Estudio bíblico de Amós 5:18-27
Amós 5:18-27
Continuamos hoy, estimado oyente, nuestro estudio de este libro del profeta Amós, y estamos en el capítulo 5. Recordemos que el capítulo anterior, este capítulo y el próximo, el capítulo 6, formaban una serie que trataba específicamente con el pueblo de Israel. El capítulo 4 nos recordó que en el pasado, Dios castigó a ese pueblo por su maldad. En este capítulo 5 estamos viendo que en el futuro, dicho pueblo será castigado por los mismos motivos y, finalmente, en el capítulo 6 veremos que Amós aconsejó a su generación que se apartaran de la maldad.
En el capítulo 4 ya habíamos leído que, a pesar de las severas advertencias y plagas, el relato repitió varias veces la frase pero nunca os volvisteis a mí. En los primeros versículos de este capítulo 5, hemos visto que Dios les rogó a los israelitas una y otra vez que le buscaran, para poder evitar el castigo que caería sobre ellos. Los constantes llamados de invitación de Dios parecieron resumirse en el versículo 5 de este capítulo, en el cual encontramos la frase buscadme y viviréis. Ahora bien, en los versículos 15 y 16 Dios, sabiendo que ellos no se arrepentirían, claramente les habló del juicio y castigo que vendrían sobre ellos. Habría una gran mortandad y todos se lamentarían.
Demos, pues, comienzo a nuestra lectura Bíblica de hoy leyendo el versículo 18 de este capítulo 5 de Amós:
"¡Ay de los que desean el día del Señor! ¿Para qué queréis este día del Señor?"
Aquí se implica que muchas personas estaban diciendo, con una pretendida actitud de piedad que deseaban que llegara el Día del Señor. El profeta Amós hizo referencia a ese supuesto deseo como una lamentación, al decir ¡Ay de los que desea el día del Señor! También hoy muchas personas dicen "¡Ah, si viniera el Señor!" Pero esa expresión para tales personas solo significa un sentimiento piadoso. Ese "Día del Señor" no va a ser para ellas una experiencia tan placentera como ellos piensan.
Amós usó aquí la expresión "el Día del Señor". El profeta Joel fue quien introdujo este tema en la profecía, y cada uno de los profetas después de él tuvo algo que decir sobre este tema. Muchos han creído que el Día del Señor se refería al reino milenario; en un principio habíamos pensado que así era. Joel - así como también Amós--- fue muy cuidadoso al decir que el Día del Señor no consistiría en un período luminoso, sino más bien oscuro. El Día del Señor comenzará con juicio y continuará con la venida de Cristo para establecer Su reino aquí en la tierra.
Hay varios expositores Bíblicos que creen que en aquella época el pueblo de Israel se estaba convirtiendo en un pueblo bastante cínico y los israelitas estaban ridiculizando el Día del Señor. Pero nosotros no lo consideramos así, es decir, que no vemos posible aplicar aquí esta interpretación. Más bien vemos que la gente se estaba haciendo piadosa en el sentido que estaban cumpliendo los rituales de la ley de Moisés, pero por otra parte también estaban adorando a los ídolos. Para muchos, todo se limitaba a practicar una religión, así como en la actualidad muchas personas asisten a la iglesia. No hay ninguna vitalidad, ni ninguna experiencia real por el hecho mismo de cumplir un ritual. La razón por la cual muchos servicios religiosos hoy revelan una falta de espiritualidad es, que no implican nada más que el cumplimiento de un ritual. Puede incluso que se trate de reuniones atractivas, que apelen a la vista y al oído pero, estimado oyente, ¿cambian en algo su vida? ¿Constituyen una experiencia transformadora? ¿Le ayudan a hacer frente a las circunstancias de su vida personal, familiar, laboral y social? Hay muchos hoy que se declaran conservadores en su posición teológica y premilenialistas en la profecía, y también suelen decir "¡Ah, si el Señor viniera!" Si usted es uno de ellos, permítanos preguntarle lo siguiente: ¿verdaderamente, desea usted que El venga? ¿O está usted utilizando el arrebatamiento de la iglesia como una especie de vía de escape para evadirse de los problemas que le rodean?
A veces, algunos, al enfrentarse con una situación difícil o una experiencia de gran tensión, o por momentos de dolor, deseamos que el Señor venga antes de ese trance crítico. Y, por otra parte, cuando viven impulsados por la ilusión de pasar por una experiencia placentera, desean ardientemente que el Señor demore Su venida para poder disfrutar de esos momentos de felicidad.
En el pasaje que estamos estudiando, fue como si el profeta Amós le hubiera dicho a aquel pueblo: "os consideráis piadosos por estar cumpliendo con los rituales religiosos pero realmente no conocéis a Dios, porque al mismo tiempo, ¡estáis adorando a ídolos! El Día del Señor no es algo que debáis desear que llegue. No será un día de luz, sino de oscuridad. Cuando el Día del Señor llegue, tendréis que pasar por un período de gran tribulación. Lo que parecéis esperar, es dar un salto en el tiempo hasta el período del reino pero, las cosas no van a ocurrir de esa manera."
Aquellos que creemos que la iglesia no va a pasar por el período de la gran tribulación deberíamos ser conscientes de que no evitaremos todo juicio o evaluación por parte de Dios. Escuchemos lo que dijo el apóstol Pablo en su segunda carta a los Corintios capítulo 5, versículo 9 y 10: 9Por tanto, procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables, 10porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo. El tribunal de Cristo, en el idioma original, es el "bema"; es decir, que no se trata del juicio final del Gran Trono Blanco, mencionado en el Apocalipsis. El tribunal de Cristo significa el momento en el que todos los cristianos se presentarán ante su Señor, como dice este versículo de San Pablo, para que cada creyente reciba lo que le corresponda, según lo bueno o malo que haya hecho mientras vivió en esta tierra. Surge aquí una pregunta: ¿será ese juicio para determinar la salvación de cada uno? Por supuesto que no. Recordemos que el apóstol Pablo también dijo en su primera carta a los Corintios capítulo 3, versículo 11: 11Nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Es decir, que ningún ser humano puede poner otro fundamento que éste en su vida. Pero sobre ese fundamento, uno puede edificar con materiales de baja calidad, como madera, heno y paja. O también puede edificar con materiales de gran calidad, como oro, plata o piedras preciosas. En ese tribunal de Cristo que mencionó San Pablo, la obra de cada creyente - no su salvación, ni su persona--- será probada por el fuego. El fuego pondrá a prueba la calidad del trabajo de cada uno. Si la obra de un creyente sobrevive al fuego, entonces él recibirá una recompensa. Pero supongamos que la obra de un creyente no supere la prueba del fuego y es consumida por las llamas; entonces, ¿qué le sucederá a ese creyente? Pues, como dijo San Pablo, él mismo será salvo, pero como quien pasa por el fuego, como podemos ver en 1 Corintios 3:12--15. A veces hemos dicho, figurativamente hablando, que, aunque muchos cristianos sean salvos, cuando lleguen al cielo van a despedir el mismo aroma de un tizón arrebatado del fuego. Porque todas la obras que hayan realizado en esta tierra, la hicieron por motivos exclusivamente humanos, egoístas, o para lograr una simple satisfacción personal.
Todos los cristianos, ya sea que se encuentren en la plenitud de la vida, o en el ocaso, deberían preguntarse cómo lo pasarán cuando se presenten ante el tribunal de Cristo. Más allá de lo que cada uno haya hecho en esta vida, y de que haya llevado a cabo obras espectaculares, que pareciera que van a merecer una gran recompensa, o que más bien haya realizado una obra silenciosa, que casi haya pasado desapercibida ante los demás, está la realidad interior e íntima de cada creyente. Y más allá de lo que cada uno ve en los demás, cada uno se conoce a sí mismo, y esta realidad será la que contará al llegar a la presencia del Señor Jesucristo.
Estimado oyente, las vidas que vivamos aquí en la tierra van a ser probadas, y será una apariencia piadosa inútil, el fingir estar tan interesado en la venida de Cristo, cuando la verdad es que algunos llegarán al cielo y al enfrentarse con el tribunal de Cristo. Comprobarán que, después de todo, no habrán evitado las preocupaciones que otros pasarán en una gran tribulación. Observemos que el Apóstol Pablo, después de haber hablado del tribunal de Cristo, continuó diciendo en su segunda carta a los Corintios capítulo 5 y versículo 11: 11Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres. No piense usted que al llegar ante la presencia del Señor lo que va a contar para que El le entregue su recompensa será su constante asistencia a los servicios religiosos de la iglesia. Lo que realmente contará en el tribunal de Cristo será la vida que usted haya vivido en su propio hogar, su testimonio cristiano en su vida laboral y social, así como su conducta moral con respecto a los demás. Lo importante en aquel momento será entonces, las motivaciones que le hayan impulsado aquí en la tierra, que determinarán la calidad de las obras que haya realizado.
¿Desea usted ir al cielo lo antes posible? ¿Y entonces, tiene usted todo preparado para presentarse allí? El apóstol Pablo escribió en su primera carta a los Corintios capítulo 11, versículo 31: 31Si, pues, nos examináramos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; Por este motivo, algunos tratamos de confesar todo al Señor, ya que es mejor arreglar cuentas con el Señor cada día, en vez de dejar una cuenta grande pendiente para aquel día futuro en Su tribunal. El va a juzgar todas nuestras acciones, así que si fallamos en nuestro testimonio cristiano, si hemos perdido en alguna ocasión el control sobre nuestro temperamento perjudicando a otras personas, si hemos hablado mal de alguien, o hemos cometido alguna otra falta, será mejor que cada día nos examinemos a nosotros mismos. Como hemos leído, el apóstol Pablo tenía esa regla. El Señor va a juzgar todas las cosas y al llegar a Su Presencia, todo tendrá que quedar examinado y aclarado, pues ese será el propósito del tribunal de Cristo.
En este pasaje Bíblico que estamos estudiando hoy, vemos que el profeta puso a aquella gente en su lugar, para que dejaran de hacer alarde de su deseo de que llegara el Día del Señor, ya que este día no sería un tiempo de luz y claridad, sino de oscuridad, y tendrían que pasar por una gran tribulación. Así que si usted, estimado oyente, es un creyente en Cristo, no pasará por esa gran tribulación y juicio de Dios, pero aun así, será ineludible que pase por el tribunal de Cristo, y esta experiencia futura, para algunos no será tan agradable como piensan que va a ser. Pero volviendo al Día del Señor, el profeta continuó diciendo en el versículo 19 de este quinto capítulo de la profecía de Amós.
"Será como el que huye del león y se encuentra con el oso; o como el que, al entrar en casa, apoya su mano en la pared y lo muerde una culebra."
Estas palabras nos muestran, otra vez, que Amós, como profeta, fue uno de los predicadores más dramáticos que encontramos en la Biblia. Usó un lenguaje muy figurativo. Utilizó el idioma de la tierra y extrajo sus ilustraciones de la naturaleza. En este versículo que hemos leído describió a un hombre que se encuentra en el bosque y, repentinamente, aparece un león que lo está siguiendo, Y al huir del león, ve a un oso que se le está acercando. O sea que, en otras palabras, sería la situación en que se encontraría usted si dice que quiere que el Señor venga para librarse de las dificultades de esta vida. En un lenguaje doméstico, sería como saltar de la sartén para caer en el fuego. Y en nuestro pasaje Bíblico, al huir del oso, el hombre se refugia en su casa. Pero una vez allí, apoya su mano en la pared para descansar y recuperar el aliento, solo para que una serpiente se deslice por la pared y lo muerda. Y en un caso así uno no sabe, si habría sido mejor que el oso lo hubiera alcanzado, que tener en su cuerpo el veneno de la serpiente.
Por ello, lo que el profeta Amós estaba diciendo, puede aplicarse a que seamos más cuidadosos con la vida que estamos viviendo para Dios aquí en la tierra. Como creyentes, nuestra salvación no se encuentra en peligro - Cristo ha pagado el castigo por nuestros pecados, pero si nuestros pecados como cristianos no son tratados, resueltos o enderezados, el Señor mismo los corregirá. Por lo tanto, usted y yo tenemos que haber resuelto ese problema cuando lleguemos a Su Presencia. Esta es una realidad de la cual muchos cristianos no son conscientes en la actualidad. Continuemos leyendo ahora el versículo 20 de este quinto capítulo:
"¿No será el día del Señor tinieblas y no luz; oscuridad, que no tiene resplandor?"
Aquí dice que el Día del Señor comenzará con un período de juicio que aun tendrá que llegar para la nación de Israel. Sin embargo, en el Día del Señor habrá más eventos que en un período de juicio. El Día del Señor también incluirá a la segunda venida de Cristo a la tierra para establecer Su reino. Leamos ahora los versículos 21 hasta el 23 de este capítulo cinco de la profecía de Amós:
"Aborrecí, desprecié vuestras solemnidades y no me complaceré en vuestras asambleas. Y si me ofrecéis vuestros holocaustos y vuestras ofrendas de grano, no los aceptaré, ni miraré las ofrendas de paz de vuestros animales cebados. Quita de mí el ruido de tus cantares, pues no escucharé la música de tus arpas."
Detrás del cumplimiento de los rituales por parte de aquel pueblo, había vidas deshonestas. En aquel tiempo, y en nuestro tiempo, los que forman parte del pueblo de Dios necesitan reconocer que su fe debe ser auténtica, real. La fe no es algo falso, ni una fábula, sino una realidad. La fe tiene que sostener a una persona. La fe no es engañarse a uno mismo. Muchos dicen que si uno cree, es porque está ciego, porque tiene una fe ciega. Estimado oyente, si usted tiene una fe ciega, olvídela. Dios no la aceptaría. La fe debe tener una influencia decisiva, un efecto real sobre la vida de una persona. El apóstol Santiago dijo que la fe sin obras estaba muerta. Y el apóstol Pablo dijo que hemos sido salvos para producir obras buenas. Y esto es muy importante recordarlo.
Estos pasajes Bíblicos nos muestran que los israelitas estaban viviendo en el pecado. Estaban entregados a la idolatría y, sin embargo, estaban cumpliendo el ritual de la ley de Moisés. Y en esa ocasión, Dios les dijo que esa religiosidad, ante El, no servía para nada. En la actualidad, en muchos de nuestros encuentros de canto y adoración que consideramos tan entusiastas, si los corazones de los que participan no están concentrados en los que hacen, si solo tenemos bocas que emiten un sonido, ¿cree usted realmente que Dios acepta esta clase de adoración? Si El viniera a su congregación cristiana o a la mía ¿qué pensaría, cuál sería su punto de vista? En fin, para continuar nuestra lectura Bíblica de hoy continuemos leyendo los versículos 24 al 26 de este quinto capítulo de la profecía de Amós:
"Pero corra el juicio como las aguas y la justicia como arroyo impetuoso. ¿Me ofrecisteis sacrificios y ofrendas en el desierto en cuarenta años, casa de Israel? Antes bien, llevabais el tabernáculo de vuestros Moloc y Quiún, ídolos vuestros, la estrella de vuestros dioses que os hicisteis."
Aparentemente, el pueblo de Israel ofreció sacrificios en el desierto, pero cuando se encontraron con un pueblo pagano, quisieron asumir también la adoración de sus dioses. La adoración de Moloc era aquella en la cual los niños pequeños eran colocados en los brazos de un ídolo candente y ofrecidos como sacrificios humanos. Los gritos de aquellos niños eran era aterradores. En cuando a una aplicación de este reproche a nuestro tiempo, es como si Dios nos reprochara que asistimos a la iglesia los domingos, en la cual seguimos todos los ademanes y expresión de la adoración, pero durante la semana adoramos a ídolos como, por ejemplo, al ídolo del dinero y al ídolo de la codicia.
Recordamos haber leído un detalle de la vida del Cardenal Wolsey, que fue expulsado del la corte por el rey Enrique VIII, quien también le habría ejecutado si el cardenal no hubiera muerto de muerte natural. En su lecho de muerte el cardenal dijo: "¡Si solo sólo hubiera servido a mi Dios de la misma forma en que serví a mi rey!". Y hay muchos creyentes que tendrán que decir en sus lechos de muerte: "En esta tierra yo he servido al ídolo de la codicia, he adorado a todo lo que le apetecía a mi naturaleza humana, pero no he servido a mi Dios:" Estimado oyente, indiferentemente de la música o las palabras que sobre su vida algún predicador pronuncie en su funeral o en el mío, usted y yo vamos a comparecer ante el tribunal de Cristo". Y ese hecho debería causarnos una cierta inquietud, hasta el punto en que deseemos enderezar y poner en orden nuestra relación con el Señor. Ahora, para finalizar nuestra lectura Bíblica de hoy, leamos el versículo 27 de este capítulo 5 del libro del profeta Amós:
"Os haré, pues, transportar más allá de Damasco, ha dicho el Señor, cuyo nombre es Dios de los ejércitos."
En estas palabras vemos que Israel sería castigado en un futuro. Este pueblo será llevado cautivo más allá de Damasco (es decir, más allá de Siria), y más allá de Damasco se encontraba la ciudad de Nínive. De esta manera, Dios le estaba diciendo a Israel que los Asirios les llevarían al cautiverio.
Y aquí, estimado oyente, concluimos nuestro estudio de este capítulo 5 del libro de Amós. Si Dios lo permite, en nuestro próximo programa, vamos a entrar en otro gran capítulo de este libro, el capítulo 6. Como esperamos contar con su compañía, le sugerimos que lea los primeros 6 versículos de ese capítulo, para familiarizarse con su contenido.
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