Estudio bíblico: Jesús y la tradición - Marcos 7:1-13
Jesús y la tradición - Marcos 7:1-13
(Mr 7:1-13) "Se juntaron a Jesús los fariseos, y algunos de los escribas, que habían venido de Jerusalén; los cuales, viendo a algunos de los discípulos de Jesús comer pan con manos inmundas, esto es, no lavadas, los condenaban. Porque los fariseos y todos los judíos, aferrándose a la tradición de los ancianos, si muchas veces no se lavan las manos, no comen. Y volviendo de la plaza, si no se lavan, no comen. Y otras muchas cosas hay que tomaron para guardar, como los lavamientos de los vasos de beber, y de los jarros, y de los utensilios de metal, y de los lechos. Le preguntaron, pues, los fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen pan con manos inmundas? Respondiendo él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres. Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: los lavamientos de los jarros y de los vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes. Les decía también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición. Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente. Pero vosotros decís: Basta que diga un hombre al padre o a la madre: Es Corbán (que quiere decir, mi ofrenda a Dios) todo aquello con que pudiera ayudarte, y no le dejáis hacer más por su padre o por su madre, invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que habéis transmitido. Y muchas cosas hacéis semejantes a estas."
Introducción
Marcos nos presenta un fuerte contraste entre el ministerio de Jesús, que manifestaba su amor sanando a los enfermos de toda la región de Genesaret, y la labor de los escribas y fariseos, que apoyándose en sus tradiciones, intentaban desprestigiar y obstaculizar la obra que Jesús estaba llevando a cabo.
Esto dio lugar a una nueva discusión entre el Señor y los fariseos, teniendo como centro el tema de la tradición. La cuestión tiene una importancia vital, y el pasaje que estudiamos nos ayudará a entender el lugar que debe ocupar la tradición frente a la Palabra escrita de Dios, y si tiene que ser considerada como regla de fe y de práctica.
Hay que añadir, que las divergencias que había entre Jesús y los fariseos en cuanto a la fuente de la verdadera autoridad, son las mismas que en la actualidad existen entre los evangélicos y los católicos.
"Los fariseos y los escribas venidos de Jerusalén"
El éxito de la misión de los Doce, juntamente con el entusiasmo que produjeron en las multitudes las grandes obras del Señor, alarmaron a los dirigentes judíos en Jerusalén, hasta el punto de mandar otra comisión a la provincia de Galilea con el fin de hacer otro intento de obstaculizar su ministerio.
Resulta triste considerar que aquellos religiosos hicieran un viaje tan largo sólo con la finalidad de estorbar al Señor, justo en un momento cuando él se encontraba tan ocupado atendiendo a las personas necesitadas. Pero como veremos a lo largo del estudio, a ellos no les interesaba ni lo que predicaba Jesús, ni tampoco el bien de las personas, su única preocupación era la de mantener una serie de normas externas dentro de su religión.
"¿Por qué comen pan con manos inmundas?"
Tal vez, de los panes que habían sobrado de la multiplicación milagrosa que Jesús había hecho (Mr 6:43), los discípulos habían llevado alguna cesta en la barca, y ahora en medio del ajetreo que les caracterizaba en aquellos días, echaron mano a alguno de aquellos pedazos para comérselo. Este detalle fue visto por los fariseos y escribas venidos de Jerusalén, e inmediatamente comenzaron a condenarles. Pero, ¿qué había de malo en todo ello?
Marcos nos tiene que explicar en este punto las costumbres de los judíos relativas a los lavamientos ceremoniales, para que tanto nosotros, como sus primeros lectores gentiles, podamos entender el significado de este incidente.
El problema no tenía nada que ver con la higiene, sino con una cuestión de ceremonias religiosas. Sin embargo, aquí es necesario hacer algunas aclaraciones:
Es cierto que, bajo la ley de Moisés, había algunos casos que requerían de ciertos lavamientos o abluciones (He 9:10), pero los judíos habían añadido por su cuenta otros muchos y los imponían como igualmente obligatorios, como si de preceptos divinos se trataran. Esto era lo que se conocía como la "tradición de los ancianos".
Además, en su afán por cumplir minuciosamente con estos lavamientos externos, habían olvidado el verdadero propósito con el que Dios había dado aquellas leyes ceremoniales, que no era otro que el de simbolizar la necesidad de una limpieza interna.
En los tiempos de Jesús, los judíos habían endurecido hasta tal punto la exigencia de una obediencia inflexible y escrupulosa a estas tradiciones, que se había convertido en un distintivo del judío piadoso. Por esta razón, cuando vieron que los discípulos estaban comiendo el pan sin haberse lavado las manos de la forma concreta que ellos habían establecido, comenzaron a condenarlos.
Los eruditos nos dicen que la forma correcta de lavarse las manos conforme a esta tradición era de la siguiente manera: tenían que extender las manos, con las palmas hacia arriba, las manos ligeramente ahuecadas derramando agua sobre ellas. Luego se usaba el puño de una de ellas para lavar la otra y luego el otro puño para lavar la primera mano. Finalmente debían extenderse de nuevo las manos, con las palmas hacia abajo, echando agua sobre ellas una segunda vez para limpiar el agua sucia con la que se habían lavado las manos contaminadas. Solo entonces estarían las manos de la persona ceremonialmente limpias. Puede que no estuviesen ni siquiera limpias desde el punto de vista higiénico, pero lo estarían desde el ceremonial. Es decir, habría sido considerada aceptable a Dios, habiendo prestado una estricta atención al ritual de limpieza prescrito y pudiendo así comer de manera apropiada.
Estas tradiciones estaban tremendamente arraigadas entre el pueblo. Por ejemplo, nos ha llegado la historia de un rabino que fue encarcelado por los romanos y que el agua que le daban para beber, la empleaba para lavarse las manos de este modo antes de comer, llegando a estar a punto de morir de sed.
Podemos suponer, por lo tanto, que cuando los fariseos vieron a los discípulos comer sin haberse lavado ceremonialmente, vieron la ocasión ideal para enfrentarse con Jesús, estando convencidos de que inmediatamente recibirían el apoyo del pueblo.
Desgraciadamente el espíritu religioso es así: No les importaba si el pueblo tenía qué comer, sólo si se habían lavado las manos como ellos decían antes de comer. No prestaban atención al milagro de la multiplicación de los panes que Jesús había hecho, sólo les interesaban sus normas religiosas externas. Tampoco querían considerar el impactante ministerio de sanidad que Jesús estaba llevando a cabo en toda la región, y se defendían de las exigencias del amor escondiéndose detrás de sus vacías tradiciones religiosas. Para ellos, el más santo de los hombres era aquel que prestara atención más rígida a esas prácticas meramente externas y de invención humana. Eran devotos del ritualismo vacío, como si éste les pudiera salvar.
El Señor percibió con claridad qué su religiosidad y aparente piedad les servían para esconder un corazón malo y perverso. Aunque quisieran hacer creer que su deseo era honrar a Dios por medio de sus lavamientos, en realidad, lo que manifestaban era su orgullo humano por ser parte de un pueblo especial y su desprecio total a los gentiles y los pecadores, con los que no querían tener ningún tipo de relación, de ahí sus continuos lavamientos al volver de la plaza, por si algo que ellos hubieran tocado había estado en contacto con un gentil.
Su insistencia en cumplir con estos rituales se debía fundamentalmente a que querían ganar mérito delante de Dios y así conseguir su salvación. Y aunque al llevar a cabo sus rituales de lavamiento parecían muy humildes, lo que pretendían en realidad, era impresionar a los hombres con su tremenda religiosidad.
"La tradición de los ancianos"
Según los rabinos, Moisés no sólo había dado a los ancianos de Israel la ley escrita, sino que también les dio otros preceptos de forma oral, y que ellos transmitieron del mismo modo a las generaciones posteriores. Por lo tanto, los fariseos tenían dos revelaciones divinas: la ley escrita y la tradición oral, ambas importantes y autorizadas.
Pero en realidad, la tradición oral no tuvo su origen en el tiempo de Moisés, sino que esto fue una invención de los fariseos con el fin de subrayar su valor, puesto que realmente estas tradiciones orales comenzaron después del regreso de los judíos del cautiverio babilónico, cuando el escriba Esdras, y otros después de él, procuraron instruir al pueblo en la correcta aplicación de la ley de Dios en las variadas circunstancias de la vida.
Y aunque el propósito original había sido bueno, las interpretaciones de la ley se multiplicaron de forma interminable, surgiendo incluso escuelas rabínicas opuestas. Finalmente, todas estas tradiciones orales, llegaron a interponerse entre el pueblo y la verdad divina revelada en la Palabra. Como dijo Jesús, estas tradiciones humanas, lejos de trasmitir vida espiritual, sólo servían para atar cargas pesadas a los hombres (Lc 11:46).
1. ¿Cómo habían llegado a ese punto?
El primer paso consistió en agregar a las Escrituras sus tradiciones como suplementos útiles.
El segundo, colocarlas a la misma altura de la Palabra de Dios y darles la misma autoridad.
Y el último, fue honrarlas más que a las Escrituras y hacer descender a éstas de su legítimo puesto.
2. La fuente de la autoridad
La controversia que ahora vamos a considerar entre Jesús y los fariseos, tuvo que ver con la fuente de la autoridad. Y veremos que mientras que Jesús sólo aceptaba las Escrituras, los fariseos ponían todo su énfasis en sus tradiciones.
La cuestión sigue siendo fundamental también para nosotros. ¿Qué autoridad aceptamos? ¿En base a qué autoridad aceptamos ciertas doctrinas y repudiamos otras? ¿Hay algún árbitro independiente que ponga fin a la controversia? ¿Son las Escrituras la única autoridad? ¿Puede una iglesia complementar las Escrituras con la autoridad de las tradiciones? Las diferentes respuestas que a lo largo de la historia se han dado a estas preguntas, han dividido a la llamada "cristiandad" de forma radical hasta nuestros días.
3. ¿Qué relación hay entre la tradición y las Escrituras?
"Tradición" significa sencillamente lo que una generación transmite a la otra (Mr 7:13). Si lo que una generación transmite es sólo la Biblia, entonces las palabras "Escrituras" y "tradición" serían sinónimas y no habría problema alguno.
Pero la cuestión es más compleja que esto, ya que cada generación ha procurado entender y aplicar mejor las Escrituras y por lo tanto, ha entregado a la generación posterior tanto las Escrituras como la interpretación de las mismas, es decir, su propia tradición. Por lo tanto, si no sabemos diferenciar entre una y otra, pronto podemos encontrarnos en la misma posición que los fariseos de los tiempos de Jesús.
En este sentido, debemos recordar que la iglesia primitiva aprendió a juzgar toda enseñanza por medio de la tradición apostólica escrita, comprobando, como Pablo mismo les había mandado, si estaba de acuerdo con la "enseñanza que recibisteis de nosotros" (2 Ts 3:6).
4. ¿Cuál fue la actitud de Jesús frente a la tradición?
La postura de Jesús fue totalmente clara y se podría resumir en los siguientes puntos:
La autoridad no reside en la tradición sino sólo en las Escrituras, así que se oponía a cualquier enseñanza que estuviera en conflicto con la ley divina.
Por lo tanto, su defensa de la inspiración de toda la Escritura le llevó a censurar duramente tanto a los fariseos, que añadían a la Palabra de Dios, como a los saduceos que le quitaban.
"En vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres"
Los fariseos pretendían adorar a Dios mediante sus complicados rituales, pero Jesús utilizó las palabras que el profeta Isaías había dicho a los judíos de su tiempo para mostrarles que era imposible adorar a Dios en base a las tradiciones (Is 29:13): "Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí, pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres". ¡Qué triste que en siete siglos, a pesar del exilio y todo el sufrimiento del pueblo de Dios, los habitantes de Jerusalén no habían aprendido todavía esto!
El problema seguía siendo el mismo: en lugar de reconocer la Palabra de Dios como su única autoridad en todas las cuestiones de fe y conducta, esquivaban las claras demandas de las Escrituras con sus propias tradiciones humanas. Por lo tanto, su culto a Dios era superficial, de labios, mas no de corazón.
Una adoración que no surge de un auténtico conocimiento de Dios a través de su Palabra no puede ser auténtica adoración. En realidad, lejos de honrar a Dios, su ritualismo sólo servía para que se gloriaran a sí mismos delante de los demás hombres por lo fieles cumplidores que eran de sus propias leyes.
Pero su actitud era realmente peligrosa. Ellos se estaban haciendo dioses, dejando a un lado la Palabra de Dios, para establecer su propia tradición humana. ¡Qué perversidad!
"Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí"
Otra de las grandes diferencias que Jesús puso de manifiesto entre la Escritura y la tradición, es que mientras que la primera apuntaba al interior del hombre, la segunda lo hacía a lo externo.
Por esta razón, los fariseos, en su afán por purificar la vida del pueblo, habían convertido la religión en una hipócrita apariencia de piedad externa. Mostraban tanto cuidado en lavar lo externo, que no les quedaba tiempo para cuidar su interior. Creían que cumpliendo con la forma externa prescrita por los fariseos, se encontrarían justificados ante Dios. Y había llegado a sentirse tan puros ante Dios por sus propios méritos, que se habían vuelto duros hacia los demás y juzgaban a todo aquel que no actuaba como ellos.
En estas condiciones, Dios no podía aceptar su adoración. Habían olvidado algo fundamental; cuando se trata de adorar a Dios, es el corazón lo que él mira principalmente. La cabeza inclinada, la rodilla doblada, el rostro grave, la postura rígida, las respuestas en toda regla, y el amén en toda forma, todas esas cosas no constituyen la verdadera adoración en espíritu que Dios busca (Jn 4:23).
Es evidente que Jesús se sentía profundamente dolido cuando veía cómo los dirigentes estaban desviando la pueblo sencillo de la auténtica verdad de Dios. ¡Cómo no iba a sentirse indignado cuando veía el extremo cuidado con que guardaban los "mandamientos de los hombres" a la vez que descuidaban los verdaderos "mandamientos de Dios"!
Era necesario desenmascarar ante el pueblo la perversidad que se escondía detrás de su apariencia de bondad y ortodoxia, por lo que Jesús se mostró realmente duro: "¡Hipócritas!", les dijo públicamente.
La Escritura es divina, la tradición humana
Por la forma en la que Jesús se refiere a la tradición de los ancianos, podemos ver con claridad que para él era algo puramente humano: "mandamientos de hombres" (Mr 7:7), "tradición de los hombres" (Mr 7:8).
En cuanto al origen de la tradición, los fariseos afirmaban que había sido dada por Moisés, pero Jesús no aceptó este punto, y nuevamente estableció una diferencia entre lo que "Moisés dijo" (Mr 7:10), y lo que "vosotros decís" (Mr 7:11).
A diferencia de la Escritura, la tradición es humana, y por lo tanto, tiene los mismos defectos y errores que cualquier otra obra humana. Dios no podía dejarnos su revelación por un medio tan poco fiable como es el de la tradición oral.
Ya en la época de Jesús había tradiciones rivales entre sí y en contradicción con la propia Escritura, como el mismo Señor señaló a continuación.
Además, la palabra oral es menos duradera y fiable que la palabra escrita, ya que puede cambiar de una generación a otra con toda facilidad.
Y por último, la tradición surge de la interpretación hecha por hombres pecadores, y por lo tanto, poco fiables. El Señor demostrará a continuación cuán perversas, extraviadas y corrompidas podían llegar a ser estas tradiciones humanas.
La Escritura es obligatoria, la tradición optativa
Jesús no rechazó todas las tradiciones humanas ni prohibió a sus discípulos que las guardasen. Simplemente puso las cosas en su debido orden, relegando la tradición a un lugar secundario y optativo, siempre que no fuese contraria a la Escritura.
Esto fue precisamente en lo que fallaron los fariseos, que enseñaban "como doctrinas mandamientos de hombres" (Mr 7:7). Ellos presentaban sus innumerables y minuciosas estipulaciones ceremoniales como si la salvación dependiera de la obediencia total a ellas. Esta fue la razón por la que "condenaban" a los discípulos cuando les vieron comer pan con las manos sin lavar. Y este era su pecado; elevar su tradición al nivel de exigencia divina e imponerla a otros como si fuera Dios mismo quien la hubiera prescrito.
Notemos que Jesús no reprendió a sus discípulos por haber quebrantado la tradición ritual de los fariseos.
En este sentido, todos nosotros observamos ciertas tradiciones, ya sea en la iglesia o en nuestra vida personal. Por ejemplo, todas las iglesias suelen tener un orden más o menos establecido para sus cultos. A nivel personal, tal vez nos hemos impuesto cierta disciplina en cuanto a la oración, la lectura de la Biblia, el ayuno o las ofrendas. Y a raíz de lo que el Señor enseñó acerca de las tradiciones, si no son cosas contrarias a las Escrituras, podemos guardarlas, pero debemos de tener mucho cuidado en tratar de imponérselas a los demás creyentes, y tenemos que estar dispuestos a que otros tengan la opción de rechazarlas.
La Escritura es suprema, la tradición subordinada
Jesús explicó también que cuando una tradición entra en conflicto con la Escritura, debe ser rechazada con firmeza, porque la Escritura es suprema y la tradición debe estar subordinada siempre a ella.
Para demostrar este principio, citó el caso del "Corbán". La palabra "Corbán" quiere decir "dedicado a Dios", y se empleaba cuando un hombre quería dedicar sus bienes a la tesorería del Templo. Pero, por un arreglo con los sacerdotes, podía "dedicar" su dinero o su propiedad al Templo, al mismo tiempo que disfrutaba de ellos durante su vida, dejándolos luego como un "legado" al servicio del Templo. Si se daba el caso de que este hombre, según la santa obligación natural y legal, tuviese el deber de mantener a padres ancianos o enfermos, los mismos sacerdotes le impedían ayudarles con los fondos que eran "Corbán", para no menguar el legado del Templo. Este caso suscitó la justa indignación del Señor, pues por un impío subterfugio, y bajo una apariencia de piedad, se quebrantaba uno de los principales mandamientos de Dios.
Para Jesús el asunto estaba claro. Moisés había dejado un mandamiento y una advertencia precisa: "Honra a tu padre y a tu madre" (Ex 20:12), y "el que maldijere a su padre o a su madre, morirá" (Ex 21:17).
Así que, si la tradición de los fariseos permitía deshonrar a sus padres, Jesús estaría radicalmente en contra de ella. Nuestro deber radica en guardar la Palabra de Dios aunque para hacerlo sea necesario invalidar nuestras tradiciones. Y al mismo tiempo, juzgar cualquier tradición a la luz de las Escrituras, nunca al revés.
Al llegar a este punto, resulta claro que aunque los fariseos presentaban su tradición como una ayuda para entender y aplicar la Ley de Dios, en realidad se oponía a ella en muchos casos. Jesús les dijo que "invalidaban la palabra de Dios con sus tradiciones" (Mr 7:13). La idea era que "anulaban" o "quitaban la autoridad" de la Palabra. Y lo que hacían en cuanto al quinto mandamiento, era su proceder habitual, tal como les dijo Jesús: "y muchas cosas como estas hacéis" (Mr 7:13).
En realidad, la tradición le servía a los fariseos para constituirse en jueces morales, atribuyéndose la facultad de dar permiso en asuntos de conducta respecto a los cuales Dios ya había dejado mandamientos claros. En el caso concreto del "Corbán", ellos "no le dejaban hacer más por su padre o por su madre, invalidando la palabra de Dios con su tradición" (Mr 7:12-13).
Pero también a la gente le gustaban este tipo de tradiciones humanas, porque bajo una falsa apariencia espiritual tenían la oportunidad de cubrir su falta de amor hacia su prójimo. Seguramente, en muchos casos la tradición del Corbán sirvió para vengarse de los padres que habían perdido el cariño de sus hijos.
La iglesia Católica y la tradición
El punto principal de división entre la iglesia Católica y las protestantes o evangélicas radica en la importancia que se confiere a la tradición. Mientras que todas ellas aceptan la inspiración y autoridad divinas de la Biblia, el catolicismo cree que sus tradiciones son tan inspiradas como la misma Escritura.
Igual que los judíos creían que su tradición se remontaba hasta Moisés, la iglesia Católica afirma que la suya fue "recibida por los apóstoles de boca de Cristo mismo, o de los apóstoles, quienes la recibieron directamente del Espíritu Santo". El Concilio de Trento (1546 d.C.) dictaminó que "la Escritura y la tradición han de ser recibidas por la Iglesia con la misma autoridad". Además, el Concilio, "recibe y venera con el mismo afecto de piedad y reverencia", tanto la Escritura como la tradición. El Concilio Vaticano II (1963-1965 d.C.) mostró un nuevo énfasis en el estudio de la Biblia, y aunque durante siglos la iglesia Católica había procurado por todos los medios que los laicos no leyeran las Escrituras, en este punto hubo un cambio importante, lo cual es de agradecer, aunque para ello haya tenido que reconocer un grave error histórico que pone en duda la infalibilidad de la que siempre ha presumido. Pero en lo demás, reafirma la enseñanza de Trento en el sentido de que las Escrituras y la tradición son dos partes separadas e independientes de la revelación divina.
En realidad, todo lo que Jesús les dijo a los fariseos acerca de sus tradiciones, habría que repetírselo a la iglesia Católica en relación a las suyas. Y por supuesto, deberían pensar con seriedad y honestidad también en algunos otros asuntos:
Como por ejemplo, en el hecho de que nunca hayan podido demostrar históricamente que sus tradiciones hayan tenido su origen en Cristo o sus apóstoles.
O sobre la evidencia abrumadora de que la iglesia primitiva sólo reconoció las Escrituras como revelación de Dios. No olvidemos que cuando fijaron el canon de los libros inspirados, lo hicieron porque veían la necesidad de diferenciar claramente entre la Palabra inspirada de Dios y las diferentes tradiciones que iban surgiendo. A partir de aquí, toda tradición fue probada a la luz de las Escrituras. En todas las discusiones que tuvieron los primeros cristianos con los herejes, el punto central fueron las Escrituras. Y jamás acusaron de hereje a nadie por cosas que no estaban en las Escrituras.
O sobre el hecho de que muchas de las tradiciones católicas contradicen claros principios bíblicos, por lo que es inevitable pensar que no proceden del mismo Espíritu.
O también en que ha habido tradiciones que son contrarias entre sí. ¿Cómo determina la iglesia Católica cuáles son verdaderas y cuáles falsas? Este también fue un problema en los días de Cristo entre las escuelas rabínicas rivales. Cristo apeló directamente a las Escrituras para determinar la verdad. Pero la iglesia Católica apela al "magisterium" que según ella le ha dado Cristo: el oficio de enseñar con que ha sido investido el Papa, cuyas declaraciones ex cathedra se consideran infalibles. Por eso, el Papa Pío IX se atrevió a declarar: "Yo soy la tradición", lo cual subordina una vez más las Escrituras a la tradición y pone en manos de la Iglesia la autoridad final. Pero nosotros debemos insistir en lo opuesto, como lo hizo el Señor Jesús, es decir, que la autoridad final reside en las Escrituras, en Dios que habla por medio de las Escrituras.
Preguntas
1. ¿Qué era la "tradición de los ancianos"? ¿Cuándo surgió? ¿Qué importancia tenían para los judíos estas "tradiciones"?
2. ¿Qué fuente de autoridad aceptaba Jesús? ¿Y los fariseos? ¿Y la iglesia primitiva? Razone sobre la importancia que tiene la fuente de autoridad que aceptamos.
3. ¿Por qué dijo Jesús que alguien que sigue tradiciones humanas no puede honrar a Dios? Explique su respuesta.
4. ¿Qué diferencias hay entre la tradición y la Escritura?
5. Analice la postura de la iglesia Católica en relación a su tradición, a la luz de lo estudiado en este pasaje.
Comentarios
Tomás Padilla (España) (24/03/2022)
Excelente estudio. La verdad es que estaba buscando algo como esto, ya que recientemente tuve unas palabras con un católico ortodoxo sobre este tema y otro no menos importantes. Yo soy católico como mucha gente, y acudo a misa, pero no me siento atado a las tradiciones, yo leo la biblia desde hace años y esto me hizo abrir los ojos y el espíritu, por eso ahora me siento cristiano y en capacidad de defender a cualquier corriente cristiana diferente a la mía, aún reconociendo cosas que no comparto con ellas y ni siquiera en la mia. Este Católico ortodoxo recalca muy buen la tradición por encima de la palabra, les confieso que a mi edad[58] no tenía clara la existencia de la tradición con el mismo peso e incluso más que la propia biblia, como lo dijo este católico. Incluso más, para él un católico es ser cristianó, y todo lo que esté fuera del catolicismo no es cristiano, son sólo sectas. Es decir que para él Cristo es católico. Yo la verdad es que no me siento ni católico ni protestante, solo me siento cristiano, seguidor de cristo y sus enseñanzas, y libre de adorar a Dios desde cualquier iglesia cristiana, porque para mí la iglesia de Cristo es una sola, y sólo lo que diga la biblia es verdadera palabra que conduce a Dios a través de Jesucristo.
Evelin Yusti (Venezuela) (08/02/2022)
Exactamente, es así. Cuando DIOS me movió a leer Su Palabra me hizo entender muchas cosas y erradicar de mi vida falsas doctrinas, costumbres y prácticas que para nada están conformes a las Escrituras, por más que se empeñan en la iglesia (llámese la denominación que sea) de justificarlas tomando ciertas porciones bíblicas, pero que cuando en realidad se lee en su contexto, todas esas enseñanzas y prácticas no tienen un verdadero sustento bíblico. Por ello es importante, leer, meditar y escudriñar las Sagradas Escrituras, pues sólo así podrás conocer quién es verdaderamente DIOS, qué procede de Sus ordenanzas y qué no. Pero lamentablemente, a muchos nos da pereza espiritual y preferimos sólo dejarnos llevar por lo que nos dicen o escuchamos y no nos damos a la tarea de verificar si eso que se nos dice o enseña está verdaderamente sustentado por las Escrituras.
Debemos tomar el ejemplo de los hermanos de Berea descrito en las escrituras, los cuales toda enseñanza recibida de parte de Pablo y Silas la verificaban todos los días escudriñando las Escrituras para ver si era así todo lo que les decían y enseñaban( 📖 Hechos 17:10-11). Gracias por este estudio.
Fredy Fonseca (Colombia) (09/08/2021)
Que buen estudio, muchas gracias por compartirlo.
Dayana Vasquez (Colombia) (15/02/2021)
EXCELENTE estudio, Dios me habló mucho!!! Muchísimas gracias Dios les bendiga. 💜💜💜
Guillermo Antonio Lamas (Argentina) (23/07/2020)
Muchas gracias por el estudio bíblico. Muy completo y edificante. Bendiciones.
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