Estudio bíblico: El evangelio de Marcos - Introducción (II)
El evangelio de Marcos - Introducción (II)
Introducción
En nuestra sesión anterior tuvimos la ocasión de considerar quién fue Marcos, el autor del evangelio que lleva su nombre. Y después de examinar sus credenciales, llegamos a la conclusión de que el Espíritu Santo escogió a una persona plenamente capacitada para la labor de escribir un relato fidedigno acerca del Señor Jesucristo. Tal fue así que los cristianos de los primeros tiempos no dudaron en reconocer su evangelio como un escrito de total confianza y autoridad. Las razones fundamentales fueron varias:
Como recordarán, vimos que Marcos vivió en el mismo lugar y en el mismo periodo de tiempo en que el Señor Jesucristo llevaba a cabo su ministerio.
Además de esto, su principal fuente de información fue el apóstol Pedro, uno de los apóstoles que acompañó al Señor desde el principio.
Y si esto no fuera suficiente, también contaba con el apoyo de otros apóstoles y de importantes líderes de la primera iglesia cristiana de Jerusalén.
Todos estos hechos son realmente importantes, ya que establecen una diferencia absoluta con los evangelios llamados apócrifos, los cuales fueron escritos a partir de finales del siglo II por personas que no conocieron de forma directa los hechos relacionados con la vida del Señor Jesucristo. Y aunque en nuestros días hay muchas personas que insisten en colocarlos a todos ellos en un mismo nivel, tal forma de proceder no es justa ni correcta. Finalmente lo que pretenden es desprestigiar a los evangelios canónicos (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) haciéndonos creer que fueron compuestos de la misma forma que los apócrifos. Pero esto no fue así.
Por otro lado, además de los evangelios apócrifos, otro escrito muy popular en algunos ámbitos, y que también recoge algunos datos acerca del Señor Jesucristo, es el Corán. Este es el libro sagrado de los musulmanes y en él los discípulos de Mahoma registraron por escrito lo que habían escuchado decir a su líder. En realidad, lo que en él se recoge acerca del Señor Jesucristo no cuenta con ningún tipo de respaldo histórico, ya que fue escrito seis siglos después del ministerio público del Señor, y ni Mahoma ni sus discípulos conocieron de forma directa los hechos de los que escribieron. Ante esta falta de evidencias históricas, los musulmanes contestan que el Corán es la palabra eterna e increada de Alá. Pero lo cierto es que Mahoma transmitió su relato acerca de Jesús basándose en algunas partes que conocía de los evangelios canónicos, y especialmente en porciones de los evangelios apócrifos, haciendo una composición propia que cuadraba con sus intereses. Y lo mismo hizo con otros personajes bíblicos del Antiguo Testamento. Por todo esto, desde una perspectiva histórica y documental, el Corán no tiene ningún tipo de autoridad cuando se compara con la Biblia. ¿Qué prefiere usted, una historia escrita por los testigos oculares de los hechos, o un relato compuesto seis siglos después a partir de tradiciones orales poco fiables? La respuesta es lógica: la Biblia.
No obstante, aunque en esta introducción al evangelio de Marcos ya hemos analizado algunos detalles importantes acerca de su autor, todavía nos queda considerar otros aspectos de su obra, así que en este estudio vamos a contestar las siguientes preguntas:
I. ¿Dónde, cuándo y para quien se escribió el evangelio de Marcos?
II. ¿Con qué propósito se escribió?
III. La persona del Señor Jesús en el evangelio de Marcos
I. ¿Dónde, cuándo y para quién se escribió?
1. ¿Dónde se escribió el evangelio de Marcos?
Aunque ya hemos notado las diferentes tradiciones que relacionan el evangelio de Marcos con Pedro, y de este último con Roma, sin embargo, en ningún lugar del evangelio se indica o prueba de forma definitiva que su lugar de origen haya sido Roma.
2. ¿Cuándo se escribió el evangelio de Marcos?
Fijar la fecha en la que fue redactado este evangelio es un asunto complejo de determinar, pero en cualquier caso, todo apunta a que fue uno de los primeros documentos del Nuevo Testamento en ser escrito.
Algunos, considerando una tradición antigua que relacionaba a Marcos como el interprete de Pedro y que decía que el evangelio fue escrito después de la muerte del apóstol, asignan una fecha para su redacción alrededor de los años 58 al 65 d.C.
Otros consideran que Marcos pudo haber escrito su evangelio antes de la muerte de Pedro. Éstos analizan la relación de Marcos con los otros evangelios sinópticos y ven evidencias de que tanto Lucas como Mateo conocían el evangelio de Marcos cuando escribían sus propios evangelios. Por lo tanto, fijan la fecha de redacción de Marcos antes que la de los otros dos. A partir de ahí razonan de la siguiente manera: si Hechos de los Apóstoles es posterior a Lucas (Hch 1:1), y además fue escrito cerca del primer encarcelamiento de Pablo, alrededor del año 60 d.C., indudablemente necesitamos dar una fecha previa para Lucas y una aún más temprana para Marcos, dado que Lucas conoce el evangelio de Marcos. Por todo ello, estos eruditos adjudican a Marcos una fecha entre los años 50 a 60 d.C.
A toda esta investigación hay que unir el descubrimiento del sacerdote español O´Callaghan que examinó un pequeño fragmento de papiro encontrado en la cueva número 7 cerca de Qumrán, y afirma que dicho papiro contiene (Mr 6:52-53). El papiro pertenece a material al que se le asigna una fecha alrededor de los años 50 d.C., lo cual implicaría que este Evangelio fue compuesto en una fecha anterior a la fecha del papiro.
Otro interesante descubrimiento relacionado con el evangelio de Marcos ha tenido lugar más recientemente en Egipto. Los expertos han encontrado una máscara de las que se colocaban sobre la cabeza y pecho de las momias, y que al tratarse de una persona de clase humilde, había sido confeccionada con telas y papiros empapados en yeso a modo de papel maché (por supuesto, esto no tiene nada que ver con las máscaras de los faraones que estaban hechas de materiales preciosos, como la conocida máscara de oro de Tutankhamón). Los científicos, después de emplear una moderna técnica que permite despegar las sucesivas capas que forman la máscara sin que se borre lo escrito sobre los papiros, han descubierto que uno de ellos contiene un fragmento del evangelio de Marcos. Y aunque todavía falta que se publique el estudio definitivo, los científicos creen que su origen se remonta al primer siglo de nuestra era, entre el año 80 y 90. Para fechar el texto, los especialistas se han basado, sobre todo, en la información proporcionada por el resto de papiros que formaban la máscara de la momia, en la paleografía (el modo de escribir de los antiguos escribas se fue modificando con el tiempo y permite ofrecer fechas aproximadas), e incluso en una datación de carbono 14. Así que, si Marcos escribió su evangelio en Roma, a donde habría acompañado al apóstol Pedro, y esta copia ya se encontraba en Egipto sobre el año 80 d.C., deducimos que tuvo que ser escrito bastante antes, y que por supuesto, tuvo una amplia difusión desde que fue escrito.
Por lo tanto, ¿cuándo fue escrito el evangelio de Marcos? Probablemente en algún momento entre los años 40 a 65 d.C., seguramente en la primera parte de este periodo.
3. ¿Para quién se escribió?
Como ya hemos señalado, es posible que se escribiera en Roma y para la iglesia en aquella ciudad. Y aunque no podemos estar completamente seguros de esto, al examinar la evidencia interna del mismo evangelio, lo que sí que podemos afirmar con seguridad es que fue dirigido a personas que no eran judías. Esto se deduce por las siguientes razones:
Emplea muchas más palabras de origen latino que cualquiera de los otros evangelios.
Explica las palabras y costumbres judías que no serían entendidas por lectores romanos o gentiles. Por ejemplo la tradición de los ancianos de los judíos de lavarse las manos (Mr 7:3), o la fiesta de la pascua y los panes sin levadura (Mr 14:1,12), la víspera del sábado (Mr 15:42) y el sitio o ubicación de algunos lugares (Mr 13:3).
Se omiten las profecías del Antiguo Testamento que serían desconocidas para los gentiles. Por ejemplo, a diferencia del evangelio de Mateo en que este tipo de referencias son muy numerosas, Marcos sólo recoge dos de ellas (Mr 1:2-3) (Mr 15:28).
II. ¿Con qué propósito se escribió el Evangelio de Marcos?
1. Proveer a las generaciones futuras de una historia escrita sobre Jesús
Si bien Jesús no escribió ningún libro, lo que dijo fue atesorado por aquellos que le escucharon. Pero la perpetuación de las palabras y los hechos de Jesús no se podían confiar a la tradición oral. La única forma de evitar que todos estos hechos históricos se "corrompiesen" al ser trasmitidos oralmente de una persona a otra era ponerlos por escrito cuanto antes. Así que ésta sería una de las razones por las que se escribieron todos los Evangelios.
2. Formar a los cristianos para dar testimonio de su fe
Como ya hemos mencionado en varias ocasiones, Marcos escribió su evangelio a partir de lo que muchas veces había escuchado predicar al apóstol Pedro. Así que, muy probablemente, lo que tenemos aquí sea un resumen de aquellos momentos del ministerio del Señor Jesucristo que él consideraba imprescindible que las nuevas generaciones de creyentes conocieran para tener una fe sólida que les permitiera edificar sobre un fundamento correcto las nuevas iglesias, les ayudara a dar un testimonio correcto del Señor, y también les animara para hacer frente a las duras pruebas por las que tarde o temprano tendrían que atravesar.
3. Presentarnos la persona de Jesús
Este es el principal propósito de toda la Escritura: revelar al Señor Jesucristo.
Dada la importancia de este propósito, lo examinaremos en un punto aparte.
III. La persona del Señor Jesús en el evangelio de Marcos
Al ir leyendo con atención el Evangelio de Marcos, nos damos cuenta de que contesta a tres preguntas que constituyen la médula del cristianismo:
¿Quién es Jesús?
¿Por qué vino?
¿Qué exige Jesús de los que quieren seguirlo?
1. ¿Quién es Jesús?
A lo largo de todo su evangelio, Marcos nos presenta al Señor Jesucristo con un dominio supremo ante cualquier situación con la que se enfrentara, lo que sirve para mostrarnos que él no era un hombre más.
Por ejemplo, vemos que sorprendió a todos los asistentes en la sinagoga en Capernaum por su autoridad y poder en la enseñanza (Mr 1:21-28). En otras ocasiones los líderes religiosos de las distintas facciones del judaísmo le buscaban para hacerle preguntas enrevesadas con el fin de prenderle en alguna palabra, pero él siempre tenía la contestación apropiada que los dejaba en silencio. Cuando él hablaba era como si alguien encendiera de repente las luces en una habitación a oscuras. Su palabra siempre ponía fin a cualquier debate, era definitiva.
Cuando se enfrentaba con Satanás y todos sus demonios, nadie podía hacerle frente. Satanás intentó tentarle sin éxito (Mr 1:12-13), y los demonios más feroces obedecían sin resistencia sus órdenes (Mr 5:1-20).
Los enfermos le buscaban por cientos y ninguno de ellos regresó a su casa sin haber sido sanado (Mr 1:32-34). Con sólo tocarlos o pronunciar una palabra desaparecían las enfermedades más arraigadas e incurables que el ser humano ha conocido.
Tenía una autoridad absoluta sobre la naturaleza, y con una palabra era capaz de calmar las tempestades (Mr 4:35-41). Sus mismos discípulos, experimentados marineros, se preguntaban: "¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?".
En otra ocasión, el Señor Jesucristo dejó perplejos a todos cuando le dijo a un paralítico: "Hijo, tus pecados te son perdonados" (Mr 2:5). La reacción de los que le acompañaban no se hizo esperar y rápidamente empezaron a murmurar: "¿Por qué habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?" (Mr 2:7). Su razonamiento era lógico. El pecado es una ofensa contra Dios, de modo que sólo Dios puede perdonarlo. Por lo tanto, cuando Jesús hizo esta declaración, estaba diciendo que él mismo era Dios. Ahora bien, hablar de este modo es fácil, pero demostrarlo es algo muy diferente. Pero entonces, para convencer a todos los que dudaban de su autoridad para perdonar pecados, le dijo al paralítico que se levantara y se fuera a su casa, algo que el hombre hizo inmediatamente ante el asombro de todos (Mr 2:11-12).
Los hombres decimos que todo tiene solución menos la muerte, pero el Señor Jesucristo se enfrentó a ella con total autoridad, resucitando a varias personas a lo largo de su ministerio. Marcos nos relata el caso de la hija de Jairo, a la que el Señor tomó de la mano y la llamó para que se levantara, como si la estuviera despertando del sueño (Mr 5:35-43). Y finalmente, él mismo salió victorioso de la tumba después de haber venciendo a la muerte.
No ha habido ningún hombre a lo largo de toda la historia de la humanidad que se pueda comparar con el Señor Jesucristo. Y Marcos nos ha proporcionado abundante información sobre él para que nosotros mismos nos preguntemos: ¿Quién es Jesús? De hecho, el mismo Señor quería que cada persona se hiciera esta pregunta. Tal era su interés que en un momento crucial de su ministerio preguntó a sus discípulos: "¿Quién dicen los hombres que soy yo?... Y vosotros, ¿quién decís que soy?" (Mr 8:27-29).
¿Qué podemos contestar a esto? Pues la única respuesta razonable es la que el mismo Marcos nos da en el primer versículo de su evangelio: "Jesucristo, el Hijo de Dios" (Mr 1:1).
Jesucristo es el Hijo de Dios. Esta misma declaración resuena una y otra vez a los largo de todo el evangelio:
Durante su bautismo, fue el mismo Padre quien se dirigió a él con estas palabras: "Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia" (Mr 1:11).
Y otra vez en el monte de la Transfiguración: "Este es mi Hijo amado; a él oíd" (Mr 9:7).
Fue presentado como el "hijo amado que es enviado" en la parábola de los viñadores homicidas (Mr 12:6).
Y hasta los demonios que expulsaba lo proclamaban como "el Santo de Dios" (Mr 1:24) (Mr 3:11) (Mr 5:7).
El centurión romano que estaba a los pies de la cruz también coincidió en afirmar: "Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios" (Mr 15:39).
No puede ser de otra manera. Es cierto que Jesús era un hombre, pero era mucho más que eso, era el Hijo de Dios que había venido a este mundo. Y esto nos lleva a la siguiente pregunta:
2. ¿Por qué vino a este mundo?
El Señor Jesucristo nos explicó la razón de su venida:
(Mr 10:45) "Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos."
El vino a dar su vida en rescate por los pecadores. Quiere rescatarnos de nuestros pecados, del juicio y del infierno.
Ahora bien, esto nos lleva a hacernos otra pregunta: ¿Quiénes son los pecadores que necesitan esta salvación? ¿Quiénes son los buenos y quiénes son los malos?
Marcos nos ayuda nuevamente a contestar esta pregunta por medio de un relato muy conocido de su evangelio: el llamamiento de Leví (Mr 2:13-17). El Señor llamó a Leví, un conocido recaudador de impuestos, para que fuera uno de sus discípulos íntimos. En aquella época los recaudadores de impuestos no sólo eran traidores que se habían vendido a los invasores romanos por dinero, sino que también se caracterizaban por llevar una vida inmoral. Podemos imaginarnos la cara que pusieron los escribas y fariseos, personas muy religiosas y de una moralidad externa intachable, cuando vieron a Jesús sentado a la mesa en casa de Leví rodeado de publicanos y pecadores notorios de la sociedad. "¿Qué es esto, que él come y bebe con publicanos y pecadores?", preguntaron con indignación.
Para contestar a su pregunta, el Señor usó de una nueva ilustración: el médico y los enfermos. El pecador es como un enfermo que necesita ser curado, y el Señor se presenta como el Médico divino que puede sanarlo.
(Mr 2:17) "Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores."
Ahora bien, ¿sólo los publicanos eran pecadores? ¿Qué diremos de los fariseos y de los escribas? Bueno, ellos no creían que fueran malos, de hecho, se sentirían profundamente ofendidos si alguien les planteara esa posibilidad. Ellos se creían buenos, o al menos no tan malos como los publicanos, lo que finalmente, según su propio criterio, les hacía buenas personas. Pero lo cierto era que debajo de su inmaculada apariencia religiosa, se escondía un corazón igualmente pecador, con los mismos bajos instintos que los de un publicano. Y Marcos rápidamente los va a descubrir. Un poco más adelante nos dice que "los fariseos tomaron consejo con los herodianos contra Jesús para destruirle" (Mr 3:6). Y como ya sabemos, finalmente le crucificaron. No había ninguna duda de que ellos también eran pecadores que necesitaban un Salvador, su problema es que no querían admitirlo, su orgullo les impedía hacerlo.
Y aunque nos cueste reconocerlo, todos nosotros también somos pecadores y todos por igual necesitamos al Señor Jesucristo. Muchas veces nos justificamos a nosotros mismos pensando que no somos tan pecadores como otros, especialmente como los asesinos, violadores, pedófilos, ladrones... pero para el Señor todos estos pecados son igual de graves y acaban teniendo las mismas consecuencias que otros muchos a los que no damos tanta importancia. Fijémonos en lo que dijo el Señor Jesucristo haciendo un diagnóstico del corazón humano:
(Mr 7:21-23) "Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre."
Nosotros hacemos diferencia entre un homicidio y tener malos pensamientos, entre hurtar y engañar, entre el adulterio y la avaricia, pero para Dios cada uno de estos pecados indica por igual que el corazón del hombre está enfermo.
Ahora bien, ¿cómo iba a salvar a los hombres? La respuesta está en el versículo que hemos leído anteriormente: "él vino a dar su vida en rescate por muchos" (Mr 10:45).
Cuando él murió en la cruz, él estaba pagando la culpabilidad de nuestros pecados. El justo estaba pagando por los injustos para llevarnos a Dios (1 P 3:18). Estaba pagando nuestro rescate para librarnos de la esclavitud.
3. ¿Qué exige Jesús de los que quieren seguirlo?
No basta con saber quién es Jesús, o incluso con saber a qué vino, hay que seguirlo, y eso tiene un precio. Tal como era su costumbre, el Señor Jesucristo se lo explicó a sus discípulos con total claridad:
(Mr 8:34-35) "Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará."
En primer lugar es necesario "negarse a uno mismo".
Esto significa que debemos dejar de vivir para nosotros mismos, y empezar a vivir para él. Implica dejarle tomar las riendas de nuestra vida. Para ser un seguidor del Señor Jesucristo debemos cambiar toda nuestra forma de ver la vida: mi tiempo y la manera en que lo uso ya no lo decido yo, sino él, y lo mismo ocurre con mi dinero y lo que hago con él, mi trabajo, mi sexualidad, mi familia... Significa volver a colocar las cosas en el orden correcto, tal como nos enseña el Señor:
(Mr 12:30) "Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento."
En segundo lugar dice que es necesario "tomar su cruz".
Cuando Jesús dijo estas palabras se dirigía hacia la cruz, y advirtió a sus discípulos que para poder seguirle, ellos también deberían tomar su cruz. Esto no quería decir que ellos también deberían morir literalmente junto a Jesús en el Gólgota, pero sí que tendrían que morir de algún modo. Por otras partes del evangelio sabemos que se refería al arrepentimiento de nuestros pecados, un arrepentimiento que implicaba necesariamente dar muerte a nuestros deseos y pasiones pecaminosas. Esto significa que le demos la espalda a lo que sabemos que es malo, y confiemos en lo que él hizo por nosotros en la cruz.
No hay duda de que se trata de una exigencia muy radical. Pero también es cierto que Dios ha hecho algo infinitamente más radical por nosotros: envió a su propio Hijo para morir por nuestros pecados en una vergonzosa cruz.
Por último, el Señor da una razón convincente por la que nos conviene aceptar estas condiciones:
(Mr 8:36) "Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?"
Preguntas
1. ¿Cómo contestaría a alguien que le dijera que los evangelios no son relatos históricos fiables acerca de Jesús, sino que recogen tradiciones orales tardías?
2. ¿Cuál es la diferencia entre los evangelios canónicos (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) y los evangelios apócrifos?
3. ¿Con qué propósito se escribió el evangelio de Marcos?
4. Haga un resumen de la áreas de la vida en las que el Señor Jesucristo demostró que era mucho más que un hombre, que de hecho era el Hijo de Dios. Justifíquelo con algunas citas en el evangelio de Marcos.
5. Explique con sus propias palabras este versículo: "Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos" (Mr 10:45).
Comentarios
Pedro Jesus Geronimo (México) (26/02/2024)
Esta segunda introducción me confirma lo que creo en nuestro Señor Jesús, y me hace ver el propósito principal de las escritura Bíblica revelarnos y presentarnos al Señor y salvador del mundo.
Saludos y bendiciones.
Lucía Luna (México) (17/05/2023)
Es impresionante la forma en la que se nos explica está enseñanza, muchas gracias Pastor, Dios lo bendiga siempre, espero poder comprender todo lo que Dios nos deja en sus Santas Escrituras.
Alberto Martinez Cruz (Chile) (13/01/2021)
Porque ¿ qué aprovechara al hombre si ganare todo el mundo y perdiere el alma?
Es una pregunta para meditar un instante.
Gracias por este estudio bendiciones
Fanor Lozano (Colombia) (26/12/2020)
Estudiar la Biblia es excelente pues en ella encontramos todas las respuestas que le dan sentido a nuestras vidas y nos proyecta hacia nuestro destino eterno con nuestro PADRE CELESTIAL, gracias al sacrificio de su Hijo el Señor JESUCRISTO, con la guia y consuelo del ESPIRITU SANTO.
Johana Alejandra Olaya Reyes (Ecuador) (13/12/2020)
El evangelio de Marcos fue totalmente inspirado por el Espíritu Santo para dejarnos por escrito la vida de nuestro Salvador. Gracias a Dios por hacerlo.
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