Saltar al contenido

Estudio bíblico: Introducción al libro de Hechos de los Apóstoles - Introducción

Autor: Ernestro Trenchard
Reino Unido
Resultado:
Votos:
3
Visitas:
24009

Introducción al libro de Hechos de los apóstoles

Lugar del libro en el canon del Nuevo Testamento

Como veremos en su debido lugar, es casi seguro que el Evangelio según Lucas y Los Hechos de los apóstoles constituían dos partes de una sola obra extensa que Lucas redactó para la orientación e información de personas como Teófilo, formadas en el sistema cultural que denominamos el grecorromano, ya que predominaba en el Imperio de Roma, al par que sus raíces se ahondaban en el subsuelo de la literatura y las artes de Grecia, madre y señora de la civilización europea. El Evangelio se desgajó de la Historia a principios del segundo siglo por la razón de que a los cristianos les pareció bien unir las cuatro facetas de la vida del Señor Jesucristo bajo el nombre genérico de EL EVANGELIO, de la manera en que coleccionaron las epístolas de Pablo bajo el nombre general de EL APÓSTOL. Podemos ver las providencias de Dios en esta separación, contraria a la intención del autor, ya que LOS HECHOS llega a ser el nexo obligado entre la presentación total de la vida del Dios-Hombre en la tierra y la rica literatura epistolar de los apóstoles. Si pasáramos de la Ascensión, como final del ministerio de Cristo en la tierra, a las Epístolas de Pablo y los demás apóstoles, nos enfrentarían multitud de problemas y cuestiones que no sabríamos solucionar, o que vislumbraríamos oscuramente por deducciones inciertas sobre la base de referencias biográficas e históricas esparcidas por dichas Epístolas. Pero el libro de Los Hechos, redactado con diáfana claridad, nos ofrece una selección, hecha por la divina sabiduría de la inspiración a través de la mente de un insigne historiador, de los acontecimientos más significativos de la era de la actividad apostólica ?dirigida y controlada por el Espíritu Santo?, de modo que llegamos a las Epístolas en posesión de las claves necesarias para la comprensión de los escritos apostólicos.
El mismo autor anuncia su designio y describe sus métodos en el prólogo al Evangelio (Lc 1:1-4), haciendo mención de la labor de importancia primordial de los testigos oculares, al par que nota la existencia de otras narraciones anteriores. En cuanto a su propia obra añade: "Me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo". En cuanto a Los Hechos, pudo ser testigo ocular de mucho de lo que refiere de la obra de Pablo, pero su don especial consistía en recoger, seleccionar y redactar acontecimientos que pertenecían a la primera época de la Fe, procurando asegurar la exactitud de su obra y ordenando el material según un plan que, sin duda, se debe al Espíritu Santo que utilizaba el temperamento y la preparación de uno de los historiadores más concienzudos de la antigüedad.
No queremos decir por eso que no queden problemas de cronología o de coordinación, en el terreno de la erudición bíblica, pero sí afirmamos que LOS HECHOS nos introduce a la literatura apostólica de forma magistral, aclarando todo lo que es necesario para la debida comprensión de las Epístolas. Bajo los epígrafes de "Contenido", "Plan" y "Propósito" tendremos más que decir sobre la función de este maravilloso libro, pero basta notar aquí su posición clave en el desarrollo de la doctrina cristiana y en la presentación de la historia de la Iglesia y del Reino de Dios durante el período crucial de la actividad de los apóstoles.
El lugar del libro entre el Evangelio de Juan y la Epístola a los Romanos, se fijó en la época de la controversia antimarcionita (140 a 170 d.C.), y se ha mantenido siempre como enlace natural entre EL EVANGELIO y LAS EPISTOLAS desde entonces a nuestros días.

El autor del libro

Tanto el Evangelio como esta historia eclesiástica son escritos anónimos en cuanto a los textos griegos que han llegado a nuestras manos. Hemos de buscar el primer indicio del nombre del autor en los escritos cristianos del siglo segundo, y luego veremos cómo la evidencia interna concuerda con la información así recogida. Citas que pueden identificarse con textos de Los Hechos se hallan muy tempranamente en los escritos de los padres apostólicos, como por ejemplo en la epístola de Clemente, en la llamada "de Bernabé", en el "Pastor" de Hermas, en las epístolas de Ignacio, en la de Policarpo, en las apologías de Justino Mártir, etc., pertenecientes todos ellos a la primera mitad del siglo segundo. Se nombra a Lucas como el autor por primera vez en el Prólogo Antimarcionita (160 a 180 d.C.) y se confirma por el testimonio del Fragmento Muratoriano (170 a 200 d.C.) y por claras referencias en los escritos de Ireneo, hacia el fin del siglo. Menudean luego las referencias a Lucas y a sus escritos.
La paternidad común del Evangelio y de Los Hechos se establece por ser los dos dirigidos a un tal Teófilo, miembro del orden ecuestre, u oficial de alta categoría en el servicio de Roma, como se evidencia por el tratamiento de "excelentísimo", que se le concede en el prólogo del Evangelio. La ausencia del título en Los Hechos podría obedecer a una mayor intimidad entre Lucas y su corresponsal, o al hecho de que Teófilo era ya creyente, sobrando por tal razón el ceremonioso tratamiento del principio del Evangelio.
La consideración anterior se confirma por el estilo literario de los dos libros, ya que el autor es capaz en ambos de expresarse en los elegantes períodos del griego clásico, como en el prólogo del Evangelio, o, normalmente, en buen griego helenístico, que maneja a la perfección. A veces los eruditos señalan giros aramaicos, pero éstos obedecen a la sensibilidad de Lucas a su medio ambiente, ya que se hallan en las secciones que reflejan la vida y pensamiento de los judíos fieles que esperaban al Mesías (primeros capítulos del Evangelio) y en la historia de la iglesia en Jerusalén durante el período exclusivamente judaico.
1. El compañero del apóstol Pablo
La mayor parte de Los Hechos se narra en tercera persona, "él", "ellos", pero hay ciertas secciones, notablemente la que empieza en (Hch 16:10) (la visión de Pablo en Troas), en las que el autor se asocia con la compañía apostólica, utilizando la primera persona plural "nosotros". No es arriesgado deducir que Lucas se unió a la compañía en Troas y que compartiera sus trabajos y triunfos hasta la salida de Pablo de Filipos (Hch 17:1), cuando la narración sigue en tercera persona.
Es notable que vuelve a identificarse con la compañía otra vez en Filipos, al emprender el viaje a Troas (Hch 20:5-6), señalando los escriturarios una relación especial entre Lucas y Filipos. Es evidente al más profano que el detallado relato de los acontecimientos en Filipos delata el testigo ocular que se interesaba intensamente en lo ocurrido (Hch 16). Después de unirse con Pablo en Filipos al final del tercer viaje, es probable que le acompañara más o menos de cerca hasta el fin del período de su narración.
No nos equivocaremos, pues, al identificar el compañero de Pablo, autor de estos libros, llamado "Lucas" por los cristianos del siglo segundo, como "Lucas el médico amado", compañero del apóstol durante su primer encarcelamiento en Roma (Col 4:14), y con el fiel amigo que no le abandonó hasta su martirio (2 Ti 4:11). Antiguas tradiciones afirman que era oriundo de Antioquía en Siria, donde pudo haber conocido el Evangelio y trabado amistad con Pablo por primera vez.
2. Lucas, gentil culto, y destacado siervo de Dios
Las referencias personales a Lucas se limitan a los pasajes que hemos notado, en sí bien significativos, puesto que las breves pinceladas trazan los rasgos de un hombre profesional, amado tanto por su temperamento como por su probada fidelidad "hasta la muerte". Pero hay elementos más abundantes que nos ayudan a ir perfilando el retrato, ya que el autor se conoce por sus libros. No habla de sí como héroe, sino que se esconde modestamente detrás de las señeras figuras que ocupan el proscenio; pero la selección del material es suya ?bajo la guía del Espíritu Santo? por lo cual cada incidente llega a ser un indicio de los intereses y la sensibilidad del médico amado. El Evangelio es más importante a los efectos de "psicoanalizar" a Lucas que no Los Hechos, ya que abundan los incidentes "humanos", llenos de ternura y de simpatía por los pobres y desvalidos; pero el observador que tan finamente sabía trazar los rasgos del gran apóstol se retrata inconscientemente a sí mismo por la evidente comunidad espiritual y moral entre el "pintor" y la personalidad que pasa a su lienzo literario. Quedamos con la impresión de un hombre culto, inteligentísimo, lleno de simpatía, investigador por temperamento y por autodisciplina, con el "don de gente" que le capacitaba para averiguar y presentar con fina discreción hasta detalles íntimos de sus biografiados; fiel, abnegado, modesto, trabajador, buen consejero, notable como personaje y como siervo de Dios entre los muchos colaboradores destacados del apóstol Pablo.
3. Lucas como historiador
En una época felizmente superada, escritores que no fuesen creyentes solían dar crédito a cualquier indicio histórico de los autores profanos, o a descubrimientos arqueológicos apenas comprendidos aún, concediéndoles la razón siempre frente a las indicaciones de la Biblia, que se consideraba como una selección de escritos religiosos, modelados por los postulados de los dogmas de los hebreos y de los cristianos, carentes por lo tanto de valor histórico. Hoy en día, libros como "La Biblia tenía razón", de Werner Keller (a pesar de todas sus imperfecciones), hacen ver aun al profano que la Biblia es un Libro estrictamente histórico. No es que los libros se redactaran por una mera preocupación histórica, pues la finalidad de las Escrituras es la de presentar la historia de la redención del hombre, al par que revela a Dios por medio de la Palabra escrita; pero, al hacer referencia a hechos históricos, lo hace según las normas de la más estricta verdad. Testigos de credenciales inmejorables dan fe de lo que han visto y experimentado, y la convicción cristiana de que fueron auxiliados por el Espíritu Santo aumenta y no disminuye el sentido rigurosamente histórico de su testimonio. He aquí la gran diferencia entre el cristianismo (con la revelación a los hebreos en el Antiguo Testamento) y las demás religiones, cuyas leyendas fundamentales se hallan totalmente divorciadas de una base histórica. Las investigaciones arqueológicas ?que ya se llevan a cabo por métodos científicos? han cambiado la actitud de los eruditos frente a la Biblia, y cualquier testimonio escritural se trata ahora con respeto por quienes están enterados de los descubrimientos de los cincuenta últimos años. Entre todos los escritos, los de Lucas se han prestado mejor que ninguno a la prueba de la investigación científica y arqueológica porque su narración roza con muchos hechos históricos y condiciones políticas y sociales que son "comprobables". Hubo tiempo en que los eruditos señalaban una multitud de "equivocaciones" en estos escritos, pero los clásicos trabajos del gran erudito e investigador Sir William Ramsay han cambiado todo eso. Con paciencia ejemplar recorría las tierras del Próximo Oriente, llevando a cabo sus investigaciones literarias y arqueológicas según métodos rigurosamente científicos, y por fin llegó a la conclusión de que Lucas, siguiendo las mejores tradiciones de los historiadores griegos (especialmente las de Tucídides), era el historiador más concienzudo y exacto de la antigüedad. Los frutos de sus investigaciones se han concretado en una serie de obras como "Luke the Physician", "St. Paul the Traveller", "The Church in the Roman Empire", que se aceptan generalmente como obras maestras de su género, y que han cambiado totalmente la opinión de eruditos sobre la historicidad de Los Hechos. Evidentemente es más difícil pasar el Evangelio por el crisol de la investigación arqueológica que no Los Hechos, que ofrece multitud de referencias a lugares, costumbres, títulos de oficiales, etc.; pero es deducción natural que un historiador que prueba su categoría de investigador exacto y concienzudo en una parte de su libro (en dos tomos), merezca nuestra confianza en la primera parte, ya que hace constar que su método era igual en la totalidad de su obra (Lc 1:1-4). Según el proceso "vital" de la inspiración de las Escrituras, el Espíritu Santo se ha valido de un escogido instrumento, historiador por temperamento y preparación, para redactar libros que presentan en forma ordenada y seguida los comienzos de la Fe cristiana en el mundo, empezando por el nacimiento del precursor del Mesías y terminando con la plena proclamación del Evangelio en la corte del Imperio.
4. La cronología de Lucas
Como punto de partida, Lucas sitúa el ministerio de Juan el Bautista en el año decimoquinto del reinado de Tiberio, cuando Poncio Pilato gobernaba en Judea, y Anás y Caifás eran los sumo sacerdotes (Lc 3:1-2). Pero nos sorprende un poco que luego deje de orientarnos por medio de fechas o por referencias a la historia profana, lo que ha dado mucho que hacer a los escriturarios. Como esta obra es un comentario que aprovecha lo mejor de la sana erudición de nuestros tiempos, sin pretensiones de erudición propia, nos contentamos con presentar una tabla de las fechas aproximadas de los grandes acontecimientos de los primeros años del cristianismo, remitiendo al lector estudioso a libros de referencia en lengua inglesa si le interesa más detalle cronológico, advirtiéndole al mismo tiempo que los peritos en la materia no están de acuerdo sino en las líneas generales. En su lugar veremos que la referencia a Galión, procónsul de Acaya (Hch 18:12-17), nos provee de otro punto fijo en el que la historia sagrada coincide con una fecha que se determina por referencias extrabíblicas, y hay razonable certeza sobre la fecha de la muerte de Herodes Agripa (Hch 12); pero por lo demás nadie puede dogmatizar sobre el detalle. Lucas emplea con frecuencia frases como "quedaron bastante tiempo con los discípulos" (Hch 14:28), que cumplen su propósito, pero dejan en duda el lapso del tiempo. Desde el principio del viaje hacia Jerusalén y Roma, Lucas, estando constantemente con el apóstol (o cerca de él), se cuida más de las notas cronológicas, y podemos seguir el programa con bastante exactitud; pero los hechos del primer período de la vida de la Iglesia, bien perfilados en sí, carecen de una exacta perspectiva histórica.

La fecha de redacción

Por fortuna, desde el punto de vista que se señala en el prólogo del autor, podemos resumir en unas escuetas referencias la voluminosa literatura existente sobre la fecha de la redacción de Lucas-Hechos. Muchas de las teorías que han sido populares en su día son fruto de las lucubraciones perversas de eruditos que no se dejan guiar por una sana doctrina de inspiración, tratando, por lo tanto, de "probar" que muchos de los libros del Nuevo Testamento se revisten de carácter pseudoepigráfico (escritos bajo nombres supuestos) y posteriores a la época apostólica. Dados nuestros postulados y la intención de este Comentario, podemos hacer caso omiso de tales teorías, pasando a notar los interesantes datos aducidos, por eruditos que trabajan en sujeción a la Palabra revelada.
Lucas, no siendo testigo ocular de la vida de Cristo ni de la época jerosolimitana de la Iglesia, tuvo necesariamente que recoger su material de testigos fidedignos que sobrevivieran en los días cuando él podía dedicarse a sus investigaciones, según las normas que señala en (Lc 1:1-4). Suponiendo que Lucas se convirtiera en Antioquía, por las fechas de la primera expedición misionera de Pablo (aparece por primera vez en Troas alrededor del año 47), y notando sus abundantes trabajos como colega de Pablo durante las expediciones segunda y tercera, es natural suponer que no tendría ocasión de visitar los rincones de Palestina en busca de los antiguos discípulos hasta la época del encarcelamiento de Pablo en Cesarea (57 a 59), durante la cual podía atender a su amigo y guía, y al mismo tiempo realizar breves viajes a distintos lugares del país. El detalle del nacimiento del Señor, desde el punto de vista de María, nos hace suponer que se pondría al habla con ella, ganando su confianza por la gracia que le caracterizaba y por la autoridad de su profesión de médico. Como hipótesis verosímil, pues, suponemos que Lucas recogió el material de su Evangelio durante los años 57 a 59. Hemos notado que el libro es uno, en cuanto a su plan total, de modo que el material que corresponde al período que se extiende desde la Crucifixión (año 30) hasta el año 57 habría podido recopilarse al mismo tiempo. Lucas mismo era conocedor de los trabajos de Pablo y podría enterarse de los comienzos de la Iglesia en Jerusalén por contacto con los testigos oculares. Antes de la redacción final del Evangelio es posible que viera el Evangelio de Marcos, y él mismo declara que conocía otras fuentes escritas (Lc 1:1-4).
Al dar fin a su obra, los aciagos sucesos del viaje de Pablo están aún frescos en su memoria, como es evidente por el dramatismo y el detalle de su relato. Como veremos bajo el epígrafe del "Plan del Libro", su propósito se había cumplido, y pudo soltar la pluma, a pesar de que la narración nos parece truncada por estar nuestros ojos occidentales acostumbrados a distintos métodos biográficos. Pablo llegó a Roma en el año 60, y Lucas nota los dos años posteriores de detención, de modo que podemos dar como razonablemente cierta la fecha de 62 a 63 para la redacción final de esta gran obra literaria: la composición histórica (juntamente con los Evangelios) más importante de todos los tiempos.

El contenido del libro

1. El enlace con los Evangelios
Lucas mismo señala el enlace con el "primer tratado" en (Hch 1:1), tratando el escrito anterior "de todas las cosas que Jesús empezó a hacer y a enseñar", y el posterior, por deducción natural, de cuanto el Señor continuó realizando por medio de su Espíritu en los apóstoles, profetas y otros siervos suyos.
El relato de la Ascensión redondea el Evangelio por la pluma de Lucas, o por otro colaborador, como final del ministerio terrenal del Señor (Lc 24:50-53), pero hacía falta que Los Hechos empezara con el mismo magno acontecimiento con el fin de relacionarla con la obra que estaba aún por realizar.
A pesar de la diferencia de autores, existe un estrecho enlace entre lo que Juan expone al referir el ministerio del Cenáculo (Jn 13-16) por una parte, y el prólogo de Los Hechos por otra, ya que se pone de relieve en ambas porciones el doble testimonio tanto del Espíritu Santo como de los apóstoles elegidos por el Señor.
2. El Espíritu Santo y los apóstoles
Recogiendo el último pensamiento del párrafo anterior, podemos hacer notar que las benditas actividades del Espíritu Santo, el Paracleto, el "Alter Ego" que ocupaba el lugar del Maestro (Jn 14:15-19,26) (Jn 15:26-27) (Jn 16:7-15), es el tema de este libro que algunos han denominado "Los Hechos del Espíritu Santo". La presencia del Espíritu de Cristo hace posible que los apóstoles obren en el "Nombre" de Jesucristo, al continuar su obra en la tierra. Realizaron "mayores obras", ya que la Redención se había consumado, el Resucitado había manifestado su triunfo sobre la muerte, y el Espíritu Santo había descendido para "bautizar" la Iglesia y revestir a los siervos de Cristo de poder divino. Pero no creemos que el título de "Los Hechos de Los apóstoles" (que remonta a los tiempos de la controversia antimarciana) sea disparatado, ya que se subraya una y otra vez el doble testimonio tanto del Espíritu como de los apóstoles (Jn 15:27) (Hch 5:32) (Hch 15:28).
3. El Día de Pentecostés
Por lo antedicho es evidente que el Día de Pentecostés y el Descenso del Espíritu es el acontecimiento clave del Libro, por lo que se trata con detalle en su debido lugar. El gran hecho de la Redención no es sencillo, sino compuesto, hallándose vitalmente unidos en él la Encarnación del Hijo, la Muerte expiatoria de Cristo, su gloriosa Resurrección juntamente con el envío del Espíritu Santo que siguió su glorificación. Sin el acontecimiento del Día de Pentecostés el hecho se habría consumado en un vacío, faltando el medio para relacionarlo con las necesidades de los hombres. Los Evangelios, pues, presentan la Redención históricamente, como labrada por las poderosas manos salvadoras del Hijo; Los Hechos la presenta subjetivamente, hecha realidad en los corazones de los sumisos a la Palabra por las eficaces operaciones del Espíritu Santo. Forman conjuntamente la "cara y cruz" de la medalla de oro que se forjó en los consejos eternos del Padre.
4. La Iglesia
Los Hechos pueden considerarse también como la primera historia eclesiástica, ya que narra el nacimiento de la Iglesia en el Día de Pentecostés, detallando luego el crecimiento y el testimonio del pueblo espiritual sobre la tierra: heredero en esta época de la antorcha que antes se hallaba en las manos de Israel. Algunas almas nacen de nuevo por la siembra de la semilla de la Palabra que se vivifica en los corazones de los verdaderos creyentes por la operación del Espíritu; y si bien Lucas sigue más bien los trabajos de los siervos de Dios (especialmente los de Pedro y de Pablo), no deja de describir también el fruto de tales trabajos: las iglesias locales, expresión en distintos lugares de la tierra de la Iglesia Universal, el Cuerpo místico de Cristo.
Juntamente con las Epístolas, Los Hechos revela de forma práctica e histórica la naturaleza de las iglesias, con su orden, gobierno, prácticas y, sobre todo, su testimonio.
5. El Reino de Dios
Al despedirse de los Ancianos de Éfeso, Pablo resume su obra diciendo que "anduvo proclamando el Reino", y al final de la historia de Lucas se halla el apóstol en Roma "predicando el Reino de Dios" a cuantos acudían para verle (Hch 20:25) (Hch 28:31). El mismo mensaje, como veremos en su lugar, se identifica con "el evangelio de la gracia de Dios" (Hch 20:24), e invitaba al "arrepentimiento para con Dios y la fe en nuestro Señor Jesucristo" (Hch 20:21). El Evangelio del Reino de Dios es la proclamación del mensaje divino que ofrece el perdón, la justificación, la reconciliación y la vida eterna a quienes aceptan las condiciones del Rey, para entrar luego en la esfera de la sumisión a su voluntad, que es precisamente el Reino, sea cual fuere la manera y el momento de su manifestación. La extensión del Reino en su manifestación espiritual es el tema del libro, y, adicionalmente a las citas ya notadas, veremos que se destaca en el mismo prólogo, puesto que el Señor Resucitado preparó a sus siervos por hablarles de "cosas concernientes al Reino de Dios" (Hch 1:3).

El plan del libro

Muchos expositores han resaltado la importancia de las palabras del Señor en (Hch 1:8) como clave para la construcción del libro, ya que Lucas reseña la labor de los apóstoles, quienes habían de testificar primeramente en Jerusalén, luego en toda Judea, después en Samaria y por fin hasta lo último de la tierra. El mismo versículo destaca la importancia de esperar la venida del Espíritu Santo, quien sólo podía revestir de poder a unos instrumentos tan débiles en sí, convirtiéndoles en heraldos del Reino. No es éste el lugar para indicar el detalle del análisis de este comentario, pero hacemos mención a "grosso modo" de las grandes etapas del desarrollo del plan del libro con el fin de orientar al lector que necesita una vista "a ojo de pájaro" antes de adentrarse en los detalles.
1. El desarrollo del libro a grandes rasgos
Las últimas instrucciones del Rey y su Ascensión a la Diestra (Hch 1:1-11).
Un compás de espera, durante el cual se completa el cuerpo apostólico (Hch 1:12-26).
El Descenso del Espíritu Santo, la proclamación de Pedro y la formación de la primera congregación cristiana (Hch 2:1-47). El testimonio ha empezado "en Jerusalén".
Señales hechas en el Nombre de Jesús en Jerusalén, lugar del rechazamiento de Cristo. La proclamación renovada, el crecimiento de la Iglesia y el rechazamiento por los líderes de los judíos de la proclamación del Mesías resucitado (Hch 3-5).
La organización de la comunidad cristiana en Jerusalén (Hch 6:1-7).
El testimonio de Esteban produce una violenta reacción de oposición y de persecución en Jerusalén, resultando en la muerte del protomártir. Saulo de Tarso emerge como jefe del judaísmo perseguidor (Hch 6:8-8:3).
Los creyentes desparramados por la persecución llevan el Evangelio a distintas partes de Judea, de Samaria y de Palestina en general. Felipe es medio de gran bendición en Samaria y al etíope, que representa lejanas regiones. El testimonio se extiende "a toda Judea y a Samaria" (Hch 8:4-40).
El apóstol a los gentiles es llamado y empieza su testimonio. Se han formado iglesias en todo Israel (Hch 9:1-31).
Pedro ejerce una labor apostólica y de edificación en Israel (Hch 9:32-43).
Pedro es escogido para abrir la puerta del Reino a los gentiles, a quienes se extienden las bendiciones de Pentecostés (Hch 10:1-11:18).
Se forma la primera iglesia cristiana judaico-gentil en Antioquía, que pasará a ser la base de operaciones para la evangelización sistemática de los gentiles (Hch 11:19-30).
Se describe la persecución herodiana, la liberación de Pedro y el juicio sobre el perseguidor, Herodes Agripa I. Bernabé y Saulo visitan Jerusalén (Hch 12:1-25).
Bernabé y Saulo son "separados" para llevar el Evangelio de forma sistemática a los gentiles. Su primera expedición, con la formación de iglesias cristianas, predominantemente gentiles, en Pisidia y Licaonia (Hch 13:1-14:28).
Surge la cuestión de la situación de los creyentes gentiles en cuanto a la circuncisión, la Ley y el pueblo de Israel. Se afirma su libertad espiritual en el llamado "Consejo de Jerusalén" (Hch 15:1-35).
La separación de Pablo y Bernabé, seguida por la segunda expedición misionera que lleva el Evangelio al oeste del mar Egeo y lo establece en los grandes centros de Tesalónica y Corinto (Hch 15:36-18:22).
Pablo confirma la obra en Asia Menor y lleva a cabo una gran obra misionera en Éfeso, que repercute en toda la provincia de Asia. Vuelve a visitar Macedonia y Acaya, pensando ya en subir a Jerusalén y desde allí ir a Roma. Es la época de la recolecta a favor de los santos pobres en Jerusalén (Hch 18:23-20:5).
El viaje de Troas a Jerusalén, con el discurso a los ancianos de Éfeso en Mileto. Cambia el tipo de trabajo de Pablo y se aproxima su testimonio como "embajador en cadenas" (Hch 20:6-21:14).
Pablo cumple su misión a la iglesia en Jerusalén y testifica a su pueblo en medio de alborotos y peligros, siendo llevado como preso a Cesarea. Se confirma una vez más el endurecimiento de Israel (Hch 21:15-23:35).
Pablo hace su apología y da su testimonio frente a Félix, Festo, Herodes Agripa II y Berenice (Hch 24:1-26:32).
El viaje hasta Roma como preso. La autoridad y el poder del apóstol resplandecen en medio de los peligros del mar y entre los "bárbaros" de Melita (Hch 27:1-28:15).
Pablo se halla en Roma, como preso, pero tratado con consideración. Se deja vislumbrar su próxima liberación y el apóstol a los gentiles hace resonar el Evangelio en la metrópoli del Imperio. Los judíos de Roma también rechazan el testimonio del apóstol. El Evangelio se ha proclamado "hasta lo último de la tierra" (Hch 28:16-31).
2. Los resúmenes de Lucas
Los pasos reseñados arriba aclaran el plan principal del libro: la extensión del Evangelio en olas sucesivas, suscitadas por aquella explosión de poder espiritual que tuvo lugar en el día de Pentecostés, hasta que lleguen a la metrópoli del Imperio. Más aún, Lucas nos deja vislumbrar la posibilidad de la extensión del Evangelio al Occidente del Imperio, lo que corresponde a las preocupaciones que Pablo expone en (Rm 15), ya que la mención de España lleva implícita en sí la visión de las necesidades de las tierras donde habían penetrado las legiones romanas, tales como Galia, Britania, Helvecia, etc.
De vez en cuando el historiador hace un alto para contemplar el progreso del Evangelio durante la etapa anterior, y de cierto modo estos "altos" nos proveen de un análisis del libro hecho por Lucas mismo. Veamos las notas siguientes: "Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos" (Hch 2:47), que resume la primera etapa de bendición. "Y los que creían en el Señor aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres" (Hch 5:14), que nota la continuación de la bendición en Jerusalén, a pesar de la oposición del Sanedrín. "Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe" (Hch 6:7), que señala la "marea alta" de la bendición en la metrópoli del judaísmo antes de estallar la tormenta de la persecución que diezmó la iglesia en Jerusalén. "Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; y eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo" (Hch 9:31). Este alto marca el fin de la persecución dirigida por Saulo de Tarso, y corresponde probablemente a un paréntesis político en Judea que paralizó a los enemigos del Evangelio, procurando para los santos un período de tranquilidad antes de posesionarse del poder el rey Herodes Agripa I. Éste se convirtió en perseguidor activo de la Iglesia. Lucas hace otro resumen en (Hch 11:20-26) para señalar las bendiciones que siguieron el principio de la evangelización de los gentiles en Antioquía y, después del relato de la persecución herodiana, pasa a los "Hechos de Pablo" que llenan el libro desde (Hch 13:1) hasta el fin.
3. Los viajes de Pablo
Modernamente se ha criticado la costumbre de dividir la labor evangelizadora de Pablo en "viajes" o "expediciones", que se separan por sus periódicas visitas a Jerusalén y a Antioquía, toda vez que tales visitas carecen de significado en cuanto a la estrategia de su obra, que debe aquilatarse más bien por la consideración de las grandes regiones que iba abriendo al Evangelio. Admitimos la crítica, pero de hecho resulta que las clásicas "expediciones" corresponden aproximadamente a nuevas etapas en el desarrollo de la labor del apóstol, ya que abrió amplios distritos del interior de Asia Menor durante el primer viaje, llevó el Evangelio a Grecia (Macedonia y Acaya) en el segundo, y organizó la evangelización de la importantísima provincia de Asia (amén de una labor de confirmación en las regiones ya evangelizadas) en el curso del tercero. Por ser tan extendida y complicada la labor paulina que ocupó la década 47 a 57, es conveniente dividirla en las conocidas expediciones, a los efectos de la claridad de presentación, aun cuando no se concede importancia alguna al hito que marca la separación de un "viaje" a otro. Las tres expediciones, juntamente con la última subida a Jerusalén y el accidentado viaje marítimo a Roma, llenan los capítulos (Hch 13-28).

El propósito del libro

1. El plan divino
Reconociendo que el "Redactor-Jefe" del libro es el Espíritu Santo, remitimos al lector al epígrafe anterior, "El lugar del libro en el canon del Nuevo Testamento", recordándole que fue la voluntad de Dios que hubiera un enlace histórico que uniera los Evangelios a las Epístolas, proveyéndonos de la clave que precisábamos para entender los escritos apostólicos. Si éstos son el maduro y rico fruto del proceso de inspiración en la mente y el corazón de los apóstoles, los encargados de dar cima a la Palabra inspirada y escrita de Dios, el libro de Los Hechos corresponde al árbol que lleva los frutos; o sea, las epístolas surgen de las actividades apostólicas que se narran en la historia de Lucas, correspondiendo en su mayor parte a situaciones que hallamos en esta historia. Hemos de hacer excepción de las epístolas que corresponden a los años que sucedieron la primera cautividad de Pablo en Roma (1 y 2 Timoteo, y Tito), pero aun en este caso la obra de Lucas nos orienta y nos predispone para la comprensión de la literatura posterior.
El Pedro de Los Hechos es el Pedro de los Evangelios y el de las dos epístolas que llevan su nombre. Aún más claramente percibimos que Pablo, según se le presenta en Los Hechos, es el mismo que revela su corazón, su pensamiento y su obra en sus epístolas. La doctrina es idéntica en la historia y en los escritos; las normas y prácticas que se recomiendan a las iglesias en las Epístolas son las que vemos en operación en la historia. En cuanto a las prácticas, quisiéramos que Lucas hubiera dedicado más espacio al orden interior de las iglesias locales que se iban formando, pero ya hemos visto que su cometido primordial es el de historiar las actividades del Espíritu Santo, por medio de los apóstoles y de sus colegas, para la extensión del Reino hasta verlo firmemente plantado en la metrópoli del Imperio. Basta notar aquí la coincidencia entre los escasos datos que él nos da y las referencias más amplias de las Epístolas.
2. El Evangelio se presenta a las personas cultas del Imperio
El Evangelio era locura para los griegos y piedra de tropiezo para los judíos por el hecho de fundarse en la Crucifixión y Resurrección de Jesús de Nazaret (1 Co 1:23-25). La civilización de los griegos descansaba sobre las columnas gemelas de la sabiduría y de la hermosura (la estética), de modo que la proclamación de un "Dios crucificado" por sentencia de un procurador romano les parecía una locura, y además una locura repugnante. La "resurrección", a su ver, sería una burda treta inventada con el intento de convertir un manifiesto fracaso en un triunfo supersticioso. Además la idea de una resurrección corporal estaba en pugna radical con el concepto griego de la bajeza de lo material y el retorno del espíritu librado de la prisión de la carne al seno del espíritu inmanente en el universo. Si un Teófilo oyera este extraño mensaje, o quedara impresionado por el testimonio de algunos cristianos, necesitaría un documento que adujera las pruebas, que explayara la doctrina y que hiciera resaltar la gloria de la Persona de Cristo "desde el principio" (Lc 1:3). El relato, sin ser infiel a su origen judaico, tendría que expresarse en lenguaje aceptable al paladar de un griego o romano de la clase media de entonces. Teófilo era persona real, y a él se dirigió el documento, pero Lucas le consideraba como representante de un crecido número de personas de cultura griega que necesitaban el Evangelio, que se interesaban en su desarrollo, pero que no podían recibirlo por medio de conceptos puramente hebraicos.
Lucas no adultera el Evangelio para ganar el oído de los tales, pero sí que lo presenta en toda su pureza en términos asequibles a personas formadas en el medio ambiente grecorromano.
Tuvo tanto éxito en su cometido que hasta el día de hoy no se puede imaginar una presentación del Evangelio mejor adaptada a las necesidades de una persona interesada y culta que el doble folio de LUCAS y LOS HECHOS.
3. Historia de la extensión del Reino y el desarrollo de la Iglesia
Este propósito se ha ilustrado ampliamente bajo el epígrafe "El contenido del libro".
4. Recalca la autoridad apostólica de Pablo
La Epístola a los Gálatas y las dos a los Corintios pertenecen a la década 47 a 57 que hemos notado como el apogeo de la actividad misionera de Pablo en Asia Menor y en Grecia, y en ellas hallamos muchos indicios de oposición a la persona y doctrina del apóstol Pablo, aun dentro de la esfera de profesión cristiana, sobre todo de parte de los judaizantes, que se rebelaban violentamente contra la entrada en igualdad de derechos de los gentiles en la Iglesia, sin que tuviesen que ser circuncidados para formar parte de la república de Israel. Estos enemigos pensaban que tenían a mano un arma fácil. Pablo no pertenecía a los Doce, y por eso podían hacer ver que carecía de autoridad apostólica o que la tendría en menor grado que los apóstoles llamados por Cristo en la tierra. Tanto Pablo en las Epístolas, como Lucas en Los Hechos, defienden su plena autoridad apostólica de la misma manera, destacando el encuentro de Saulo con Jesucristo glorificado en el camino a Damasco, para hacer ver que constituyó un llamamiento celestial por el que Pablo había recibido una comisión divina que le revestía de autoridad igual que la de los Doce. Los argumentos de Pablo pueden verse en (Ga 1:15-2:21) (1 Co 9:1-2) (1 Co 15:5-11) (2 Co 10:1-13:5). Lucas repite el relato del llamamiento tres veces, primeramente en su contexto histórico (Hch 9:1-19), después según Pablo lo narra ante la multitud en Jerusalén (Hch 22:1-21) y finalmente como parte de su apología delante de Festo y Agripa (Hch 26:9-21). El discurso ante Agripa puede considerarse como el esfuerzo más sostenido y acabado de la defensa y el testimonio del apóstol, y sin duda su detallada narración por la pluma de Lucas ha sido factor muy eficaz para contrarrestar la oposición judaica y sectaria al reconocimiento del pleno apostolado de Pablo.
5. Exhibe la armonía entre la labor apostólica de Pedro y Pablo
Es costumbre llamar los doce primeros capítulos LOS HECHOS DE PEDRO y los restantes LOS HECHOS DE PABLO. Algunos escriturarios se han esforzado para demostrar que Lucas intentaba establecer un complicado paralelismo entre la obra apostólica de los dos grandes siervos de Dios con el intento de hacer ver que si bien Pedro se veía ante el Sanedrín, también Pablo se defendía ante el mismo tribunal; que si Pedro anunciaba al Mesías ante los judíos, también lo hacía Pablo, que si Pedro levantó a un muerto, también lo hizo Pablo. Para quien escribe, todo ello parece bastante pueril e indigno tanto de los dos apóstoles como de su insigne biógrafo. Admitimos cierto paralelismo entre las actividades de los dos apóstoles, pero surge con toda naturalidad de la comisión que ambos habían recibido del Señor; lo único que percibimos como intento de redacción es el propósito de manifestar la unidad de la Obra de Dios en las manos de los dos apóstoles, al par que el autor subraya la unidad doctrinal de todos los apóstoles como lo hace Pablo en Gálatas. Es altamente significativo que sea Pedro quien abra la puerta del Reino a los gentiles, y que se exprese en términos tan claros en cuanto a la libertad espiritual de los creyentes gentiles en (Hch 15:7-11), pero Lucas no hace más que escribir lo que Dios ya había ordenado. Como fiel historiador no puede por menos que hacer constar actos y palabras que manifiestan tan claramente que la doctrina cristiana es una e indivisible, lo mismo si se halla en boca de este apóstol o de aquél. Hemos de desechar toda idea de un biógrafo parcial, que apoya al "héroe" del autor en contra de otro apóstol igualmente comisionado por el Maestro.
6. La intención apologética
Escriturarios modernos han subrayado mucho la tendencia apologética (de defensa) de este libro, y si bien la admitimos, no le concedemos una importancia exagerada, ya que el propósito primordial del Autor divino es el de completar la revelación cristiana, inspirando a Lucas para la redacción de un libro que es esencial al canon del Nuevo Testamento. Ya hemos notado, en la sección anterior, que Lucas defiende la autoridad apostólica de Pablo contra todo contrincante, pero la intención se lleva a cabo por la sencilla y exacta presentación de los hechos.
a) Frente a Roma. Otro aspecto apologético se relaciona con el cambio de la posición de los cristianos frente a Roma en la época de que se trata. Al principio los oficiales y gobernantes que administraban las diferentes regiones del Imperio consideraban que los cristianos constituían una secta del judaísmo, que era una "religio licita", o sea, legalizada, libre aún de la obligación de rendir homenaje ante la imagen del César. Pero los judíos incrédulos reaccionaron violentamente contra los cristianos, tanto en Jerusalén como en las ciudades provinciales. Su acerba oposición motivaba frecuentes alborotos, como en Antioquía de Pisidia, Iconio, Listra, Tesalónica, Corinto, Éfeso. etc. En algún caso aislado los mismos ciudadanos romanos se alzaron contra los apóstoles para vengarse de pérdidas materiales, acusándoles de enseñar ritos religiosos que no eran lícitos para los romanos (Hch 16:16-22). En general, sin embargo, las autoridades romanas protegían a los apóstoles de las violencias que surgían del fanatismo de los judíos (Hch 18:12-17) (Hch 19:31), y anteriormente a la persecución de Nerón (año 64), parecía posible que los cristianos consiguieran protección análoga a la de los judíos, proclamándose su fe como "religio licita". De todas formas Lucas pone de relieve que Pilato declaró la inocencia del Señor, que los magistrados de Filipos presentaron sus excusas por los malos tratos dados a Pablo y a Silas, que Galión no quería admitir las acusaciones de los judíos como materia delictiva, que no fue hallado crimen en Pablo ni ante Félix, ni ante Festo, y que Agripa declaró que podía haber sido libertado si no hubiese apelado a César. Al mismo tiempo hace ver que los tumultos y alborotos fueron provocados siempre por los judíos enemigos del Evangelio, siendo ellos los responsables ante la ley.
Comprendemos fácilmente el buen efecto que todo ello produciría en Teófilo y en la clase que representaba, y es posible que Pablo tuviera buenas esperanzas de conseguir una tolerancia práctica para el cristianismo al ser absuelto ante el tribunal del César; pero hemos de anteponer las finalidades espirituales de Los Hechos a todas estas consideraciones un tanto políticas. Si existiera el propósito de tener a mano un documento fidedigno que influyera favorablemente en el ánimo de la corte de Roma a favor de los cristianos, todo se fue a pique cuando Nerón procuró desviar la ira de la turba de Roma de su persona, dirigiéndola contra la comunidad cristiana de la metrópoli; hemos de tener en cuenta, además, que el vil tirano no habría podido realizar su criminal intento si los cristianos no hubiesen sido ya odiados por quienes les consideraban como una secta entregada a tenebrosos y secretos ritos, "enemigos de la raza humana", como escribiera Tácito. El triunfo del Evangelio había de lograrse a través de mares de sangre y no por la excelencia de escritos apologéticos.
b) Frente a los judíos. Lucas hace ver a Teófilo que los alborotos que señalan los progresivos hitos de las campañas de Pablo se debían, no a las doctrinas cristianas en sí, sino a las maniobras y maquinaciones de los líderes de los judíos fanatizados, que no paraban en nada con tal de impedir la propagación del Evangelio del Mesías que habían rechazado. Con todo, el libro de Los Hechos constituye un verdadero "Vademecum" de apologética cristiana frente al judaísmo y serviría bien como fuente de argumentos en contra de la mera tradición judaica.
Este tema es tan vasto que se ha de estudiar en los comentarios pertinentes sobre los discursos y discusiones de los apóstoles frente a sus compatriotas, que exponemos más adelante, empezando con el gran mensaje de Pedro en el Día de Pentecostés. Los elementos más importantes de esta apologética frente a los judíos son los siguientes:
Nadie podía negar el hecho del ministerio de Jesús en Israel, con el testimonio de sus poderosas obras, que manifestaban que "Dios estaba con él".
La muerte de cruz, lejos de probar que Jesús no podía ser el Mesías esperado, constituyó el cumplimiento de las profecías sobre el Siervo de Jehová que había de sufrir vicariamente por su pueblo (Is 53).
La Resurrección de Jesús fue un hecho real, del cual los apóstoles podían dar fe como testigos oculares que habían tratado familiarmente con Jesús después de su Resurrección.
La resurrección como doctrina general, y con referencia especial al Mesías, se hallaba en los escritos inspirados del Antiguo Testamento.
Empleaban los apóstoles una serie de citas que arrancaban quizá de las enseñanzas de Jesús mismo después de su Resurrección (Lc 24:25-27,32,44-47).
Declaraban que habían sido comisionados por el Señor para anunciar el perdón de los pecados por fe en el Nombre.
En vista de todo ello, declaraban que Jesús de Nazaret no sólo era el Mesías esperado, sino el Hijo de Dios.
Se hallan referencias frecuentes a la glorificación de Jesús el Cristo, como garantía de bendiciones futuras para los creyentes.

Los discursos en "Los Hechos"

De valor muy especial son los discursos que Lucas conserva en su historia. Era costumbre de los historiadores de la antigüedad poner en boca de los protagonistas, en momentos cruciales, discursos que correspondían más o menos a su carácter e intención, pero cuya forma y sustancia debían más a la retórica del historiador que a la elocuencia del supuesto orador. Sin embargo, creemos que Lucas, cuyo arte fue purificado por el proceso de inspiración, conservaba no sólo algunos rasgos de los discursos, sino su sentido esencial, y hasta las frases y vocabulario de los oradores, ya que cada uno refleja fielmente la formación y el pensamiento de quien habla. El lector hallará análisis de estos discursos en su debido lugar, pero podemos notar aquí la asombrosa riqueza y variedad del material. Hay discursos de Pedro ante las multitudes en los patios del Templo, al proclamar al pueblo la Resurrección de su Mesías, en cuyo caso las citas del Antiguo Testamento son típicas de la apologética frente a los judíos, y varias se hallan de nuevo en discursos de Pablo pronunciados en circunstancias análogas. Pero Pedro también pronuncia apologías delante del Sanedrín, predominando entonces la nota de testimonio por encima de la de defensa, y todo está en carácter. El discurso de Esteban delante del Sanedrín es típico de la defensa del Evangelio frente a un auditorio distinguido judaico, anticipando las tendencias y pensamientos de Pablo y del autor de la Epístola a los Hebreos. El discurso de Pedro en la casa de Cornelio se adapta admirablemente a la ocasión. Se nos da un ejemplo típico de una apología de Pablo en las sinagogas en (Hch 13), mientras que en (Hch 14:14-18) se nos ofrece una breve plática que quiso iluminar las mentes entenebrecidas de paganos ignorantes. Notables son las intervenciones de varios siervos de Dios en el Consejo de Jerusalén (Hch 15), y de interés especialísimo el discurso de Pablo ante el Areópago, en Atenas, por el que quiso presentar el mensaje de Dios a un auditorio gentil selecto, compuesto de los mejores filósofos y literatos de aquella época. Hay varias referencias a discusiones con los judíos en las sinagogas, de carácter más bien dialéctico, mientras que (Hch 22) conserva el esfuerzo más notable de Pablo por influir en el ánimo de sus compatriotas de Jerusalén. Las "defensas" ante Félix y Agripa son dignas de detenido estudio, y ya hemos notado que la última señala la cima de la oratoria apologética del gran apóstol a los gentiles. Como plática íntima tenemos el mensaje de Pablo en la ocasión de su despedida de los ancianos de Éfeso (Hch 20:18-35), que rebosa conceptos y expresiones propias de Pablo, siendo una joya única en su género.
Las perspectivas generales, los conceptos propios de cada orador, los giros retóricos y los matices psicológicos de estos discursos, nos aseguran que Lucas se preocupaba por captar personalmente ?o recibir de oyentes fidedignos?, mensajes verídicos que constituyen a la vez una parte notable de la revelación divina. La teología de los discursos coincide exactamente con la de las Epístolas.

Temas para meditar y recapacitar

1. Discurra sobre el lugar que ocupa Los Hechos en el canon del Nuevo Testamento, señalando el proceso histórico que determinó este lugar, como también su importancia para la presentación de la verdad cristiana.
2. Aduzca los datos bíblicos y extrabíblicos que dan a conocer el carácter y la obra del autor de Los Hechos.
Señale la fecha aproximada del fin de la redacción del libro conjunto Lucas-Hechos, aduciendo razones que justifiquen esta fecha.
3. Haga un resumen del plan y contenido de Los Hechos.
Discurra sobre el propósito de Lucas al redactar Los Hechos (tres puntos).
Copyright ©. Texto de Ernesto Trenchard usado con permiso del dueño legal del copyright, Centro Evangélico de Formación Bíblica en Madrid, exclusivamente para seguir los cursos de la Escuela Bíblica (https://www.escuelabiblica.com).

Comentarios

Chile
  Patricio Enrique Contreras Araya  (Chile)  (20/07/2023)

Excelente los comentarios bíblicos.

Argentina
  Ernesto Wyss  (Argentina)  (14/01/2022)

Excelente aporte!! Gracias. Bendiciones.

El Salvador
  Marco Melara  (El Salvador)  (16/06/2021)

Los felicito por este material , está excelente para poder aprender y compartir con el pueblo de Dios.Que Dios derrame grandes bendiciones sobre todos ustedes.

Copyright © 2001-2024 (https://www.escuelabiblica.com). Todos los derechos reservados
CONDICIONES DE USO