Romanos 7
Reina Valera 1995
Analogía tomada del matrimonio
1¿Acaso ignoráis, hermanos (hablo con los que conocen de leyes), que la ley se enseñorea del hombre entre tanto que este vive?2La mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras este vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley que la unía a su marido.
3Así que, si en vida del marido se une a otro hombre, será llamada adúltera; pero si su marido muere, es libre de esa ley, de tal manera que si se une a otro marido, no será adúltera.
4Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la Ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de entre los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios.
5Mientras vivíamos en la carne, las pasiones pecaminosas, estimuladas por la Ley, obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte.
6Pero ahora estamos libres de la Ley, por haber muerto para aquella a la que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.
El pecado que mora en mí
7¿Qué, pues, diremos? ¿La Ley es pecado? ¡De ninguna manera! Pero yo no conocí el pecado sino por la Ley; y tampoco conocería la codicia, si la Ley no dijera: "No codiciarás".8Pero el pecado, aprovechándose del mandamiento, produjo en mí toda codicia porque sin la Ley, el pecado está muerto.
9Y yo sin la Ley vivía en un tiempo; pero al venir el mandamiento, el pecado revivió y yo morí.
10Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte,
11porque el pecado, aprovechándose del mandamiento, me engañó, y por él me mató.
12De manera que la Ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno.
13Entonces, ¿lo que es bueno vino a ser muerte para mí? ¡De ninguna manera! Más bien, el pecado, para mostrarse como pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que el pecado, por medio del mandamiento, llegara a ser extremadamente pecaminoso.
14Sabemos que la Ley es espiritual; pero yo soy carnal, vendido al pecado.
15Lo que hago, no lo entiendo, pues no hago lo que quiero, sino lo que detesto, eso hago.
16Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la Ley es buena.
17De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que está en mí.
18Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no habita el bien, porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo.
19No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.
20Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que está en mí.
21Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí,
22pues según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios;
23pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.
24¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?
25¡Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro! Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, pero con la carne, a la ley del pecado.
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