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Estudio bíblico de 1 Pedro 4:1-4

1 Pedro 4:1-4

En nuestro recorrido por la primera epístola del Apóstol Pedro, llegamos hoy al capítulo 4. Nos encontramos aún en la tercera división de esta epístola, titulada "El sufrimiento y el sufrimiento de Cristo". Este capítulo 4 lleva el título

El sufrimiento produce obediencia a la voluntad de Dios

En este pasaje de la Biblia, Pedro dejó claro que cuando la vida se presentaba fácil, existía el peligro de dejarse llevar por una forma de pensar que considerara, como si cada bendición de la vida nos fuera debida. Y así podemos llegar a un punto en el que no apreciamos o valoramos nuestra vida como debiéramos. Como cristianos, ¿qué valor asignamos a nuestra vida? Dios permite que Sus hijos sufran para guardarnos del pecado y para enseñarnos el valor apropiado de la vida. Con frecuencia oímos a muchos jóvenes decir que han hecho esto o aquello para encontrar una nueva dirección para sus vidas. El rey David descubrió esta realidad cuando escribió el Salmo 66, versículo 10, que dice: porque tú, Dios, nos probaste; nos purificaste como se purifica la plata. Dios nos somete a prueba para acercarnos a Él y darnos una nueva dirección y un empuje para la vida. Este es, pues, el propósito del sufrimiento. Leamos el primer versículo de este cuarto capítulo de 1 Pedro:

"Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo pensamiento, pues quien ha padecido en la carne, ha terminado con el pecado"

Debemos confesar que tenemos una nueva percepción de este versículo. Durante años, este versículo ha sido un motivo de preocupación y nunca hemos entrado en muchos detalles al exponerlo. Y nos ha sorprendido que otros expositores Bíblicos también hayan evitado entrar en detalles con respecto a él. Confiamos en que el Espíritu de Dios nos de la comprensión necesario para logar que este versículo sea de utilidad para nosotros.

Las palabras iniciales del versículo, Puesto que creemos que lo relacionan con el capítulo 3, versículo 18 , que dice, Asimismo, Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu. Estos dos versículos deben considerarse juntos, y aquí tenemos nuevamente un recordatorio de que, en Su cuerpo humano, Cristo no solo soportó dolor, sino que también fue conducido a la muerte.

Hace muchos años se publicó un libro titulado "Cuando Dios Murió", como expresión de la teología que proclamó que Dios había muerto. Tal como hicimos entonces, reafirmamos hoy que Dios nunca murió, que El no está muerto y que ni siquiera ha estado enfermo. Cristo fue el que murió en Su cuerpo humano, aquel cuerpo que asumió al nacer en Belén. El escritor de la epístola a los Hebreos dijo que Él fue tentado de la misma manera en que nosotros somos tentados. Él sabía lo que era sufrir. Él sabía lo que era sangrar. Él sabía lo que era derramar lágrimas. Él sabía lo que era tener un corazón quebrantado. Él fue un ser humano perfecto, y Él murió en ese cuerpo humano.

Él puso fin a Su relación con los pecados del hombre cuando murió en la cruz, porque Él llevó el castigo de los pecados en Su propio cuerpo. En el capítulo 2, versículo 24 el apóstol nos dijo lo siguiente: El mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia. ¡Por su herida habéis sido sanados! El apóstol Pedro dijo en tres ocasiones (1 Pedro 2:24, 3:18 y 4:1) que fue en Su carne y en Su cuerpo que Cristo pagó el castigo por los pecados del hombre. Esto nos lleva a decir lo siguiente: que Él no murió en pecado, ni tampoco murió bajo el pecado, sino que Él murió al pecado. Él ocupó mi lugar, Él ocupó su lugar, estimado oyente, y Él pagó el castigo, el precio por nuestro pecado. De ahí en adelante, Él no regresaría a morir por el pecado. Ya no tendría El mismo ninguna relación con el pecado a causa del hecho que resucitó de los muertos. Cuando regresó de los muertos, lo hizo con un cuerpo glorificado. El Espíritu hizo que volviera a la vida, como se nos dice en ese versículo 18 del capítulo 3. Él tiene una vida que ahora vive en un cuerpo. Él se encuentra allí en el Cielo en un cuerpo que está completamente dedicado al servicio de Dios, porque Él es Dios y disfruta de un acceso completo y libre a Dios, y a toda la creación.

Ahora, Cristo puede poner ese beneficio a nuestro alcance. El apóstol Pedro nos dijo en este versículo vosotros también armaos del mismo pensamiento. En vez de "pensamiento", otros traducen "propósito" o "actitud". Otros han traducido "resolución", pero esa no es la idea. Esto aquí se refiera al pensamiento que conduce a una resolución. De esto habló el apóstol Pablo cuando dijo, en su carta a los Filipenses capítulo 2, versículo 5, Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús".

Y el apóstol continuó diciendo Cristo ha padecido por nosotros en la carne (es decir, en el cuerpo). Pedro dijo además, que el que ha sufrido en el cuerpo ha terminado con el pecado. La palabra traducida "terminó" es "pauo" y dicha traducción es poco satisfactoria. En la voz activa significa cesar. Se usó en 1 Corintios 13:8, cuando Pablo dijo que las lenguas cesarían. Si uno sale a caminar por alguna ciudad de Grecia, cuando llega a un lugar donde las leyes de tráfico han dispuesto que uno se detenga, puede verse una señal parecida a la nuestra que dice "stop", solo que allí dice "pauo". Ese es, pues el significado de esta palabra en la voz activa. Cuando un verbo se encuentra en la voz activa, significa que el sujeto del verbo hace algo. En cambio, en un verbo en la voz pasiva (o voz media en el Griego), significa que el sujeto recibe la acción del verbo, o sea que no hace nada. En este versículo 1 que estamos estudiando, "pauo" se encuentra en la voz media o pasiva. Por lo tanto, el Dr. Thayer, en su léxico del Nuevo Testamento, traduce literalmente la frase, de manera que la frase quedaría así: "quien ha padecido en el cuerpo, ha sido librado del pecado".

Ahora bien, ¿qué quiso decir el apóstol Pedro con esto? En primer lugar, tendríamos que decir que Dios utilizará al sufrimiento para guardarlo a usted del pecado. Estamos seguros que muchos de nosotros hemos pasado personalmente por esta experiencia. El sufrimiento nos guarda del pecado, pero Pedro aquí estaba diciendo más que esto. El apóstol estaba diciendo que hemos sido librados del pecado. Ahora, eso indica que Dios ha realizado una provisión adecuada para usted y para mí, para que podamos vivir la vida cristiana. Como dijo el Dr. Griffith Thomas, este versículo aquí en la primera carta del Apóstol Pedro, expresó el resumen de un solo versículo, lo que Pablo dijo en el capítulo 6 de su epístola a los Romanos. Romanos 6 es el capítulo que habla sobre la provisión que Dios ha hecho para que usted y yo podamos vivir la vida cristiana.

Pedro ha presentado de una manera muy clara, que nosotros hemos renacido por la Palabra de Dios. El Espíritu de Dios, usando la Palabra de Dios, producirá un hijo de Dios. Y ese hijo de Dios ahora tiene una nueva naturaleza, una nueva naturaleza no va a vivir en el pecado.

La ilustración Bíblica de esta verdad, y que se utiliza mucho, es la parábola del hijo pródigo, narrada en Lucas capítulo 15, versículos 11 al 32. El hijo pródigo fue a parar a una pocilga, pero él no era un cerdo. Él tenía la naturaleza de su padre, que vivía en una hermosa mansión. Y como aquel joven tenía la misma naturaleza de su padre, no le gustaba comer la comida de aquel lugar miserable. A él no le gustaba comer los desperdicios de la comida de los cerdos. Estaba acostumbrado a comer manjares exquisitos, sentado a una mesa servida con pulcritud y limpieza. No tenía nada en común con aquellos cerdos, porque poseía la naturaleza de su padre.

El apóstol Pedro dijo entonces que usted está ahora identificado con Cristo. Cuando usted vino al Señor Jesucristo y experimentó un nuevo nacimiento espiritual, el Espíritu de Dios le bautizó, es decir, que lo ha unido e identificado con Cristo. Ahora, permita usted que esa forma de pensar, ese sentir que está en Cristo, esté también en usted. Cristo se encuentra allá arriba, a la derecha de Dios, con un cuerpo que está completamente dedicado al servicio de Dios por usted y por mí. ¿Cree usted, estimado oyente, que si usted ha verdaderamente renacido espiritualmente, que si usted es realmente un hijo de Dios que tiene una nueva naturaleza, puede continuar viviendo en el pecado? Podemos decir que ponemos mucho énfasis en la seguridad del creyente, pero creemos que a veces esta realidad se enfatiza demasiado, y que debemos escuchar a aquellos cristianos que insisten en esa doctrina que ha sido mayormente olvidada, y nos referimos a la doctrina de la santidad. Estos cristianos afirman que los creyentes deberían vivir hoy una vida santa para Dios. Por eso, utilizando nuestra ilustración del hijo pródigo, reiteramos que uno no puede ser un hijo de Dios, e irse a vivir, figurativamente hablando, a la miseria de una pocilga. Enfrentando la realidad debemos decir que el que hace tal cosa, está actuando como si fuera ese animal que hemos mencionado. Los cerdos viven en una pocilga y en ella se encuentran cómodos, pero los hijos de Dios, por su dignidad, no viven en semejante lugar.

Por tanto, el apóstol dijo en este pasaje Bíblico que Dios ha preparado una provisión para nosotros. Hemos experimentado un nuevo nacimiento espiritual, habitados por el Espíritu Santo, bautizados por el Espíritu, e identificados con Cristo, podemos vivir entonces por el poder del Espíritu de Dios. En Romanos capítulo 7 el Apóstol Pablo nos mostró cómo es derrotado el cristiano cuando vive siguiendo los impulsos de su naturaleza humana carnal. Pero en Romanos capítulo 8, nos explicó cómo Dios ha provisto el Espíritu Santo para que podamos vivir por el poder del Espíritu. Y ahora regresemos a la palabra "pauo". Dijimos que no se había usado en la voz activa, sino en la media o pasiva. Así que tenemos una palabra que no significa "cesar" sino que traducimos como "ser librados". Dios ha hecho todos los arreglos para que usted y yo no tengamos que vivir en el pecado. Ah, el hijo podría ir a la pocilga, pero podemos estar seguros que no va a permanecer allí. Un día él tendrá que levantarse y entonces dirá: "Me levantaré e iré a mi padre", como el hijo pródigo de la parábola.

Estimado oyente, si usted está viviendo en el pecado hoy y se siente cómodo viviendo de esa manera, entonces dudaríamos de su salvación. Alguien podría preguntar: "¿Puede un creyente hacer esto o aquello?" Quizás lo haga una vez, pero si viviera en el pecado, entonces, algo funciona radicalmente mal en su vida. Un hijo de Dios con una nueva naturaleza anhela complacer a Cristo en todas las cosas. Esa es la razón por la cual creemos que hoy es esencial estudiar la totalidad de la Palabra de Dios. Es posible que algunos nos digan que hoy estamos interpretando una obra con un instrumento de una sola cuerda. No somos músicos así que sólo tenemos una sola cuerda, es decir, reiteramos que necesitamos toda la Palabra de Dios y no simplemente unos pocos versículos escogidos, a partir de los cuales se elabore un sistema legalista para vivir la vida cristiana. Usted no puede vivir la vida cristiana siguiendo reglas. Solo podrá vivir esa vida cristiana teniendo la forma de pensar de Cristo, que será el resultado del Espíritu de Dios actuando en usted, para poder complacer a Dios, y para abstenerse de aquellas cosas que le deshonren. Continuemos leyendo el versículo 2 de este cuarto capítulo de 1 Pedro:

"Para no vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las pasiones humanas, sino conforme a la voluntad de Dios."

En cuanto a este tema, el apóstol Pablo se expresó con energía en Romanos capítulo 8, versículos 5 y 6, que dicen: Los que viven conforme a la carne (o naturaleza pecaminosa) piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque la mente puesta en la carne es muerte, pero la mente puesta en el Espíritu es vida y paz. ¿Qué quiso decir cuando dijo que la mente puesta en la carne es muerte? ¿Quiso decir que uno podría perder la salvación? No, estimado oyente. Quiere decir que uno está muerto a cualquier comunión o compañerismo con Dios. El Apóstol Juan en su primera epístola, capítulo 1, versículo 6 escribió: Si decimos que tenemos comunión con Él y andamos en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad. Nadie puede vivir en el pecado y a la vez tener comunión o una relación de compañerismo con Dios. El pecado es hoy lo que mantiene alejadas a las personas de la Palabra de Dios. Los cristianos constituimos hoy una minoría, y somos conscientes de que, al recorrer las páginas de la Biblia en la manera en que lo estamos haciendo, creemos que nos estamos dirigiendo a una minoría. Entremos pues a esa minoría. Muchos en la actualidad están tratando de encontrar algún atajo para vivir la vida cristiana, y tal atajo no existe. Dios ha dicho que Él utilizaría el sufrimiento en su vida para mantenerle a usted alejado del pecado.

Así que este versículo nos recuerda que debemos asumir la actitud de vivir el resto de la vida terrenal no satisfaciendo las pasiones humanas, sino cumpliendo la voluntad de Dios. No damos por sentado que tendremos una vida apacible porque sufriremos y Dios usará ese sufrimiento para evitar que pequemos.

Al continuar, el apóstol Pedro comenzó a mirar al futuro y dijo, en el versículo 3 de este cuarto capítulo de 1 Pedro:

"Baste ya el tiempo pasado para haber hecho lo que agrada a los no judíos, andando en lascivias, placeres sensuales, embriagueces, orgías, excesos en la bebida y abominables idolatrías."

Después de haber sido convertidos, seríamos muy insensatos si desperdiciáramos nuestras vidas en las cosas que hacíamos antes. En realidad, no podemos hacerlo. Ahora estamos unidos a Cristo y no podemos dejarnos arrastrar por el pecado del sistema de valores del mundo. En nuestra nueva vida tenemos que vivir para Dios. Esta es una gran verdad. La vida es breve, el tiempo se nos escapa fugazmente. Y tenemos que reconocer que tendremos que presentarnos ante Su tribunal antes de no mucho tiempo.

Dice este versículo andando en lascivias, placeres sensuales, embriagueces, orgías, excesos en la bebida y abominables idolatrías. Aquí Simón Pedro señala los pecados concretos. En cierta ocasión se le preguntó a un amigo de un famoso predicador, el secreto del éxito de su ministerio. Y él respondió: "Él predicaba sobre el pecado, y siempre fue específico al tratar ese tema". Él lo presentó de una manera muy clara". Pues bien, Simón Pedro también lo presentó aquí de una manera muy clara.

Al hablar de la lascivia el apóstol se estaba refiriendo a vivir en pecado sexual. El término lujurias incluía muchas cosas, es decir, las pasiones de la naturaleza pecaminosa. A la embriaguez ya nos hemos referido en varias ocasiones. La lista continuó con orgías, es decir, fiestas en las que se come y bebe sin moderación y se cometen otros excesos. Al final se mencionan las abominables idolatrías. La Biblia nos dice que el amor al dinero es la raíz de todos los males; en nuestro tiempo, la codicia es una forma de idolatría. Estas son las cosas que mantienen a una persona alejada de Dios y Pedro las concretó con absoluta claridad.

Mucho de lo que se habla actualmente sobre estos temas es impreciso, indefinido, ambiguo. Sin embargo, en este pasaje se enumeran específicamente ciertos pecados, en términos bien comprensibles, como si fueran luces de neón en la Palabra de Dios, y entonces, no hay manera de pasarlos por alto. Continuemos leyendo el versículo 4 de este cuarto capítulo de 1 Pedro:

"A estos les parece cosa extraña que vosotros no corráis con ellos en el mismo desenfreno de disolución, y os ultrajan"

Siempre hay ante nosotros dos opciones. O agradar a Dios, o complacer a los hombres. Si usted está complaciendo a los hombres, no complacerá a Dios. En el Evangelio de Juan capítulo 15, versículo 18, el Señor Jesús dijo: Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. Si los que sustentan el sistema de valores de este mundo no lo odian, desprecian o ignoran, entonces hay algo que funciona mal.

Y decimos esto basados en la experiencia de muchos que se han convertido a Cristo y después han comenzado a distanciarse de ciertas prácticas y actitudes que antes formaban parte de su vida normal. En esos casos, cuando un cristiano comienza a poner en práctica sus convicciones, no se convierte en una persona precisamente popular sino, más bien, en todo lo contrario. Entonces es consciente del rechazo, el abandono de ciertas amistades, el vacío de grupos a los cuales pertenecía, y tiene que hacer frente al ridículo al que le someten otros.

Estimado oyente, reiteramos que uno no puede continuar viviendo en el pecado o siendo influenciado por él si se ha convertido en un hijo de Dios. Como tal, usted tiene la naturaleza de Cristo y está unido a Él. El sufrió en esta tierra una vez; ya no sufrirá más, pero El puede ayudarle a usted. El envió al Espíritu Santo para que habitara en aquellos que son Suyos, que le pertenecen. Hemos sido bautizados en el cuerpo de los creyentes, como así lo señaló el apóstol Pedro y ahora, si nos dejamos controlar por el Espíritu Santo, podemos vivir para Dios. No olvidemos que no lo podremos hacer por nuestras propias fuerzas, sino por medio de Sus fuerzas.

Bien, estimado oyente, vamos a detenernos aquí por hoy. Continuaremos en nuestro próximo programa. Y como es nuestra costumbre, le sugerimos leer el resto de este capítulo 4 de la primera epístola del Apóstol Pedro, para estar así más familiarizado con el contenido de nuestro próximo estudio.

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