Estudio bíblico de Éxodo 38:1-31
Exodo 38
Tema: El altar del holocausto; la pila de bronce; el patio; y las ofrendas del pueblo.
En nuestro programa anterior el relato de los capítulos 36 y 37 nos recordó las ofrendas generosas del pueblo para la realización de las obras del tabernáculo, las series de cortinas, las tablas y sus bases y el velo que separaba a los dos compartimentos: el Lugar Santísimo y el Lugar Santo. Recordamos también a Bezaleel, artesano llamado y capacitado por Dios para dirigir el equipo que se ocuparía de la construcción de los elementos y muebles. Visualizamos también un plano del tabernáculo, con los muebles que se encontraban en sus compartimentos. A modo de resumen, pudimos considerar el significado espiritual de los detalles más destacados de la estructura de aquella tienda de reunión, como por ejemplo las tablas y las series de cortinas que cubrían el tabernáculo.
Ahora, en primer lugar, haremos sobre este capítulo 38, algunas
Observaciones
En este pasaje Bíblico continuamos observando el tabernáculo. A partir del capítulo 25, vimos el plano del tabernáculo y todos sus detalles. En este momento, Bezaleel y sus ayudantes estaban construyendo la estructura de la tienda. En efecto, al llegar a este capítulo 38, a mí entender, el tabernáculo ya había sido prácticamente construido, aunque aun no se había colocado todo en orden. Este capítulo dedica mayor atención al atrio o patio exterior.
Como ya veremos en el libro de los Números, el pueblo de Israel proseguía su viaje cuando la columna de nube se ponía en movimiento. El arca, llevada sobre los hombros de los sacerdotes, guiaba a la procesión. Cuando la nube se detenía, el pueblo instalaba su campamento. El arca era colocada sobre la arena del desierto y el tabernáculo era armado alrededor de ella. Entonces tenía lugar la colocación a sus lados de las tablas revestidas de oro, las barras se deslizaban por las argollas situadas en las tablas, y ese sisTema de sujeción mantenía firmemente unida la estructura del tabernáculo. Luego, sobre las tablas, eran colocadas cuatro series de cortinas de los siguientes materiales: lino, pieles de cabra, pieles de carnero teñidas de rojo y las pieles de tejones, para protección ante las condiciones climáticas. La belleza del tabernáculo tenía que ser contemplada desde dentro. Y todos los detalles ilustraban la adoración, la alabanza a Dios, y a las bendiciones para las personas.
El atrio o patio exterior, rodeado por un cerco de lino, medía 45 m de largo por 22 m de ancho y en él estaban situados el altar de bronce, que era el del holocausto, y la pila de agua. En aquel atrio, se solucionaba el problema del pecado. El pecador se presentaría allí a la puerta como un pecador y el sacerdote le guiaría entrando al atrio. Entonces el pecador colocaría su mano derecha sobre la cabeza del animal que había traído, que podía ser un cordero, una cabra o un buey. Luego el animal era sacrificado y el sacerdote lo ofrecería en el altar. Y allí era hasta donde el individuo podía llegar personalmente. De ahí en adelante continuaba en la persona de su sacerdote. Este tenía que detenerse ante la pila de agua y lavarse, para poder entrar al Lugar Santo. Recordemos que en el lugar santo había 3 muebles: el candelero de oro, la mesa del pan de la presencia y el altar del incienso, todo lo cual nos habla de la adoración. A continuación se encontraba el velo o cortina que separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo, velo que el sacerdote no se atrevería a cruzar, pues no entraría en el Lugar Santísimo, donde estaba el arca del pacto y su tapa, el llamado propiciatorio. Porque solo el sumo sacerdote podía entrar en ese Lugar, y únicamente una vez al año, a favor del pueblo.
El capítulo comienza describiendo
El altar del holocausto
"Bezaleel hizo también el altar del holocausto de madera de acacia, cuadrado, de dos metros y veinticinco centímetros por cada lado y de un metro y veinticinco centímetros su altura."
En este altar de bronce la víctima era ofrecida y el pecado era juzgado. Era allí donde el individuo o la nación acudían para ocuparse del problema del pecado. Cuando este altar fue construido, ya no se pudo fabricar otro altar. Este constituía el acceso a Dios y otro altar, hecho en cualquier otro lugar, habría sido como una blasfemia. Estaba situado en un lugar de prominencia porque la cuestión del pecado debía quedar arreglada allí. Ninguna otra acción o actitud como la adoración o la recepción de bendición podía tener lugar hasta que uno hubiese pasado por el altar de bronce del holocausto.
Los cuernos del altar nos hablan de fuerza, es decir, de la capacidad de Jesucristo para salvar. Había muchas instrucciones y detalles sobre la actitud ante este altar y su cuidado. Se requerían tazones, braseros, argollas, varas, etc. Más allá de estos detalles, lo importante es recordar la función de este altar, de solucionar el grave problema del pecado.
Leamos ahora el versículo 8, los detalles sobre
La pila de bronce
"Además hizo la pila de bronce y su base de bronce, con los espejos de las mujeres que servían a la puerta de la tienda de reunión."
Los espejos aquí mencionados fueron fabricados de un bronce que había sido sumamente pulido y lustrado. También en aquella época, las mujeres usaban espejos y la pila de agua estaba hecha del material de aquellos espejos. El espejo representa a la Palabra de Dios. Porque es la Biblia la que le revela al creyente su necesidad de limpieza. Y para eso estaba allí la pila, para lograr esa limpieza. Trasladando esta escena a una imagen de nuestra vida diaria, es lo mismo que tenemos en nuestro cuarto de baño. Allí está el espejo y por debajo se encuentra el lavabo. El espejo solo no puede quitar la suciedad, así como tampoco la ley de Dios entregada por medio de Moisés, puede salvarte. Esto me recuerda el himno del autor español Juan Bautista Cabrera que dice:
Hay una fuente cuyos raudales
Las venas nutren del Salvador;
Bañado en ellos se encuentra limpio
De sus pecados el pecador.
El siguiente párrafo describe
El atrio o patio
Leamos los versículos 9 al 11:
"Hizo también el atrio; hacia el lado del Neguev, al sur, las cortinas del atrio eran de lino fino torcido, de cien codos. Sus veinte columnas y sus veinte basas eran de bronce; los ganchos de las columnas y sus molduras eran de plata. Por el lado norte había cien codos; sus veinte columnas con sus veinte basas eran de bronce, los ganchos de las columnas y sus molduras eran de plata."
El lino fino torcido nos habla de la humanidad de Cristo y, de hecho, separaba al ser humano de Dios.
A veces he escuchado a algunos proclamar que todo lo que teníamos que hacer era seguir las enseñanzas de Jesús - incluso no creyendo en su deidad - y, como resultado, la paz vendría al mundo. Esto no es cierto. Nunca podrá haber paz para el ser humano, a no ser que se logre por medio de la sangre derramada de Cristo. Aquel cerco de lino, que simbolizaba la humanidad de Cristo, separaba al ser humano de Dios. La vida de Cristo no nos salva; nos condena. Es la muerte de Cristo la que nos salva. La Palabra de Dios, y especialmente el tabernáculo, son como un libro de imágenes. Si uno solo observa la imagen, puede entender que la vida y enseñanzas de Cristo no te pueden salvar. Porque en primer lugar, tu no puedes situarte a la altura de Su vida y de Sus enseñanzas. Es necesario trazar aquí una línea divisoria que marque claramente cuál es la verdad. Por ello insisto en que las enseñanzas de Cristo no pueden salvar. Lo que nos salva es la muerte de Cristo en la cruz. Por ese motivo el altar de bronce estaba precisamente en aquel lugar. Como ya anticipé, el cerco de lino blanco separaba al ser humano de Dios, y a Dios del hombre. Aunque las bases del tabernáculo mismo eran de plata, las bases del cerco eran de bronce. El bronce, como ya hemos visto, es el metal que representa al juicio. La imagen de Cristo en el último libro de la Biblia, el Apocalipsis 1:5, dice que sus pies eran semejantes al bronce pulido, fundido en un horno. No te quepa ninguna duda. El pecado tiene que ser juzgado. El ser humano debe reconocer que es un pecador, que no puede entrar ante la presencia de Dios hasta que el problema del pecado haya sido resuelto.
Los ganchos de las columnas y sus anillos para la cortina que rodeaba el atrio, eran de plata. Y la plata era el metal de la redención. El cerco del patio o atrio mantenía al ser humano fuera, pero Dios señaló un camino para que él pudiese entrar. Encontró una manera de juzgar el pecado y proveyó una redención para que el ser humano pudiese ser revestido por la justicia de Cristo. Por todo ello, la totalidad de este tabernáculo constituye una elocuente figura. Uno puede contemplar aquella tienda de reunión y comprender el mensaje del Evangelio. Dios nos lo ha revelado por medio de imágenes.
Había una entrada al patio o atrio. El ser humano no podía saltar y cruzar el cerco. Tenía que entrar por la puerta de entrada. Leamos el versículo 18:
"Y la cortina de la entrada del atrio de tela azul, púrpura y escarlata, y lino fino torcido era obra de tejedor. La longitud era de veinte codos y la altura, de cinco codos, lo mismo que las cortinas del atrio."
Todos los colores y materiales nos hablan de la presencia de Cristo. Ya hemos hablado de este Tema antes, pero no está demás repetirlo. El color azul nos habla del hecho de que El descendió del cielo en toda su Deidad. El color escarlata nos habla de Su humanidad y de la sangre que derramó por la raza humana. El azul y el escarlata combinados producen el color púrpura, que nos habla de su realeza. El nació siendo rey de los judíos.
La entrada era tan alta como el cerco exterior. Medía nueve metros de largo por dos metros y veinticinco centímetros de alto, igual que las cortinas del atrio. Esta entrada era el único acceso al atrio. Y era lo suficientemente amplia como para que entrase cualquier pecador, pero quiero enfatizar que era el único camino por el que uno podría entrar. Durante su vida en esta tierra, Cristo dijo que El era el CAMINO, la VERDAD y la VIDA. Y me agrada pensar en aquella entrada al atrio como el CAMINO.
La segunda entrada, de las tres que había, que conducía a la persona a la misma presencia de Dios, era la entrada al Lugar Santo. Me agrada pensar en ella como la VERDAD. Cristo también dijo que si uno iba a adorar a Dios, tendría que adorarle en espíritu y en "verdad". No es mi intención expresarme con dureza, pero la "adoración" en una iglesia o comunidad que niegue la realidad de la persona de Cristo y lo que El ha hecho, no será una verdadera adoración. El debe ser adorado en "verdad". Uno no puede negar la deidad de Cristo y el hecho de que El murió por ti, y aun así, adorarle.
Después estaba la tercera y última entrada, que conducía al mismo Lugar Santísimo; era el acceso cruzando el velo o cortina que nos habla de la vida que Cristo entregó en la cruz. Cuando el murió, el velo fue rasgado en dos partes, desde arriba hacia abajo, queriendo decir que el camino a Dios estaba ya abierto. Aquí tenemos a la VIDA, quedando así completa la trilogía que había expresado Jesús cuando dijo que El era el camino, la verdad y la vida. Ya lo registró así el Evangelio de Juan 14:6, donde Cristo, además, añadió lo siguiente: nadie viene al Padre sino por mí.
A continuación quisiera llamar tu atención a la cuestión del israelita como individuo. La nación de Israel había sido calificada como "hijo". Pero Dios nunca llamó a ningún israelita "hijo", a nivel personal. La cuestión sería entonces: "¿Quién era un judío?" ¿Era un judío alguien que nació judío o es que su religión le convertía en un judío? En los tiempos del Antiguo Testamento, había que nacer judío para ser identificado como tal. Y Dios hizo una provisión para que cada uno fuese redimido, lo que significa que cada individuo tenía que experimentar como un nuevo nacimiento espiritual. Aunque Israel fuese una nación elegida, cada persona tenía que ser redimida,
Continuemos nuestra lectura en Éxodo 38, leyendo los versículos 25 y 26;
"Y la plata recogida de los que fueron contados de la congregación, fue tres mil trescientos diecinueve kilos con quinientos veinticinco gramos, según el peso oficial del santuario; todos los empadronados mayores de veinte años, fueron seiscientos tres mil quinientos cincuenta."
Los judíos trajeron plata porque era el metal de la redención. Cada uno de los israelitas tenía que ser redimido para ser aceptado por Dios. En nuestro caso, nosotros hemos sido redimidos por la sangre de Cristo, que es más valiosa que el oro o la plata. En aquellos tiempos, no todos los israelitas fueron salvados. Solo un remanente de la nación fue salvo, de la misma manera que, en la actualidad, no todos los que exteriormente figuran como miembros de cualquier iglesia, son salvos. En estos tiempos de tanta confusión y ambigüedad en los aspectos religiosos y espirituales, profesar de palabra que uno es miembro de una iglesia, no significa demasiado, porque no podemos ver el interior de las personas. Es necesario el paso de la conversión, de la redención y salvación personal.
Leamos el último versículo de nuestro estudio de hoy, dedicado al capítulo 38 de Éxodo. Me refiero al versículo 27;
"Había también tres mil trescientos kilos de plata para fundir las bases para el santuario y las bases para el velo. Toda esa plata se usó en cien bases, o sea, treinta y tres kilos de plata en cada base."
Las bases fueron fabricadas con el dinero de la redención. Allí fue colocado el tabernáculo propiamente dicho. Se apoyó sobre la plata. Se apoyó sobre la redención. Mirando ahora a la humanidad, a todos los pueblos de la tierra, y según la revelación de Dios y el mensaje del Evangelio, cada individuo tendrá que aceptar personalmente la salvación, la redención que Cristo hizo posible con su sacrificio. Y hay que pagar el precio de la redención. Pero, ¿cuál es ese precio? Bueno, no consiste en plata ni en oro. La única condición requerida es que tú te encuentres sediento, que seas consciente de que tienes sed de beber del agua de la vida.
¿No te agradaría beber del agua, de la fuente de la vida? La salvación es gratuita. Pero no es barata. A Dios le costó todo. El entregó a Su Hijo para morir en la cruz y pagar así el precio de nuestra redención. Por eso decimos que somos redimidos, comprados, salvados y liberados por su sangre.
En aquellos tiempos del desierto, la redención le fue impuesta a la nación de Israel. Pero cuando llegaron a la tierra prometida, a Canaán, si ellos querían ser considerados o contados entre los redimidos, tuvieron que pagar el precio de la redención. Por ello tenemos que dar gracias a Dios porque el ya ha pagado por nosotros. La salvación que El ofrece no cuesta dinero. No tiene ningún precio. Quizás sería más apropiado decir, que es tan valiosa, que todas las riquezas del mundo no podrían comprarla, pero tienes que tener esa sed, tienes que sentir esa imperiosa necesidad de beber de esa agua de vida. Tienes que darte cuenta de que no existe nada ni nadie aquí en la tierra que pueda saciar esa profunda sed del alma. ¿Quieres realmente ser salvo? ¿Reconoces que necesitas la salvación porque eres un pecador? Si así lo admites, entonces puedes aceptarla, por la fe, y puedes confiadamente venir a recibirla. Y no tengas dudas. Porque el precio ha sido pagado, al derramar Cristo Su valiosa sangre por ti. Y al ser ya un hijo en la familia de Dios, te hace posible venir a Dios y ser aceptado por El, por medio de Jesucristo.
Y ya que hemos hablado de la sed, y del agua de la vida, no puedo menos que recordar que este Tema constituye el título de nuestro programa que se llama, como es sabido, la Fuente de la Vida. Para expresar este aspecto del Evangelio, queremos finalizar nuestro encuentro de hoy con las palabras de Jesucristo que inspiraron el lema de nuestro estudio Bíblico. El Evangelio de Juan nos relata que Jesús, cansado del viaje se sentó junto a un pozo. Allí llegó una mujer de Samaria y Jesús le pidió agua para beber. En medio de la conversación que se entabló entre ellos, y refiriéndose al agua del pozo, Jesús le dijo: Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna.
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