Estudio bíblico: Hallazgo del libro de la Ley - 2 Crónicas 34:1-33
Hallazgo del libro de la Ley (2 Crónicas 34) (2 Reyes 22-23)
— ¡Safán, Safán, mire lo que encontré! — dice el sumo sacerdote Hilquías.
El escriba Safán (secretario real) toma el papiro; lo observa con cuidado, y luego de unos minutos expresa su opinión.
Los dos hombres toman el libro con respeto y curiosidad; se dan cuenta de que se trata nada menos que de "el libro de la Ley del Señor" (2 Cr 34:14). Hilquías, el sumo sacerdote, le dice a Safán que se lo lleve inmediatamente al rey Josías. El escriba Safán va entonces al palacio real.
El monarca es un hombre joven que acaba de cumplir 26 años, aunque aparenta más edad de la que tiene.
— Majestad — empieza Safán —, "tus siervos han vaciado el dinero que se halló en el templo, y lo han entregado en manos de los que hacen la obra, los que están encargados de la casa del Señor" (2 R 22:9).
— ¡Muy bien! — Responde el soberano — ¿Hay algo más que deba informarme?
— Sí mi rey. El sumo sacerdote Hilquías me ha dado un libro que encontró cuando se hizo la búsqueda que usted ordenó. En un rincón, perdido entre otras cosas, encontramos este documento. ¡Es el libro de la Ley del Señor!
— Hace muchos años que lo perdimos — dice el Rey— ¿Está usted seguro de que es un ejemplar fidedigno?
— ¡Claro que sí! Eso mismo le pregunté al sumo sacerdote Hilquías, y él me aseguró que sí lo es.
El rey muestra en su rostro una viva admiración.
— He escuchado muchas cosas acerca de este libro. Muchas veces he pensado qué bendición sería si yo pudiera ver el libro como lo vieron mis antepasados. ¿Qué dice el libro? ¡Léalo ahora mismo! — ordena el Rey.
El escriba comienza a leer. El rey escucha con atención. Nunca en su vida había escuchado algo así. Por supuesto que le habían enseñado ciertas partes de las Escrituras. Ahora, sin embargo, podría saberlo todo "desde el principio".
Safán continúa leyendo en forma clara y con reverencia la Palabra del Señor. Después de un tiempo prolongado de lectura, el escriba hace un alto para decir:
— Majestad, he estado leyendo por un largo tiempo, ¿quiere tomar un descanso? Luego podemos continuar.
— ¡No, por favor, siga leyendo! — Dice el rey prestando toda atención.
De esta manera, los versículos del libro de Deuteronomio van pasando uno tras otro:
"Porque el Señor tu Dios es fuego consumidor, un Dios celoso" (Dt 4:24).
"Reconoce, pues, que el Señor tu Dios es Dios: Dios fiel que guarda el pacto y la misericordia para con los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones" (Dt 7:9).
"Pero el Señor se agradó solo de vuestros padres para amarles, y después de ellos eligió a su descendencia de entre todos los pueblos, es decir, a vosotros, como en el día de hoy" (Dt 10:15).
El Rey parece como petrificado. No se mueve. Escucha absorto. Si tuviéramos una cámara fotográfica observaríamos las distintas expresiones de su rostro. Empiezan a correr lágrimas por sus mejillas. Safán, al darse cuenta del estado emocional del rey, quiere hacer una pausa, pero el monarca le apremia:
— ¡Siga, siga, no se interrumpa!
El escriba Safán continúá leyendo:
— "Él es tu alabanza; él es tu Dios que ha hecho por ti estas cosas grandes y temibles que tus ojos han visto. Con setenta personas descendieron tus padres a Egipto, y ahora el Señor tu Dios te ha hecho tan numeroso como las estrellas del cielo" (Dt 10:21-22).
"Pero si no escuchas la voz del Señor tu Dios... el Señor te afligirá con locura, con ceguera y con confusión de la mente. Palparás al mediodía, como palpa el ciego en la oscuridad, y no tendrás éxito en tus caminos" (Dt 28:15,28,29).
"Como el águila que agita su nidada, revolotea sobre sus polluelos, extiende sus alas, los toma y los lleva sobre sus plumas, el Señor solo le guió" (Dt 32:11-12).
El rostro del rey se ha desmejorado. Una tristeza profunda lo cubre. Un artista de la pintura quizá podría darnos esas combinaciones de sensaciones que se observan en esa cara. Hay dolor, hay tristeza, hay angustia. Una y otra vez se da cuenta del pecado tan grande que el pueblo ha cometido.
Safán termina la lectura. Largas horas han pasado desde que empezó a leer. Muchos de la corte se han ido acercando y "beben" las palabras. El rey se pone de pie y comienza a romper sus vestidos. Sus ojos están cubiertos de lágrimas, que son sinceras. En su boca hay una mueca de dolor.
El rey se arrodilla; levanta sus brazos y comienza a llorar intensamente. El espectáculo es patético. Un hombre joven está clamando al Señor por misericordia. En la corte están aquellos que piensan que el rey es un "fanático religioso". Algunos de ellos murmuran: "¡Pero no es para tanto!". ¿Qué tiene eso de malo? El Rey se ha vuelto un "legalista". Con profunda angustia el rey Josías dice:
— "Id y consultad al Señor por mí y por los sobrevivientes de Israel y de Judá, respecto a las palabras del libro que ha sido hallado. Porque grande es la ira del Señor que ha sido derramada sobre nosotros, por cuanto nuestros padres no guardaron el mandamiento del Señor de hacer conforme a todo lo que está escrito en este libro" (2 Cr 34:21).
La persona que puede transmitir el mensaje de Dios es la profetisa Huida. Cuando los mensajeros regresan, el monarca y su corte se reúnen para escuchar la respuesta.
La primera parte está dirigida al pueblo: "Así ha dicho el Señor Dios de Israel... He aquí yo traeré el mal sobre este lugar y sobre sus habitantes, es decir, todas las maldiciones que están escritas en el libro que han leído delante del rey de Judá. Por cuanto me han abandonado y han quemado incienso a otros dioses, provocándome a ira con todas las obras de sus manos" (2 Cr 34:23-25).
El rey y sus consejeros han empalidecido. La sentencia ha sido dada y no hay manera de evitarla. Israel ha traspasado la línea, al punto que Dios no le ofrece la posibilidad de evitar la catástrofe que va a llegar (Is 55:6).
Ahora, el soberano escucha la segunda parte del mensaje de la profetisa Huida:
"Por cuanto tu corazón se ha enternecido y te has humillado delante de Dios, cuando escuchaste sus palabras contra este lugar y contra sus habitantes; por cuanto te humillaste delante de mí y rasgaste tus vestiduras y lloraste en mi presencia, yo también te he escuchado dice el Señor" (2 Cr 34:27).
El rey presta toda su atención. Es posible que levantara sus brazos y elevara sus ojos al cielo diciendo: "Gracias Señor".
El mensaje sigue: "He aquí que yo te reuniré con tus padres y serás reunido en tu sepulcro en paz. Tus ojos no verán todo el mal que traeré sobre este lugar y sobre sus habitantes" (2 Cr 34:28).
El rey cae en el suelo y sigue llorando profundamente. Se da cuenta de que la calamidad es inminente. Esa noche quizá guarda ayuno.
Pocos días después llama a los ancianos de Judá y Jerusalén y hace una gran convocación a todos los habitantes de Jerusalén y todo el pueblo, desde el más grande hasta el más pequeño. Llega el día del llamamiento y miles y miles de personas han concurrido.
La multitud espera con impaciencia hasta que aparece el monarca. Este camina lentamente y con dignidad. Se sube a un estrado que le permite ser visto por la muchedumbre.
"Y leyó a oídos de ellos todas las palabras del libro del pacto que había sido hallado en la casa del Señor" (2 Cr 34:30).
Al escuchar la lectura de "la palabras del libro" muchos comienzan a llorar.
Los chiquillos no entienden lo que está pasando.
— Mamá ¿por qué mi abuelito está llorando? — Pregunta un niño.
La madre trata de explicarle a su hijo y le dice:
— Tu abuelo llora porque hemos pecado y Dios está muy triste y enojado...
"El rey se puso de pie junto a la columna e hizo pacto delante del Señor, de andar en pos del Señor y de guardar sus mandamientos, sus testimonios y sus estatutos con todo el corazón y con toda el alma, para cumplir las palabras de este pacto escritas en este libro" (2 R 23:3).
Se hace un silencio. El rey termina la lectura: "Entonces todo el pueblo se puso de pie a favor del pacto" (2 R 23:3).
El relato bíblico y nosotros
¡De tal palo tal astilla! Esta frase la hemos escuchado muchas veces. Nos entristecemos cuando escuchamos que el hijo de un famoso predicador o misionero ha cometido un pecado grosero. Si la genética y el ambiente fueran los únicos factores Josías tenía que haber "salido" malo. Su padre había sido el impío rey Amón, quien solo reinó dos años: "Amón... rindió culto a los ídolos que su padre había rendido culto y se postró ante ellos" (2 R 21:19,21).
El abuelo de Josías, Manasés, quien murió cuando él tenía 6 años, había sido otro monarca impío. Manasés tuvo un largo reinado de 55 años. Durante su administración la maldad creció de una manera tremenda en el país. El reinado de Manasés se caracterizó por multitud de crímenes cometidos sin duda contra aquellos fieles que se oponían a su prácticas paganas: "Manasés derramó muchísima sangre inocente, hasta llenar Jerusalén de un extremo al otro" (2 R 21:16).
Entonces, ¿cómo es posible que una persona piadosa como Josías aparezca en estas circunstancias?
Muchos de los grandes hombres y mujeres de Dios han surgido de ambientes carentes de todo interés espiritual. Desde el punto de vista humano hubiera sido casi imposible creer que algo así pudiera ocurrir. Esta es una manifestación de la gracia de Dios (Ef 2:1).
Josías podría vivir el resto de su vida quejándose de las "injusticias de la vida". Su padre fue asesinado en un "golpe de estado" a la edad de 24 años. En ese momento Josías era un niño de tan solo ocho años de edad. Dios, en su providencia, obra de una manera muy especial. Esto se debió quizá a la influencia de su madre y de otras personas cercanas que eran temerosas de Dios. La decadencia espiritual era tan grande en la nación que había muy pocos fieles. El profeta Sofonías nos presenta una clara imagen de la situación espiritual y social: "Sus magistrados en medio de ella son leones rugientes. Sus jueces son lobos vespertinos que no dejan hueso para la mañana. Sus profetas son insolentes y hombres traicioneros. Sus sacerdotes han contaminado el santuario y hacen violencia a la ley" (Sof 3:2-4).
Del mismo modo que en los tiempos de Elías, Dios usa a aquellos que le son leales (1 R 19:18). El Señor en su misericordia pone un cerco de protección espiritual alrededor de este niño y como resultado final tenemos a uno de los reyes más piadosos de Judá.
Los creyentes no debemos lamentarnos ni quejamos de las cosas y habilidades que no tenemos. La Escritura nos alienta: "Somos más que vencedores" (Ro 8:37). "¡Todo lo puedo en Cristo que.me fortalece!" (Fil 4:13). "El que está en vosotros es mayor que el que está en el mundo" (1 Jn 4:4).
Josías que era un príncipe rico llegó a ser rey y sirvió a Dios. David que era un pobre pastor llegó a ser rey y sirvió al Señor. Dios no hace acepción de personas (Ro 12:10).
Josías, a los 16 años de edad, "comenzó a buscar al Dios de su padre David" (2 Cr 34:2). Notemos que no dice que buscó al Dios de su padre Amón. El Escritor sagrado guiado por el Espíritu lo relaciona con su antepasado el rey David.
El Señor Jesús de la misma manera llamó a la mujer encorvada "hija de Abraham" (Lc 13:16) y a Natanael un "verdadero israelita" (Jn 1:47).
El proceso espiritual que este joven sigue es muy claro. En primer lugar, "busca a Jehová". En segundo lugar, encomienda la restauración en el templo (2 R 22:5-6). Se encuentra el libro de la Ley del Señor como resultado directo de esta reparación que ordenó Josías. En tercer lugar, se produce una limpieza y eliminación de todo lo pagano en el templo, tanto en Jerusalén como en Judá. Muchas veces nosotros, al igual que el joven rico que vino a Jesús, queremos llegar a la tercera etapa sin haber pasado por la primera (Lc 18:23). El deseo ardiente de Josías de restaurar el templo nos hace recordar a aquel que dijo: "El celo por tu casa me consumirá" (Jn 2:17).
La vida de Josías está sintetizada en una frase: "Él hizo lo recto ante los ojos del Señor, y anduvo en los caminos de su padre David, sin apartarse ni a la derecha ni a la izquierda" (2 Cr 34:2).
La expresión: "ni a la derecha ni a la izquierda" (Dt 17:11,20) (Dt 28:14), se utiliza varias veces en las Escrituras. No significa que fueron personas que no tuvieron falla alguna y nunca se equivocaron. Se refiere a creyentes que cuando Dios hace el balance total de sus vidas, puede decir estas palabras (Lc 12:37-38).
¡Qué hermoso sería si al final de nuestra existencia Dios pudiera decir de cada uno de nosotros lo que dijo de Josías!
Muchos piensan que el hambre espiritual de Josías pudiera estar relacionada con el ministerio espiritual del profeta Sofonías (635-625 a. de J.C.).
¿Cómo hizo Josías para no desviarse ni a la derecha ni a la izquierda? Cualquier navegante diría que para esto se necesita una brújula o un "punto fijo", una meta, algo que podemos mirar. Hoy se diría que es necesario una computadora con un GPS (satélite de posicionamiento global). El escritor del libro a los Hebreos tenía ese instrumento cuando nos dice: "Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe..." (He 12:2).
Cuando los cinco delegados tratan de cumplir la orden del rey, tienen una dificultad. ¿A quién se puede consultar para buscar cuál es la voluntad del Señor? La apostasía había llegado a tal punto que no era fácil encontrar a alguien que realmente pudiera servir para este propósito. Sin embargo, allí está la profetisa Hulda; esta mujer no vive en un "barrio residencial". Quizá no es muy conocida por el pueblo y las multitudes, pero sí es conocida por los hombres fieles. Esta es sin duda una de las tantas mujeres en las Escrituras que viven tan cerca de Dios que tienen un reconocimiento de aquellos que son espirituales.
Josías se pudo parar al lado de la columna porque él mismo era un baluarte. Él se presenta a sí mismo como un intermediario entre Dios y su pueblo, simbolizando así la función de nuestro Salvador (1 Ti 2:5).
Tan pronto como el pueblo da su aprobación el rey comienza a "limpiar" la nación de toda la contaminación idólatra. Esta perversión se ha extendido al mismo templo del Señor. También la misma ciudad de Jerusalén está contaminada y ni qué hablar del resto de Judá e Israel. Josías se presenta así como un ejemplo y modelo de fidelidad para los hombres y mujeres jóvenes que quieren servir al Señor con un corazón sincero.
Notas al margen
El escriba Safán actúa como el secretario del rey (2 R 22:8).
Parecería que es un hombre muy piadoso. Su influencia se va a hacer sentir no solo durante su vida, sino también en la de sus hijos: Ahicam (Jer 26:24), Elasa (Jer 29:3) y Gemarías (Jer 36:10,25) y en su nieto Gedalías (Jer 39:14).
La parte del libro de la Ley que se encontró probablemente fue el libro de Deuteronomio o parte del mismo, especialmente los capítulos 28 y 30. Josías tenía una preocupación sobre el estado espiritual no solamente del reino de Judá (sur), sino también del reino de Israel (norte) (2 Cr 34:21).
La indicación de la profetisa Hulda de que Josías va a "ser reunido con sus padres en paz" (2 Cr 34:28), es una promesa de que él va a ser sepultado, en la tradición judía, lo que era muy importante en su cultura. No es una indicación de la causa que va a determinar su muerte. Esta expresión es una de las tantas que muestran que en el Antiguo Testamento, las personas creían que hay vida después de la muerte (Job 19:25) y (1 S 28:19).
Nos preguntamos cuál fue la razón por la que no fueron consultados los profetas Sofonías, Jeremías o Nahúm. Algunos piensan que Sofonías era muy joven en ese momento. Jeremías y Nahúm podrían haber estado lejos de la ciudad.
La profetisa Hulda era tan estimada por los escritores judíos, que ella y el sacerdote Joyada fueron las únicas personas que no eran de la casa de David y que sin embargo, fueron sepultadas en Jerusalén (2 Cr 24:15-16).
El líder que hay en mí
Para el líder cristiano la Biblia no está solamente en la biblioteca sino también en el corazón. La estudia y sigue fielmente sus enseñanzas. Tal como lo hizo Josías, escucha el mensaje y lo comparte.
Cuando el Rey hace la convocatoria al pueblo, se para derecho "junto a la columna" (2 R 23:3). Yo veo ahí no una sino dos columnas. Una es de piedra, la otra es de "carne viva". Es un hombre joven que está dispuesto a ser fiel a su Dios cueste lo que cueste. Tú y yo aquí no somos reyes pero podemos ser pilares firmes en la iglesia local y fieles a Dios (Ap 3:12).
Temas para el estudio en grupo
La importancia de servir al Señor desde temprana edad.
Sirviendo al Señor de todo corazón.
Ser una luz en un lugar de oscuridad y una columna en la iglesia local.
Venciendo los obstáculos para llegar a ser lo que Dios quiere que seamos.
Preguntas para reflexionar
1. ¿Cómo reacciona el rey Josías ante la lectura del "Libro de la Ley"?
2. ¿Cuál es la respuesta de Dios al arrepentimiento de Josías?
3. ¿Por qué no se cumple el popular dicho: "De tal palo tal astilla", en el caso de Josías?
4. ¿Qué dice el profeta Sofonías sobre la situación moral de la magistrados, jueces y profetas? (Sof 3:3-4).
5. ¿Cómo hizo Josías para no apartarse a la derecha ni a la izquierda de los caminos de Dios?
6. ¿Por qué es posible para el creyente actual vivir una vida si: "desviarse"?
7. ¿Por qué vale la pena servir a Dios de todo corazón aun desde la niñez? (2 Ti 3:15).
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