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Estudio bíblico: El juicio de Dios sobre los cananeos - Josué 1:12-2:24

Serie:   Josué
Autor: David Gooding
Reino Unido
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El juicio de Dios sobre los cananeos (Jos 1:12-2:24)

Las dos tribus y media de Israel

Continuando el relato del libro de Josué, en el capítulo 1 se trata el tema de las dos tribus y media de Israel (Jos 1:12-18). Encontramos el contexto de esta historia en (Nm 32): Cuando los israelitas estaban llegando hacia el final de sus 40 años en el desierto, y Dios les había dado la victoria sobre los moabitas y amonitas al oriente del Jordán, antes de cruzar el río para entrar en la herencia, dos tribus y media hicieron una petición a Moisés:
(Nm 32:4-5) "La tierra que Jehová hirió delante de la congregación de Israel, es tierra de ganado, y tus siervos tienen ganado. Por tanto, dijeron, si hallamos gracia en tus ojos, dése esta tierra a tus siervos en heredad, y no nos hagas pasar el Jordán."
Cuando Moisés escuchó esto erupcionó como un volcán, recordándoles cómo la generación anterior a ellos había rehusado entrar en la tierra prometida, prefiriendo quedarse allí afuera, por lo cual la ira de Dios se encendió contra ellos y tuvieron que estar vagando durante cuarenta años por el desierto. En esa coyuntura les dijo lo siguiente:
(Nm 32:14-15) "Y he aquí, vosotros habéis sucedido en lugar de vuestros padres, prole de hombres pecadores, para añadir aún a la ira de Jehová contra Israel. Si os volviereis de en pos de él, él volverá otra vez a dejaros en el desierto, y destruiréis a todo este pueblo."
Era evidente el disgusto de Moisés, porque pensaba que ellos iban a repetir lo que había pasado cuarenta años antes. Efectivamente, si hubieran llegado a hacer eso, habría sido un desastre, porque era esencial para el éxito de la campaña que Israel pasara como un solo pueblo, todos juntos. Si Moisés o Josué hubieran permitido que, según se avanzaba en la conquista del territorio, los israelitas que lo desearan se fueran asentando, este proceso los habría debilitado de tal manera que llegarían a ser presa fácil para los cananeos. Moisés podía ver eso con claridad.
Ahora bien, cuando Moisés terminó su explosión de denuncias a las dos tribus y media, éstos explicaron sus verdaderas intenciones. Ellos sí que estaban dispuestos a pasar el Jordán con el ejército de Israel y no tenían intención de volver a su herencia hasta haber terminado la conquista de todo el país. De hecho, no sólo estaban dispuestos a ir con el ejército, sino que además lo harían en la vanguardia. Pero una vez que se completara la conquista, querrían que se les concediese su herencia en esa parte oriental del Jordán. ¡Qué tranquilo respiró Moisés al ver que las cosas no eran como él había sospechado!
Eso fue un tiempo atrás. Ahora, cuando Josué estaba a punto de conducir al pueblo a la herencia atravesando el Jordán, hizo que se acercasen los líderes de las dos tribus y media para comprobar sus intenciones; si de veras estaban dispuestos a guardar y cumplir la promesa que habían hecho a Moisés. Ellos corroboraron su compromiso y finalmente lo cumplieron, como veremos más adelante.
Pero la historia contiene una lección para todos nosotros: ¿Estamos progresando en las cosas de nuestra herencia o nos hemos asentado tranquilamente en la vida cristiana? ¿Vamos entre la vanguardia del pueblo de Dios? Que podamos decir con Pablo que nosotros también proseguimos a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.

El juicio de Dios

Ahora es el momento de abordar seriamente lo que se nos narra aquí acerca de los juicios de Dios sobre la cultura cananea.
1. Los ejecutores del juicio
Es un hecho interesante observar que Dios encargó a los israelitas la ejecución de sus juicios sobre los cananeos. Dios mismo podría haberlos ejecutado antes de que el pueblo de Israel entrara en Canaán, pero no quiso hacerlo así.
Ahora bien, no debemos olvidar que hay una gran diferencia entre los israelitas de aquel entonces y la Iglesia en este tiempo. A nosotros en esta era no se nos pide que ejecutemos los juicios de Dios sobre las naciones entre las que vivimos. De hecho, ¡qué escándalo supuso en la época medieval que la "Iglesia" asumiera ese papel! La Biblia nos prohíbe el uso de la espada para conseguir el establecimiento del Reino de Dios.
2. Aceptación de los juicios de Dios
Sin embargo, lo que sí se nos pide es que estemos de acuerdo con Dios sobre sus pronunciamientos de juicio. Eso precisamente es lo que tenemos que hacer al principio de nuestra vida cristiana, cuando nos arrepentimos de nuestros pecados y confiamos en Jesús como nuestro Salvador. En ese momento manifestamos que estamos de acuerdo con su veredicto de culpabilidad sobre nosotros y aceptamos que merecemos su juicio.
Además, se nos manda que anunciemos que va a venir un día de Juicio para todo el mundo. Encontramos una descripción interesante de ese momento en el capítulo 4 de Apocalipsis. Allí el apóstol Juan nos describe la visión que tuvo del trono de Dios desde el que saldrán esos severos juicios contra este mundo, un trono del cual me quiero fijar en dos detalles: En primer lugar, que alrededor de ese trono, en un círculo completo, había un arco iris cuyo color prominente era el verde y que presumiblemente estaba en posición vertical (Ap 4:3). Y en segundo lugar (Ap 4:4), que había otro círculo alrededor del trono central, seguramente en posición horizontal, con veinticuatro tronos en los que estaban sentados veinticuatro ancianos vestidos de ropas blancas y con coronas de oro sobre sus cabezas. En el lenguaje simbólico que utiliza Apocalipsis, esto indica que todo lo que salga de ese trono central pasará forzosamente a través de esos dos círculos.
La interpretación del significado del arco iris en el primer círculo no ofrece mucha dificultad, puesto que todos recordamos que esa fue la señal que Dios le dio a Noé cuando salió del arca; cuando le hizo la promesa de que nunca más destruiría el mundo con inundación. Por lo tanto, este primer símbolo nos está recordando que, en cierto sentido, Dios limita sus juicios por su misericordia.
El segundo círculo con los veinticuatro tronos alrededor ha suscitado muchas preguntas y arduo trabajo de los comentaristas para tratar de descubrir la identidad de esos veinticuatro ancianos. Pero mientras los comentaristas continúan con sus disquisiciones, nosotros podemos pensar, no tanto en quiénes eran, sino en lo que eran. Observemos que se nos dice que eran "ancianos", término que indica edad y experiencia. Obviamente, no podemos aplicar esto a los ángeles, por lo tanto, nuestra primera conclusión es que se trata de seres humanos, cuyo ropaje simboliza una perfecta justicia y cuya posición alrededor del trono central indica que todos los juicios que salen de allí pasan a través de ellos.
En definitiva, este lenguaje simbólico nos está diciendo que al abordar la cuestión de los juicios de Dios, un ser humano, con un concepto perfecto de justicia y rectitud, estaría totalmente de acuerdo con Dios en los juicios que él va a derramar sobre este mundo.
También encontramos muchas veces en los Salmos expresiones de regocijo ante el hecho de que Dios va a intervenir en nuestro mundo para ejecutar sus juicios. En un lenguaje poético, aparecen los montes y el mar clamando y los árboles batiendo las manos porque un día va a venir ese juicio. Y de igual modo, cualquier persona en su juicio cabal, estaría de acuerdo en que la maldad no continúe para siempre en este mundo. Por tanto, esta doctrina de la ira de Dios y su juicio venidero es, en un sentido, motivo de regocijo para nosotros.
Pero, por otro lado, no puede alegrarnos la idea de un juicio venidero, si sabemos que todos nosotros somos pecadores... A no ser que primero hayamos experimentado la provisión que Dios ha hecho para salvar a los hombres de la ira venidera. Y en cualquier caso, no debemos olvidar que el pensamiento de los juicios de Dios contra la ciudad de Jerusalén, empañó de lágrimas el rostro de nuestro bendito Señor Jesucristo.
3. La severidad de los juicios de Dios
Al considerar el libro de Josué, una de las primeras cosas que llaman la atención es la severidad de los juicios de Dios. En algunas ocasiones, toda la ciudad tenía que ser puesta a filo de espada: hombres, mujeres, niños y todo cuanto tuviera aliento de vida tenía que ser destruido.
Esto nos obliga a hacernos ciertas preguntas muy serias: ¿Cómo podría ser justo Dios al ejecutar a niños inocentes juntamente con sus padres culpables? ¿Y cuál será nuestra respuesta cuando la gente nos diga que esta doctrina que encontramos en el libro de Josué es tan mala como la doctrina islámica de la Jihad, que da permiso a los musulmanes para matar a los paganos que no están dispuestos a convertirse al Islam?
4. La paciencia y longanimidad de Dios
Primeramente, tenemos que admitir que efectivamente eran juicios muy severos, pero no olvidemos la paciencia de Dios para con aquellos pueblos. Cuando Dios le dijo a Abraham en el capítulo 15 de Génesis que su simiente iba a entrar a poseer la tierra prometida, se le advirtió que esto no ocurriría hasta que hubieran pasado 400 años. Ahora surge la pregunta: ¿Por qué semejante demora? Pues Dios explica que la maldad del amorreo no había llegado todavía a su colmo, por lo cual prolongó su paciencia con ellos durante todo ese tiempo.
Este mismo tema se repite por todo el Nuevo Testamento. Por ejemplo, en la respuesta que el apóstol Pedro da a los que se mofan porque después de dos mil años todavía el Señor Jesucristo no ha venido en juicio a este mundo:
(2 P 3:8-9) "Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento."
Notemos que su respuesta tiene dos partes: Primeramente, Dios no calcula el tiempo como nosotros. Y en segundo lugar, que la aparente demora se debe a que no quiere que nadie perezca, sino que está esperando a que todos se arrepientan. ¡Pero el día del Señor vendrá!
5. Juicios temporales
También debemos notar que los juicios ejecutados sobre los cananeos, aunque eran severos, sólo eran juicios temporales. Quiero decir que no era el Juicio del gran Trono Blanco, en el que todos los muertos comparecerán ante Dios. No hemos de pensar que los que murieron bajo los juicios de Dios en estas ciudades cananeas, automáticamente fueran lanzados al lago de fuego, incluyendo a niños que todavía no habían llegado al uso de razón.
Sin embargo, estos juicios temporales apuntaban al Juicio Final, de modo que nuestros amigos no convertidos que encuentran tropiezo en este asunto de los juicios de Dios sobre Canaán, tal vez tendrían que pensar en un problema aún mayor: el Juicio Final y sus resultados eternos.
Esta es una doctrina que tenemos que afrontar y aceptar. Algunos evangélicos —y entre ellos varios muy conocidos— argumentan que cuando la Biblia habla de un juicio eterno y un castigo eterno, se refiere a que Dios va a aniquilar completamente y para siempre a los que no se hayan arrepentido. Es decir, el resultado será la perdición eterna, pero no un sufrimiento eterno en el que las personas serán plenamente conscientes. Otros mantienen por la Escritura, y yo soy uno de ellos, que el castigo será eterno en el sentido de que los que lo sufran serán conscientes eternamente. Hemos de estudiar cuidadosamente este asunto en la Escritura y enseñar sobre ello, pero, al hacerlo, debemos hablar con mucho tiento, prudencia y hasta lágrimas en los ojos... No es un tema que podamos exponer con frialdad y arrogancia.
6. Razones para el juicio
Cuando consideramos los juicios que Dios derramó sobre Canaán, hemos de analizar las razones por las que lo hizo. A ese fin nos puede ayudar el libro de Levítico, donde Dios avisó solemnemente a Israel antes de su entrada a Canaán para que no imitasen el comportamiento perverso de las naciones cananeas. Por ejemplo:
(Lv 18:25) "Y la tierra fue contaminada; y yo visité su maldad sobre ella, y la tierra vomitó sus moradores."
Es una metáfora muy vívida que sugiere que la tierra no pudo soportar tanta perversidad y tuvo que vomitar a sus habitantes, de la misma forma que un hombre que ha tomado algo que le ha sentado mal al estómago no lo puede retener y lo vomita. Es por eso que Israel debía cuidar al entrar en Canaán de no imitar el comportamiento de aquellas naciones, si no querían que Dios los vomitara a ellos igualmente. ¿No nos recuerda esto también a las palabras que dirigió el Señor Jesucristo a la iglesia de Laodicea? "Si no os arrepentís os vomitaré de mi boca" (Ap 3:14-22).
Ahora bien, ¿cuáles fueron esos pecados sobresalientes de los cananeos que provocaron los juicios de Dios? En (Lv 18:6-20), Dios hablaba de distintos tipos de perversión sexual y luego en (Lv 18:21) les avisó solemnemente sobre el sacrificio de niños al dios Moloc, porque semejante cosa profanaría el nombre de Dios. Esto significaba que, cuando los cananeos sacrificaban sus bebés en nombre de su religión pagana, estaban desafiando al mismo Creador. Israel, el pueblo de Dios, no debía hacer lo mismo, si bien, a pesar de esta amonestación, algunos de los monarcas de Israel hicieron precisamente eso.
Pero, antes de seguir adelante, debemos preguntarnos lo siguiente: Si Dios tuvo una actitud tan radical en cuanto al sacrificio de niños a ese dios pagano, niños que eran sacrificados pocos días o semanas después de haber nacido, ¿qué actitud tendrá hacia personas que matan a niños pequeños unas semanas antes de nacer? Aquí nos enfrentamos con un problema de grandes dimensiones en nuestra sociedad moderna. Desde que se legalizó el aborto en EEUU me dicen que se ha abortado a 40 millones de fetos. En Rusia el 80% de las mujeres ya han tenido 3 ó 4 abortos cada una, lo cual preocupa a las autoridades porque la población está disminuyendo. Como cristianos debemos tener compasión por esas mujeres rusas, que tienen que compartir una sola habitación, un cuarto de baño y una cocina con otras cuatro familias, mientras los maridos se emborrachan con vodka. Y sin embargo, quitar la vida de esa manera a un ser humano inocente es una cosa muy seria delante de Dios.
Cuando el aborto se legalizó en Inglaterra, se permitía realizarlo hasta las 28 semanas de gestación, porque se creía que sólo después de ese periodo el feto llegaba a ser auténticamente humano. Ahora los avances de la ciencia han demostrado que un feto de 24 semanas ya está completamente formado, con lo que la gente ha tenido que revisar sus opiniones sobre el tema. Pero entretanto, miles de seres humanos enteramente formados ya no verán la luz.
Cuando consideramos el asunto de la vida humana en sí, surge la pregunta: ¿Qué es el embrión? ¿Es vida humana? ¡Claro que sí! De hecho, el resultado de su desarrollo no va a ser un simio ni un canguro, sino un ser humano. Y esto nos lleva a plantearnos cuál debería ser la actitud correcta hacia el embrión.
Además, ahora nuestra sociedad moderna se enfrenta con cuestiones fundamentales que surgen del conocimiento cada vez más avanzado en el campo de la genética. Por ejemplo, ahora se producen embriones "in vitro" en laboratorios para después implantarlos en el útero de una mujer, destruyendo a continuación los embriones restantes. Esto nos coloca frente a una cuestión de gran calado: ¿Cuándo comienza un embrión a ser humano?
Ahora bien, este no es el único problema con el que se encuentra nuestro mundo moderno. Algunos de los grandes expertos en cuestiones éticas en el mundo occidental, como el profesor Peter Singer, son evolucionistas y, por lo tanto, no creen que la vida humana proceda de Dios, sino que es el producto de unas fuerzas ciegas y casuales. Con esas premisas, no es difícil plantearse cuestiones como qué es y qué no es auténticamente humano y cuándo podemos hablar de asesinato. Dicho profesor sostiene que el valor de un ser humano se decide como consecuencia del desarrollo de su personalidad y, por lo tanto, un bebé humano tiene menos valor y consideración que —por ejemplo— un cachorro de león, porque el niño tarda mucho más en desarrollar sus capacidades. En consecuencia, si un niño presenta alguna imperfección, es totalmente correcto eliminarlo, aunque tenga cinco años. Y, aunque lo que estoy comentando pueden parecer las ideas descabelladas de algún científico medio loco, en realidad se trata de un catedrático de ética que expone estas tesis en su libro A Companion to Ethics (Basil Blackwell Ltd. 1991, 1993) y que representa a un buen número de profesores que están empezando a ocupar puestos relevantes en las universidades de EEUU e Inglaterra. En la cuestión del aborto, por ejemplo, otro profesor de ética, extremista también, escribe lo siguiente: "Si una mujer, después de quedar embarazada, decide que quiere ir de vacaciones al otro punto del globo y su estado le va a impedir el pleno disfrute de sus vacaciones, puede abortar el feto porque siempre podrá concebir otro niño cuando quiera".
Por supuesto muchas personas se oponen a estas corrientes, pero aun así, seamos conscientes de que estamos empezando a ver los frutos de la evolución atea, porque por definición, si detrás de la vida humana no hay un Dios, entonces queda a criterio de los seres humanos si van a conceder valor a la vida o no.
Menciono estas cosas para que veamos que nuestro mundo occidental está aproximándose a una reevaluación de lo que es la vida humana. Y bajo esta nueva perspectiva, la mayoría ve con buenos ojos la manipulación genética si ésta puede servir para curar alguna enfermedad, aunque para ello haya que destruir embriones humanos.
Frente a todo esto, nosotros debemos recordar que una de las razones por las que Dios derramó sus juicios sobre los cananeos fue porque sacrificaban a sus recién nacidos a un dios pagano, Moloc. ¿Creemos que Dios verá de forma diferente el hecho de que en tiempos modernos se sacrifican millones de pequeños fetos a la diosa Venus o Afrodita, la diosa del amor?
Volviendo ahora a nuestro pasaje de Levítico, otra de las razones que motivaron los juicios de Dios sobre Canaán fue la homosexualidad (Lv 18:22). También en el primer capítulo de Romanos se condena esta práctica y a los que la defienden.
Hemos avanzado mucho en este mal camino cuando consideramos que en EE.UU. se acaba de consagrar a un homosexual como obispo de la iglesia Anglicana. También el actual arzobispo de Canterbury en Inglaterra cree que no hay nada necesariamente malo en la práctica de la homosexualidad, y si bien él paralizó recientemente el proceso de nombramiento de un sacerdote homosexual como obispo anglicano, explicó que lo hizo simplemente para evitar un cisma dentro de la comunidad anglicana.
Recuerdo una ocasión cuando estuve en Jordania hace algunos años, cómo hablando con un médico musulmán, comencé a explicarle el concepto del pecado y la necesidad de perdón. Él me interrumpió indignado y me dijo: "¿Qué quieres decir con la palabra pecado? Nosotros no aguantamos a vuestro arzobispo anglicano que va diciendo al mundo que el tema de su propia sexualidad es ambivalente".
Ahora no debemos olvidar que estas cosas fueron los motivos por los que Dios mandó a Josué exterminar a la mayoría de los cananeos, porque de la misma manera que la homosexualidad y otras perversiones similares han sido una de las causas principales del azote del SIDA en nuestro mundo moderno, la homosexualidad y el bestialismo en la sociedad cananea seguramente produjeron el mismo terrible efecto, envenenando lo que llamamos la reserva genética de aquel entonces. En ese caso, fue una gran misericordia de parte de Dios actuar como un cirujano y extirpar el cáncer que estaba amenazando a la humanidad entera.
7. La Persona encargada de la ejecución del juicio
En el momento en que Israel se preparaba para ejecutar los juicios de Dios sobre Jericó y Hai, Josué vio a un varón con una espada desenvainada en la mano y le preguntó: "¿Eres de los nuestros o de nuestros enemigos?", a lo que el varón contestó: "No; mas como Príncipe del ejército de Jehová he venido ahora" (Jos 5:13-15). Deducimos que este Príncipe había venido para supervisar la ejecución del juicio de Dios, lo cual nos recuerda que, a la hora de aplicar justicia, Dios no tiene preferencias ni por unos ni por otros; no hace acepción de personas.
Seguidamente el "Príncipe del ejército de Jehová" le dijo a Josué que quitara el calzado de sus pies porque el lugar en el que estaba era santo. Este detalle me hace pensar que este episodio se trata de una aparición del Señor Jesús antes de su encarnación. No olvidemos las palabras del Señor Jesucristo en:
(Jn 5:22-23) "Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre."
Esto requiere mucha meditación de nuestra parte. Que, cuando pensemos en estos juicios tan severos que Dios ordenó sobre Jericó y Hai, recordemos que en realidad fueron ejecutados por la persona que nosotros conocemos como Jesucristo nuestro Señor.

Rahab

Vamos a considerar ahora un tema mucho más alegre que se encuentra en el capítulo 2 de Josué: la historia de Rahab. Es como un hermoso rayo de sol que encontramos justo antes de comenzar los juicios sobre la nación cananea. El descubrimiento de que Rahab era auténticamente creyente es fascinante.
Josué había mandado espías a Jericó con el fin de descubrir cuál sería la reacción de sus habitantes frente al avance del ejército israelita: ¿Permanecerían dentro de sus murallas mientras el pueblo de Israel cruzaba el río Jordán o por el contrario saldrían y les atacarían en medio de una operación tan complicada?
Cuando los espías llegaron a Jericó descubrieron que la ciudad no tenía la más mínima intención de salir a la ofensiva, sino que estaban plenamente confiados en sus fortificaciones, murallas y puertas. Era evidente, pues, que estaban esperando un ataque de Israel que confiaban en repeler desde dentro. Para Josué era importante saber esto, porque un ataque por sorpresa cuando el pueblo estuviera cruzando el río Jordán habría sido un golpe muy difícil de contrarrestar.
Pero quizá lo más sorprendente para los espías fue descubrir que dentro de la ciudad de Jericó había unos pocos creyentes en Dios. Por supuesto, Dios ya lo sabía y estaba haciendo todo lo necesario para salvarles, puesto que no los había designado para ser objetos de su ira sino para obtener salvación por medio de Josué. Es por eso que Rahab y su familia fueron salvados del juicio e incorporados dentro del pueblo de Dios. Tanto es así, que esta mujer cananea, que en un tiempo había sido ramera, llegó a ser una de las antepasadas de nuestro Señor Jesucristo, lo cual el evangelio de Mateo pregona sin ambages al mundo entero.
Antes de continuar, pensemos un poco en el estilo de vida que tenía esta mujer antes de convertirse. Ella ofrecía placer sin amor y amor sin lealtad, un ejemplo más de las actitudes de nuestra sociedad actual en estos asuntos. Ahora bien, ¿qué es lo que despertó su conciencia? Pues ella misma lo explica en:
(Jos 2:9-11) "Sé que Jehová os ha dado esta tierra; porque el temor de vosotros ha caído sobre nosotros, y todos los moradores del país ya han desmayado por causa de vosotros. Porque hemos oído que Jehová hizo secar las aguas del Mar Rojo delante de vosotros cuando salisteis de Egipto, y lo que habéis hecho a los dos reyes de los amorreos que estaban al otro lado del Jordán, a Sehón y a Og, a los cuales habéis destruido. Oyendo esto, ha desmayado nuestro corazón; ni ha quedado más aliento en hombre alguno por causa de vosotros, porque Jehová vuestro Dios es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra."
Sin duda, su experiencia fue una conversión genuina; ella se volvió de los ídolos a Dios para servir al Dios vivo y verdadero y por medio de la fe ser justificada. Su caso también se comenta en el Nuevo Testamento en la epístola a los Hebreos (He 11:31) —donde se dice que fue librada por la fe— y en la carta de Santiago (Stg 2:25), donde se nos dice que también fue justificada por sus obras cuando recibió a los espías y los envió por otro camino. Así que fue justificada por su fe y después también por sus obras.
Es interesante observar su búsqueda de seguridad y salvación de la ira venidera. Leamos lo que les dijo a los espías:
(Jos 2:12-13) "Os ruego pues, ahora, que me juréis por Jehová, que como he hecho misericordia con vosotros, así la haréis vosotros con la casa de mi padre, de lo cual me daréis una señal segura; y que salvaréis la vida a mi padre y a mi madre, a mis hermanos y hermanas, y a todo lo que es suyo; y que libraréis nuestras vidas de la muerte."
Los espías accedieron a su petición, pero ella no se fiaba. Había tenido a muchos hombres en su casa que mientras estaban con ella susurraban todo tipo de dulces palabras en sus oídos, pero una vez que se iban, no volvían a pensar en ella. No era de extrañar que no se fiara de estos tampoco. Y es que ahora su vida dependía de una cuestión básica: ¿Dónde podría encontrar seguridad? Así que lo que hizo fue obligar a los espías a que jurasen por el Dios viviente en la esperanza de que Dios haría que honraran su juramento.
¡Qué historia más bella: Rahab en busca de un amor que le diera seguridad y que sólo pudo encontrar en Dios! Así que, los hombres juraron y Dios honró su juramento. Y cuando más adelante llegamos al relato de la destrucción de Jericó, el escritor interrumpe su narración para decirnos que Josué mismo intervino para que los soldados salvasen la vida de Rahab y la de su familia.
Por tanto, cuando pensamos en los juicios de Dios sobre Jericó, no olvidemos cómo Dios manifestó su lealtad y amor a esta mujer que había sido ramera, pero que ahora había llegado a ser un ejemplo para todos nosotros. Imagínala mirando por su ventana, viendo cómo los ejércitos de Israel se acercaban cada vez más, y a Josué viniendo para ejecutar los juicios de Dios sobre Jericó. Y allí, en medio de esa ciudad destinada a la destrucción, ella tenía la seguridad y la certeza que le daba el juramento de Dios, a quien se había convertido de los ídolos para servirle de corazón, y esperar la venida de Josué, que le iba a librar de la ira venidera. Porque el designio para ella no era el juicio, sino la salvación que venía por medio de Josué.
En definitiva, el libro de Josué, en el que efectivamente abunda la idea de los juicios de Dios, está también lleno de demostraciones de su misericordia y de su bondad. Y démonos cuenta de que es antes de empezar a caer el juicio cuando encontramos esta entrañable historia que nos habla de la lealtad y la misericordia de Dios para todos aquellos que creen en él.

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