Estudio bíblico de Isaías 52:1-15
Isaías 52
En nuestro estudio de hoy, amigo oyente, llegamos al capítulo 52 del libro de Isaías, queremos destacar que al avanzar en el estudio de este libro hemos visto, en la sombra o en un segundo plano al Siervo del Señor. Ahora, a medida que nos acercamos al capítulo 53 veremos muy claramente que el Siervo del Señor no era ningún otro sino nuestro Señor Jesucristo.
El tema del capítulo 52 se resume de la siguiente manera: invitación al remanente redimido de Israel (vv. 1 al 8); presentación del reino a Israel (v. 9) ; presentación del Siervo sufriente (vv. 13 al 15).
En el capítulo anterior, que es como una especie de "reloj despertador" la alarma comenzó a sonar y lo comprobamos en la expresión "¡Despierta, despierta!" Ahora, otra vez en este capítulo, escuchamos sonar la alarma. Leamos el versículo 1 de este capítulo 52, comenzando un párrafo que expone:
Una invitación al remanente redimido de Israel
"¡Despierta, despierta, vístete de poder, Sión! ¡Vístete tu ropa hermosa, Jerusalén, ciudad santa, porque nunca más vendrá a ti incircunciso ni impuro!"
Cuando dice aquí "Sion", lo interpretamos literalmente que quiere decir Sion, un lugar geográfico en la tierra de Israel; Es en realidad, el lugar más elevado de la ciudad de Jerusalén. Era el lugar favorito de David. La bendición va a venir sobre Jerusalén, y ya no va a ser más un lugar poco atractivo. El autor de estos estudios bíblicos, el Dr. J. Vernon McGee, realizó algunos viajes a Israel y dijo que cuando él vio por primera vez la ciudad de Jerusalén, no le impresionó mucho. Al llegar a esa ciudad en su primera visita, la pudo ver acercándose desde Jericó y rodeó el Monte de los Olivos por el camino que pasa por Betania. Nos relató que una vez que tuvo ante sí la vista de la zona del templo, la muralla, y la Puerta Oriental, se sintió muy emocionado. Era la hora del atardecer y las sombras de la noche estaban cubriendo la ciudad. Casi no podía esperar al día siguiente para entrar a la ciudad y recorrerla. Pero nos dijo que cuando se hizo de día, y entró en la ciudad, sintió una gran desilusión. Comparándola con la imagen que se había formado de ella, no la vio como una hermosa ciudad. Sin embargo, añadió que la Palabra de Dios la considera hermosa por su posición, y ése es el punto de vista divino, aunque la ciudad, humanamente hablando y en sí misma, no resulte atractiva en algunos aspectos. Sin embargo, el pasaje que leemos deja claro que algún día, en el futuro, será una hermosa ciudad, gracias a la obra del Señor en la redención. Él redimirá este universo físico, que está gimiendo y sufriendo como si tuviera dolores de parto, como dijo el apóstol Pablo en Romanos 8. Todo el mundo se convertirá en un lugar hermoso, atractivo, a causa de la redención en Cristo. Él redimirá nuestros cuerpos. Tendremos nuevos cuerpos y cuando esto suceda, toda la creación será redimida y esta tierra física será transformada. Así es que, tenemos aquí una redención no sólo de la persona, sino también de la totalidad de nuestro entorno físico, de los bienes, de la propiedad. Ésta fue la clase de redención que Dios permitió bajo la ley de Moisés, y que sirve como ilustración de esta verdad. En el versículo 2, de este capítulo 52, tenemos:
"Sacúdete el polvo; levántate y siéntate, Jerusalén; suelta las ataduras de tu cuello, cautiva hija de Sión."
En el día de hoy se encuentran allí sinagogas judías, y mezquitas árabes. Y todos los lugares sagrados están ocupados por diversas iglesias, como por ejemplo, las Iglesias ortodoxas Rusa y Griega, Católica Romana, Luterana, Iglesia de todas las Naciones, etc. Ese lugar necesita ser librado de toda la religiosidad superficial y aparente, del espíritu mercantil, de todo pecado, y de las lacras de nuestra civilización que puedan exhibirse allí. La liberación llegará algún día; será en el reino. Esa ciudad ha estado en cautiverio por 2.500 años, pisoteada por las naciones, pero llegará el momento en que las ataduras de la esclavitud serán removidas. En el versículo 3, de este capítulo 52, leemos:
"Porque así dice el Señor: De balde fuisteis vendidos; por tanto, sin dinero seréis rescatados."
Ahora, ya que Dios no recibió nada de aquellos que tomaron cautiva a Su ciudad santa, Él no les va a dar nada a ellos cuando la recupere. Él la tomará y la restaurará nuevamente. Luego dice el versículo 4:
"Porque así dijo el Señor Dios: Mi pueblo descendió a Egipto en tiempo pasado, para residir allí, y el asirio lo oprimió sin razón."
Jacob fue a Egipto gracias a una invitación, pero con el transcurso del tiempo sus hijos fueron hechos esclavos. Y de la misma manera, los asirios y otros pueblos también los han oprimido. Esta situación llegará a su fin cuando comienza el reino milenario. En el versículo 5, leemos:
"Y ahora el Señor dice: ¿Qué hago aquí, ya que mi pueblo es llevado injustamente? ¡Sus dominadores dan gritos, y continuamente blasfeman contra mi nombre todo el día!, dice el Señor."
Dios no recibió ganancia alguna durante los años que Su pueblo le rechazó; por tanto Él dijo aquí en el versículo 6:
"Por tanto, mi pueblo conocerá mi nombre en aquel día, porque yo mismo que hablo, he aquí estaré presente."
Aquí tenemos un pensamiento muy hermoso. Cuando el Señor Jesús estuvo aquí hace más de dos mil años, ellos no le conocieron. ¡Si sólo le hubieran conocido en el día de Su visitación!, es decir, cuando El Señor vino a salvarles. Bueno, ellos le conocerán cuando Él vuelva nuevamente y diga: "¡Aquí estoy! El mundo ha rechazado a Cristo; no le conoce. Y un día Él dirá a este mundo que rechaza a Cristo: "Aquí estoy", y entonces será demasiado tarde para las multitudes que le rechazaron, para volverse a Él.
Leamos ahora el versículo 9, que nos habla sobre:
La presentación del reino a un nuevo Israel
"¡Cantad alabanzas, alegraos juntas, ruinas de Jerusalén, porque el Señor ha consolado a su pueblo, ha redimido a Jerusalén!"
Una de las características que usted observará sobre la Jerusalén actual es que no se oye una canción alegre. Y esto es incluso cierto de las iglesias que allí se encuentran. Alrededor de la Mezquita de Omar puede percibirse como un sonido en tono menor. Si uno va al muro de los Lamentos, solo escuchará lamentos y verá a los judíos golpeando sus cabezas contra dicho muro. Pero en el reino, todos los allí presentes estarán alegres y cantarán juntos. Será un tiempo de alegría.
Creemos que a Dios no le agrada que nosotros, a quienes el llama Sus santos, vayamos de un lado a otro con rostros serios o tristes, que expresan críticas y quejas. Él quiere que tengamos alegría. El apóstol Juan dijo en su Primera Epístola, capítulo 1, versículo 4: "Estas cosas os escribimos, para que vuestra alegría sea completa". No que tengamos un poco de gozo de alegría sino para tengamos una alegría integral que, unidos a Cristo, supere los momentos de tristeza y problemas.
El reino en la tierra será el momento en que Dios responderá la oración que el Señor les enseñó a los discípulos, y en la que se pedía "Venga tu reino", como vemos en Mateo 6:10. Las lágrimas y la aflicción habrán desaparecido; no se llorará más en esta tierra. En cambio, habrá alegría porque el reino habrá llegado. Ahora llegamos a un párrafo que nos presenta una:
Presentación del Siervo sufriente
Amigo oyente, alguien tiene que sufrir si queremos tener la alegría de un nuevo nacimiento, de un nuevo nacimiento y de un nuevo mundo. Por lo tanto, aquí tenemos el sufrimiento del Siervo. Leamos el versículo 13:
"He aquí que mi siervo será prosperado, será engrandecido y exaltado, será puesto muy en alto."
Vivimos en un mundo en el cual, los que ejercen el poder, han actuado imprudentemente. Después de todo, el actuar de ese modo ha sido una característica natural del ser humano. Pero cuando el Señor Jesucristo venga, Él actuará con prudencia.
Aquí dice que "será engrandecido y exaltado". El apóstol Pablo, escribiendo a los cristianos de Filipos dijo en 2:9-11: "Por eso Dios también lo exaltó sobre todas las cosas y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre".
Leamos entonces el versículo 14, que nos presenta al Siervo sufriente, leamos:
"Como se asombraron de ti muchos pues de tal manera estaba desfigurada su apariencia, que su aspecto no parecía el de un ser humano"
Ésta es una imagen de la crucifixión de Cristo, y esta declaración prepara el camino para el capítulo 53. Debemos ser cuidadosos porque no es muy ortodoxo el pensar de forma obsesiva en los sufrimientos de Cristo sobre la cruz. A veces puede llegarse a hablar con demasiada crudeza.
Durante aquel tiempo de oscuridad cuando la gente ya no pudo ver nada, el Hijo de Dios estaba actuando en la cruz. Fue durante aquellas tres horas de tinieblas que la cruz se convirtió en un altar y el Hijo del Hombre, el Cordero de Dios, sufrió y pagó por los pecados del mundo. Después de las tres horas de oscuridad, la multitud debe haber quedado sorprendida cuando la luz iluminó la cruz. El crucificado ni siquiera parecía un ser humano; era solo un cuerpo tembloroso y desfigurado. Se trataba de un espectáculo incalificable. En el capítulo siguiente de Isaías, 53:2, leeremos que el profeta que lo contempló proféticamente dijo: "no hay hermosura en él, ni esplendor; lo veremos, más sin atractivo alguno para que lo apreciemos". Fue por tal motivo que Dios colocaría un manto de oscuridad que cubriera la cruz. Allí no había nada para satisfacer la curiosidad morbosa del ser humano.
Este versículo enfatiza lo desfigurada que estaba su apariencia: otra versión tradujo: "fue desfigurada su apariencia más que la de cualquier hombre."
Podemos hacernos una idea si alguna vez hemos visto a un conocido o un amigo cuyo rostro y cuerpo hayan quedado desfigurados por un accidente de tráfico hasta tal punto que no lo hayamos podido reconocer. Al recordar al Señor Jesús, pensemos que ése fue el resultado de Sus sufrimientos en la cruz.
Pero no nos quedamos con esa imagen triste al describirle. Porque el versículo siguiente, el 15, dice:
"Así asombrará él a muchas naciones. Los reyes cerrarán ante él la boca, porque verán lo que nunca les fue contado y entenderán lo que jamás habían oído."
Aquí que Él "asombrará a muchas naciones". Esta frase contiene la idea de que Su muerte sorprenderá a las personas, cuando la entiendan adecuadamente. La muerte de Cristo nunca debería convertirse en algo normal y corriente para cualquier persona. Su muerte fue diferente. Nunca la explicaremos apropiadamente, a menos que sorprendamos e impactemos a las personas.
Estas palabras nos preparan para el profundo misterio que expresa el capítulo al cual llegamos ahora.
Capítulo 53
Aquellos que están familiarizados con la Palabra de Dios son conscientes de que el capítulo 53 de Isaías y el Salmo 22, nos dan un relato mucho más vivo de la crucifixión de Cristo, que el que se pueda encontrar en cualquier otra parte de la Biblia. Esta afirmación podría sorprender a muchos que están acostumbrados a pensar que sólo los cuatro Evangelios describen el triste episodio de la terrible muerte del Hijo de Dios. Ahora, si usted examina cuidadosamente el relato de los Evangelios, podrá descubrir que allí sólo se presentan algunos eventos relacionados con la crucifixión, y que la crucifixión propiamente dicha es descrita con una reverente moderación. El Espíritu Santo ha corrido un velo de silencio sobre la cruz, y ninguno de los detalles escabrosos, son expuestos para que el populacho curioso se recree mirándolos en detalle. Se dice que esa multitud brutal que le dio muerte a Él, estaba sentada observándole. A usted y a mí no se nos permite unirnos a dicha multitud. Incluso ellos no vieron todo lo que ocurrió porque Dios colocó sobre la agonía de Su Hijo el manto de la oscuridad. El arte nos ha representado detalles de Su muerte, con un terrible realismo. Pero, usted y yo probablemente nunca lleguemos a saber, aun en la eternidad, la intensidad de Sus sufrimientos. Ninguno de los redimidos llegará jamás a conocer cuán profundas fueron las aguas que Él tuvo que cruzar, ni cuán oscura fue la noche por la cual tuvo que pasar el Señor, antes de poder hallar a esa oveja que se había perdido.
Es muy probable que Dios no haya querido que nosotros llegáramos a estar familiarizados con aquello que no necesitábamos saber. No quiso que nosotros tratáramos como algo común y corriente aquello que era tan sagrado. Debiéramos recordar constantemente el peligro de familiarizarnos demasiado con las cosas santas. Dice Isaías 52:11, "Purificaos los que lleváis los utensilios del Señor".
El profeta Isaías, 700 años antes de que el Señor naciera, nos permitió ver algo de Sus sufrimientos que no encontraríamos en ningún otro lugar. Pero antes de continuar, deberíamos hacer una pausa para responder a una pregunta que alguien podría formularse: "¿Cómo sabe usted que Isaías se estaba refiriendo a la muerte de Cristo? Porque Isaías escribió 700 años antes del nacimiento de Cristo. Bueno, ésa fue la pregunta del eunuco etíope cuando Felipe se subió a su carruaje en el desierto. El etíope estaba regresando de Jerusalén y se dirigía hacia su propio país, y estaba leyendo el capítulo 53 de Isaías. El relato de los Hechos 8:32 nos dice incluso el lugar exacto en que estaba leyendo.
Este hombre era un alto funcionario del gobierno de Etiopía. Estaba cruzando el desierto con ciertas comodidades, seguramente leía protegido por algo que le proporcionaba sombra y tenía un chofer que conducía el carruaje.
Cuando el etíope estaba leyendo Isaías 53:7 y 8, su pregunta a Felipe fue: "Te ruego que me digas: ¿de quién dice el profeta esto; de sí mismo o de algún otro?" (Hechos 8:34). ¿Cómo podemos estar seguros de que se refería al Señor Jesucristo en este capítulo 53? Escuchemos la respuesta de Felipe en el versículo 35 de Los Hechos 8: "Entonces Felipe, abriendo su boca y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús".
También en Juan 12:38, Cristo mismo citó de Isaías 53 e hizo la aplicación a Sí mismo. Y el apóstol Pablo en Romanos 10:16 citó este mismo capítulo en relación con el Evangelio de Cristo. Estimado oyente, la Biblia no deja dudas con respecto a que Isaías 53 se refiere a Cristo. Y más aun que ello, este capítulo es como una fotografía de la Cruz de Cristo cuando Él estaba muriendo en ella.
Los primeros nueve versículos nos hablan sobre el sufrimiento del Salvador. El resto de este capítulo comenta la satisfacción del Salvador.
Usted encontrará que estos dos temas están unidos; nos referimos al sufrimiento y a la satisfacción. El sufrimiento siempre precede a la satisfacción. Demasiadas personas están tratando de tomar un atajo hacia la felicidad, intentando evitar las experiencias difíciles de la vida. Estimado oyente, no hay un sendero corto para obtener la satisfacción. Ni siquiera Dios siguió una ruta corta. Él podía haber evitado la cruz y aceptado la corona. Ésta fue la sugerencia de Satanás. Pero el sufrimiento siempre viene antes que la satisfacción. Los modos de comunicación peculiares a un idioma siempre utilizan varias expresiones sobre esta realidad, como por ejemplo: "a través de las pruebas hacia el triunfo"; "la luz del sol se encuentra después de las nubes"; "la luz sigue a las tinieblas" y "las flores brotan después de la lluvia". Ésta parece ser la forma en que Dios hace las cosas. Y ya que es Su método, es entonces el mejor camino. Quizás usted, estimado oyente, se encuentra hoy rodeado por las sombras de la vida. Está enfrentándose a las pruebas, los problemas le agobian, su experiencia actual se parece a un horno encendido, y usted ha probado el sabor amargo y no el dulce. Si ése es su caso en este preciso momento, entonces permítame animar su corazón y reforzar su fe diciéndole que usted se encuentra en el mismo sendero que Dios recorrió, y que finalmente conduce a la luz si usted camina con Él. Recuerde las palabras del Salmo 30:5: "El llanto puede durar toda la noche, pero a la mañana vendrá el grito de alegría".
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