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Estudio bíblico de Daniel 9:20-27

Daniel 9:20-29

Volvemos hoy, amigo oyente, a nuestro estudio en este libro de Daniel, y estamos en el capítulo 9. Nos encontramos en la primera sección del capítulo, dedicada a la oración de Daniel. Y vamos a comenzar leyendo el versículo 20; y dijo Daniel:

"Aún estaba hablando, orando y confesando mi pecado y el pecado de mi pueblo Israel, y derramaba mi ruego delante de Jehová, mi Dios, por el monte santo de mi Dios"

En la primera frase del versículo dice "aún estaba hablando, orando y confesando mi pecado". Queremos destacar que Daniel dijo "mi pecado". Daniel confesó que él era un pecador. Resulta interesante comprobar que no hay ningún lugar en la Biblia que mencione algún pecado que Daniel haya cometido. En realidad, cuando sus enemigos estaban tratando de encontrar alguna negligencia o práctica abusiva en su vida, no pudieron encontrar nada, y estamos seguros de que examinaron cada rincón de su vida.

Ahora, con frecuencia hemos enfatizado que nadie ha sido jamás salvo guardando los diez mandamientos. Y también hemos hecho la sugerencia que si alguien sabía de alguna persona en el Antiguo Testamento que pudo ser salva al cumplir con los diez mandamientos, pues, que nos lo comunicara.

En cierta ocasión, un joven estudiante universitario se acercó a su Pastor y le dijo: "Usted siempre está diciendo que no hay nadie en el Antiguo Testamento que haya sido salvo cumpliendo los diez mandamientos, y que nunca pecó. Bueno, yo puedo mencionarle uno, esa persona es Daniel". Bien, le dijo el Pastor, hablando honradamente debemos decir que no se puede encontrar en ninguna parte que Daniel haya pecado. No tenemos ninguna clase de información en cuanto a esto, pero, le dijo el Pastor a este joven, Daniel mencionó ese asunto en una oración, y que en esa oración, él nos dijo: "estaba hablando, orando y confesando mi pecado". Si Daniel no hubiera pecado nunca, pero dijo en su oración que estaba confesando su pecado, entonces estaría mintiendo si, en realidad, nunca hubiera pecado. Así que Daniel era un pecador, de cualquier forma en que lo consideremos. Creemos que aquel estudiante se fue convencido de que la Biblia está en lo cierto cuando dijo, en Romanos 3.23, "por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios".

Ahora si usted se está preguntando qué pecado cometió Daniel, permítanos decirle que ese no es un asunto suyo ni mío. Porque Dios no lo registró en Su Palabra.

Así que Daniel fue un pecador y todavía podemos decir que nadie ha sido salvo jamás por guardar los Diez Mandamientos. Daniel se estaba entregando a sí mismo y a su pueblo a la misericordia de Dios.

Dijo además aquí Daniel: "Derramaba mi ruego delante del Señor, mi Dios, por el monte santo de mi Dios", el cual sería Jerusalén y el Reino de Dios que se encontrará allí establecido (ver Isaías 2:1 y 2). Y dice el versículo 21 de este noveno capítulo de Daniel:

"Aún estaba hablando en oración, cuando el varón Gabriel, a quien había visto en la visión, al principio, volando con presteza vino a mí como a la hora del sacrificio de la tarde."

Aquí apareció el varón Gabriel. Gabriel era un ángel y, aparentemente, aparecía en forma humana. El tiempo de su aparición fue la hora del sacrificio de la tarde, que sería aproximadamente a las tres de la tarde.

A continuación vamos a comenzar el dedicado a la exposición de:

La profecía de las setenta semanas

Aquí tenemos la profecía comunicada por Gabriel que hace de este capítulo una parta de gran importancia en el estudio de la escatología. Leamos los versículos 22 y 23 de este capítulo 9 de Daniel:

"Me hizo entender, y habló conmigo diciendo: Daniel, ahora he salido para darte sabiduría y entendimiento. Al principio de tus ruegos fue dada la orden, y yo he venido para enseñártela, porque tú eres muy amado. Entiende, pues, la orden, y entiende la visión."

Aquí queremos destacar que Daniel recibió una respuesta inmediata a su oración. Hemos escuchado a un profesor de hebreo decir que le llevó tres minutos leer la oración de Daniel en Hebreo. Para el momento en que Daniel terminó su oración, el ángel Gabriel ya estaba allí. Así que el citado profesor declaró: "le llevó a Gabriel tres minutos llegar del cielo a la tierra". Por supuesto, si Daniel tenía sus ojos cerrados mientras estaba orando, podría haberse dado el caso de que Gabriel habría estado allí en pie esperándole que terminara su oración. Recordemos que el Señor Dios ha prometido, en Isaías 65:24, "Antes que clamen, yo responderé; mientras aún estén hablando, yo habré oído".

Observemos que Daniel era "muy amado" en el cielo. Esto es maravilloso. El creyente en Cristo Jesús es visto por Dios estando en Cristo. De acuerdo con la carta a los Efesios capítulo 1, versículo 6, si somos aceptos en el Amado, es decir, en Cristo, de esa manera el creyente es amado en el cielo porque se encuentra en Cristo, unido a Cristo. Continuemos leyendo ahora el versículo 24 que da comienzo a la profecía misma:

"Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, poner fin al pecado y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, sellar la visión y la profecía y ungir al Santo de los santos."

Aquí "setenta semanas" no significan estricta o necesariamente semanas de siete días ni tampoco semanas de siete años u otros siete períodos de tiempo. La palabra hebrea pasa siete es "shabua", que significa "una unidad de medida". Sería comparable, por ejemplo, con la palabra "docena". Cuando esta palabra aparece sola, puede indicar una docena de cualquier cosa. Así, en este pasaje, "setenta semanas" significan "setenta sietes". Pueden ser "setenta sietes" de cualquier cosa. Podrían ser unidades de días, meses o años. En el contexto de este versículo estaba claro que Daniel había estado leyendo en Jeremías sobre "años", setenta años. Jeremías había estado predicando y escribiendo que el cautiverio duraría setenta años. Los setenta años del cautiverio eran el castigo específico por haber violado setenta años sabáticos. Ello equivaldría a setenta sietes, es decir, a un total de 490 años. En esos 490 años, Israel había violado exactamente setenta años sabáticos; así que irían al cautiverio por setenta años. Dice el segundo libro de Crónicas capítulo 36, versículo 21: "21para que se cumpliera la palabra del Señor, dada por boca de Jeremías, hasta que la tierra hubo gozado de reposo; porque todo el tiempo de su asolamiento reposó, hasta que los setenta años fueron cumplidos". Para enfocar mejor la estructura de esta profecía tenemos el siguiente esquema:

1 semana = 7 años

70 semanas = 490 años

70 semanas divididas en 3 períodos: 7 semanas - 62 semanas -1 semana

Ahora Daniel estaba perplejo en cuanto a como el final de los setenta años del cautiverio encajarían en el prolongado período de dominio de los pueblos de las naciones gentiles, que las visiones de los capítulos 7 y 8 habían indicado con tanta claridad. Él obviamente pensó que al final de los setenta años su pueblo sería llevado de regreso a su tierra, que el Mesías prometido vendría y que el Reino que había sido prometido a David sería establecido. ¿Cómo podían ser ciertas ambas opciones? Estamos seguros que le deba haber parecido una situación irreconciliable creada por estas profecías aparentemente contradictorias.

Las setenta semanas, o los setenta sietes, responden a dos preguntas. El reino de Israel no vendría inmediatamente. Y las setenta semanas debían seguir su curso. Estos setenta sietes encajan en los tiempos de los gentiles (o de las naciones), y transcurren simultáneamente con ellos. Están divididas o separadas para encajar en los tiempos de los gentiles. Cuando se dice que se han determinado setenta semanas, "determinadas" significa literalmente "cortadas". O sea que los setenta sietes iban a ser cortados o separados, como los versículos siguientes así lo indicarán. Los setenta sietes para Israel y los tiempos de los gentiles (o de las naciones) llegarán ambos a su fin al mismo tiempo, es decir, en el momento de la segunda venida de Cristo. Es importante conocer este detalle para una interpretación correcta de la profecía.

La semana setenta concierne a "tu pueblo", refiriéndose al pueblo de Daniel. Ese pueblo sería Israel. Y conciernen a la "santa ciudad", que no puede ser otra que Jerusalén. Seis cosas tienen que llevarse a cabo en este período de Setenta Semanas o 490 años. Y según el esquema profético del profesor McGee, al progresar en nuestro estudio veremos que sesenta y nueve de esas "semanas" ya han transcurrido, y una "semana" aún debe cumplirse. Aquí están los seis eventos que tienen que ocurrir:

1. Terminar la prevaricación (o "poner fin a la transgresión", según otra versión) Se refiere a la prevaricación de Israel. La cruz proveyó la redención por el pecado de la nación pero no todos la aceptaron. En el día de hoy, la Palabra ha sido difundida hasta los confines de la tierra, de que hay redención para la humanidad. Pero en esa última semana se nos dice que Dios dirá, como escribió Zacarías, en el capítulo 12, versículo 10: "Pero sobre la casa de David, y los habitantes de Jerusalén derramaré un espíritu de gracia y de oración". Y luego escribió también en el capítulo 13, de Zacarías, versículo 1: "En aquel tiempo habrá un manantial abierto para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para la purificación del pecado y de la inmundicia". Ese manantial aún no ha sido abierto. Todo lo que uno tiene que hacer es mirar a la tierra de Israel y comprobará que esto aún no se ha cumplido.

2. Poner fin al pecado. Los pecados nacionales de Israel llegarán a su fin en la segunda venida de Cristo. Ellos serán exactamente iguales a cualquier otro pueblo o a cualquier otra nación. Ellos son pecadores como individuos y como nación. Como nación Israel ha cometido muchos errores, tal como otras naciones, pero Dios pondrá fin a esa situación de pecado y de maldad.

3. Expiar la iniquidad. Durante este período de las Setenta Semanas, Dios ha provisto una redención por medio de la muerte y la resurrección de Cristo. Esta redención, por supuesto, es tanto para los judíos como para los no judíos o gentiles.

4. Traer la justicia perdurable (o eterna). Esta frase se refiere al retorno de Cristo al final de los 490 años para establecer su reino.

5. Sellar la visión y la profecía; significa que todo se cumplirá, lo cual vindicará esta profecía así como todas las demás profecías de la Biblia.

6. Ungir al Santo de los santos. Este evento se refiere a la unción del Lugar Santísimo del templo del reino milenario, acerca del cual escribió Ezequiel en los capítulos 41 al 46.

Continuemos entonces leyendo los versículos 25 al 27 de este capítulo 9 de Daniel:

"Sabe, pues, y entiende que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas y sesenta y dos semanas; se volverán a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. Después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, y nada ya le quedará. El pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario, su final llegará como una inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones. Por otra semana más confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después, con la muchedumbre de las abominaciones, vendrá el desolador, hasta que venga la consumación y lo que está determinado se derrame sobre el desolador."

El punto de partida para este período de 490 años es esencial para una comprensión correcta de la profecía. Considerando que este período se proyectó en los llamados "tiempos de las naciones (o de los gentiles)", debe encajar en la historia secular y originarse en alguna fecha relacionada con los tiempos de las naciones. Por supuesto, ha habido muchas sugerencias para un punto de partida: el decreto de Ciro (que vemos en Esdras 1:1-4); el decreto de Darío (que vemos en Esdras 6:1-12); el decreto de Artajerjes, en el séptimo año de su reino (que vemos en Esdras 7:11-26); pero el profesor McGee cree que el decreto de Artajerjes del vigésimo año de su reinado (que vemos en Nehemías 2:1-8) satisface los requisitos del versículo 25. El mandato para reconstruir la ciudad de Jerusalén fue promulgado en el mes de Nisán del año 445 A.C. Éste sería, entonces, el punto de partida.

Las primeras siete semanas de cuarenta y nueve años nos llevan al año 397 A.C. y al libro de Malaquías, al final del Antiguo Testamento. Éstos fueron los "tiempos angustiosos" mencionados en este versículo 25, tiempos de los que fueron testigos Nehemías y Malaquías.

Después, en esta división natural, vienen las sesenta y dos semanas, o los 434 años, que nos llevan al tiempo del Mesías. Algunos han efectuado ciertos cálculos que muestran que desde el primero del mes de Nisán al 10 de Nisán (6 de Abril) del año 32 D.C., habría un período de 483 años (equivalente a sesenta y nueve sietes o semanas de años). En ese mismo día Jesús entró en Jerusalén, ofreciéndose por primera vez, pública y oficialmente como el Mesías.

Después de las sesenta y nueve semanas, o de los 483 años, el profesor McGee cree que hay una pausa de tiempo y, de esa manera, entre la semana 69 y la 70 ocurrieron dos eventos de máxima importancia.

1. El Mesías será muerto. Ésta fue la crucifixión de Cristo, el gran misterio y la verdad del Evangelio. Dijo Mateo en su capítulo 16:21, "21Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho a manos de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas, y ser muerto, y resucitar al tercer día". Y complementando el mensaje del evangelio dijo Juan en su capítulo 3 versículo 15: "15para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna".

2. El segundo evento de gran importancia fue la destrucción de Jerusalén, que tuvo lugar en el año 70 D.C. El general romano Tito fue el instrumento.

Siguiendo siempre el esquema del profesor McGee, la semana final, la semana setenta, un período de siete años, se proyecta hacia el futuro y no sigue cronológicamente a las otras sesenta y nueve. El intervalo entre la semana sesenta y nueve y la setenta es la época de la gracia, desconocida para los profetas (ver Efesios 3:1-12, y 1 Pedro 1:10-12). Así que la semana setenta es escatológica el período de tiempo final de esta profecía y aún no se ha cumplido.

El "príncipe" aquí mencionado es romano; es el "cuerno pequeño" de Daniel 7; y es la bestia de Apocalipsis 13. Después de que la iglesia sea removida de la tierra, él hará un pacto con Israel. Israel lo aceptará como su Mesías, pero en la mitad de esta semana de años, él romperá su pacto colocando una imagen en el templo (Apocalipsis 13). Ésta será la llamada "abominación desoladora", o el horrible sacrilegio, citado en Mateo 24:15 y haciendo referencia a Daniel, lo que Israel pensó que iba a ser un milenio se convertirá en la Gran Tribulación (Mateo 24:15-26). Sólo la venida de Cristo podrá concluir ese período terrible (Mateo 24:27-31).

Estimado oyente, usted y yo estamos viviendo en la época en que la gracia salvadora de Dios se expresa en el mensaje de las buenas noticias del Evangelio. Y la semana setenta de Daniel, la Gran Tribulación, como el Señor Jesús la llamó, todavía debe tener lugar en el futuro.

Y así, amigo oyente, concluimos nuestro estudio de este capítulo 9 de Daniel. Sería una buena sugerencia que usted vuelva a leer esta parte que hemos estudiado hoy y si surge alguna pregunta con respecto a otros puntos de vista de la profecía, póngase en contacto con nosotros. Dios mediante, en nuestro siguiente programa, entraremos a estudiar el capítulo 10 de Daniel, y esperamos contar con su compañía en este viaje a través de los importantes pasajes de la profecía del Antiguo Testamento.

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