Folletos cristianos
No te lo creas
Dicen que la fe es creer lo que no vimos. ¡Pero cuidado con lo que crees! Los niños pequeños suelen creerse todo lo que les dicen, aunque sea de lo más extravagante. ¿Pero vamos a pensar que esa credulidad es una virtud en los adultos? ¡Cuántas veces se abusa de la ingenuidad de los niños y se les cuelan los embustes más exagerados! Pues si hemos de ser tan ingenuos como los niños, no nos extrañe que nos cuelen también a nosotros mentiras gordas, bajo el pretexto de que "fe es creer lo que no vimos".
Hay muchos relatos en la tradición de la cristiandad, lo mismo que en las de otras religiones, que no tienen ninguna pinta de ser veraces: Apariciones, milagros, historias de santos, reliquias... que, examinados con los criterios del historiador, no ofrecen garantías de ser históricos. Y sin embargo, son objeto de fe o de veneración por parte de mucha gente. Un caso muy claro es el de la Sábana Santa de Turín.
Todos sabemos que es un sudario en el que se aprecia la huella del cadáver de un hombre que fue envuelto en él. Muchos creen que ése fue el sudario con que Jesús fue cubierto por José de Arimatea cuando éste le dio sepultura, y lo han convertido en objeto de veneración. Hace unos años, sin embargo, este sudario fue entregado a varios laboratorios para que, aplicando sus métodos de investigación determinaran de qué fecha databa. La conclusión casi unánime de los expertos fue que la llamada Sábana Santa era posterior a la época de Cristo, y que, por lo tanto, no podía ser el sudario que envolvió a Cristo en su tumba. No obstante, a pesar de estas conclusiones, las autoridades religiosas declararon que podía seguir siendo objeto de veneración por parte de los fieles. O sea, que se podía poner fe en ello, aunque no fuera históricamente fiable. ¡Un momento! ¿Es ése el tipo de fe que Dios espera de nosotros? ¿Es ésa la fe que la Biblia nos presenta? ¡Ni mucho menos!
La fe cristiana es una fe basada en la historia, en hechos que se cuentan como ocurridos en lugares y momentos precisos de la historia: el nacimiento de Cristo en Belén, su vida desarrollada entre Judea y Galilea, su prendimiento y crucifixión en Jerusalén, su resurrección y su ascensión al cielo, el descenso del Espíritu Santo y la extensión del evangelio por las provincias del Imperio Romano... Tan importante es para la fe que estas cosas efectivamente ocurrieron, que el apóstol Pedro dice: "No os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas ingeniosamente inventadas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad" (1). Y el apóstol Juan añade: "Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos acerca del Verbo de vida (Jesucristo), eso os anunciamos" (2).
Además; los relatos centrales de la vida de Cristo y de los apóstoles han llegado a nosotros en escritos que se han transmitido con más fiabilidad que cualesquiera otros de la antigüedad. Pero además, para que la fe que pongamos en ello no sea una fe ciega, los testigos de aquellas cosas no fueron un puñado de pastorcillas o un anacoreta iluminado, sino cientos de personas. Miles comieron de los panes y los peces que Jesús multiplicó. Multitudes escucharon sus enseñanzas y cientos fueron curados por él. Un gran gentío fue testigo de su crucifixión y varios cientos se nos dice que lo vieron resucitado. Es más: cuando los apóstoles salieron a las calles a predicar a la gente, ponían a aquellos miles por testigos de las cosas que decían: "Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; a éste... prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; al cual Dios resucitó" (3). Y el apóstol Pablo, exponiendo su fe ante el rey Agripa, le dice: "El rey sabe estas cosas... pues no se ha hecho esto en ningún rincón" (4).
El mismo apóstol Pablo, predicando a los atenienses, no les pedía que creyeran porque sí, sino que creyeran en el que ha dado fe a todos con haber resucitado a su Hijo Jesucristo (5). Así que Dios te ha dado evidencias de que aquel Jesús de Nazaret era nada menos que su Hijo, que había venido al mundo a morir en tu lugar. Para que no tengas que creer cosas que son increíbles. Y para que nadie diga que no cree en Cristo porque no puede, sino en todo caso porque no quiere.
(1) 2ª Epístola de Pedro 1.16
(2) 1ª Epístola de Juan 1.1,3
(3) Hechos de los Apóstoles 2.22-24
(4) Hechos de los Apóstoles 26.26
(5) Hechos de los Apóstoles 17.31