Folletos cristianos
Como el que oye llover...
Imagínate un hombre que tiene un hijo al que le da todo lo que necesita: comida, ropa, calzado, estudios, vivienda... y dinero para sus gastos. E imagínate que, aunque al hijo no le falta nada, nunca da las gracias a su padre, no le dedica el más mínimo detalle de cariño o de respeto, y jamás le da explicaciones de qué hace con el dinero.
Imagínate también que el padre, en vista de esa actitud, decide "cerrar el grifo" y no darle más dinero para sus gastos. Entonces el hijo, furioso, pone a su padre de vuelta y media delante de sus amigos. Y, en vez de intentar razonar con él, acude a otros parientes para pedir dinero prestado. ¿Qué te parece?
Pues bien, en este año de tanta sequía parece que muchos abulenses (y españoles en general) somos precisamente como ese joven. ¿Por qué?
Porque Dios constantemente "nos hace bien, dándonos lluvias del cielo y buenas cosechas, llenando de sustento y alegría nuestros corazones" (1). No nos falta de nada. A la siembra le sigue la siega, el invierno da paso al verano, y la noche al día. Y sin embargo, recibimos la nieve en invierno y la lluvia en primavera igual que disfrutamos la comida y la salud: sin darle gracias a Dios. Sin reconocer que él es el que "da a todos vida, y aliento y todas las cosas" (2).
Ahora bien, cuando Dios "cierra el grifo" de los cielos y llega la sequía (como esta, que es la más grave de los últimos 60 años) todo el mundo se queja. Entre los agricultores, algunos maldicen a Dios y aun blasfeman su nombre. Y otros, en vez de pedir a Dios el agua, sacan a pasear imágenes de talla que, "aunque tienen oídos, no oyen" (3). ¿Qué pensará Dios de nosotros?
Lo más sorprendente es que, cuando llegue el otoño, seguramente Dios volverá a enviar lluvias. Los ríos recuperarán su caudal; los bosques se humedecerán; volverán a salir setas; de nuevo manarán las fuentes y se llenarán los embalses. ¿Y quién le dará gracias a Dios? Más bien habrá quien se queje de que el cielo esté nublado.
Ya dijo el profeta Jeremías: "Este pueblo tiene un corazón terco y rebelde; (...) Y no dicen en su corazón: Temamos ahora al Señor nuestro Dios, que da la lluvia a su tiempo, tanto la lluvia de otoño como la de primavera" (4). ¿Pues sabes qué? Que esa actitud hacia Dios nos aparta de Él, nos provoca una sequía del alma y nos condena a ser infelices... Como esos adolescentes desagradecidos con sus padres, que parece que andan amargados todo el día.
¿Sientes a veces que tu vida es algo así como una tierra seca, sin verdor y sin aliciente? Pues vuélvete a Dios. Como dependemos del cielo para recibir la lluvia, así dependemos de Dios para limpiar nuestras vidas, cambiarlas y hacerlas útiles. Él envió a su Hijo Jesucristo para morir por tus pecados, reconciliarte con Él, y de esa manera hacer brotar nueva vida en el terreno seco y estéril de tu corazón. De él dijeron los profetas: "Será como la lluvia que hace brotar la hierba de la tierra" (5). Y él mismo dijo: "Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia" (6).
Ahora bien, déjame que te haga una advertencia. Dice también la Biblia que "la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos que la labran, recibe bendición de Dios; pero la que produce espinos y abrojos no vale nada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada" (7). ¡No escuches indiferente el mensaje de perdón y salvación que Dios ofrece por medio de Cristo! El que escucha el evangelio como "el que oye llover", con la misma ingratitud con la que muchos reciben la lluvia a tiempo y la vida a cada instante, se arriesga a ser como esa tierra maldita. Búsca a Cristo de corazón y Él será para ti "como la lluvia que hace brotar la hierba de la tierra" (5).
1. Hechos de los Apóstoles 14.17
2. Hechos de los Apóstoles 17.25
3. Salmo 115.6
4. Jeremías 5.24
5. 2º Libro de Samuel 23.3-4
6. Evangelio según Juan 10.10
7. Epístola a los Hebreos 6.7-8