La Biblia en un año - Nueva Versión Internacional

Un plan de lectura bíblica diaria y consejos para saber cómo leer la Biblia adecuadamente

Al leer la Biblia cada día, permita que las Escrituras le hablen. Aquí tiene algunos consejos:

Antes de comenzar su lectura ore a Dios pidiéndole que él le hable por su Palabra.

Busque un lugar tranquilo y lea el texto con atención.

Hágase ciertas preguntas: ¿Por qué escribió Dios esto? ¿Qué me quiere enseñar? ¿Cómo lo puedo aplicar a mi vida?

Ore al Señor pidiéndole que le dé el poder para poner en práctica lo aprendido.

Fecha seleccionada: 26/04/2024

2 Reyes 4-6

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Nueva Versión Internacional

Capítulo 4

El aceite de la viuda

 1La viuda de un miembro de la comunidad de los profetas le suplicó a Eliseo: Mi esposo, su servidor, ha muerto, y usted sabe que él era fiel al Señor. Ahora resulta que el hombre con quien estamos endeudados ha venido para llevarse a mis dos hijos como esclavos. 2¿Y qué puedo hacer por ti? le preguntó Eliseo. Dime, ¿qué tienes en casa? Su servidora no tiene nada en casa le respondió, excepto un poco de aceite. 3Eliseo le ordenó: Sal y pide a tus vecinos que te presten sus vasijas; consigue todas las que puedas. 4Luego entra en la casa con tus hijos y cierra la puerta. Echa aceite en todas las vasijas y, a medida que las llenes, ponlas aparte. 5En seguida la mujer dejó a Eliseo y se fue. Luego se encerró con sus hijos y empezó a llenar las vasijas que ellos le pasaban. 6Cuando ya todas estuvieron llenas, ella le pidió a uno de sus hijos que le pasara otra más, y él respondió: "Ya no hay." En ese momento se acabó el aceite. 7La mujer fue y se lo contó al hombre de Dios, quien le mandó: "Ahora ve a vender el aceite, y paga tus deudas. Con el dinero que te sobre, podrán vivir tú y tus hijos."

Eliseo y la sunamita

 8Un día, cuando Eliseo pasaba por Sunén, cierta mujer de buena posición le insistió que comiera en su casa. Desde entonces, siempre que pasaba por ese pueblo, comía allí. 9La mujer le dijo a su esposo: "Mira, yo estoy segura de que este hombre que siempre nos visita es un santo hombre de Dios. 10Hagámosle un cuarto en la azotea, y pongámosle allí una cama, una mesa con una silla, y una lámpara. De ese modo, cuando nos visite, tendrá un lugar donde quedarse." 11En cierta ocasión Eliseo llegó, fue a su cuarto y se acostó. 12Luego le dijo a su criado Guiezi: Llama a la señora. El criado así lo hizo, y ella se presentó. 13Entonces Eliseo le dijo a Guiezi: Dile a la señora: ¡Te has tomado muchas molestias por nosotros! ¿Qué puedo hacer por ti? ¿Quieres que le hable al rey o al jefe del ejército en tu favor? Pero ella le respondió: Yo vivo segura en medio de mi pueblo. 14Eliseo le preguntó a Guiezi: ¿Qué puedo hacer por ella? Bueno contestó el siervo ella no tiene hijos, y su esposo ya es anciano. 15Llámala ordenó Eliseo. Guiezi la llamó, y ella se detuvo en la puerta. 16Entonces Eliseo le prometió: El año que viene, por esta fecha, estarás abrazando a un hijo. ¡No, mi señor, hombre de Dios! exclamó ella. No engañe usted a su servidora. 17En efecto, la mujer quedó embarazada. Y al año siguiente, por esa misma fecha, dio a luz un hijo, tal como Eliseo se lo había dicho. 18El niño creció, y un día salió a ver a su padre, que estaba con los segadores. 19De pronto exclamó: ¡Ay, mi cabeza! ¡Me duele la cabeza! El padre le ordenó a un criado: ¡Llévaselo a su madre! 20El criado lo cargó y se lo llevó a la madre, la cual lo tuvo en sus rodillas hasta el mediodía. A esa hora, el niño murió. 21Entonces ella subió, lo puso en la cama del hombre de Dios y, cerrando la puerta, salió. 22Después llamó a su esposo y le dijo: Préstame un criado y una burra; en seguida vuelvo. Voy de prisa a ver al hombre de Dios. 23¿Para qué vas a verlo hoy? le preguntó su esposo. No es día de luna nueva ni sábado. No importa respondió ella. 24Entonces hizo aparejar la burra y le ordenó al criado: ¡Anda, vamos! No te detengas hasta que te lo diga. 25La mujer se puso en marcha y llegó al monte Carmelo, donde estaba Eliseo, el hombre de Dios. Éste la vio a lo lejos y le dijo a su criado Guiezi: ¡Mira! Ahí viene la sunamita. 26Corre a recibirla y pregúntale cómo está ella, y cómo están su esposo y el niño. El criado fue, y ella respondió que todos estaban bien. 27Pero luego fue a la montaña y se abrazó a los pies del hombre de Dios. Guiezi se acercó con el propósito de apartarla, pero el hombre de Dios intervino: ¡Déjala! Está muy angustiada, y el Señor me ha ocultado lo que pasa; no me ha dicho nada. 28Señor mío le reclamó la mujer, ¿acaso yo le pedí a usted un hijo? ¿No le rogué que no me engañara? 29Eliseo le ordenó a Guiezi: Arréglate la ropa, toma mi bastón y ponte en camino. Si te encuentras con alguien, ni lo saludes; si alguien te saluda, no le respondas. Y cuando llegues, coloca el bastón sobre la cara del niño. 30Pero la madre del niño exclamó: ¡Le juro a usted que no lo dejaré solo! ¡Tan cierto como que el Señor y usted viven! Así que Eliseo se levantó y fue con ella. 31Guiezi, que se había adelantado, llegó y colocó el bastón sobre la cara del niño, pero éste no respondió ni dio ninguna señal de vida. Por tanto, Guiezi volvió para encontrarse con Eliseo y le dijo: El niño no despierta. 32Cuando Eliseo llegó a la casa, encontró al niño muerto, tendido sobre su cama. 33Entró al cuarto, cerró la puerta y oró al Señor. 34Luego subió a la cama y se tendió sobre el niño boca a boca, ojos a ojos y manos a manos, hasta que el cuerpo del niño empezó a entrar en calor. 35Eliseo se levantó y se puso a caminar de un lado a otro del cuarto, y luego volvió a tenderse sobre el niño. Esto lo hizo siete veces, al cabo de las cuales el niño estornudó y abrió los ojos. 36Entonces Eliseo le dijo a Guiezi: Llama a la señora. Guiezi así lo hizo, y cuando la mujer llegó, Eliseo le dijo: Puedes llevarte a tu hijo. 37Ella entró, se arrojó a los pies de Eliseo y se postró rostro en tierra. Entonces tomó a su hijo y salió.

Milagros en beneficio de los profetas

 38Eliseo regresó a Guilgal y se encontró con que en esos días había mucha hambre en el país. Por tanto, se reunió con la comunidad de profetas y le ordenó a su criado: "Pon esa olla grande en el fogón y prepara un guisado para los profetas." 39En eso, uno de ellos salió al campo para recoger hierbas; allí encontró una planta silvestre y arrancó varias frutas hasta llenar su manto. Al regresar, las cortó en pedazos y las echó en el guisado sin saber qué eran. 40Sirvieron el guisado, pero cuando los hombres empezaron a comerlo, gritaron: ¡Hombre de Dios, esto es veneno! Así que no pudieron comer. 41Entonces Eliseo ordenó: Tráiganme harina. Y luego de echar la harina en la olla, dijo: Sírvanle a la gente para que coma. Y ya no hubo nada en la olla que les hiciera daño. 42De Baal Salisá llegó alguien que le llevaba al hombre de Dios pan de los primeros frutos: veinte panes de cebada y espigas de trigo fresco. Eliseo le dijo a su criado: Dale de comer a la gente. 43¿Cómo voy a alimentar a cien personas con esto? replicó el criado. Pero Eliseo insistió: Dale de comer a la gente, pues así dice el Señor: Comerán y habrá de sobra. 44Entonces el criado les sirvió el pan y, conforme a la palabra del Señor, la gente comió y hubo de sobra.

Capítulo 5

Eliseo y Naamán

 1Naamán, jefe del ejército del rey de Siria, era un hombre de mucho prestigio y gozaba del favor de su rey porque, por medio de él, el Señor le había dado victorias a su país. Era un soldado valiente, pero estaba enfermo de lepra. 2En cierta ocasión los sirios, que salían a merodear, capturaron a una muchacha israelita y la hicieron criada de la esposa de Naamán. 3Un día la muchacha le dijo a su ama: "Ojalá el amo fuera a ver al profeta que hay en Samaria, porque él lo sanaría de su lepra." 4Naamán fue a contarle al rey lo que la muchacha israelita había dicho. 5El rey de Siria le respondió: Bien, puedes ir; yo le mandaré una carta al rey de Israel. Y así Naamán se fue, llevando treinta mil monedas de plata, seis mil monedas de oro y diez mudas de ropa. 6La carta que le llevó al rey de Israel decía: "Cuando te llegue esta carta, verás que el portador es Naamán, uno de mis oficiales. Te lo envío para que lo sanes de su lepra." 7Al leer la carta, el rey de Israel se rasgó las vestiduras y exclamó: "¿Y acaso soy Dios, capaz de dar vida o muerte, para que ese tipo me pida sanar a un leproso? ¡Fíjense bien que me está buscando pleito!" 8Cuando Eliseo, hombre de Dios, se enteró de que el rey de Israel se había rasgado las vestiduras, le envió este mensaje: "¿Por qué está Su Majestad tan molesto? ¡Mándeme usted a ese hombre, para que sepa que hay profeta en Israel!" 9Así que Naamán, con sus caballos y sus carros, fue a la casa de Eliseo y se detuvo ante la puerta. 10Entonces Eliseo envió un mensajero a que le dijera: "Ve y zambúllete siete veces en el río Jordán; así tu piel sanará, y quedarás limpio." 11Naamán se enfureció y se fue, quejándose: "¡Yo creí que el profeta saldría a recibirme personalmente para invocar el nombre del Señor su Dios, y que con un movimiento de la mano me sanaría de la lepra! 12¿Acaso los ríos de Damasco, el Abaná y el Farfar, no son mejores que toda el agua de Israel? ¿Acaso no podría zambullirme en ellos y quedar limpio?" Furioso, dio media vuelta y se marchó. 13Entonces sus criados se le acercaron para aconsejarle: "Señor, si el profeta le hubiera mandado hacer algo complicado, ¿usted no le habría hecho caso? ¡Con más razón si lo único que le dice a usted es que se zambulla, y así quedará limpio!" 14Así que Naamán bajó al Jordán y se sumergió siete veces, según se lo había ordenado el hombre de Dios. ¡Y su piel se volvió como la de un niño, y quedó limpio! 15Luego Naamán volvió con todos sus acompañantes y, presentándose ante el hombre de Dios, le dijo: Ahora reconozco que no hay Dios en todo el mundo, sino sólo en Israel. Le ruego a usted aceptar un regalo de su servidor. 16Pero Eliseo respondió: ¡Tan cierto como que vive el Señor, a quien yo sirvo, que no voy a aceptar nada! Y por más que insistió Naamán, Eliseo no accedió. 17En ese caso persistió Naamán, permítame usted llevarme dos cargas de esta tierra, ya que de aquí en adelante su servidor no va a ofrecerle holocaustos ni sacrificios a ningún otro dios, sino sólo al Señor. 18Y cuando mi señor el rey vaya a adorar en el templo de Rimón y se apoye de mi brazo, y yo me vea obligado a inclinarme allí, desde ahora ruego al Señor que me perdone por inclinarme en ese templo. 19Puedes irte en paz respondió Eliseo. Naamán se fue, y ya había recorrido cierta distancia 20cuando Guiezi, el criado de Eliseo, hombre de Dios, pensó: "Mi amo ha sido demasiado bondadoso con este sirio Naamán, pues no le aceptó nada de lo que había traído. Pero yo voy a correr tras él, a ver si me da algo. ¡Tan cierto como que el Señor vive!" 21Así que Guiezi se fue para alcanzar a Naamán. Cuando éste lo vio correr tras él, se bajó de su carro para recibirlo y lo saludó. 22Respondiendo al saludo, Guiezi dijo: Mi amo me ha enviado con este mensaje: Dos jóvenes de la comunidad de profetas acaban de llegar de la sierra de Efraín. Te pido que me des para ellos tres mil monedas de plata y dos mudas de ropa. 23Por favor, llévate seis mil respondió Naamán, e insistió en que las aceptara. Echó entonces las monedas en dos sacos, junto con las dos mudas de ropa, y todo esto se lo entregó a dos criados para que lo llevaran delante de Guiezi. 24Al llegar a la colina, Guiezi tomó los sacos y los guardó en la casa; después despidió a los hombres, y éstos se fueron. 25Entonces Guiezi se presentó ante su amo. ¿De dónde vienes, Guiezi? le preguntó Eliseo. Su servidor no ha ido a ninguna parte respondió Guiezi. 26Eliseo replicó: ¿No estaba yo presente en espíritu cuando aquel hombre se bajó de su carro para recibirte? ¿Acaso es éste el momento de recibir dinero y ropa, huertos y viñedos, ovejas y bueyes, criados y criadas? 27Ahora la lepra de Naamán se les pegará ti y a tus descendientes para siempre. No bien había salido Guiezi de la presencia de Eliseo cuando ya estaba blanco como la nieve por causa de la lepra.

Capítulo 6

Eliseo hace flotar el hacha

 1Un día, los miembros de la comunidad de los profetas le dijeron a Eliseo: Como puede ver, el lugar donde ahora vivimos con usted nos resulta pequeño. 2Es mejor que vayamos al Jordán. Allí podremos conseguir madera y construir un albergue. Bien, vayan respondió Eliseo. 3Pero uno de ellos le pidió: Acompañe usted, por favor, a sus servidores. Eliseo consintió 4en acompañarlos, y cuando llegaron al Jordán empezaron a cortar árboles. 5De pronto, al cortar un tronco, a uno de los profetas se le zafó el hacha y se le cayó al río. ¡Ay, maestro! gritó. ¡Esa hacha no era mía! 6¿Dónde cayó? preguntó el hombre de Dios. Cuando se le indicó el lugar, Eliseo cortó un palo y, echándolo allí, hizo que el hacha saliera a flote. 7Sácala ordenó Eliseo. Así que el hombre extendió el brazo y la sacó.

Eliseo y los sirios

 8El rey de Siria, que estaba en guerra con Israel, deliberó con sus ministros y les dijo: "Vamos a acampar en tal lugar." 9Pero el hombre de Dios le envió este mensaje al rey de Israel: "Procura no pasar por este sitio, pues los sirios te han tendido allí una emboscada." 10Así que el rey de Israel envió a reconocer el lugar que el hombre de Dios le había indicado. Y en varias otras ocasiones Eliseo le avisó al rey, de modo que éste tomó precauciones. 11El rey de Siria, enfurecido por lo que estaba pasando, llamó a sus ministros y les reclamó: ¿Quieren decirme quién está informando al rey de Israel? 12Nadie, mi señor y rey respondió uno de ellos. El responsable es Eliseo, el profeta que está en Israel. Es él quien le comunica todo al rey de Israel, aun lo que Su Majestad dice en su alcoba. 13Pues entonces averigüen dónde está ordenó el rey, para que mande a capturarlo. Cuando le informaron que Eliseo estaba en Dotán, 14el rey envió allá un destacamento grande, con caballos y carros de combate. Llegaron de noche y cercaron la ciudad. 15Por la mañana, cuando el criado del hombre de Dios se levantó para salir, vio que un ejército con caballos y carros de combate rodeaba la ciudad. ¡Ay, mi señor! exclamó el criado. ¿Qué vamos a hacer? 16No tengas miedo respondió Eliseo. Los que están con nosotros son más que ellos. 17Entonces Eliseo oró: "Señor, ábrele a Guiezi los ojos para que vea." El Señor así lo hizo, y el criado vio que la colina estaba llena de caballos y de carros de fuego alrededor de Eliseo. 18Como ya los sirios se acercaban a él, Eliseo volvió a orar: "Señor, castiga a esta gente con ceguera." Y el Señor hizo lo que le pidió Eliseo. 19Luego Eliseo les dijo: "Ésta no es la ciudad adonde iban; han tomado un camino equivocado. Síganme, que yo los llevaré adonde está el hombre que buscan." Pero los llevó a Samaria. 20Después de entrar en la ciudad, Eliseo dijo: "Señor, ábreles los ojos, para que vean." El Señor así lo hizo, y ellos se dieron cuenta de que estaban dentro de Samaria. 21Cuando el rey de Israel los vio, le preguntó a Eliseo: ¿Los mato, mi señor? ¿Los mato? 22No, no los mates contestó Eliseo. ¿Acaso los has capturado con tu espada y tu arco, para que los mates? Mejor sírveles comida y agua para que coman y beban, y que luego vuelvan a su rey. 23Así que el rey de Israel les dio un tremendo banquete. Cuando terminaron de comer, los despidió, y ellos regresaron a su rey. Y las bandas de sirios no volvieron a invadir el territorio israelita.

Eliseo y el sitio de Samaria

 24Algún tiempo después, Ben Adad, rey de Siria, movilizó todo su ejército para ir a Samaria y sitiarla. 25El sitio duró tanto tiempo que provocó un hambre terrible en la ciudad, a tal grado que una cabeza de asno llegó a costar ochenta monedas de plata, y un poco de algarroba, cinco. 26Un día, mientras el rey recorría la muralla, una mujer le gritó: ¡Sálvenos, Su Majestad! 27Si el Señor no te salva respondió el rey, ¿de dónde voy a sacar yo comida para salvarte? ¿Del granero? ¿Del lagar?

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