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Estudio bíblico de Colosenses 1:24-29

Colosenses 1:24-29

Nos encontramos hoy en el primer capítulo del libro de Colosenses y vamos a observar lo que nos dice el versículo 24. Aquí encontramos la obra subjetiva del Señor Jesucristo por los santos o creyentes. Destacamos esto en nuestro programa anterior porque aquí parecería que Pablo estaba diciendo que Cristo no sufrió lo suficiente y que era necesario de parte de él sufrir para completar el sufrimiento de Cristo. Leamos nuevamente, el versículo 24:

"Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia."

Otra versión traduce así este versículo: "Ahora me alegro en medio de mis sufrimientos por vosotros, y voy completando en mí mismo lo que falta de las aflicciones de Cristo, en favor de su cuerpo, que es la iglesia". Pablo estaba diciendo aquí que era necesario para él, completar lo que faltaba del sufrimiento de Cristo. Ahora, ¿no es esta una declaración sorprendente? Alguien quizá nos podría: "¿No contradice esto lo que usted ha estado enseñando todo el tiempo? Usted dice que Cristo sufrió por nosotros y pagó el castigo, la pena, y que no podemos hacer nada por nuestra salvación". Esto es totalmente cierto, y para nada contradice lo que hemos expuesto anteriormente.

Ahora, Pablo estaba sufriendo en su cuerpo por amor al cuerpo de Cristo. La implicación que encontramos aquí es que algo faltaba en los sufrimientos de Cristo. Parecería indicarnos eso. Y una segunda implicación es que era necesario para Pablo, y creemos que también a su vez para todos los creyentes, el realizar una compensación o suplir, completar aquello que faltaba. En otras palabras, cuando Pablo sufría por ellos, completaba los sufrimientos de Cristo.

Ahora, eso es algo realmente llamativo, porque hace poco destacamos el hecho de que esta epístola enseña la plenitud de Cristo. Dice Colosenses 2:9, Porque en Él habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad. Todo está centrado en El. El ha de tener la primacía sobre todas las cosas. Sin embargo, según este versículo 24 de Colosenses 1 parecería que aun hay algo que debe ser realizado, cuando Pablo dijo lo que estaba "cumpliendo"

Pablo estaba escribiendo esta carta desde la prisión y dijo que estaba cumpliendo todos sus sufrimientos. Recordemos que el Señor Jesucristo le reveló a Ananías las razones por las cuales Él había salvado a Pablo y cómo lo iba a utilizar. Podemos leer esta declaración en Hechos 9:15 y 16, que dice: Instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los no judíos, de reyes y de los hijos de Israel, porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre. Y esto se enlaza con nuestro pasaje de hoy, cuando Pablo escribiendo desde la prisión dijo que él estaba completando esos sufrimientos.

En nuestro comentario de este versículo 24 queremos dejar algo bien aclarado. Los sufrimientos de Pablo no tenían nada que ver con redención. En cuanto a la redención, no había ningún mérito en sus sufrimientos por otros o incluso méritos para sí mismo. Pablo aquí fue cuidadoso en la elección de sus palabras. Cuando Pablo habló de la redención de Cristo, no habló de sufrimiento, sino de una cruz, de una muerte, y de Su sangre.

Hay dos clases de sufrimiento. Hay uno que podríamos llamar "sufrimiento ministerial" y otro, que sería un "sufrimiento mediador". El sufrimiento mediador es el sufrimiento que Cristo padeció por nosotros. En realidad, podemos tomar los sufrimientos de Cristo y dividirlos en dos clasificaciones adicionales. Y hay una distinción muy marcada entre ellas. Vamos a señalarlas para clarificar este pasaje de la Biblia.

(1) Tenemos los sufrimientos de Cristo que Él soportó y que nosotros no podemos compartir.

En primer lugar, Él sufrió como un hombre. Él soportó el sufrimiento humano. El experimentó el sufrimiento que es común a la humanidad, cuando nació en Belén, en Su encarnación, hace más de 2000 años. Al nacer, ¿lloró cono los demás niños cuando llegan a este mundo? Nos hemos formulado esta pregunta y creemos que sí, que así fue. El estaba revestido con la ropa de la carne frágil, del cuerpo frágil que usted y yo tenemos. El podía sentir hambre, tener sed, experimentar la soledad, sufrir de angustia, dolor y aflicciones. El podía irse a dormir en el bote de los discípulos porque estaba cansado. Aquellos eran sufrimientos humanos que nosotros también tenemos.

Pablo escribió en Gálatas 6:5, Porque cada uno llevará su propia carga. Hay ciertas cargas que debemos llevar nosotros solos. Nacemos solos. Y así fue con Él. Y sentimos dolor, solos. Hay ciertos problemas en la vida que cada uno debe enfrentar, y debe enfrentarlos en solitario. Hay penas o disgustos que surgen y que nadie puede compartir con nosotros. Y cuando nos enfermamos, nadie puede ocupar nuestro lugar. A veces uno de nuestros hijos se enferma y daríamos cualquier cosa por ocupar su lugar. Sin embargo, no podemos hacerlo.

Y, amigo oyente, llegará la hora cuando usted y yo tengamos que pasar por el valle de la sombra de la muerte. Y, humanamente hablando, morimos solos. Esa es la razón por la cual es tan maravilloso ser creyentes y saber que Jesucristo está con nosotros en esos momentos, cuando nadie más puede cruzar el umbral de la muerte con nosotros.

Así es que Jesucristo sufrió como hombre, Fue un sufrimiento humano. Es un sufrimiento que no puede ser compartido.

El segundo sufrimiento que Él no pudo compartir fue Su sufrimiento como Hijo de Dios. Él es Dios, sin embargo se identificó a sí mismo con la humanidad. Dios. Ningún otro ser mortal ha tenido jamás que soportar lo que El sufrió. Él fue hecho como sus hermanos, y Él mismo sufrió. Pero Él sufrió como el Hijo de Dios.

Podemos ver sus sufrimientos en el Salmo 69. En los versículos 11 y 12 se relata como Él era el tema de las canciones de los borrachos en la pequeña ciudad de Nazaret, y de cómo Él se vistió con ropas ásperas, en señal de aflicción. ¡Cuánto sufrió por ser el Hijo de Dios! Y luego, recordemos que Él fue arrestado y los soldados del sumo sacerdote se burlaron de Él. Colocaron un manto sobre Él y también una corona de espinas. Y para divertirse a costa de Él jugaron un juego - un juego romano - conocido como "la mano caliente"; le vendaban los ojos, y todos los soldados, excepto uno de ellos, le golpeaban con sus puños. Y luego, al quitarle la venda le preguntaban quién de ellos no le había golpeado. E incluso si Él acertaba, ellos nunca se lo reconocían y le vendaban los ojos nuevamente para continuar golpeándole. Todos ellos le golpearon hasta que el Señor Jesucristo quedó desfigurado más que ningún otro hombre. Le golpearon tanto en Su rostro que debió quedar prácticamente irreconocible incluso antes colocarle en la cruz. Sufrió de una manera en que ningún otro hombre había jamás había sufrido, porque Él sufrió como el Hijo de Dios.

Un tercer sufrimiento fue, que El sufrió como el sacrificio por el pecado del mundo. Él es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, y ninguno de nosotros puede penetrar en absoluto en ese sufrimiento. Podemos apropiarnos de Su muerte por nosotros, podemos reconocer el hecho de que Él ocupó nuestro lugar, pero no podemos penetrar en ese misterio. Él fue a la cruz solo. Fue abandonado por Dios y por los hombres. Su sangre no fue la de un mártir; la suya fue la sangre del sacrificio.

En esas primeras tres horas en la cruz, el hombre hizo lo peor que podía hacer. Hubo luz desde las 9 de la mañana hasta el mediodía. Y, en esas últimas tres horas en la cruz, desde el mediodía hasta las 3 de la tarde, hubo oscuridad; y entonces fue cuando Dios hizo lo mejor. Entonces la cruz se convirtió en un altar donde el Cordero de Dios fue muerto para quitar el pecado del mundo. Como dijo 1 Pedro 3:18, Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos. Ese fue un sufrimiento que ni usted ni yo podemos soportar. El no lo podía compartir con nadie más.

(2) Por otra parte, hubo sufrimientos que Cristo soportó que nosotros podemos compartir. Y estos son los sufrimientos acerca de los cuales Pablo se refirió en Colosenses 1:24.

Hay un primer tipo de sufrimiento: sufrimiento por causa de la justicia. En la sinagoga de Nazaret, pueblo en que se crió, y como leemos en Juan 8:40, hablando con los fariseos, Jesús dijo: Pero ahora intentáis matarme a mí, que os he dicho la verdad. El sufrió por causa de la justicia, y se nos dice muy claramente que nosotros pasaremos por lo mismo. En 1 Pedro 3:14 se nos dice: si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, dichosos sois. Y Pablo escribió al joven Timoteo en su segunda carta, 3:12, Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución.

Permítanos decirle que si usted va a vivir para Dios, si usted va a defender lo que es justo, encontrará que otras personas lo dejarán de lado. Los que sirven a Dios generalmente son pasados por alto cuando se distribuyen honores terrenales. Esa es la forma en que el mundo trata hoy a los siervos de Dios. Los atletas son celebrados, la gente del mundo del espectáculo son casi adorados, algunos líderes políticos son elogiados y los científicos reciben honores. Pero el hombre o la mujer que sirve a Dios son ignorados. El apóstol Pablo comprendió esta realidad y escribió en Romanos 8:36: Como está escrito: por causa de ti somos muertos todo el tiempo, somos contados como ovejas de matadero. Esta será la situación que vivirá cualquiera que se declare a favor de Dios.

Y luego, el segundo tipo de sufrimiento que podemos compartir, es el sufrimiento en la medida en que nos identifiquemos con Cristo para la proclamación del evangelio. Juan escribió en su primera carta capítulo 4, versículo 17: pues como Él es, así somos nosotros en este mundo. Y el Señor Jesucristo mismo lo dejo bien en claro, cuando dijo en el evangelio según San Juan, capítulo 15, versículo 18: Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os odia. El mundo detesta a los que no pertenecen a su sistema de valores.

La popularidad del creyente y su aceptación frente al mundo está en razón inversa con su popularidad con Cristo. Amigo oyente, si como cristiano usted es popular y goza de aceptación en el mundo, entonces usted no es popular frente a Cristo. Y si usted va a ser aceptable para Cristo, no va a ser popular dentro del sistema del mundo. El hijo de Dios hoy tiene que ocupar su lugar legítimo e identificarse con Cristo Jesús. Cuando sufrimos por Cristo, el Señor Jesús también está sufriendo a través nuestro, a través de la iglesia.

Recordemos cuando el Señor Jesús le apareció a Saulo de Tarso en el camino hacia Damasco y le dijo: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Y este joven fariseo se sintió sorprendido y perplejo. Saulo pensó que estaba persiguiendo a los cristianos. Imaginemos el impacto que habrá sentido al saber que estaba persiguiendo al Señor Jesucristo.

Y esto es lo que Pedro escribió sobre el sufrimiento, en su primera epístola, capítulo 4, versículo 12: Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciera. Al contrario, alegraos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría.

Una cosa sí es cierta. Si el evangelio ha de avanzar en esta época, alguien tiene que sufrir. Un expositor Bíblico dijo que cuando un niño nace, alguna mujer debe sufrir dolores de parto; y el hecho de que no haya más personas que nazcan de nuevo espiritualmente, se debe a que no hay suficientes creyentes dispuestos a pasar dificultades, incomodidades y dolores por causa del evangelio. El sufrimiento y las privaciones no son populares, y eso es de lo que hablaba Pablo en este pasaje de Colosenses.

A todos nos agradaría ver una renovación espiritual. Hablamos con cierta ligereza acerca de dar testimonio, vivir para Dios y cosas por el estilo. Estimado oyente cristiano, permítame decirle que si el evangelio ha de avanzar y si más personas van a salvarse, alguien va a tener que pagar el precio. ¿Qué precio está pagando usted, en esfuerzo personal, para propagar la Palabra de Dios? ¿Qué nivel de compromiso le está costando a usted? ¿Está dispuesto a enfrentarse a oposición, dificultades y sufrimiento por causa del evangelio?

Continuemos leyendo el versículo 25 de este primer capítulo de Colosenses:

"De ella fui hecho ministro, según la administración de Dios que me fue dada para beneficio vuestro, para que anuncie cumplidamente la palabra de Dios"

Ahora, Pablo usa aquí la palabra "administración". La palabra "administración" puede ser sinónima de la palabra "economía". Hablamos de economía política, economía doméstica, etc. Dios trata con el mundo en base a diferentes economías, pero éstas han estado siempre basadas en la redención que hay en Cristo Jesús. Antes de que Jesús viniera al mundo, las personas ofrecían a un cordero en sacrificio, y de esa manera estaban anticipando la venida de Cristo. Ellas no fueron salvas por aquel cordero; pero trajeron aquel cordero con fe, y fueron salvas por Cristo que algún día vendría y moriría por ellos. Esta fue, entonces, la economía que Dios había establecido para los judíos en el Antiguo Testamento. Y nosotros vivimos en la época en la cual los sacrificios no son necesarios, porque la venida de Cristo para morir en la cruz es ya un hecho histórico. Todo lo que tenemos que hacer para ser salvos, es confiar en El.

Resaltamos también la siguiente frase del versículo 25 en la cual, hablando de la iglesia Pablo dijo: de ella fui hecho ministro, según la administración de Dios - esta nueva economía que es la Iglesia: que me fue dada para con vosotros. Pablo estaba escribiendo a los cristianos no judíos de Colosas. Ellos eran parte esta nueva época o economía. Los no judíos estaban incluidos en la iglesia.

Y termina diciendo el versículo 25: para que anuncie cumplidamente la palabra de Dios. Esto era algo que había estado oculto en el Antiguo Testamento, pero en la nueva época, Dios había declarado que el evangelio debía ir a los no judíos. Y, entonces dice aquí el versículo 26:

"El misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos."

Este "misterio" era algo que no había sido revelado en el Antiguo Testamento, pero era revelado en ese momento. En Efesios aprendimos que el misterio no era el hecho de que los no judíos serían salvos (eso ya era sabido en los tiempos del Antiguo Testamento). EL misterio, el elemento nuevo, era que Dios pondría a Israel en la misma base que a los no judíos. Todos los seres humanos están perdidos; todos han pecado; todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios. En esta época Dios está hablando a judíos y no judíos, a personas de todas las razas, y las está colocando en un nuevo cuerpo llamado la iglesia. Esta realidad nunca fue revelada en el Antiguo Testamento, pero sí estaba siendo revelada en la nueva época.

Hablando de este misterio Pablo añadió: ahora ha sido manifestado a sus santos. El apóstol no fue el único que comprendió este misterio. Fue dado a conocer a los llamados santos de aquellos días.

Y en el versículo 27, leemos:

"A ellos, Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre las naciones, que es Cristo en vosotros, esperanza de gloria."

Destacamos la frase Cristo en vosotros, esperanza de gloria. Es decir, que estamos en Cristo, unidos a Cristo. En el momento en que usted deposita su confianza en Cristo Jesús, el Espíritu Santo le bautiza y le coloca en el cuerpo de los creyentes. Usted y yo hemos sido llevados a algo nuevo, la iglesia, y la iglesia tiene una gloriosa perspectiva para el futuro.

Continuemos leyendo el versículo 28 de este primer capítulo de Colosenses:

"Nosotros anunciamos a Cristo, amonestando a todo hombre y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre."

Dijo el apóstol: anunciamos a Cristo. El Evangelio no es lo que predicamos, sino que se refiere a quien predicamos. Nadie habrá jamás predicado el evangelio, que no haya predicado a Cristo Jesús. Jesucristo es el evangelio. El es la vida eterna. Juan escribió en su primera carta 1.1, 2, que él iba a mostrarnos la vida eterna, que él había visto la vida eterna. ¿A quién había visto Juan? El había visto a Cristo. Y, estimado oyente, o usted le tiene a Él, o no le tiene. El evangelio es Cristo, es decir, lo que Él ha hecho por nosotros en Su muerte y resurrección, y lo que va a hacer por nosotros en el futuro.

El apóstol añadió en el versículo 28: amonestando a todo hombre y enseñando a todo hombre en toda sabiduría. Creemos que aquí hay dos mandatos para aquellos que sirven a Dios, dos cosas que deberíamos estar haciendo. Tenemos que predicar el evangelio para ganar pecadores para Cristo y salvarlos que la ira o el juicio que vendrá; y tenemos que enseñar a todas las personas con toda sabiduría. En otras palabras, debemos procurar formar a hombres y mujeres para que ellos puedan crecer en la gracia y ser fieles miembros del cuerpo de Cristo; ellos deben ser estimulados para servir a Cristo en una congregación, es decir, en una iglesia local.

Creemos que nuestra enseñanza de la Biblia ayuda a las congregaciones locales y es por tal motivo que tenemos el apoyo de tantos pastores. Si no estuviéramos haciendo esta tarea, no estaríamos cumpliendo nuestro ministerio.

Y finaliza este versículo diciendo a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre. "Perfecto" aquí significa completo o maduro. Esta es la meta de la enseñanza de la Palabra de Dios.

Y, finalmente por hoy, leamos el versículo 29 de Colosenses 1:

"Para esto también trabajo, luchando según la fuerza de él, la cual actúa poderosamente en mí."

Esta palabra "luchando" quiere decir "agonizando". Pablo nos estaba aquí dando un testimonio muy personal. Otra versión dice "con este fin trabajo y lucho."

Y terminó diciendo: Según la fuerza de Él, la cual actúa poderosamente en mí. Este tendría que ser el deseo de cada persona que hoy está trabajando para la causa de Cristo. Que Él actúe poderosamente en nosotros para realizar dos trabajos: difundir el mensaje del evangelio para que las personas puedan salvarse, y después formarlas en la fe. Estas son las dos tareas que la iglesia debería estar llevando a cabo en nuestros días.

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