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Estudio bíblico: La unión de judíos y gentiles en un solo cuerpo - Efesios 2:11-22

Autor: Ernestro Trenchard
Reino Unido
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La unión de judíos y gentiles en un solo cuerpo (Efesios 2:11-22)

El enlace conceptual

Pablo empieza una nueva sección de su argumento por medio de la frase "Por tanto, acordaos...", que enlaza lo que va a exponer con el gran tema de la salvación por la gracia y la fe de los versos precedentes. Los "muertos en delitos y pecados", los engañados secuaces de Satanás, han recibido vida nueva en unión con Cristo Jesús, siendo elevados con él a las esferas celestiales. "Bien ?dice el apóstol? conviene a vosotros los gentiles hacer un alto con el fin de contemplar la cantera de la cual habéis sido sacados, para que lleguéis a comprender las extraordinarias riquezas de la gracia de Dios para con vosotros". El resumen del estado anterior de los gentiles en contraste con los privilegios de los hebreos permite la introducción del tema de la reconciliación de los dos pueblos (el judío, y el resto de la humanidad, los gentiles) en Cristo, y de todos los creyentes con Dios, y de allí Pablo pasa a describir las maravillas de la Iglesia, compuesta de creyentes que antes eran o judíos o gentiles, y que ahora son conciudadanos de la familia de Dios. Al fin hay cambio de metáfora, pues el apóstol introduce unas enseñanzas de elevado valor sobre la naturaleza de la Iglesia considerada ya como "edificio", que, siendo habitación de Dios en el Espíritu, es también templo santo o santuario en el Señor.
El diagnóstico del mal del hombre que consideramos en (Ef 2:1-3) revelaba la triste condición de cada individuo, como miembro de la raza caída en Adán; en cambio, el resumen de (Ef 2:11-12), que encabeza el pasaje que vamos a examinar, detalla el estado de los gentiles como pueblo, separado en lo religioso de lo que Dios iba realizando por medio de Israel. Porque la gran Obra reconciliadora de Cristo se llevó a cabo en un plano histórico e implicaba el derribo de inmensas barreras religiosas y raciales que se habían erigido en la tierra entre el pueblo de Dios y las demás naciones.
Dios apartó a Abraham y a sus descendientes en Isaac para sí, y por medio de disciplinas especiales les separó de las demás naciones para que fuesen el instrumento suyo para la recepción, la conservación y la transmisión de su revelación escrita. Las promesas, los pactos, la circuncisión, la preservación y posterior redención de la nación esclavizada en Egipto, y la Ley de Sinaí, dieron forma y relieve a su nacionalidad, a fin de que sirvieran de testigo al único y verdadero Dios en medio de la corrupción e idolatría del paganismo circundante. Y a pesar de los muchos fracasos, el orgullo y la incredulidad, manifestados a lo largo de la historia de Israel, los propósitos divinos se cumplieron. Así, "la pared intermedia de separación" fue necesaria; como ya notamos en (Ef 1:11), era un "consejo de la voluntad de Dios" y "para la alabanza de su gloria"; pero el orgullo judaico se extralimitó trágicamente al transformarla en "muralla" que resguardaba las bendiciones divinas para Israel solamente, excluyendo a todos los demás a menos que se hicieran israelitas. En vez de irradiar la luz del testimonio al amor, la misericordia y la justicia del Dios verdadero para la bendición de los gentiles, llegaban a despreciarles como "perros" e "incircuncisos" inmundos, a los cuales ?decían? Jehová aborrecía (Mt 5:43). Esta triste caricatura de su misión no tardó en crear la "enemistad" (Ef 2:15) entre judío y gentil que dificultaba aún más la divulgación del conocimiento de Dios a todos los hombres.
Pero no fue sólo por causa del exclusivismo judaico que los gentiles se encontraban en una situación tan alejada de la posibilidad de salvación, "sin Cristo..., sin esperanza y sin Dios en el mundo", sino que realmente estaban lejos porque habían rechazado la luz de la revelación original divina, como el apóstol explica en (Ro 1:18-32), adorando a la criatura en vez del Creador y rehusando escuchar la voz de su conciencia para deleitarse en hacer todo lo que sus concupiscencias y pasiones desearan.
Con la aparición de Cristo y por su Obra expiatoria esta triste situación cambió radicalmente. Las barreras entre Dios y los hombres, y por ende entre hombre y hombre, fueron derribadas, las distancias se anularon, la enemistad fue quitada de en medio y se creó una nueva humanidad en Cristo en la cual hay paz y armonía perfectas y acceso al mismo Dios, Padre de todos los que creen, por el mismo Espíritu. El uso de las hermosas figuras gráficas que el apóstol emplea al final del capítulo subraya esta perfecta unidad en Cristo. Aquí no hay "parches" ni "pegamentos" humanos, sino una Nueva Creación, producto del Plan divino, como tuvimos ocasión de estudiar en el versículo 10 anteriormente. A continuación pasamos a considerar todo esto con más detalle.

La posición anterior de los gentiles (Ef 2:11-12)

1. Los gentiles incircuncisos
Los cristianos de las iglesias de Asia disfrutaban ya de los privilegios y derechos propios de los "santos" en Cristo Jesús, pero anteriormente su posición había sido bien diferente. Pablo quiere que se acuerden de distintas facetas de su vida en la gentilidad como preámbulo al importante tema de la reconciliación de los creyentes judíos y gentiles en Cristo, y para moverles a la debida gratitud y alabanza a Dios. Eran "gentiles en la carne" (que en este contexto equivale a "por naturaleza"), y, además, calificados despectivamente "la incircuncisión" por los israelitas orgullosos, quienes mantenían una actitud de superioridad consciente frente a ellos en la esfera religiosa. Pero este desprecio no tenía justificación alguna, demostrando palpablemente que Israel no había comprendido bien la razón de su separación de las demás gentes, por lo que Pablo lo juzga con mucha severidad en (Ro 2:17-29).
La ordenanza de la circuncisión se había establecido como señal de la separación de los hijos de Abraham de las naciones idólatras, pero siempre con miras al servicio que el pueblo escogido había de prestar al llevar la luz de la revelación a todo el mundo (Gn 17). Al insistir en que aquellos que no pertenecían visiblemente al "pueblo del pacto" no podían participar de sus beneficios, aquella marca física que señalaba una esfera de santidad y servicio se convirtió en un blasón de orgullo carnal. Se fijaba tanto en el símbolo en sí, que no se percibía o se olvidaba la honda realidad espiritual que proclamaba; de ahí que tantas veces Moisés, los profetas y aun algunos predicadores del Nuevo Testamento, como Esteban, tuvieran que llamarles a los judíos "incircuncisos de corazón y de oídos" y exhortarles a vivir de acuerdo con la señal exterior que llevaban (Lv 26:41) (Dt 10:16) (Dt 30:6) (Jer 4:4) (Jer 6:10) (Jer 9:26) (Hch 7:51).
La actitud que debían de haber tomado hacia los gentiles, pues, se echaba de ver claramente a través de todo el Antiguo Testamento, pero haciendo caso omiso de las verdades espirituales del amor y de la humildad que Dios esperaba de ellos para poder usarles como testigos suyos entre las naciones, las miraban a éstas despectivamente como manifiestamente inferiores. De ahí brotó la enemistad entre ellos y los gentiles, que sólo pudo ser abolida por medio de la Cruz (Ef 2:14). Desde luego, los gentiles pagaban a los judíos con la misma moneda, devolviéndoles desdén por el desprecio que recibían, considerándoles como raza de usureros fanáticos e incapaces de apreciar los valores de la civilización. El antisemitismo, que persiste hasta nuestros días, había nacido siglos antes del Advenimiento de Cristo. Pablo apunta las dos vertientes de la separación racial: era un hecho natural, "en la carne", y también religioso, según las implicaciones del rito de la circuncisión ?"hecha con mano en la carne (cuerpo)"? del que se jactaban "los que se llaman circuncisión".
2. Los gentiles se hallaban separados de Cristo
Toda la historia de Israel constituye, en esencia, el marco dentro del cual se desarrollaba la promesa del Cristo, el que era la Simiente de la mujer de (Gn 3:15), la consumación de la línea santa de Abraham, el heredero de David, el Ungido y el Siervo de Jehová, en cuyas manos habían de prosperar todos los propósitos de Dios para con los hombres. Esta promesa podía ser motivo de orgullo legítimo aun para los fieles de Israel, ya que de ellos, según la carne, había de surgir el Cristo, que es "Dios sobre todas las cosas" (Ro 9:5), y en Cristo se hallaba no sólo la salvación de ellos, sino la de todos los hombres (véanse las muchas profecías de bendición universal contenidas en los capítulos 40 a 55 de Isaías que hallan su centro en la persona del verdadero Siervo de Jehová). Pero los gentiles nada sabían de esta bendita esperanza, ni de los propósitos de Dios que el Ungido había de llevar a su consumación. Fue una triste pérdida que les separaba no sólo de los judíos orgullosos y enemigos, sino también de los humildes y fieles, es decir, aquel Remanente o Resto fiel por medio del cual Dios quería hacer llegar la bendición de su conocimiento a todos los hombres.
3. Los gentiles eran extraños a la ciudadanía y a los pactos de Israel
La cláusula "alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa" describe la separación de los gentiles de todo el sistema teocrático que caracterizaba el pueblo escogido y cuya constitución es tema del Pentateuco desde el capítulo 12 del Génesis en adelante. "Los pactos" se mencionan en número plural, pero todos dependían de la misma promesa, y hemos de entender "los pactos de gracia" que Dios concertó con su pueblo para el adelanto de sus propósitos de salvación hasta que el "nuevo pacto" se sellara con la sangre del Cordero de Dios.
Una consideración del pacto hecho con Abraham según (Gn 15), a la luz de los comentarios de Pablo en (Ga 3:15-29), nos hace ver que toda la obra dependía de Dios mismo, limitándose Abraham a recibir por la fe las bendiciones que le fueron garantizadas. Más tarde él pacto legal había de cumplir su cometido de disciplina y de prueba, pero sin que abrogara el pacto basado sobre la promesa incondicional de bendición que Dios había otorgado previamente a Abraham cuando salió de Ur de los caldeos (Gn 12:1-3). Prueba de ello fue la renovación del pacto sobre la base del pacto abrahámico al que Moisés aludió en su intercesión por el pueblo después del incidente del becerro de oro (Ex 32-34). De igual modo el pacto hecho con David en cuanto al Reino dependía únicamente de la promesa y no de las obras o méritos de éste (2 S 7). ¡Bendito el israelita fiel que sabía gozarse en las obras de Dios que brotaban de su promesa y que se confirmaban por sus pactos! De todo ello el gentil no sabía nada.
4. Los gentiles se hallaban "sin esperanza y sin Dios"
"Esperanza" no lleva artículo, de modo que significa más que la separación de la esperanza mesiánica que ya hemos considerado. Por la falta de la luz de la revelación especial (o sea, del conocimiento del Dios verdadero preservado en algunas ramas de la raza semita y recogido en los descendientes de Abraham), quedaban "sin esperanza" alguna, aparte de alguna obra de misericordia que Dios hiciera con individuos, según su providencia. No quiere decir que ningún gentil se había salvado jamás desde la formación del pueblo de Israel, pero sí señala la condición general de quienes se hallaban fuera del ámbito de la luz espiritual que brillaba en Israel. "Sin Dios" traduce la voz griega ("azeoi"), de donde se deriva nuestro término "ateos". Se empleaba por los griegos para señalar la "impiedad" de quienes no se sujetaban a la religión oficial de las varias ciudades, pero aquí no significa tanto el hecho de "negar a Dios", sino el triste estado de ignorarle. Los sistemas idolátricos desviaban la mirada de los hombres del Dios verdadero, fijándola en la "vanidad" de los diferentes engendros de la imaginación humana, de modo que el término "azeoi" lleva el diagnóstico del estado de los gentiles a su última expresión, pues los hombres, creados a imagen y semejanza de Dios, ignoraban su existencia, viajando sin rumbo por los procelosos mares de la vida. Por el contexto parece ser que la frase "en el mundo" quiere decir el mundo en que los gentiles vivían, el mundo de los hombres en general, tan hermoso en sus posibilidades y tan triste para quienes vagan por él "sin esperanza y sin Dios".
Por otra parte, al margen de la evidencia bíblica acerca de la situación en que se encontraba el mundo gentil, los escritos de los filósofos y poetas de aquel entonces dan amplio testimonio del pesimismo y de la desesperación que embargaban a los hombres. Desilusionados con su paganismo vacío, pero faltos de algo que lo reemplazara, carecían de rayo de luz alguno que diera sentido y significado a su destino e iluminara las densas tinieblas de superstición en que estaban sumidos. Y parece ser que tal sentir desesperado, que afectaba todos los sectores de la cultura del mundo antiguo, llegó a su colmo alrededor de la fecha de la Encarnación, justamente en el momento más apropiado en los planes de Dios, cuando parecía que no había solución alguna a la triste suerte de la raza.

La posición actual de judíos y gentiles, reconciliados "en Cristo" (Ef 2:13-18)

1. El dramático contraste (Ef 2:13)
El versículo 4 señaló la transición de la esclavitud del hombre bajo el poder de Satanás, a la vida y la libertad del creyente, por medio de la frase: "Pero Dios... nos dio vida...". Aquí las miserias de los gentiles "en otro tiempo", tratándose de los creyentes, llegan a su fin, exclamando Pablo: "Mas ahora, en Cristo Jesús, habéis sido hechos cercanos...". El contraste es de tiempo y de esfera, pues ahora los creyentes se hallan en la dispensación de la gracia, disipándose las sombras de la ignorancia pasada, y, lejos de hallarse en un mundo sin esperanza, se gozan en estar "en Cristo Jesús", reconciliados con Dios y los unos con los otros. El título "Cristo Jesús" no es exactamente igual a "Cristo", pues éste podía referirse al Mesías de las promesas y de las profecías, mientras que con el aditivo "Jesús" señala el cumplimiento de todas ellas por el nacimiento del niño de Belén y la consumación de su obra redentora (Mt 1:21).
2. Alejamiento y acercamiento
La distancia de los gentiles de las bendiciones de Israel se puso de relieve en los versículos 11 y 12, pero ya se ha anulado la distancia, habiéndose procurado un acercamiento que coloca a los creyentes de la gentilidad al mismo nivel de privilegio que los judíos. Este concepto ha de desarrollarse en detalle en los versículos siguientes, de modo que sólo nos compete fijarnos en el medio del acercamiento, que es la sangre de Cristo. Ya vimos al comentar (Ef 1:7) que el medio de la redención fue por "su sangre", y recordamos que la sangre de Cristo equivale a todo el valor infinito de su Vida que fue ofrendada por nosotros sobre el altar de la Cruz. Por medio de esta frase ?y de otras análogas? Pablo explica la base de todas las múltiples bendiciones que hemos venido considerando, pues sólo el sacrificio del Calvario pudo anular la enorme distancia que separaba a los gentiles del Reino de Dios. Sin duda, Pablo se hace eco en estos términos de las citas de (Is 48:22) y (Is 57:19-21), en las que Dios afirma que "no hay paz para los impíos (malos)", aparte de la obra reconciliadora suya.
3. "Él es nuestra paz" (Ef 2:14)
Como ya hemos indicado, el tema principal de los versículos 14 a 16 es el de la reconciliación de judíos y gentiles en Cristo, y la de ambos pueblos con Dios, sobre la base de la obra de la Cruz. Tan profunda doctrina se inicia por la hermosa declaración de nuestro epígrafe, que, en vista del énfasis del orden de las palabras en el griego debe leerse: "Él solo, en su persona, es nuestra paz". Toda la obra de reconciliación es de Cristo; aún más, su Persona llega a ser la misma sustancia de la paz que reciben creyentes de origen judaico o gentil. A Pablo le agrada personificar las bendiciones del Evangelio en Cristo, y la frase nos recuerda declaraciones como las de (Col 3:4): "Cuando Cristo, vuestra vida, sea manifestado...", (Col 1:27): "Cristo es el todo y en todos"..., etc. En él desaparece toda causa de división y toda separación entre Dios y los hombres y entre hombre y hombre, creándose una nueva entidad espiritual, un nuevo pueblo, la Iglesia, en el que se establece una íntima relación vital entre todos sus componentes, por muy diversas que sean sus procedencias religiosas o raciales.
En el versículo 15 este pueblo se denomina "un solo y nuevo hombre (o humanidad)", subrayando de forma sublime no sólo la realización de todos los propósitos de Dios en orden a la creación del hombre en su imagen y semejanza (que fue malograda, hasta el Advenimiento de Cristo, por el pecado con todas sus funestas consecuencias), sino su íntima relación con el Segundo Adán, nuestro Señor Jesucristo. Este es la Cabeza de una nueva raza de hijos de Dios, en quien, como hemos visto en (Ef 1:10), todas las cosas han de hallar su cumplimiento y razón de ser, mediante la reconciliación que él vino a realizar (Col 1:20). Además, el "nuevo hombre" contrasta con el "viejo", producto de la Caída, la raza adánica que "yace en el maligno" y está bajo la condenación de Dios.
4. El derribo de la pared intermedia de separación (Ef 2:14-16)
La "pared intermedia" consistía en "la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas" que, como hemos visto, tenían la finalidad de apartar y preservar a los israelitas de los gentiles que seguían las locuras y los desvaríos de la idolatría, con toda su corrupción e inmoralidad. Estos mandamientos ordenaban su culto y sus costumbres de acuerdo con la justicia y la santidad del carácter divino, siendo la Ley mosaica la expresión clara de éste y de sus exigencias en la vida de los hombres. A fin de guardar la pureza y la vocación santa del pueblo de Dios, la Ley no permitía el acercamiento de gentil alguno a menos que la acatara plenamente, con todas sus consecuencias, mediante la circuncisión.
Pero la barrera no era sólo espiritual; era física también. Sin duda Pablo tenía en mente la valla del Templo que hacía separación entre el patio de los gentiles y los patios interiores, reservados exclusivamente para los judíos. Ningún gentil podía traspasar aquella barrera so pena de muerte, castigo fulminante que se anunciaba claramente mediante una inscripción en la pared a fin de que nadie pudiese alegar ignorancia. Recordamos que Pablo casi perdió la vida a manos de una multitud enfurecida porque suponían que había llevado al gentil Trófimo, uno de sus colaboradores, dentro de aquella barrera, hecho que demuestra la importancia que tal separación tenía para los judíos (Hch 21:28-36).
Los medios por los cuales se quitó de en medio la "pared intermedia" se describen en tres frases significativas: "la sangre de Cristo" (Ef 2:13), su "carne" (Ef 2:15), y "la Cruz" (Ef 2:16), de las que la primera ya ha sido considerada arriba y en el comentario sobre (Ef 1:7). "Su carne" es la santa humanidad de Cristo, preparada en la Encarnación, manifestada como totalmente del agrado del Padre por medio del Bautismo y la Transfiguración en su ministerio terrenal, y ofrecida representativamente en la Cruz para la expiación de los pecados. Se relaciona directamente con la abolición de las enemistades (Ef 2:15), las de los hombres todos hacia Dios y de las que existían entre los judíos y los gentiles, ya que quita la raíz del pecado que informa tales actitudes equívocas, sustituyéndola por la paz y el amor que ahora han de reinar donde antes había egoísmo y odio. "La Cruz" representa la totalidad de la obra que allí se efectuó. "Un solo cuerpo" no se refiere al cuerpo físico de Cristo (esta idea se refleja más bien en la frase "su carne", (Col 1:22), sino al Cuerpo místico de Cristo, su Iglesia. Entre los miembros de un mismo cuerpo no puede haber enemistad, y esta frase subraya el hecho de que no hay otro organismo sino la Iglesia en el que existe una unión tan perfecta y compenetrada entre miembros de tan diversa condición y procedencia (Ef 4:4) (1 Co 10:17) (1 Co 12:13) (Col 3:15).
Por estos medios la Ley, tanto moral como ceremonial, quedó cumplida del único modo que podía satisfacer plenamente las exigencias divinas; por esto, no puede haber otra manera alguna mediante la cual tanto judíos como gentiles sean salvos de su estado de rebeldía y enemistad.
5. El anuncio de la paz (Ef 2:17)
Tal como anunciaron los ángeles (Lc 2:14), y los profetas del Antiguo Testamento, la Venida de Cristo trajo verdadera paz a la tierra, una paz basada en la Obra de reconciliación efectuada una vez para siempre en la Cruz del Calvario, por la que Dios puede recibir a los rebeldes que depongan su actitud y se sometan a él con arrepentimiento y fe. Como ya hemos visto, siendo Víctima inocente que ofreció un sacrificio que satisfacía plenamente toda la sentencia de la Ley de Dios contra el pecado, él hizo y es la paz, por lo que su Venida da como hermoso resultado el anuncio o la proclamación de esta paz "a todo aquel que cree". Aquí este anuncio corresponde específicamente a la predicación del Evangelio a partir del día de Pentecostés, desembocando unos años más tarde en su anuncio a los gentiles en la casa de Cornelio y luego "hasta los últimos de la tierra", ya que Pablo tiene en mente especialmente a sus lectores, en su mayoría creyentes de la gentilidad. Con todo, la reiterada referencia a "los que estaban cerca", nuevo eco de (Is 57:19), nos recuerda que a pesar de todos sus privilegios, los judíos necesitaban igualmente el mensaje reconciliador que trajo Jesucristo, debido a su rebeldía hacia la verdadera justicia de Dios en Cristo, y su falta de amor hacia sus prójimos, los gentiles, base de la "enemistad" en que vivían.
6. El acceso al Padre (Ef 2:18)
La paz no sólo ha sido anunciada como algo teórico, sino que se ha demostrado como eficaz al abrirse entrada franca a la presencia del Altísimo, donde los que creen ?tanto judíos como gentiles? son presentados al Padre por medio del Espíritu Santo en igualdad de condiciones. Así vemos la obra del Dios trino en la bendición de los gentiles: es el Padre que les recibe, por medio del Hijo que les ha redimido, y esto en toda la potencia del Espíritu Santo quien les vivifica y les impulsa. Como dijera Pablo en otro pasaje análogo, "Justificados.., por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes..." (Ro 5:1-2) (Hch 4:16) (Jn 14:6).

El nuevo pueblo de Dios (Ef 2:19-22)

1. Una patria (ciudadanía) y una familia (Ef 2:19)
La culminación del argumento anterior colocó a creyentes judíos y gentiles en igualdad de condiciones en la misma presencia de Dios, pero aquí el apóstol vuelve específicamente a los gentiles, contrastando su nueva situación de privilegio y bendición con la que prevalecía antes de la Venida de Cristo. En primer lugar, su condición de extranjeros a la ciudadanía de Israel había terminado para siempre y ahora compartían con los santos (los fieles de todos los tiempos, no sólo los judíos salvados) la patria o ciudadanía preparada por Dios para todos los que le aman (He 11:8-10,13-16) (Fil 3:20). Parece ser que esta patria o ciudad no coincide exactamente con la Iglesia que nació el día de Pentecostés, sino que es "Jerusalén la nueva..., la celestial..., la esposa del Cordero", en la que se hallan no sólo los miembros de la Iglesia, sino los santos del Antiguo Testamento, ya que las puertas de la ciudad llevan inscritos los nombres de las doce tribus de Israel, mientras sus fundamentos, los de los doce apóstoles (Ap 21:2,9-14).
Pero a la vez ya no son peregrinos o nómadas que no poseen patria fija y que solamente están "de paso" dondequiera que vayan, sino miembros de la familia (o casa) de Dios, con hermosos derechos de herencia otorgados por el Padre (Ef 1:11-14) y (Ef 3:6). El apóstol emplea el término "domésticos", que comporta no sólo la idea de privilegios y derechos, sino de servicio o mayordomía responsable (Mt 24:45-51) (Lc 12:35-48). La misma palabra se halla en (Ga 6:10), mientras que el concepto de "casa" en el sentido de un gran establecimiento encabezado por el padre de familia, puede verse en (He 3:6) (1 P 2:4-10) (1 P 4:17).
Tanto la idea de la ciudadanía celestial como de la membresía de la familia de Dios subrayan los conceptos de dignidad, honor, privilegio y orden bajo el sabio gobierno divino, al par que recuerdan la variedad multiforme y la procedencia diversa de los conciudadanos (nótese el prefijo tan significativo). En el conjunto del pueblo de Dios, y siguiendo las metáforas empleadas, cada miembro aporta con responsabilidad y diligencia lo que él es y hace para el bien común y para el objetivo principal, que es de servir a Aquel cuya presencia lo llena todo con su luz gloriosa, hasta la realización de la sublime meta propuesta por Dios, que es de "reunir todas las cosas en Cristo" (Ef 1:10) y (Ap 22:3-5).
2. Un edificio (Ef 2:20-21)
Un gran edificio que crece continuamente es una figura muy apta para describir el desarrollo histórico de la Iglesia desde Pentecostés hasta la Segunda Venida del Señor. Según la conocida metáfora de (1 P 2:4-5), los creyentes son piedras vivas colocadas sobre el fundamento único que es Cristo (1 Co 3:10). Sin embargo, la metáfora usada aquí es algo distinta, porque da a entender que el fundamento lo constituyen los apóstoles y profetas, siendo Cristo, por lo tanto, sólo una parte (la principal piedra del ángulo, griego "akrogoniaios"), véanse (Is 28:16) (1 P 2:6) (Is 8:14) y (Sal 118:22) de dichos cimientos. En realidad no hay ninguna contradicción si se tiene en cuenta que en ambos casos se trata de meras figuras, cada una de las cuales sirve en sendos contextos para subrayar diferentes aspectos de la misma verdad. Sólo hay un fundamento en el sentido básico de la palabra, que es la misma Persona (juntamente con su Obra) de Jesucristo, pero el eslabón o enlace autorizado por Dios para juntar el fundamento con el resto del edificio lo fueron los apóstoles y profetas del Nuevo Testamento, cuya labor principal fue la de ser depositarios e instrumentos inspirados a fin de que la Palabra escrita que da testimonio al Cristo Resucitado llegase al resto de la Iglesia. Por esto, en su calidad oficial (no como meros hombres, por supuesto), ellos forman un todo con la Piedra angular, soportando el peso del edificio (Ap 21:14). La frase "el fundamento de los apóstoles y profetas", pues, indica aquella parte fundamental del edificio próximo a la piedra angular, por medio de la cual ésta presta cohesión, solidez y orientación al resto del edificio.
Algunos han pensado que los profetas mencionados serían los del Antiguo Testamento, pero el uso de la misma frase en (Ef 3:5) y (Ef 4:11) demuestra claramente que se refiere a los inspirados mensajeros de Dios que proclamaron la verdad de Cristo para que los hombres, primeramente judíos y luego gentiles, creyesen en él. Su función especial era establecer o corroborar la fe de los creyentes con mensajes directos de parte de Dios que suministrarían luz, orientación o consolación en determinadas circunstancias de la vida de individuos o iglesias, como vemos en (Hch 11:27-30) (Hch 15:32). Una vez completado el canon de las Escrituras, labor en la que los profetas colaboraron estrechamente con los apóstoles, ya no hacía falta la función profética en este sentido especial, de revelación directa, quedando recogido el fruto primordial de su labor en las páginas del Nuevo Testamento, la fe apostólica que Judas denomina "la fe una vez para siempre dada a los santos" (Jud 1:3).
Por eso, hoy en día el don profético ?que creemos sigue en pie? consiste más bien en la aplicación inspirada de la Palabra escrita a distintas circunstancias u ocasiones por las que la Iglesia o las iglesias puedan pasar. Es una tarea que requiere por supuesto un alto grado de sensibilidad a la guía del Espíritu de Dios, y un profundo conocimiento de la Biblia, sin que en ningún caso pueda añadir nada a la revelación completa que ya disponemos en el canon de las Sagradas Escrituras.
3. Un templo santo o santuario (Ef 2:21-22)
Hemos de notar que la traducción literal de la frase "en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo...", es, según el griego "en quien cada edificio, adaptado al conjunto, va creciendo..." (V.H.A.). O sea, la figura parece referirse más bien a un conjunto de edificios, como un gran palacio o el Templo de Jerusalén (podemos pensar en algo como la mole impresionante del palacio de Felipe II en El Escorial, cerca de Madrid, con sus muchas alas y dependencias, patios, etc., o como el de Luis XIV en Versalles). En la mente del Arquitecto divino es una unidad que ha de servir para determinado fin; en este caso, ser "la morada de Dios", pero todavía no se ha completado. "Va creciendo..." conforme se van añadiendo y colocando las "piedras vivas" en los lugares asignados para ellas, en el transcurso de los siglos. Podemos ver que en este punto las figuras del edificio, del templo y del Cuerpo se funden, ya que, como en el caso del creyente individual y de la iglesia local, se emplea el concepto de la morada de Dios por su Espíritu en su pueblo (1 Co 3:16) (1 Co 6:19), y se le combina con la idea de un crecimiento coordinado, la cual volverá a salir en (Ef 4:16). Véanse también (1 P 2:5).
Ha sido siempre el deseo del Altísimo morar en medio de su pueblo. Puso su Nombre y su gloria visible primero sobre ellos en su marcha por el desierto, para protegerles contra sus enemigos en el Mar Rojo, luego sobre el Tabernáculo, luego sobre el Templo de Salomón, aunque por el triste fracaso de Israel tuvo que alejarse, como vemos en la profecía de (Ez 10:1-11:23). Pero con la Encarnación, la gloria de Dios "habitó" o "puso su tienda en..." el Verbo encarnado, cuya "gloria... vimos", exclamó el apóstol (Jn 1:14), y ahora él, por su Espíritu mora en su pueblo, la Iglesia (Ef 3:14-21), y se glorifica por su medio (1 P 4:14) en este mundo.
La frase "vosotros también" recuerda a los lectores gentiles, de acuerdo con el enfoque de toda la epístola, que ellos también participan plenamente de esta inmensa bendición, como vamos a ver a continuación con más detalle.

Temas para meditar y recapacitar

1. Discurra sobre el estado anterior de los gentiles descrito en (Ef 2:11-18), explicando claramente cómo "la pared intermedia de separación" fue derribada por la Obra de Cristo.
2. A su juicio, ¿cuáles son las figuras empleadas en este pasaje que mejor describen al nuevo pueblo de Dios? Comente cada una de ellas para justificar su elección.
Copyright ©. Texto de Ernesto Trenchard usado con permiso del dueño legal del copyright, Centro Evangélico de Formación Bíblica en Madrid, exclusivamente para seguir los cursos de la Escuela Bíblica (https://www.escuelabiblica.com).

Comentarios

Chile
  Karina Tapia Riquelme  (Chile)  (26/12/2021)

Hola! con sus estudios he podido aprender con más claridad la palabra y a tener más fe y esperanza en q si hacemos la voluntad De Dios estaremos con el Señor en el reino De Dios y también para llevar y hablar de las virtudes del señor a otras personas y de esa manera adorarle, es maravilloso.

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