Estudio bíblico: El nacimiento más esperado - Mateo 1:1-17
¿Cuál es el significado de la Navidad? El nacimiento más esperado - (Mateo 1:1-17)
Introducción
En muchos países el 25 de diciembre es un día festivo en el que millones de personas celebran el nacimiento de Jesucristo en Belén hace dos mil años. Bueno, al menos esto es la teoría, porque en la práctica, ¿cuáles son las ideas que realmente vienen a nuestras mentes cuando pensamos en la Navidad? Si somos honestos, para la mayoría de las personas, la Navidad evoca pensamientos que poco o nada tienen que ver con el nacimiento de Jesús.
En esos días muchas de nuestras ciudades se preparan colocando llamativos alumbrados en sus calles más concurridas, mientras que las familias hacen sus compras para el gran banquete en el que se degustarán los platos típicos de la Navidad. En las calles y casas no dejan de sonar los villancicos al tiempo que muchos adornan sus árboles de Navidad y preparan sus belenes. Los centros comerciales ponen en marcha sus campañas de Navidad para atraer a los compradores que buscan regalos para sus familiares y amigos. Por supuesto, no faltarán muchas personas disfrazadas de Papá Noel animando a comprar o recibiendo las listas de peticiones de los niños. En España, seremos bombardeados con los anuncios de la Lotería Nacional que nos recuerdan los sorteos de Navidad. Y curiosamente, los vecinos y compañeros de trabajo, que normalmente nunca nos saludan, esos días nos felicitarán la Navidad muy sonrientes. También recibiremos montones de correos con tarjetas navideñas de felicitación decoradas con muñecos de nieve, árboles de Navidad o las siluetas de los magos de oriente viajando en sus camellos. En la televisión podremos ver programas especiales de Navidad; quizás algún concierto, programas de humor, musicales o espectáculos variados con los rostros más conocidos de la televisión.
Ahora bien, ¿realmente se hace todo esto en honor de Cristo? Lo cierto es que no. Todo indica que se trata de una fiesta más en la que se da culto al materialismo. Y aunque se habla del "espíritu navideño" que busca solidarizarse con los más necesitados, la verdad es que la mayoría sólo piensa en la diversión, los regalos, la comida y la bebida. Son muchos a los que le da lo mismo qué es lo que se celebra; no les importa si se trata de una fiesta de origen religioso como la Navidad o la Semana Santa, o una fiesta pagana como el Carnaval o Halloween. Ellos quieren divertirse y no quieren pensar en nada más. Y en medio de todo esto, el gran ignorado es el Señor Jesucristo. De hecho, no hay duda de que si hay algún personaje central en la Navidad, ese es Santa Claus.
Es verdad que algunos hablan de conservar ciertas tradiciones navideñas, pero piensan en cosas que no guardan relación con lo que la Biblia nos enseña acerca de la Navidad: árboles de navidad, adornos especiales, regalos para cada miembro de la familia, comidas, bebidas y dulces típicos de navidad, calcetines colgados en la chimenea, los bastones de caramelo, tarjetas navideñas, cartas a Papá Noel, besos debajo del muérdago... De hecho, para entender lo que realmente significa la Navidad, tendremos que hacer un serio esfuerzo para desprendernos de muchas de estas tradiciones no bíblicas que se han ido acumulando a lo largo de los siglos y así poder volver a mirar con sencillez los relatos de los evangelios que nos recuerdan el Nacimiento del Señor Jesucristo. Esto nos debería llevar a un tiempo de reflexión para pensar seriamente en lo que Dios ha estado dispuesto a hacer por nosotros, y aun más, a rendirnos a él en adoración por todo ello.
El nacimiento más esperado
Como ya hemos señalado, en la Navidad se conmemora el nacimiento de Jesús el Cristo. Esto era algo que las Sagradas Escrituras habían anunciado en cada una de sus páginas y que el pueblo de Israel había estado esperando durante siglos. Pero, ¿qué era lo que realmente esperaban de él?
Esta es una pregunta muy importante, y Mateo, uno de los evangelistas que nos ha transmitido la historia de la Navidad tal como ocurrió hace dos mil años, comienza su evangelio explicando la razón de la venida del Mesías. Veamos lo que dice:
(Mt 1:1) "Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham."
Quizás a nosotros esto no nos diga mucho, pero para un judío versado en el Antiguo Testamento, estas pocas palabras tenían grandes implicaciones. Veamos cuáles.
1. Un nuevo comienzo para la humanidad - "Libro de la genealogía"
Mateo comienza su evangelio con una frase un tanto curiosa: "Libro de la genealogía". Esta es la misma frase que también encontramos al comienzo del libro de Génesis cuando nos habla acerca de la descendencia de Adán (Gn 5:1). En aquel momento se trataba del origen de la raza humana bajo la maldición del pecado, pero ahora, el evangelista tiene la clara intención de hacernos ver que en Jesús hay un nuevo comienzo para la humanidad. El iba a ser el comienzo de una nueva raza de hombres libres de las consecuencias del pecado. Si Adán había engendrado "hijos a su semejanza, conforme a su imagen" (Gn 5:3), del mismo modo, Cristo es el postrer Adán que engendrará hijos a su semejanza (Ro 5:17-19) (1 Co 15:45). Cómo lo iba a conseguir es el tema del evangelio, pero aquí ya tenemos un anuncio anticipado.
2. Una bendición para toda la humanidad - "Hijo de Abraham"
Otro detalle importante es que el Mesías nacería de la simiente de Abraham. De hecho, él vendría a cumplir las promesas que Dios había hecho al patriarca.
Con Abraham había comenzado lo que podríamos llamar "la historia de la promesa". Tras la dispersión de la humanidad después de la construcción de la torre de Babel, Dios llamó a Abraham para que dejara su familia y su cultura a fin de establecer a partir de él un nuevo pueblo, la nación de Israel. Este nuevo pueblo se debía caracterizar por su inconformismo con los valores de la sociedad en la que vivían. Abraham fue el primero de todos ellos, obedeciendo al llamamiento de Dios y convirtiéndose en un peregrino que miraba hacia el futuro esperando la bendición de Dios. Esta bendición se refería en primer término a su descendencia y la posesión de la tierra prometida. Pero sin duda, la promesa de Dios iba mucho más allá. Abraham lo tuvo claro y esperaba algo más que algunas bendiciones terrenales. Él no pensaba en establecer en este mundo una ciudad o civilización como las que ya había, sino que "esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios" (He 11:10). Abraham fue un hombre que no se conformaba con el presente sino que miraba hacia el futuro. Con razón ha sido llamado el "padre de la fe", porque su ejemplo inspiró y sigue inspirando a millones de personas en todo el mundo. Pero no sólo eso, Dios le hizo una promesa que traspasaría todos los límites de lo temporal, terrenal o racial. Dios le dijo: "En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra" (Gn 22:18).
Ahora bien, aquí había un problema, porque Sara, su mujer, era estéril y no podía tener hijos (Gn 11:30). Además, el tiempo iba pasando y se hicieron viejos, al punto en que a Sara le había "cesado la costumbre de las mujeres" (Gn 18:11). En ese momento ambos empezaron a ponerse nerviosos e idearon una solución humana: Sara le daría a Abraham su sierva Agar para que tuviera con ella el hijo que esperaban. Hoy diríamos que buscaron un vientre de alquiler. Pero Abraham tenía que aprender una lección fundamental: si Dios había permitido la esterilidad de su mujer o que llegara a hacerse vieja, es porque quería dejar claro más allá de toda duda que el nacimiento del hijo de la promesa sería una obra divina, no humana.
Finalmente Dios intervino, y contra todo pronóstico, Sara tuvo a Isaac en su vejez. Antes de eso Abraham había tenido a Ismael, el hijo de Agar, y después de que Sara muriera, Abraham tomó a Cetura con la que tuvo otros seis hijos (Gn 25:1-2). Pero la bendición de Dios sólo vendría por medio del "hijo de la promesa", es decir, por Isaac. Aunque en realidad, no sería exactamente por Isaac, sino por un descendiente suyo.
Este descendiente sería el Cristo, tal como claramente explicó el apóstol Pablo:
(Ga 3:16) "Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo."
Así pues, desde aquel momento los judíos habían estado esperado al descendiente de Abraham e Isaac en el que se haría efectiva la bendición de Dios a todas las naciones.
En cuanto a esta promesa de bendición universal para todas las naciones, es importante subrayar que abarcaba muchísimo más que las limitadas promesas que Abraham recibió de una descendencia terrenal o la posesión de cierto territorio nacional. Es interesante leer con atención Gálatas 3 donde Pablo desarrolla este tema para darnos cuenta que esta bendición implica la justificación de nuestros pecados por medio la fe, la liberación de la maldición de la ley, recibir la promesa del Espíritu Santo y ser hechos herederos del mundo.
Que en la simiente de Abraham habría bendición para todas las naciones se cumplió en Cristo. Notemos que al despedirse de este mundo mandó a sus discípulos que predicaran las buenas noticias de la cruz y la resurrección a "todas las naciones" (Mt 28:16-20).
3. El Rey esperado - "Hijo de David"
Como veremos un poco más adelante, toda la estructura de la genealogía que presenta Mateo viene determinada por la figura del rey David. Esto era lógico, puesto que como antes a Abraham, a David también Dios le había hecho promesas que nunca hizo a nadie más. ¿Cuáles eran estas promesas? Las podemos leer en:
(2 S 7:8-16) "Ahora, pues, dirás así a mi siervo David: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Yo te tomé del redil, de detrás de las ovejas, para que fueses príncipe sobre mi pueblo, sobre Israel; y he estado contigo en todo cuanto has andado, y delante de ti he destruido a todos tus enemigos, y te he dado nombre grande, como el nombre de los grandes que hay en la tierra. Además, yo fijaré lugar a mi pueblo Israel y lo plantaré, para que habite en su lugar y nunca más sea removido, ni los inicuos le aflijan más, como al principio, desde el día en que puse jueces sobre mi pueblo Israel; y a ti te daré descanso de todos tus enemigos. Asimismo Jehová te hace saber que él te hará casa. Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. El edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino. Yo le seré a él padre, y él me será a mí hijo. Y si él hiciere mal, yo le castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres; pero mi misericordia no se apartará de él como la aparté de Saúl, al cual quité de delante de ti. Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente."
Se trata de una promesa muy importante y por eso se repite varias veces en otras partes de las Escrituras (Sal 89) (1 Cr 17:1-27). Como vemos, Dios se comprometió a levantar a David un descendiente y a afirmar su trono por toda la eternidad.
Desgraciadamente, debido a la maldad de muchos de los descendientes de David, Dios los entregó en manos de diversas potencias gentiles que los oprimieron. Desde hacía seis siglos ningún descendiente legítimo del rey David se había sentado en el trono de Israel. De hecho, en el momento en que el Señor Jesucristo nació en Belén, el pueblo judío se encontraba bajo la dominación del Imperio Romano. Podemos imaginarnos el anhelo con el que aquellos israelitas estarían esperando la llegada del hijo prometido a David.
Por esta razón, cuando Jesús comenzó su ministerio público, la gente empezó a preguntarse: "¿Será éste aquel hijo de David?" (Mt 12:23). Otros, en cambio, fueron mucho más lejos y directamente le reconocieron como el "hijo de David" (Mt 15:22) (Mt 20:30) (Mt 21:9).
Ahora bien, podemos entender el entusiasmo que el Señor Jesucristo despertaba entre las multitudes, y que muchos de ellos lo identificaran como el hijo de David tan esperado, pero, ¿era Jesús realmente el Cristo, el Mesías? Evidentemente Mateo cree que sí, y de hecho, como hemos leído, se refiere a él como "Jesucristo", lo que unifica su nombre, "Jesús" con el título de "Cristo". Pero como decimos, es fácil hacer afirmaciones de este tipo, pero otra cosa muy diferente es demostrarlo. Eso es lo que Mateo va a hacer a continuación.
Las credenciales del Rey
En los dos primeros capítulos de su evangelio Mateo va a demostrar que Jesús cumplió al pie de la letra todo lo que los profetas del Antiguo Testamento habían dicho acerca de su nacimiento. Esto incluía que había de ser del linaje de Abraham y de David, también que nacería de una virgen (Mt 1:23) (Is 7:14), y que lo haría en el pueblo de Belén (Mt 2:6) (Mi 5:2).
Sabemos que en aquellos días había muchos que pretendían ser el Mesías. Eran personas con cierto carisma que lograban influir con facilidad en aquella gente desencantada con la situación, pero el auténtico Mesías tenía que cumplir determinados requisitos que estaban fuera del control de cualquier hombre, como el linaje del que provendría, la forma en la que nacería y hasta el lugar en que lo haría. Estos son detalles que ninguno de nosotros hemos podido controlar al nacer en este mundo.
Es cierto que en aquellos días de opresión, los judíos estaban impacientes esperando la llegada de su Mesías y se mostraban dispuestos a aceptar a cualquiera que les propusiera librarles del odiado yugo romano, pero si no querían ser defraudados, deberían esperar al auténtico Mesías de Dios. Y para identificarlo correctamente tendrían que asegurarse de que cumplía con todos aquellos requisitos que las Escrituras habían dicho sobre él.
Mateo era un hombre serio y no estaba dispuesto a seguir al primero que se presentara pretendiendo ser el Mesías, como de hecho hacían muchos de sus contemporáneos judíos (Hch 5:36-37). Así que, si él había llegado a la conclusión de que Jesús era el Mesías esperado, era porque antes había comprobado sus credenciales y éstas le habían convencido plenamente.
A continuación nos va a demostrar que el nacimiento de Jesús fue el resultado de preparativos divinos únicos en la historia.
La genealogía de Jesucristo
(Mt 1:2-17) "Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob, y Jacob a Judá y a sus hermanos. Judá engendró de Tamar a Fares y Zara, Fares a Esrom, y Esrom a Aram. Aram engendró a Aminadab, Aminadad a Naasón, y Naasón a Salmón. Salmón engendró de Rahab a Booz, Booz engendró de Rut a Obed, y Obed a Isaí. Isaí engendró al rey David, y el rey David engendró a Salomón de la que fue mujer de Urías. Salomón engendró a Roboam, Roboam a Abías, y Abías a Asa. Asa engendró a Josafat, Josafat a Joram, y Joram a Uzías. Uzías engendró a Jotam, Jotam a Acaz, y Acaz a Ezequías. Ezequías engendró a Manasés, Manasés a Amón, y Amón a Josías. Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, en el tiempo de la deportación a Babilonia. Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, y Salatiel a Zorobabel. Zorobabel engendró a Abiud, Abiud a Eliaquim, y Eliaquim a Azor. Azor engendró a Sadoc, Sadoc a Aquim y Aquim a Eliud. Eliud engendró a Eleazar, Eleazar a Matán, Matán a Jacob; y Jacob engendró a José, marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo. De manera que todas las generaciones desde Abraham hasta David son catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce."
1. La importancia de la genealogía
Seguramente el hecho de que Mateo comience su evangelio con una genealogía puede causar cierta decepción a algunas personas que preferirían otros asuntos de mayor interés. Por eso no faltan aquellos lectores de la Biblia que cuando se tropiezan con una genealogía la pasan por alto porque para ellos carecen de todo interés.
Pero tanto para el Espíritu Santo que inspiró esta porción, así como para Mateo que la escribió, la inclusión de esta genealogía era sumamente importante. Y esto era así porque ese era el punto por el que había que comenzar a demostrar que Jesús era realmente el Mesías prometido.
Los judíos lo entendían bien. Por ejemplo, después de que muchos de ellos regresaran de la cautividad en Babilonia y lograran establecer nuevamente los servicios en el templo, algunos sacerdotes fueron excluidos de sus ministerios porque no pudieron acreditar adecuadamente por medio de los registros genealógicos que fueran descendientes de Leví (Neh 7:63-65) (Esd 2:59). Esto era algo normal. Nosotros mismos procedemos de la misma manera cuando se trata de recibir una herencia o demostrar ciertos títulos. Así pues, si este era un requisito razonable para reconocer a los sacerdotes en el templo, con mucha mayor razón sería necesario para alguien que pretendía ser el Mesías de Israel.
Por lo tanto, esta genealogía confirma que Jesús era verdaderamente hijo de David y que tenía el derecho legítimo para reclamar el trono de Israel.
2. La estructura de la genealogía
Mateo presenta la genealogía de Jesús en tres grandes grupos, y en cada uno de ellos incluye catorce nombres. Es verdad que al hacerlo de este modo omite conscientemente algunos nombres, puesto que su propósito principal es demostrar la relación genealógica de Jesús con David y Abraham.
Por otro lado, al crear esta estructura simétrica en tres columnas, esto le permite resaltar otros detalles. Por ejemplo, le sirve para caracterizar tres grandes épocas en la historia de Israel: De Abraham a David, de David al exilio en Babilonia y del exilio a Cristo.
Como ya hemos señalado, Abraham y David fueron los receptores claves de las promesas de Dios, mientras que la cautividad en Babilonia evidenció la incapacidad de Israel para recibir las bendiciones de tales promesas. Jesucristo se presenta entonces como aquel por medio del cual se cumplen dichas promesas. Por lo tanto, su división en grupos sirve para presentar a Jesús como la culminación de la historia de Israel. Él es el legítimo heredero de este mundo.
No cabe ninguna duda de que el camino desde Abraham hasta Jesús había sido muy largo. Además, había estado lleno de fracasos. Por ejemplo, Abraham encabeza la lista de los patriarcas que más tarde fueron sustituidos por los jueces. Estos llevaron a la nación a uno de sus momentos más oscuros, tal como claramente revela el libro de Jueces. Luego Dios estableció la monarquía en Israel, y aunque hubo varios reyes que tuvieron auténtico temor de Dios y que llevaron a la nación a disfrutar algunas etapas de verdadera prosperidad, lo cierto es que la mayoría de ellos fueron rebeldes, y Dios finalmente tuvo que juzgarles y enviarlos al exilio en Babilonia. Este fue un período de vergüenza y decadencia para la nación. A partir de ahí ya no volvió a sentarse en el trono de Israel ninguno de los descendientes de David. Y la última sección cubre un período de varios siglos en los que Israel estuvo bajo la dominación de potencias extranjeras (exceptuando el breve lapso de la independencia macabea). Vemos entonces que ninguna de las formas de gobierno por las que había pasado Israel lograron llevarle a disfrutar la paz y prosperidad esperadas. La pregunta, por lo tanto, sería si el Mesías lograría hacer algo diferente.
3. Falta uno
Si alguna persona se fija con detalle en la genealogía, observará que falta un nombre: tres columnas de catorce nombres debería dar un total de cuarenta y dos, pero sólo hay cuarenta y uno. ¿Por qué?
La respuesta más sencilla, y en la que seguramente estaba pensando Mateo, sería incluir dos veces a Jeconías (también conocido como Conías o Joaquín), una al final de la segunda columna como el último rey de la dinastía de David que se sentó en el trono, y otra vez al comienzo de la tercera columna como el primero de una larga lista de cautivos.
Su caso no deja de ser sorprendente, porque después de más de treinta años en la cárcel de Babilonia, Jeconías fue puesto en libertad por Evil Merodac, rey de Babilonia, quien le dio honores reales y le restituyó a su dignidad. En cierto sentido, Jeconías había desaparecido y todos se habían olvidado de él cuando Dios intervino para restaurarlo. Es como si hubiera resucitado. Aquella línea genealógica que parecía cortada, vuelve a revivir trayendo nuevamente esperanza. Y aquel hombre "privado de descendencia", es un nuevo hombre que tiene muchos hijos (1 Cr 3:17-18), aunque ninguno de ellos llegó a sentarse en el trono, tal como había anunciado Jeremías (Jer 22:30).
En realidad, con Jeconías ocurrió algo similar a lo que iba a tener lugar con Cristo. Él fue cortado prematuramente por medio de la muerte, pero resucitó para tener la descendencia más grande que se puede imaginar.
4. "Fue contado con los pecadores" (Is 53:12)
Un detalle poco común en las genealogías judías era la incorporación de mujeres, y para nuestra sorpresa, Mateo incluye cuatro en los primeros versículos: Tamar, Rahab, Rut, Betsabé.
Estas adicciones hechas por el evangelista son realmente significativas. Rápidamente notamos que en ningún caso se trataba de alguna de las mujeres piadosas de Israel, que las había, como Sara, Rebeca o Raquel. Por el contrario, escoge a cuatro mujeres de las que en principio ningún israelita se gloriaría. Por ejemplo, Rahab y Rut eran gentiles; Tamar se hizo pasar por una prostituta a fin de tener relaciones sexuales con su suegro Judá y conseguir un descendiente de él (Gn 38:11-26); y Betsabé nos recuerda el adulterio de David y su posterior homicidio.
Por supuesto, no queremos decir que las únicas personas pecadoras en esa lista eran mujeres, porque ya antes hemos señalado el carácter impío de muchos de los reyes de Israel. Pero lo cierto es que si nosotros estuviéramos escribiendo la genealogía de nuestra familia intentaríamos evitar incluir ciertos detalles escabrosos. Pero Mateo no lo hace, de hecho, hace todo lo contrario. ¿Por qué?
Porque las historias que hay detrás de esos nombres arrojan luz sobre la misión del Mesías como Salvador. Aunque los judíos sólo pensaban en él en términos políticos, como alguien que los libraría del dominio de sus enemigos, la verdad es que antes de eso él había de ser su Salvador. De otro modo, su reino fracasaría como ya habían fracasado todas las formas de gobierno a las que habían estado sujetos anteriormente.
Por otro lado, Mateo quería dejar claro que el Mesías no iba a ser únicamente el Salvador de los judíos, sino también de los gentiles, de los cuales Rahab y Rut eran dos excelentes ejemplos. Y tampoco había venido a buscar a los justos, sino a los pecadores, identificándose con ellos hasta el punto de que vino a nacer en un linaje impregnado de pecado. Y por supuesto, si incluyó pecadores y gentiles entre sus ascendientes, también los incluirá entre sus descendientes.
Los judíos se vanagloriaban de que eran descendientes de Abraham, como si eso fuera en sí mismo un mérito suficiente para ser salvos. Pero esta genealogía deshace toda confianza que ellos pudieran tener en la carne. Su salvación tendría que venir necesariamente del cielo y ser recibida únicamente por la gracia.
Y por otro lado, quedaba igualmente claro que la gloria que el Señor Jesucristo tenía no podía venir de sus padres terrenales, sino de una relación única y especial con su Padre Dios.
5. "José, marido de María"
Otro detalle interesante lo encontramos en el versículo 16. Allí el escritor cambia deliberadamente la estructura que había seguido hasta ese momento y en lugar de decir que "José engendró a Jesús", dice "José, marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo".
De este modo da a entender el nacimiento virginal de Jesús y coloca a José como su padre adoptivo, pero no como su progenitor biológico. No obstante, de este modo quedaba establecido el derecho de Jesús al trono de David.
Conclusiones y reflexiones
A pesar del fracaso de Israel, Dios mantuvo siempre sus promesas y cuando llegó el momento envió al Mesías, tal como dice Pablo:
(Ga 4:4) "Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley"
Mateo lo presenta como el Salvador de los pecadores, pero aún más como el Rey supremo. Y aunque nos resulta relativamente fácil reconocer que necesitamos que nos salve de nuestros pecados, una de las necesidades más importantes que tiene el ser humano es la de un rey que gobierne su vida. Y en este sentido, no ha habido, ni habrá nunca ningún gobierno humano que realice plenamente nuestras aspiraciones de justicia, orden y paz. Dios ha provisto en Jesucristo su Hijo el Rey que necesitamos. Lo irónico es que esa misma gente que celebra con tanto entusiasmo la Navidad no quieren aceptarlo como el rey de sus vidas.
Comentarios
Germán Vélez (Puerto Rico) (28/11/2021)
Excelente estudio y claramente explicado. Que el Señor los continúe usando.
Juan Pablo González Mendoza (México) (05/12/2019)
Excelente estudio Hno Luis de Miguel, muchas gracias. Dios le siga dando de Su Sabiduría. Dios lo Bendiga.
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