Estudio bíblico de Génesis 39:1-23
Génesis 39
En nuestro programa de hoy reanudamos el relato de la historia de José, después del intervalo del capítulo 38, que consideramos como uno de los más lamentables de la Biblia, debido a que nos relataba la sórdida historia de Judá.
Descubriremos que José era completamente diferente a Judá. Siempre he creído que José y Benjamín recibieron mucha enseñanza, instrucción y atención personal que los otros hijos no recibieron. Parecía como si estos eran los dos únicos hijos en que Jacob estaba interesado.
Por causa del odio y hostilidad de sus hermanos, José fue vendido como esclavo y llevado a la tierra de Egipto.
El ser vendido como esclavo y conducido a una tierra extranjera era una triste perspectiva para un joven de 17 años de edad. Ciertamente, no había nada en el aspecto exterior de estas circunstancias que pudiese llevar a su corazón estímulo o esperanza. Parecía, más bien, un muchacho desafortunado. Incluso al llegar a la a tierra de Egipto, donde los hechos habían comenzado a desarrollarse con tranquilidad para él, cualquier cosa podía ocurrir. Por supuesto, todo sucedería siempre con un propósito, aunque a José le resultase difícil reconocerlo.
No hay otra persona en el Antiguo Testamento en cuya vida haya sido tan claramente revelado el propósito de Dios como lo fue en la vida de José. La providencia de Dios se manifestó en cada detalle de su vida. Aunque la mano de Dios estuvo sobre él y la guía del Señor fuese tan evidente, de acuerdo con el texto Bíblico, José fue el único patriarca a quien Dios no se le apareció directamente. Dios se le apareció a Abraham, a Isaac, a Jacob, pero no a José. Sin embargo, la dirección de Dios sobre su vida se vio con mayor claridad en él que en cualquier otra persona. José fue el ejemplo del Antiguo Testamento de un conocido pasaje Bíblico que se encuentra en el capítulo 8:23, de la epístola del apóstol Pablo a los Romanos.
"Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan bien, esto es, para los que son llamados conforma a su propósito."
José mismo expresó su experiencia en un lenguaje vivo. Al morir su padre, sus hermanos pensaron que José podría volverse contra ellos y vinieron a él, pidiendo clemencia. El les dijo que no les guardaba ningún rencor. Y les dijo:
"Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios lo tornó en bien para que sucediera como vemos hoy, y se preservara la vida de mucha gente."
Y aunque todos los factores parecían apuntar en la dirección equivocada y su aspecto era tan malo que daba pie para esperar lo peor, cada evento resultó ser un paso más hacia el cumplimiento del propósito de Dios en la vida de este personaje.
Estimado oyente, necesitamos reconocer en nuestras vidas el hecho de que "el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe como hijo", como dice la carta los Hebreos 12:6. Si somos hijos de Dios, bajo su Voluntad, podemos tener la certeza de Dios mismo, de que nada nos sucederá sin su permiso. Y, como decía un pasaje anteriormente citado, Dios dispone todas las circunstancias para el bien de quienes le aman. Incluso nuestras desgracias, angustias y sufrimientos son para nuestro bien y para su gloria.
Hay como una barrera de protección alrededor de cada hijo de Dios, y no hay nada que la cruce sin el permiso de Dios. Más adelante en nuestro estudio consideraremos con mayor detalle que cuando Satanás quiso probar al patriarca Job, como leemos en su libro, en 1:10: le dijo a Dios
"¿No has hecho tú una valla alrededor de él, de su casa y de todo lo que tiene, por todos lados ? Has bendecido el trabajo de sus manos y sus posesiones han aumentado en la tierra."
En aquel encuentro, hemos visto que Satanás le pidió a Dios que la barrera cayese. Incluso si Satanás obtiene el permiso de Dios para probarnos, aún así todas las circunstancias resultarán para nuestro bien.
Reanudemos, pues, el relato para ver lo que le sucedió a José. Veremos que llegó a ser el
Supervisor general en la casa de Potifar
Leamos los versículos 1 al 6;
"Cuando José fue llevado a Egipto, Potifar, un oficial egipcio de Faraón, capitán de la guardia, lo compró a los ismaelitas que lo habían llevado allá. Y el Señor estaba con José, que llegó a ser un hombre próspero, y estaba en la casa de su amo el egipcio. Y vio su amo que el Señor estaba con él y que el Señor hacía prosperar en su mano todo lo que él hacía. Así encontró José gracia ante sus ojos y llegó a ser su siervo personal, y lo hizo mayordomo sobre su casa y entregó en su mano todo lo que poseía. Y sucedió que desde el tiempo que lo hizo mayordomo sobre su casa y sobre todo lo que poseía, el Señor bendijo la casa del egipcio por causa de José; y la bendición del Señor estaba sobre todo lo que poseía en la casa y en el campo. Así que todo lo que poseía lo dejó en mano de José, y con él allí no se preocupaba de nada, excepto del pan que comía. Y era José de gallarda figura y de hermoso parecer."
Aquel joven atractivo de 17 años, expuesto en el mercado de esclavos, era como un premio para quien lo adquiriese. Y lo compró Potifar, capitán de la guardia; un militar prominente, de alta graduación al servicio del Faraón.
Apenas entró José en casa de Potifar, fue evidente que el Señor estaba con él porque Dios bendijo aquel hogar con bendiciones y beneficios. Y la vida transcurrió tan maravillosamente bien que se parecía a un cuento a punto de culminar con un final feliz. Pero, resulta que esta era una historia de la vida real. Es que el hijo de Dios ha de enfrentarse a la tentación, preocupaciones y problemas de este mundo. Y esto iba a sucederle a José. Fijémonos que a causa de la eficacia de su servicio, fue ascendido en su posición y responsabilidades llegando a ocuparse de la casa y de todos los bienes. Tal era la confianza depositada en él por Potifar, quien creía en la integridad de este joven, que José ni siquiera tenía que rendirle cuentas. Como oficial de Faraón, de lo único que tenía que preocuparse este oficial era de agradar a su soberano y desempeñar bien esa tarea, dejando en manos de José todos sus asuntos personales. Cuando Potifar se sentaba a su mesa, la comida ya estaba preparada delante de él. Esto era la única preocupación de Potifar, que se fiaba de Jose en todo y para todo.
Es así que llegamos en nuestro relato al momento en que José fue
Tentado y acusado por la mujer de Potifar
Potifar le había confiado el funcionamiento de toda su casa y José estaba a cargo de todos los detalles. Mientras José estaba así ocupado, la mujer de Potifar, a su manera, estaba también ocupada en otras cosas bien diferentes. Era una mujer astuta, y Jose era un joven atractivo. Es posible que Potifar fuese ya un hombre anciano, porque era habitual en aquellos tiempos que un hombre mayor, con buenos medios económicos, estuviese casado con una mujer bastante más joven que él. Ella se había fijado especialmente en José e intentó seducirle. Leamos los versículos 7 al 10:
"Sucedió después de estas cosas que la mujer de su amo miró a José con deseo y le dijo: Acuéstate conmigo. Pero él rehusó y dijo a la mujer de su amo: Estando yo aquí, mi amo no se preocupa de nada en la casa, y ha puesto en mi mano todo lo que posee. No hay nadie más grande que yo en esta casa, y nada me ha rehusado excepto a ti, pues tú eres su mujer. ¿Cómo entonces iba yo a hacer esta gran maldad y pecar contra Dios? Y ella insistía a José día tras día, pero él no accedió a acostarse con ella o a estar con ella."
Observemos que este joven consideraba todo lo que estaba haciendo como un servicio a Dios. Había sido llevado a Egipto, país inmerso en la idolatría, tanto como Babilonia. En esa tierra dominada por la idolatría, Jose estaba manteniendo, con una vida de alto nivel moral, un testimonio para el Dios vivo y verdadero. Su respuesta a aquella mujer, fue elocuente y nos muestra el elevado concepto que tenía del matrimonio, diciéndole:
"Mi amo ha puesto en mi mano todo lo que posee . . . Tu eres su mujer . . . ¿ Cómo iba yo a hacer esta gran maldad y pecar contra Dios?"
También hemos visto cómo José procuró ser fiel ante Dios. Seguramente Potifar, como oficial del Faraón, pasaba demasiado tiempo fuera de su casa. Y esta mujer persistió en su empeño una y otra vez. Para José fue una presión y tentación constante; sin embargo, no cedió. Podemos imaginarnos el resentimiento que fue acumulando contra José al verse rechazada. En algún momento esta rabia tenía que explotar y así fue. Leamos los versículos 11 al 19:
"Pero sucedió un día que él entró en casa para hacer su trabajo, y no había ninguno de los hombres de la casa allí dentro; entonces ella lo asió de la ropa, diciendo: ¡Acuéstate conmigo! Mas él le dejó su ropa en la mano, y salió huyendo afuera. Y cuando ella vio que él había dejado su ropa en sus manos y había huido afuera, llamó a los hombres de su casa y les dijo: Mirad, nos ha traído un hebreo para que se burle de nosotros; vino a mí para acostarse conmigo, pero yo grité a gran voz. Y sucedió que cuando él oyó que yo alzaba la voz y gritaba, dejó su ropa junto a mí y salió huyendo afuera. Y ella dejó junto a sí la ropa de él hasta que su señor vino a casa. Entonces ella le habló con estas palabras, diciendo: Vino a mí el esclavo hebreo que nos trajiste, para burlarse de mí; y cuando levanté la voz y grité, él dejó su ropa junto a mí y huyó afuera. Y aconteció que cuando su señor escuchó las palabras que su mujer le habló, diciendo: Esto es lo que tu esclavo me hizo, se encendió su ira."
Las relaciones entre Potifar y su mujer no eran buenas. Observemos la forma despreciativa en que ella habló de él a la gente de la casa, diciendo que había introducido un hebreo a vivir allí para burlarse de ellos. De estas palabras podría deducirse que ella ya había sido culpable de infidelidad en el pasado. Así que, aquí tenemos a este joven adolescente, sólo en Egipto, enredado e incriminado de la manera más ruin por esta mujer, que le acusó ante los hombres de la casa con la historia que había inventado, y conservando como supuesta prueba las ropas que le había arrebatado a José hasta que llegó su marido y pudo exponerle su versión.
Aparentemente Potifar creyó su historia y en un primer momento, se encolerizó. Como oficial del ejército de Faraón y miembro del alto mando, debía ser un hombre muy duro y perspicaz, que debía saber qué clase de mujer tenía, y quizás pensó que la solución más conveniente era meter en la cárcel a José y olvidarse de todo aquel asunto. Probablemente ella le habría sido infiel en muchas otras ocasiones y José había sido simplemente uno más en su serie de conquistas. Solo que con José no tuvo éxito y por eso le culpó falsamente.
Leamos el último párrafo, desdecir, los versículos 20 al 23, en los cuales vemos como
José fue puesto en la prisión
"Entonces el amo de José lo tomó y lo echó en la cárcel, en el lugar donde se encerraba a los presos del rey; y allí permaneció en la cárcel. Mas el Señor estaba con José y le extendió su misericordia, y le concedió gracia ante los ojos del jefe de la cárcel. Y el jefe de la cárcel confió en mano de José a todos los presos que estaban en la cárcel, y de todo lo que allí se hacía él era responsable. El jefe de la cárcel no supervisaba nada que estuviera bajo la responsabilidad de José, porque el Señor estaba con él, y todo lo que él emprendía, el Señor lo hacía prosperar."
Por lo que hemos leído, podría parecernos que José era un joven realmente desafortunado. Haciendo un breve repaso de su vida, diremos que en su hogar había sido el hijo favorito de su padre, distinguido con aquella túnica de muchos colores. Pero aquella condición de privilegio duró hasta que sus hermanos, consumidos por la envida le arrancaron la túnica y le arrojaron a un pozo. Allí, pudo escucharles regateando el precio con unos mercaderes, hasta que se pusieron de acuerdo y le vendieron como un esclavo con destino a Egipto. Tenía sólo 17 años y creo que hasta ese momento y después al llegar a aquel país, habrá pasado muchas noches llorando de nostalgia por su familia.
Ahora, acababa de ser elevado a una nueva posición, a un alto cargo, ya que era un joven muy capaz y atractivo. Y entonces, apareció la mujer de Potifar e intentó seducirle. Sus elevadas normas éticas y su sensibilidad ante Dios impidieron que cediese. El resultado fue la acusación falsa de aquella mujer y su encarcelamiento.
Recordemos que, aunque José hubiese sido ascendido a tan alta responsabilidad en la casa de Potifar, aun así, era un esclavo. Obviamente la palabra de la mujer fue aceptada sin discusión y, antes que pudiese defenderse, fue declarado culpable. Y pronto se encontró en la cárcel donde se encontraban los presos del Faraón.
La mano de Dios estaba con José, aunque le estuviesen sucediendo cosas realmente terribles. El hallarse en aquella prisión habría resultado descorazonador para cualquier persona normal. Pero él sentía indudablemente la presencia del Señor. Aunque Dios no se le apareciese visible y directamente, como a los otros patriarcas, le hizo experimentar su misericordia. Fue así que el gobernador de la prisión comenzó a sentir simpatía por él y terminó confiando en él. Aunque se notaba que José tenía una gran capacidad y era una personalidad atractiva, es importante que nos demos cuenta de que si Dios no hubiera estado con él, todas esas cualidades habrían resultado inútiles. Dios le estaba guiando y todas estas experiencias estaban encaminadas hacia el cumplimiento del propósito divino en la vida de este joven.
Y el reconocer todo ésto le trajo a José una actitud de optimismo. Las circunstancias no le agobiaron, se mantuvo por encima de aquellas circunstancias, y las controló. El reconocimiento de que Dios estaba junto a él, y que la mano de Dios guiaba su vida le impidió caer en el desánimo. No olvidemos que el desaliento y la desilusión constituyen algunas de las mejores armas de Satanás. Este joven pareció superar todas sus circunstancias adversas. Me recuerda el pasaje Bíblico de la epístola a los Hebreos 12:11:
"Al presente ninguna disciplina parece ser causa de gozo, sino de tristeza; sin embargo, a los que han sido ejercitados por medio de ella, les da después fruto apacible de justicia."
Ciertamente, la disciplina del Señor produciría el fruto de la justicia en la vida de este joven.
La historia de José nos revela que no todos los hombres tienen un precio. Satanás afirma lo contrario, Pero han existido varios hombres a quienes el enemigo de Dios no ha podido comprar. José fue uno de ellos. El patriarca Job fue otro. Y aún otro, el apóstol Pablo.
Satanás desprecia a los seres humanos; pero éstos y muchos más, fueron hombres y mujeres a quienes Satanás no ha podido comprar.
¿Era la voluntad de Dios que José estuviera en la prisión? Bueno, podemos decir que era casi esencial que estuviese allí. En nuestro próximo programa veremos por qué. Y ello reafirmará nuestra confianza en Dios, y fortalecerá la esperanza, que a veces se debilita por causa de algunas experiencias de nuestra vida. Porque, como citábamos al principio de este programa, de la carta a los Romanos: "para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien".
Copyright © 2001-2024 ( TTB - Thru the Bible, RTM - Radio Transmundial, EEA - Evangelismo en Acción). Todos los derechos reservados.
CONDICIONES DE USO