hijo en esta alabanza, que debe ser ofrecida en primer lugar porque Dios resucitó a Cristo.
Veremos también que esta adoración se va expandiendo en distintos círculos cada vez más amplios. Todos tienen su eje central en la cruz y la resurrección, pero cada vez incluyen a grupos mayores, comenzando por una pequeña asamblea de fieles y terminando con todas las naciones de la tierra; incluyendo a los que ya han muerto y a los que aún no han nacido. Por lo tanto, se trata de una expansión que habría de suceder tanto en el espacio como también en el tiempo.
El que había sido desamparado por Dios y acorralado por sus enemigos, se convierte a partir de este momento en un faro de atracción para el mundo entero, que puede encontrar en él libertad y salvación:
(Jn 12:32) "Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo."
Cristo y sus "hermanos"
(Sal 22:22-24) "Anunciaré tu nombre a mis hermanos; en medio de la congregación te alabaré. Los que teméis a Jehová, alabadle; glorificadle, descendencia toda de Jacob, y temedle vosotros, descendencia toda de Israel. Porque no menospreció ni abominó la aflicción del afligido, ni de él escondió su rostro; sino que cuando clamó a él, le oyó."
1. La formación de un nuevo pueblo: los "hermanos" de Cristo
Tal como el profeta Isaías había anunciado, cuando el Mesías "haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje" (Is 53:10). Y ahora en este salmo vemos anticipada también esta misma verdad. El triunfo de Cristo, habría de dar lugar a una nueva congregación en el mundo, que aquí son presentados como "hermanos".
2. La primera labor de Cristo resucitado: "anunciaré tu nombre a mis hermanos"
Fijémonos en cómo nada más que había sido librado de la muerte sentía la urgencia de revelar a todos quién había sido el autor de esa liberación: "Anunciaré tu nombre". Nosotros pensaríamos que lo más importante en ese momento sería anunciar la salvación que Cristo había conseguido para los pecadores, pero él siente que hay algo mucho más prioritario, y es anunciar el "nombre" de Dios. Como ya sabemos, "anunciar su nombre" implica revelar su misma persona. Este es el verdadero anhelo de Cristo; mostrarnos la belleza y hermosura de la santidad de su Padre. Y, ¡qué importante es esto si tenemos en cuenta todo el odio y los malos pensamientos que el diablo ha introducido en nuestras mentes caídas contra Dios!
Ahora bien, el Señor Jesucristo ya había hecho eso mismo durante todo su ministerio, por eso pudo decir en el aposento alto: "He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste" (Jn 17:6), aunque unos instantes después añadió: "les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún" (Jn 17:26). Esto sería necesariamente así porque todavía no había pasado por la cruz, y como sabemos, la cruz es la revelación más completa de Dios que el hombre puede recibir. En ella, todos los atributos divinos son revelados de una forma única. Por lo tanto, la revelación que Cristo había venido a transmitirnos del Padre no estaría completa sin la cruz. Sólo incluyendo la cruz tenemos una revelación plena de quién y cómo es Dios.
En los evangelios encontramos el cumplimiento de estos momentos de gozo cuando Cristo deseaba encontrarse nuevamente con sus discípulos para compartir con ellos la felicidad por la liberación que su Padre había llevado a cabo levantándole de entre los muertos. Leamos nuevamente las palabras del ángel a las mujeres que fueron a la tumba el primer día de la semana, y que reflejan el deseo del Señor:
(Mr 16:6-7) "Mas él les dijo: No os asustéis; buscáis a Jesús nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar en donde le pusieron. Pero id, decid a sus discípulos, y a Pedro, que él va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo."
3. El propósito de Cristo con sus hermanos: animarles, confortarles y socorrerles
Podemos imaginar el desánimo y el temor de los discípulos en aquellas circunstancias. Desánimo porque habían fallado al Señor cuando le dejaron solo y salieron huyendo, y temor, porque si las autoridades habían hecho todo eso con su Maestro, ¿qué no harían con ellos si los encontraban? En esas circunstancia era importante que recibieran fuerzas del Señor. Y eso es lo que él se proponía hacer.
Como acabamos de ver, el Señor deseaba reunirse nuevamente con ellos. No había en él pensamientos de venganza. Como ya hemos visto, al referirse a sus discípulos los llama "mis hermanos". Habría muchas razones para que él se avergonzara de ellos, pero no lo hizo. Por el contrario, tal como subraya el autor de Hebreos citando este mismo salmo, quería que supieran que sólo tenía sentimientos de amor hacia ellos:
(He 2:11-12) "Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos, diciendo: Anunciaré a mis hermanos tu nombre, en medio de la congregación te alabaré."
Él se había identificado íntimamente con los hombres pecadores al pagar el precio de su culpa en la cruz, y ahora, una vez que había sido liberado de la muerte por medio de la resurrección, volvía a hacer lo mismo.
Una y otra vez se enfatiza esta nueva relación de "hermanos" que ahora tenía con sus discípulos. Recordemos las palabras de Jesús a María Magdalena inmediatamente después de la resurrección:
(Jn 20:17) "Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios."
Y aunque no debemos olvidar que hay una distancia infinita en la relación que él tiene con Dios como su Padre, y la que nosotros hemos llegado a tener con él, sin embargo, ahora nos llama hermanos porque nos ha dado el derecho de ser "hijos de Dios" (Jn 1:12).
Por otro lado, la liberación de Cristo le ha llevado a ocupar una nueva posición en relación con sus "hermanos". Comentando estos hechos, el autor de Hebreos subraya que Cristo no sólo llegó a ser Salvador, sino también el Sumo Sacerdote de todos aquellos que confían en él. Veamos cómo lo expresa:
(He 5:7-10) "Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente. Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen; y fue declarado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec."
Es verdad que el pasaje presenta alguna dificultades que debemos intentar explicar. ¿Por qué dice que Cristo "aprendió la obediencia" y fue "perfeccionado"? ¿Acaso no había sido siempre el perfecto Hijo de Dios que agradaba al Padre en todo? Sí, no hay ninguna duda de que el Hijo había sido obediente al Padre durante toda la eternidad, pero obedecer a Dios en el cielo no es lo mismo que hacerlo en este mundo impío. Y esa fue una experiencia completamente nueva para él. Esto le capacita ahora para socorrer también a todos los que son tentados:
(He 2:10-13,17-18) "Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos. Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos, diciendo: Anunciaré a mis hermanos tu nombre, En medio de la congregación te alabaré. Y otra vez: Yo confiaré en él. Y de nuevo: He aquí, yo y los hijos que Dios me dio... Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados."
4. El propósito de Cristo con sus hermanos: Llevarles a ser verdaderos adoradores de Dios
Habiendo dicho esto, volvamos de nuevo a considerar el intenso deseo que Cristo tenía de que sus "hermanos" se unieran a él en la adoración a su Dios. Veamos la invitación que les dirige: "Los que teméis a Jehová, alabadle; glorificadle, descendencia toda de Jacob, y temedle vosotros, descendencia toda de Israel".
Este era uno de los principales objetivos que Cristo tenía cuando soportaba la cruz. Él se proponía cambiar nuestras vidas fracasadas para convertirnos en verdaderos adoradores de Dios. Ese era el gozo puesto delante de él y por el que sufrió la cruz (He 12:2). Y ese mismo gozo debería ser también el nuestro. Ya sea en nuestra vida individual, o como iglesia, nuestra mayor alegría debe ser dar la gloria a Dios en todo.
Ahora bien, para adorar correctamente a Dios es imprescindible conocerle. Es incoherente intentar adorar a un Dios a quien no se conoce, tal como hacían los samaritanos (Jn 4:22) y los griegos (Hch 17:23). Pero este nuevo pueblo del Mesías sí puede adorar consecuentemente a su Dios, porque Cristo mismo se había encargado previamente de "anunciar su nombre a sus hermanos". Así pues, él mismo se encargaría de dirigir y perfeccionar su adoración.
Por otro lado, notemos también que los verdaderos adoradores de Dios son los que le temen: "Los que teméis a Jehová, alabadle". Este temor del que habla aquí no es pánico o miedo. Podemos entrar con confianza hasta "el trono de su gracia" (He 4:16). Ahora bien, ¿dónde ponemos el énfasis, en "trono" o en "gracia"? Pues en los dos por igual. No debemos olvidar que nos presentamos ante el trono de Dios, y esto nos debe llevar a la reverencia, pero al mismo tiempo, también es de gracia, y esto nos recuerda que podemos estar allí con confianza.
Continúa diciendo: "glorificadle, descendencia toda de Jacob". En hebreo esto significa "dadle el debido peso", o lo que es lo mismo, darle la importancia que se merece. Y, ¿qué es lo que merece de nuestra parte? Pues si hemos de ser justos, él tiene derecho a nuestra vida entera entregada sin reservas. Esto es lo que enseñó el Señor Jesucristo: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame" (Mr 8:34).
A continuación explica la razón de esta adoración: "Porque no menospreció ni abominó la aflicción del afligido, ni de él escondió su rostro; sino que cuando clamó a él, le oyó". Sus pensamientos se dirigen nuevamente hacia los enormes sufrimientos de la cruz, pero ahora desde la perspectiva de su liberación. El fue menospreciado del pueblo, sin embargo, fue aceptado por Dios.
5. El propósito de Cristo con sus hermanos: Satisfacer todas sus necesidades y anhelos eternamente
(Sal 22:25-26) "De ti será mi alabanza en la gran congregación; mis votos pagaré delante de los que le temen. Comerán los humildes, y serán saciados; alabarán a Jehová los que le buscan; vivirá vuestro corazón para siempre."
Parece que cuando Cristo estaba en la cruz hizo ciertos "votos" que ahora se disponía a cumplir una vez recibida su liberación.
¿En qué consistían esos "votos"? Probablemente tenían que ver con testificar a otros acerca de la fidelidad y el poder de Dios al liberarle de sus enemigos.
Normalmente los votos se celebraban con un sacrificio que era seguido por una comida a la que eran invitados los amigos y familiares cercanos (Sal 66:13-14) (Sal 116:14). Ahora nos explica que son los temerosos de Dios quienes son sus convidados a la mesa: "Mis votos pagaré delante de los que le temen. Comerán los humildes, y serán saciados".
Notemos cómo esta comunión basada en la adoración a Dios, produce una plena satisfacción en quienes participan en ella: "Comerán y serán saciados". Sólo cuando nos convertimos en adoradores auténticos de Dios es cuando nuestras necesidades más profundas son saciadas. Pero no sólo eso, porque observemos que dice: "Alabarán a Jehová lo que le buscan; vivirá vuestro corazón para siempre". El lenguaje usado aquí por David supera todos los límites naturales. Necesariamente esta liberación eterna sólo podía realizarla Cristo como consecuencia de su obra en la cruz. Esta gran verdad la anunció durante su ministerio:
(Jn 5:24) "De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida."
Lo que el salmista estaba diciendo es que el Cristo vencedor hace una invitación a aquellos que se unen a él en la adoración al Padre para que disfruten de todo lo que él ha ganado en la cruz para el ser humano, y que lo disfruten eternamente y para siempre.
6. El propósito de Cristo: Que todas las naciones adoren a Dios
(Sal 22:27-28) "Se acordarán, y se volverán a Jehová todos los confines de la tierra, y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti. Porque de Jehová es el reino, y él regirá las naciones."
Ahora vemos cómo el reino de Cristo se extiende hasta los confines de la tierra. El círculo de adoradores que al principio parecía un grupo pequeño, incluyendo a sus discípulos y el remanente fiel del pueblo de Israel, ahora se expande hasta abarcarlo todo. Evidentemente Cristo vislumbra aquí cómo su obra de redención incluiría a todas las naciones, no sólo a los judíos. Todas las barreras serían rotas para que "todas la familias de las naciones" disfruten de su bendición.
Ahora bien, las naciones no disfrutarán de manera automática de esas bendiciones. Antes es necesario que cumplan ciertos requisitos que el salmista expresa con claridad: "Se acordarán... se volverán a Jehová... y adorarán delante de él". Al fin y al cabo, esta es una descripción perfecta de lo que significa la conversión. No sólo recordar y aceptar mentalmente unos hechos históricos, sino también volvernos a Dios de nuestros malos caminos, para así adorarle y servirle como nuestro Dios.
Empecemos por preguntarnos: ¿De qué se acordarán? Sin duda tiene que ver con lo que el salmo ha expresado con claridad en su primera parte: la obra inolvidable de la cruz. Ese es el único punto de encuentro entre el hombre pecador y Dios. Quizá hoy más que nunca la obra de la cruz está siendo olvidada, no por todos, por supuesto, pero sí por la mayoría, pero vendrá un día cuando el mismo Cristo que fue crucificado regresará en gloria y exigirá que se reconozcan los derechos que adquirió allí: "Porque de Jehová es el reino, y él regirá las naciones".
Muchos han olvidado y no quieren tener en cuenta lo que dice la Palabra acerca del lugar que Cristo ocupa en este mundo como consecuencia de su muerte, resurrección y glorificación. ¡Recordémoslo!
(Fil 2:5-11) "Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre."
Muchos se volverán y adorarán a Dios voluntariamente, reconociendo con gratitud lo que Cristo hizo por ellos en la cruz, pero otros lo harán por la fuerza.
7. El propósito de Cristo: Que todos adoren a Dios
(Sal 22:29-31) "Comerán y adorarán todos los poderosos de la tierra; se postrarán delante de él todos los que descienden al polvo, aun el que no puede conservar la vida a su propia alma. La posteridad le servirá; esto será contado de Jehová hasta la postrera generación. Vendrán, y anunciarán su justicia; a pueblo no nacido aún, anunciarán que él hizo esto."
El salmo finaliza presentándonos a Cristo como objeto de la adoración universal.
Empieza diciendo: "Comerán y adorarán todos los poderosos de la tierra". Parece referirse a aquellos que ahora se sienten satisfechos de sí mismos. Y no sabemos si abandonarán su arrogancia para unirse a los humildes, o si su adoración será forzada por la majestad y gloria de Cristo en su venida.
Continúa haciendo referencia a un grupo totalmente distinto del anterior: "Se postrarán delante de él todos los que descienden al polvo, aun el que no puede conservar la vida a su propia alma". Es verdad que ninguno de nosotros podemos conservar nuestra propia vida, pero aquí parece referirse a los moribundos y también a los muertos, es decir, "los que descienden al polvo". Recordemos las palabras del Señor: "Polvo eres y al polvo volverás" (Gn 3:19). Por lo tanto, la adoración que Cristo recibirá traspasa todas las barreras de clases sociales y de tiempo, llegando incluso a abarcar el reino de la muerte. Esta última afirmación es asombrosa, porque es frecuente encontrar en los salmos que con la muerte cesa también toda alabanza (Sal 88:11-12) (Sal 115:17).
Y finalmente, la última barrera en ser derribada es la del tiempo: "La posteridad le servirá; esto será contado de Jehová hasta la postrera generación. Vendrán, y anunciarán su justicia; a pueblo no nacido aún, anunciarán que él hizo esto".
Ninguna experiencia de sufrimiento y de liberación divina, aparte de la experiencia de nuestro Señor en la cruz y de su posterior resurrección ha tenido un resultado tan universal. Por lo tanto, como hemos venido diciendo, este salmo debe ser considerado de principio a fin como una profecía que anticipa la obra del Mesías. Si sólo pensamos en el rey David y su experiencia, llegaríamos a la conclusión de que hablaba de una forma totalmente exagerada y sin sentido, pero cuando vemos el salmo a la luz de su cumplimiento en el Nuevo Testamento, entonces apreciamos el rigor de la profecía bíblica.
Comentarios
Francisco Medina (Colombia) (24/11/2018)
Estudios bíblicos que han bendecido mi vida con sus profundas investigaciones de los textos para así comprender la verdad de Dios. Buen trabajo .
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