Folletos cristianos
La Pasión
¿Has visto la película de "La Pasión"? Si la has visto, no te habrá dejado indiferente. Porque uno sale del cine preguntándose: ¿Quién era en realidad ese Jesús de Nazaret, capaz de curar al soldado herido que venía a prenderle y de pedir perdón para sus verdugos? Y lo que es más sorprendente, ¡capaz de resucitar! ¿Quién era ése? Y si era el Hijo de Dios, ¿por qué tuvo que morir? ¿Y qué tiene eso que ver conmigo?
Dicen que Mel Gibson, el director de la película, aparece en una escena. Son sus puños los que sostienen la maza y el clavo que se hunde en la mano de Jesús. Con ese gesto Gibson da a entender que él se siente responsable de aquella muerte. Que son sus propias culpas las que clavaron en la cruz a aquel inocente... Y ahora me pregunto: ¿Y yo? ¿Aparezco yo en la película?
Quizá yo sea como Pilatos, el gobernador romano que tuvo que decidir sobre el destino del nazareno, y que por temor a perder su puesto, lo entregó a la muerte, sabiendo que era inocente. En el fondo, un cobarde. Puede que sepa lo que está bien y lo que está mal, pero a la hora de la verdad, no estoy dispuesto a arriesgar mi comodidad (mucho menos mi vida) por defender lo que es justo. Y pienso que con lavarme las manos ya es suficiente...
¿O tal vez me parezco a Herodes? El rey que se alegró de ver al Mesías, porque esperaba verle hacer algún "milagrito", pero al que Jesús no respondió ni palabra. ¿Soy, como él, superficial, sensual y egoísta? Rodeado de placeres, buscando siempre mi propio disfrute, entretenido entre semana con programas triviales de televisión, esperando el desenfreno del fin de semana o las próximas vacaciones. Entregado a mis pasiones y a mis vicios. Ciego por completo a la realidad espiritual, que sólo me interesa si tiene que ver con adivinos y curanderos. ¿Soy quizá como Herodes?
¿O tengo el pecado de Judas, que por avaricia entregó al Maestro? Puede que no haya en el mundo nada que me atraiga más que el dinero. Por encima aun de mi familia o de mis amigos, a los que estoy dispuesto a traicionar (y si no, a desatender) con tal de aumentar mis beneficios...
¿O como esos soldados romanos, que se ensañaron en azotar y humillar al hombre más íntegro que haya pisado esta tierra? No me gustaría verme reflejado en esos energúmenos. Pero a veces lanzo mis palabras con puntería, tirando a dar. No estoy libre de haber humillado a mis subordinados, de haber maltratado a mi mujer o de haberme burlado de alguien más torpe que yo. ¿Y qué más no haría con alguno que yo sé, si tuviera la sartén por el mango?
¿O seré de esos religiosos, tan bien considerados por los demás, pero que por envidia sentenciaron a muerte al inocente? No muy diferentes, por cierto, de los que después, con nombre de cristianos, usaron también utensilios de tortura y condenaron a muerte a personas en nombre de la religión. ¿Seré yo de esos que parecen muy santos a los ojos de los hombres, pero llenos de hipocresía y violencia a los ojos de Dios?
Sea como sea, tú y yo salimos en la película. Pero, si no nos gusta nuestro personaje, podemos cambiar de papel. Podemos ser Barrabás. - ¿Cómo? ¿Un criminal? ? me dirás. Sí; verás. Él estaba justamente condenado por sus delitos. Y de la noche a la mañana, sin haber hecho nada para merecerlo, se vio libre de sus cargos. Gracias a que, en su lugar, era condenado a muerte un inocente. Barrabás somos tú y yo: culpables de cobardía y falta de integridad, de egoísmo y sensualidad, de avaricia y traición, de violencia y maltrato, o de hipocresía o yo qué sé de cuántas cosas más. Dignos del castigo de Dios, en definitiva. Sin embargo el hombre más íntegro que jamás haya existido, el Hijo de Dios encarnado, se ofreció en tu lugar para que tú salgas libre, sin cargos.
A no ser que tú no te veas tan malo y no te puedas comparar a Barrabás, ni a ninguno de aquellos pecadores. Tú puede que seas bueno. En ese caso, esto no va contigo. A personas como tú Jesús les dijo: "Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento" (1).
Pero para los que sí nos sentimos fracasados y culpables, éste es el sentido de la Pasión. La película empezaba con esta cita del profeta Isaías: "Él, herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados" (2). El mismo Señor Jesús dijo, antes de ser arrestado: "Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos?" (3). Queda ahora que tú vayas a él, le pidas perdón por tus pecados y puedas decir en primera persona: "El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí" (4).
1. Evangelio de Lucas 5.31-32
2. Profeta Isaías 53.5
3. Evangelio de Juan 15.13
4. Epístola de Pablo a los Gálatas 2.20