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Estudio bíblico: Los maestros y la lengua - Santiago 3:1-12

Autor: Antonio Ruíz
España
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Los maestros y la lengua - Santiago 3:1-12

(Stg 3:1-12) "Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación. Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo. He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo. Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere. Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno. Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana; pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal. Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga? Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce."

Consideraciones generales

Moo afirma que hay cohesión en alguna medida en el material de (Stg 3:1-4:12); la sección comienza y termina con amonestaciones sobre pecados de la lengua (Stg 3:1-12) (Stg 4:11-12). Y entre estas dos perícopas aparece el problema de disensiones y disputas cuya cura es el arrepentimiento y la humillación delante de Dios (Stg 4:4-10) y la apropiación de la sabiduría de arriba con sus frutos de humildad y paz (Stg 3:13-18). Con todo, nuestra intención es desarrollar los materiales, antes de la Conclusión, de la forma siguiente: 3:1-12; 3:13-4:10; 4:11-5:6. Llegado el momento iremos dando las razones para esta planificación.
En el tratamiento del tema Santiago hace gala del estilo conciso y de temas convencionales tan propio de la literatura de Sabiduría. La lengua es uno de los temas favoritos del autor inspirado y corre de parte a parte de su escrito. En principio se está elaborando (Stg 1:19,26) (algunos añadirían 2:12), con todo, no debemos perder de vista: a) Los modos negativos de hablar. La excusa por el pecado (Stg 1:13). La adulación que denigra a otros (Stg 2:3-6). La insinceridad religiosa (Stg 2:16). La pretensión de fe (Stg 2:18). El trato difamatorio (Stg 4:11). La jactancia sin fundamento en la voluntad de Dios (Stg 4:13). La queja contra otro (Stg 5:9). b) La manera apropiada de hablar (Stg 5:12-20). Continúa la demanda de una fe productiva pero, respecto a la lengua como órgano de las palabras, ésta revela enseguida el carácter interno del que habla (Mt 12:34-35).
El apelativo "hermanos míos" (Stg 3:1,10,12) da cohesión a la estructura y la cuidadosa composición se hace patente en el uso repetido de "mirad" (4,5 BLA), cláusulas balanceadas (Stg 3:5,9) y aliteraciones y asonancias para memorización y enganches (Stg 3:2,5,6,7,8). Sobre todo, las palabras conjuntivas (porque, ahora bien, también, etc.) a lo largo de toda la perícopa demuestran que hay un argumento más allá de una libre asociación de ideas o proverbios sueltos. En la exposición trataremos de poner en claro dicho argumento.

Amonestación a los maestros (Stg 3:1-2)

Es posible que los lectores tuviesen en mente la figura del rabino judío. Cuando pensaban en ser maestros el modelo a seguir lo representaban estos dirigentes religiosos. Quizá fuese el estatus de que disfrutaban los maestros lo que atraía la atención. J. Jeremías nos provee ilustraciones del enorme respeto con que eran tratados, y ya que los lectores eran de origen judío, es plausible que hubiesen transferido ese mismo trato a los maestros cristianos. Ya que rabí se deriva de rabbán (maestro), y esto a su vez de rabab (grande), este título sólo podría ser aplicado con toda propiedad a Jesús. Los rabinos no cobraban y lo que ganaban lo hacían mediante la práctica de un oficio que obligatoriamente debían aprender. Este fue el caso de Saulo con las tiendas. Con todo, era costumbre en el judaísmo sostenerles y darles toda clase de prebendas y atenciones porque esto era considerado como una obra piadosa. Si el rabino era consciente de su responsabilidad y se comportaba consecuentemente con ésta, no había problema, pero si su vivencia se basaba en el orgullo entonces el caso sería muy distinto.
Por otra parte, una de las funciones básicas de la sinagoga era su ministerio educacional, pues servían de escuelas además de su uso como lugar de reunión y culto. Así que, los maestros, tanto a la manera oficial como extraoficial, eran reputados y numerosos. Además de los maestros propios, un visitante ilustre o un extranjero con ciertas credenciales podría tomar la palabra en las reuniones (Lc 4:15) (Hch 13:15), además de las discusiones públicas donde varios podían intervenir si lo deseaban.
1. La responsabilidad de los maestros (Stg 3:1)
El negativo "no" antes de "muchos" indica que hay que llevar la aplicación más allá de los que son oficialmente reconocidos para incluir también a todos los que se levantan para instruir al prójimo. Están fuera de lugar las palabras hueras, la mera verborrea, las afirmaciones erróneas, las declaraciones irreflexivas... "Sabiendo", nos dice, que conocer los peligros hará que sopesemos debidamente las cosas; igualmente la alusión a lo que debieran saber incluye conocer la enseñanza de Jesús al respecto (Mt 5:19) (Mt 18:6) (Lc 12:42-48).
La humildad del autor se hace patente al usar la primera persona plural "incurriremos" o "recibiremos", incluyéndose él mismo en la exhortación. "Juicio" es el veredicto pronunciado por el juez, y aunque en principio es neutral, generalmente alude a un juicio adverso (Mr 12:40) (1 Ti 5:24); y el tiempo futuro apunta al momento de comparecer ante el tribunal de Cristo. Cuanto mayor el ámbito de influencia más grande la responsabilidad (Hch 20:26-27).
2. La vulnerabilidad de los maestros (Stg 3:2)
El "porque" fundamenta la sentencia anterior. Los maestros siendo por excelencia hombres de palabras están particularmente expuestos a los pecados de la lengua. Deben hablar públicamente y ante una audiencia frecuentemente rendida o proclive al orador. Su posición es un semillero de tentaciones a la arrogancia y dominación sobre los estudiantes; ira o rencor ante la contradicción o la falta de atención; difamación y menosprecio hacia oponentes ausentes, etc.
El tiempo presente del verbo ("ofendemos") denota acción progresiva, es decir, repetidamente, a menudo, así que, tenemos un camino salpicado de obstáculos donde es fácil caer. "Todos" (hapantes) es la forma más fuerte del adjetivo y se sitúa al final de la frase con gran énfasis; lo que es verdad de todos sin duda debe incluir a los maestros (1 R 8:46).

La influencia de la lengua (Stg 3:2-5)

Este párrafo hace la aplicación de lo anterior al tema de la lengua. Es decisivo el control por sus efectos sobre la vida, tema básico que se explica antes de pasar a instruirnos en los errores específicos de una lengua incontrolada. Se ilustra con dos figuras (el caballo y el timón) y se concluye con una frase sumaria.
El principio enunciado (Stg 3:2). Ofender (tropezar) no es una caída accidental, sin premeditación, pues "palabra" (logö) denota pensamiento, presupone inteligencia, y también palabras de las que se vale el hombre para expresar el pensamiento interno. El pecado no es la mera articulación casual de palabras sino palabras que resultan de lo que ha sido pensado previamente.
Santiago nombra la meta de Dios para el hombre. "Perfecto" (teleios) no es impecabilidad sino lo completo en virtud, madurez. La perfección plena ocurrirá cuando veamos a Cristo cara a cara y seamos semejantes a él (1 Jn 3:2). Ahora se trata de poner la lengua bajo control porque dominar este miembro tan difícil es poseer el poder de refrenar al cuerpo, el mismo que usa el pecado como medio para expresarse. Se está diciendo algo similar a (1 Co 9:27).
El cuerpo es el territorio del pecado no la fuente del mismo. Es el corazón lo que da a la lengua, los miembros, el cuerpo, rienda suelta al pecado, y si se lo gobierna con la gracia de Dios, puede refrenar alguno o todos los miembros; cuando llega el impulso del pecado se muestra dueño de la situación.
La implicación no es que los hombres debieran disciplinarse mediante largos periodos de silencio para conseguir dominio sobre la lengua, sino más bien aprender bajo la guía del Espíritu Santo a "llevar todo pensamiento cautivo a Cristo" (2 Co 10:5), porque "de la abundancia del corazón habla la boca" (Mt 12:34), y del corazón salen no sólo las malas acciones sino también las malas palabras (Mr 7:21-23).
Las figuras utilizadas (Stg 3:3-4). El freno y el timón juntos son la suma total de lo que los hombres gobernaban en aquellos días. El freno pone al animal bajo control, gobierna "todo el cuerpo" (repitiendo la frase del versículo 2). La intención del freno es asegurarse la obediencia del caballo, no sólo de su boca. El control que representa la brida debe ser aplicado en el debido lugar.
Por observación sabemos que a los caballos se les dirige y controla de esta forma y así los que usan sus lenguas deben aprender a tenerlas bajo control y aspirar a que la función de enseñanza contribuya al bienestar de todo el cuerpo de creyentes; y esto implica una enseñanza sana, que mantenga a otros en el camino de la verdad (Stg 5:19-20).
Por medio de un instrumento pequeño como es el timón, una gran embarcación (Hch 27:37) es dirigida a voluntad del timonel. El verbo "llevados" es usado en marinería para la propulsión del viento que, en nuestro caso, son vientos fuertes o violentos golpeando en la nave. La dificultad por la combinación de masa y fuerza es patente, sin embargo, el piloto, que sigue una ruta determinada, se aplica al timón para llegar a la meta prevista. El verbo "dirigir" (metagein) es el mismo que en el caso de los caballos. Ahora la dirección apropiada se consigue por el más pequeño timón. Cuando el creyente ejerce cuidadoso control sobre la lengua presumiblemente es capaz de dirigir toda su vida en un curso adecuado y divino; pero cuando no es así, el resto del cuerpo será incontrolado e indisciplinado.
Las dos ilustraciones hablan de conducción y de este modo se refiere a dirigir la vida propia. Ambas imágenes resaltan el tamaño de lo que se alcanza (todo el animal y la embarcación tan grande... llevada por fuertes vientos) subrayando la magnitud de la influencia de la lengua.
La aplicación de las ilustraciones (Stg 3:5). La afición por la aliteración tiene aquí un nuevo ejemplo en la triple repetición con "mu" = "m": mikrón ? melos ? megala. "Grandes cosas" se escribe antes del verbo para enfatizar el contraste entre el pequeño órgano y las grandes cosas de que se jacta. El Texto Receptus usa una sola palabra (megalauchei), estar orgulloso, hablar grandezas; refleja un espíritu arrogante (Sal 12:3). Está mejor atestiguada la lectura con dos palabras (megala auchei) aunque no varía el enfoque negativo que se vislumbra ante la transición a lo que sigue donde se tratará más profundamente el aspecto nocivo de la lengua. La mayoría de las versiones reflejan el sentido negativo de la palabra, de acuerdo con todo el contexto.

Los peligros de la lengua (Stg 3:5-12)

Como ya hemos visto, el aspecto negativo del tema es predominante en el conjunto de la sección. Se insiste en el potencial de la lengua para el mal y pende la amenaza del juicio y la correspondiente necesidad de arrepentimiento llegado el caso.
1. La lengua extiende el mal (Stg 3:5-6)
Ahora se echa mano de la imagen del "fuego". Continúan los conceptos opuestos de pequeño-grande (Stg 3:3-4) pero en este caso falta el control que producían freno y timón. El autor busca impresionarnos con la idea de una destrucción amplia donde, más allá del acto inicial, el mal puede expandirse hasta proporciones pavorosas. Hay un juego de palabras: "hëlikon... hëlikën", y sujeto y objeto están yuxtapuestos antes del verbo. La BLA traduce "¡cuán grande bosque se incendia con tan pequeño fuego!". Más literalmente "¡qué tamaño fuego, qué tamaño bosque enciende!". El verbo encender no describe un bosque destruido sino ardiendo incontroladamente. Por una pequeña chispa. Así puede actuar la lengua (Pr 16:27).
¿Qué es la lengua? Su naturaleza
Los problemas de interpretación de este difícil verso giran principalmente en torno a la frase "el mundo de iniquidad". ¿Qué quiere decir y cómo "contamina... inflama... y es inflamada por el infierno"?
El "mundo", aunque incluya las cosas creadas (Mt 13:35), es principalmente aquel que rechazó a Jesús (Jn 1:10), que tiene a Satanás por príncipe (Jn 12:31) y al que no pertenecen los creyentes (Jn 15:19). Dentro de la epístola se entiende bien a la luz de (Stg 1:27) (Stg 2:5) donde mundo y Dios son opuestos, y sobre todo en (Stg 4:4), donde el mismo verbo (kathistëmi) es usado para los que eligen ser "amigos del mundo" y se constituyen por ello "enemigos de Dios". La expresión "entre nuestros miembros" significa nuestros cuerpos físicos, pero la metáfora se extiende naturalmente al poder de la lengua y lo que esta dice en la asamblea de creyentes.
Es una construcción similar a la que tenemos en (Lc 16:9,11) (Lc 18:6). La lengua es el peligroso fuego del versículo 5, y de forma natural se nos lleva a otra comparación: La lengua representa al mundo mismo entre los miembros del cuerpo porque ya que el habla es tan difícil de controlar es aquí donde primeramente se observa "el mundo" en el corazón de una persona. Todas las características de este, su codicia, idolatría, blasfemia, concupiscencia, rapacidad... encuentran expresión por la lengua. Ningún otro miembro causa tantos estragos; es un vasto organismo compuesto o distinguido por iniquidad (según consideremos el genitivo de sustancia o de cualidad). Podemos decir que la lengua es la encarnación de todo mal.
¿Qué hace la lengua? Sus efectos
La contaminación revierte por contraste a la religión pura (Stg 1:27). El verbo "spiloö" (sólo aquí y en Jud 23; el sustantivo en Ef 5:27; 2 P 2:13) describe la naturaleza funcional de la lengua. Si anteriormente la afiliación de la lengua con el mundo la ponía en oposición a Dios, ahora apunta a la persona misma. Los pecados de la lengua expanden la contaminación espiritual a toda la persona. No hay pecado cometido por cualquier miembro del cuerpo, y ningún pecado que requiera todo el cuerpo para movimiento, actitud, etc., en que la lengua no asuma el control; y hace esto por la manera en que habla del pecado, ayuda a planificarlo, se une a lo que dice al cometer el pecado, lo defiende, lo mantiene y continúa después de haberlo cometido, etc. En lo que sigue se explica como este pequeño miembro puede controlar todo el cuerpo con contaminación.
Este es el lado opuesto al control positivo sobre el cuerpo logrado por una lengua controlada. El pecado ofende al Dios Santo pero también priva de una plena satisfacción, de una vida realizada; deja huella contaminante en la persona que ya no es lo que debe ser.
¿Qué consigue? Su alcance
La frase "la rueda de la existencia" ha dado lugar a sinfín de posibles interpretaciones que no vamos a reproducir aquí con detalle. Quizá es tan sencillo como que nuestra existencia se mueve como una rueda y esta tea que es la lengua la inflama completamente. Una calumnia enciende a toda una ciudad. Una propaganda interesada a una nación o naciones. Es fácil contemplar la extensión del mal por una familia a causa de la difamación, chisme o críticas. Parece estar pensando en la rueda de la existencia humana, de la que formamos parte individualmente.
¿Cuál es su origen? La fuente
Se comienza con oposición a Dios (mundo) y se acaba favoreciendo al diablo (Mt 16:22-23). Hay dos clases de fuego, el que purifica e ilumina y es encendido por el Espíritu Santo y desciende de arriba (Hch 2:2-3), y el otro que inflama las pasiones humanas (Stg 1:14-15) e infecta la vida a lo largo de toda su existencia, que es encendido por Satanás. De hecho, es el fuego del infierno en el cual el pecador no arrepentido será finalmente castigado (Mt 5:22) (Mt 18:9).
La lengua inflamada por el infierno nos recuerda que el gobierno de Dios en el mundo es confrontado por la obra del diablo. El tema es desarrollado más plenamente en el llamamiento a la conversión que seguirá inmediatamente a este discurso sobre la lengua (Stg 4:7-10). La polaridad central es entre sabiduría de arriba que lleva a la amistad con Dios y la sabiduría terrenal que se manifiesta en amistad con el mundo que inevitablemente es enemistad con Dios (Stg 3:13-16) (Stg 4:4). Toda actividad humana, incluidas las palabras, es definida en términos de estas dos lealtades.
2. La lengua es indomable (Stg 3:7-8)
La palabra "porque" da la razón de lo anterior: ¿Cómo sabemos que la lengua es inflamada por el infierno? ¡Porque los hombres han domado todo menos eso! El verbo domar se repite en tiempos presente ("se doma") y perfecto ("ha sido domado") para que no nos equivoquemos sobre lo común que es para los hombres domar a todo tipo de animales. Sin embargo, ningún ser humano ha logrado nada semejante con la lengua. La mención de las diferentes especies de animales anticipa la creación de los seres humanos hechos a imagen y semejanza de Dios. La maravillosa capacidad para dominar forma parte del propósito original de Dios para el hombre (Sal 8:6-8). Es una prueba palpable de la superioridad otorgada por el Creador. En contraste con la habilidad humana para controlar todo lo demás, la incapacidad para someter la lengua es tan chocante como dramática. Por causa de la caída el hombre ha perdido dominio sobre sí mismo. Ya no es el dueño de su propia casa. Especialmente la lengua, medio de comunicación y compañerismo con otros y con Dios, se ha convertido en instrumento de engaño al prójimo y deshonra al Hacedor. Las primeras palabras del hombre después de la expulsión del paraíso son engañosas (Gn 4:9).
"La lengua es un mal turbulento" (BLA). La palabra "mal" (kakos) sólo se usa dentro de la epístola una vez más en (Stg 1:13). La lengua es un "mal" latente; está camuflado en contraste con la maldad activa (ponëros) que trataría con las manifestaciones del mal y las consecuencias para otros. El elemento tempestuoso conviene también a su naturaleza indomable más que a sus manifestaciones externas. Es indomable por ser inherentemente inestable de carácter y, aunque se sujete a cierto control, siempre mantiene una inclinación al mal.
La misma palabra ("turbulento") en (Stg 3:16) se refiere al desorden que prevalece donde faltan la humildad y la sabiduría de arriba. La inestabilidad, que es característica de la falta de verdadera espiritualidad, contrasta con la "paz", tan destacada en (Stg 3:17-18), y con la sencillez de carácter (Stg 1:5) (Mt 6:22) (2 Co 11:3).
"La lengua está llena de veneno mortal". El sustantivo puede tener varios significados: en (Stg 5:3) herrumbre, aquí veneno (Ro 3:13) (Sal 140:3) que es portador de muerte, y en (Nm 21:6) se asocia al pecado. Es un cuadro de cruda agresividad.
En la frase "por el género humano" el adjetivo a menudo subraya el contraste con lo divino (Hch 17:25) (1 P 2:13), y en (Stg 3:8) las palabras "hombre" y "nadie" reciben el énfasis: Absolutamente ningún hombre puede domar la lengua. Es decir, la lengua no puede ser subyugada por poder alguno que resida en la naturaleza humana o que pudiera poseer un mero ser humano. En Pentecostés las palabras que proclamaban las maravillas de Dios fueron guiadas por el poder del Espíritu Santo (Hch 2:2,3,11), el mismo que residía en Jesús y que hizo exclamar a sus contemporáneos: "jamás nadie habló como este hombre" (Jn 7:46). "No dice que nadie puede domar la lengua, sino ninguno de los hombres; así que, cuando esta es domada enseguida reconocemos que esto viene de la misericordia y de la gracia de Dios" (Agustín).
3. La lengua es contradictoria (Stg 3:9-12)
La lengua produce el fruto contradictorio de bendición y maldición. La mención implícita a las palabras de Jesús en (Mt 7:15-23), con el corolario de árboles cortados y el rechazo de la mera repetición de "Señor, Señor", apunta al juicio por el mal uso de la lengua (Stg 3:1) (Mt 12:33-37).
La lengua incluye a Dios
En las sinagogas se acostumbraba a leer el Shema, compuesto de tres importantes textos tomados de la ley (Dt 6:4-9) (Dt 11:15-21) (Nm 15:37-41), tras lo cual la congregación repetiría el Semoneh esreh, una oración imprecatoria compuesta de dieciocho preces, cada una de cuales comenzaba con la exclamación: ¡Bendito seas tú, oh Señor! Seguramente esta oración era repetida también de forma individual y los más devotos la repetirían tres veces al día. Obviamente cantar alabanzas a Dios siempre es un privilegio, y más allá de las prácticas judías, los Salmos están atestados de palabras de adoración. Bendecir a Dios es el uso más elevado y noble de la lengua. Pero se está condenando una contradicción en la conducta. Maldecir no se reduce a pronunciar imprecaciones de palabra sino incluye todo el mal que podemos hacer a nuestro prójimo con la lengua. Una actitud que hace compatible la bendición a Dios con la maldición a los hombres entraña una indudable y profunda contradicción moral (Sal 62:4) (Lc 9:51-56).
La lógica del argumento es como sigue: a) Al que nosotros bendecimos es nada menos que el "Señor y Padre" (este es un título único en la Biblia); deliberadamente se centra en la grandeza de Dios. Los dos títulos con un solo artículo apuntan a la autoridad y poder soberano de Dios, así como a su amor y compasión. "Padre" introduce la idea de la semejanza divina del hombre y subraya su amor en fuerte contraste con el mutuo odio de los hombres y sus maldiciones. b) Aquél al que maldecimos es hecho a semejanza de este Dios. Pese al daño causado por la caída todo ser humano mantiene una nobleza indicativa de su origen y dignidad como corona de la creación que es. Por tanto, tratar a una persona con desprecio es tratar de la misma forma e insultar la grandeza de Dios. Es una hipocresía elevar alabanzas a Dios en la adoración en la iglesia, o en la oración privada, mientras se maltrata a las personas ridiculizándolas, insultándolas y atacándoles el resto de la semana.
El tema de la doblez humana (Stg 1:8) (Stg 4:8) es aquí localizado en la conducta inconsecuente de la lengua. Cuando uno usa la misma lengua para bendecir a Dios y maldecir al hombre creado a semejanza de Dios, revela de manera fundamental la lealtad por la que pretende vivir. Es pecado no un mero error o falta. La mención del origen y naturaleza del hombre no se deriva de la observación de la conducta humana sino de las Escrituras, así que, lo que está en juego es la manera apropiada de percibir y responder a la creación de Dios.
La lengua manifiesta una incongruencia ilógica
El tono de asombro en el sumario porque ambas cosas salgan por la misma boca, lo recoge la frase negativa (Stg 3:10). Es una verdadera protesta moral. Tal contradicción es un sin sentido, inmoral e ilógico. "No debe ser así" porque es intrínsecamente injusto.
La maldición es una prerrogativa de Dios y quizá esto explique que Pablo lo use exclusivamente cuando se trata de veredictos sancionados por Dios (1 Co 16:22) (Ga 1:8). La maldición ofende a Dios, no hace bien a la persona que a la sazón es maldecida y el que maldice sólo puede recibir el reproche del Señor. Los justos se guardan de ella (Job 31:29-30). Los creyentes que han sido transformados por el Espíritu Santo debieran manifestar la coherencia y pureza de corazón consecuente con la pureza en las palabras.
La lección aportada por la naturaleza
Dos preguntas retóricas esperan una respuesta negativa. En ambos casos se trata de algo antinatural. La coherencia del mundo natural condena al hombre. El que se acerca a beber no espera que la fuente alterne el agua cristalina y potable con otra amarga y no apta para el consumo. El comportamiento ambivalente de una lengua es una auténtica monstruosidad.

Temas para meditar y recapacitar

1. Comente cada una de las figuras empleadas por el autor en este pasaje y explique con qué propósito lo hace. ¿Qué relación tiene este propósito con el contexto general de la epístola?
2. ¿Cómo puede llegar a ser "perfecto" un creyente en todo lo que dice (compárese con Stg 1:26)?

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