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Estudio bíblico de Jonás 4

Jonás 4

Estimado oyente, hemos llegado al último capítulo de este libro de Jonás. El cuarto capítulo de este libro es como un apéndice a la obra del profeta. Al leer en el relato el desenlace que hemos presenciado, casi podríamos decir que el libro bien podía terminar aquí. Aparentemente, el profeta había cumplido su misión hasta el punto en que la totalidad de la población de la ciudad se había vuelto a Dios. Parecería entonces que el libro debió haber terminado al llegar a este punto del relato. Y ante semejantes resultados a su mensaje de advertencia, con la conversión masiva de toda una ciudad, incluyendo tanto a sus máximas autoridades - como el rey-como a sus habitantes de condición más humilde, debía sentirse muy satisfecho. Pero el problema ya no se debía a los habitantes de la ciudad de Nínive. El problema que surgió después, fue el del mismo Jonás. Por sus reacciones veremos que el profeta era una persona problemática. Resulta paradójico, a estas alturas, concluir que en todo este largo proceso que comenzó cuando Dios llamó a Jonás para que se dirigiera hacia Nínive, Dios tuvo más dificultades con un profeta reincidente llamado Jonás, que las que enfrentó con la totalidad de una ciudad habitada por pecadores paganos, crueles y brutales.

Mirando a la situación del profeta desde nuestra perspectiva actual, diremos que cada uno de nosotros, o cualquier otro predicador o maestro, habría sentido su corazón rebosante de gratitud hacia Dios y querríamos contarle a todo el mundo la forma en que Dios nos había utilizado, para poner en marcha una reforma y renovación sin precedentes en la historia. Pero claro, hay que reconocer que nuestra posición de observación es relativamente cómoda y bajo circunstancias totalmente opuestas. Si hubiéramos estado en lugar de Jonás, es decir, si hubiéramos tenido los antecedentes raciales y prejuicios del profeta y sus conocimientos sobre la forma de actuar del pueblo y ejército de Asiria; si hubiéramos pasado por la traumática experiencia de estar en el estómago de un gran pez durante tres días y tres noches, entonces, posiblemente hubiéramos tenido los mismos sentimientos de perplejidad que él tuvo. Sin embargo, creemos que en su reacción llegó demasiado lejos. Tenemos que concluir que su personalidad compleja constituye para nosotros el gran problema que con tanta exactitud presentó este libro. Porque al ver su trayectoria de forma global, vemos que desde el mismo principio fue llamado por Dios para dirigirse en una dirección, y tomó la ruta más diferente que pudo encontrar. Pero, por otra parte, no podemos entender su actitud a menos que miremos a nuestro propio corazón, y siendo sinceros con nosotros mismos reconozcamos que a veces nos hemos dirigido en la dirección equivocada, tomando un rumbo que se oponía claramente a la voluntad, a los planes y a los propósitos de Dios. Y al hacerlo, hemos tenido que sufrir las consecuencias de nuestra insensibilidad a la Palabra de Dios y a la guía del Espíritu Santo.

Jonás tenía ahora un nuevo destino. El iba a abandonar la ciudad de Nínive y estaba feliz por poder irse de la ciudad. Su destino sería en ese momento una calabaza. Así que salió de la ciudad y encontró un lugar adecuado para detenerse y reflexionar. El profeta acabaría llegando al corazón mismo de Dios y no conocemos para nadie un mejor lugar de llegada.

Dios iba a procurar llevar a Jonás a aceptar Su punto de vista divino. Este capítulo nos demostrará el hecho de que Dios nunca interferirá con nuestra libre voluntad o libre albedrío. El no va a hacer que tengamos que aceptar obligados Su punto de vista, porque en ese sentido somos agentes morales libres. Estimado oyente, Dios realmente ha movido cielo y tierra ya ha venido, pasando por una cruz, a llamar a la puerta de su corazón. Pero El no llegará más lejos que hasta allí, hasta que aquella puerta se abra, y ésta debe ser abierta desde dentro. El nunca violentará la puerta de su corazón, introduciéndose a la fuerza. El nunca entrará sin invitación. Así que, en nuestro relato, Dios iba a tratar con un profeta reincidente, que tenía una voluntad fuerte y odiaba a los habitantes de Nínive. El iba a intentar convencer a Jonás de Su punto de vista.

Leamos entonces el versículo 1 de este cuarto capítulo de Jonás, que inicia un párrafo que hemos titulado

El disgusto de Jonás

"Pero Jonás se disgustó en extremo, y se enojó."

Aquí vemos que no fue simplemente una reacción de desagrado; la nueva situación le disgustó muchísimo y se quedó muy enfadado. Ahora, ¿por qué se enfadó este hombre? Se disgustó porque la ciudad de Nínive se había vuelto a Dios y a él le desagradó profundamente esa actitud. Dice el versículo 2:

"Así que oró al Señor y le dijo: ¡Ah, Señor!, ¿no es esto lo que yo decía cuando aún estaba en mi tierra? Por eso me apresuré a huir a Tarsis, porque yo sabía que tú eres un Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte y de gran misericordia, que te arrepientes del mal."

La frase comienza diciendo que Jonás oró al Señor. La última vez que Jonás había orado fue cuando se encontraba dentro del pez. En esta ocasión estaba fuera de la ciudad de Nínive, y en realidad, se sentía miserable.

A algunos les habrá parecido una afirmación inexacta cuando en nuestra introducción a este libro dijimos que Jonás tenía odio y amargura en su corazón hacia los habitantes de Nínive, que él probablemente estaba justificado para adoptar esa actitud, y que esa fue una de las razones por las que no quería ir a Nínive. Pero sin embargo, en este momento del relato le escuchamos decir, aquí en el versículo 2 que hemos leído y ahora en el lenguaje de otra versión: "¡Oh Señor! ¿No era esto lo que yo decía cuando todavía estaba en mi tierra? Por eso me anticipé a huir a Tarsis, pues bien sabía que tu eres un Dios bondadoso y compasivo, lento para la ira y lleno de amor, que cambias de parecer y no destruyes."

En cierta ocasión un maestro estaba presentando una disertación en una universidad, dijo que el problema que tenía Jonás era que no conocía a Dios. Pero no estamos de acuerdo con esta afirmación. Al leer las palabras de este versículo queda claro que Jonás sí conocía a Dios, y que lo conocía muy bien. El problema era que él odiaba a los habitantes de Nínive y no quería que se salvaran. Quería que Dios los juzgara, así que por ello se encaminó en la dirección opuesta a la que Dios lo había enviado. Sabía que si aquel pueblo se volvía a Dios, El los salvaría, y el profeta no se fiaba de aquella gente y, aunque dijeran que se habían vuelto a Dios, él estaba convencido de que simplemente estaban guardando las apariencias. Pero el profeta tendría que haber sabido que Dios conocía sus corazones y sabía si su arrepentimiento era genuino o no. Pero Jonás sí sabía que Dios era misericordioso y compasivo.

Y así fue que Jonás estaba controlado por el enfado y la amargura. Escuchémosle leyendo el versículo 3:

"Ahora, pues, Señor, te ruego que me quites la vida, porque mejor me es la muerte que la vida."

Dos de los grandes profetas de la Biblia dijeron lo mismo, es decir, que ellos desearon que Dios les arrebatara la vida. En otras palabras, en realidad estaban al borde del suicidio. Cuando el profeta Elías huyó de Jezabel, allí vemos a otro hombre que estaba huyendo, y realmente esta actitud no era propia de su carácter. En su huída recorrió todo el camino hasta llegar a Beerseba, que era un lugar remoto adecuado para pasar a la península del Sinaí. Elías dejó allí a su siervo continuó viajando y alejándose todo lo que pudo. Cuando se quedó sin aliento y fuerzas, se recostó bajo un enebro y se quiso morir. Cuando un siervo de Dios dice esto, quiere decir que está agotado, sin fuerzas físicas, mentales, psicológicas y espirituales. Y Elías se encontraba en esta condición. Recordemos que había estado muy ocupado, en todo el sentido de la palabra. Había resistido a los profetas del dios pagano Baal en la cima del Monte Carmelo. Había soportado un tenso conflicto en público. Y aunque a Elías le encantaban las situaciones espectaculares y dramáticas, éstas lo dejaron agotado por un tiempo. Así que cuando el profeta oyó que Jezabel lo perseguía, simplemente partió apresuradamente hacia un país lejano.

Todos estaremos de acuerdo en que Jonás había pasado por pruebas extremadamente duras - en realidad, hasta había estado dentro de un pez y esa fue una experiencia límite. Después llegó a la ciudad de Nínive, proclamó fielmente el mensaje de Dios y la ciudad entera se volvió a Dios: Como resultado de esas experiencias, estaba crispado, sobreexcitado, completamente agotado y quería morirse. Muchos de nosotros llegamos a veces a una situación similar, en que deseamos renunciar, dejarlo todo y decimos "hasta aquí hemos llegado". Es que nos vence el cansancio, la tensión, y el agotamiento físico y psicológico. Pero una cosa bien diferente es desear la muerte, que es lo más insensato y absurdo que se podría desear. Por lo que sabemos, nadie jamás murió por el solo hecho de desearlo. La gente muere a consecuencia de enfermedades concretas, pero nunca por causa de sus propios deseos. Así que Jonás estaba perdiendo el tiempo.

Llegamos ahora al versículo 4, que inicia un nuevo párrafo titulado

El trato compasivo de Dios con Jonás

"Pero el Señor le respondió: ¿Haces bien en enojarte tanto?"

Alguien ha traducido este versículo de la siguiente manera: "¿Es el hacer el bien algo que no te agrada?" Y esto es lo que Dios quiso decir. Fue como si Él hubiera dicho: "Jonás, Yo he salvado a Nínive, porque estoy dedicado a la obra de salvar a los pecadores y eso es lo que quiero hacer. Y quería que tú les llevaras ese mensaje de juicio para ver si ellos se volvían a mí, o no. Si ellos se volvían a Mí, si se arrepintieran, entonces, yo los salvaría. Y así sucedió y entonces los he salvado". Estimado oyente, si hay alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente, imaginemos la gran celebración que habrá tenido lugar allí cuando los habitantes de Nínive se volvieron a Dios arrepintiéndose. Por ello, Dios le preguntó a Jonás: "¿Tienes acaso razón para enojarte, por haber salvado yo a este pueblo?"

Y Jonás estaba muy ofendido, desahogando sus sentimientos. Y veamos lo que hizo, leyendo el versículo 5 de este cuarto capítulo de este libro:

"Jonás salió de la ciudad y acampó hacia el oriente de ella; allí se hizo una enramada y se sentó a su sombra, para ver qué sucedería en la ciudad."

La parte oriental de la ciudad se encontraba en una zona montañosa, en un paraje elevado, y Jonás eligió un buen lugar como puesto de observación, desde el cual pudiera contemplar la ciudad. ¿Por qué? Porque no confiaba en la gente de Nínive. Pensó que iban a caer otra vez en sus prácticas malvadas, y si así sucedía, el profeta sabía que Dios los destruiría, porque El nunca cambia. Él quería estar allí para poder observar bien cuando cayera el fuego del cielo. Esta es la clase de persona que estamos examinando, y el hombre que había proclamado el mensaje de Dios a la ciudad.

Hemos leído en este versículo que Jonás se hizo un cobertizo y se sentó bajo él a la sombra, hasta ver qué sucedería en la ciudad. El no creía que los habitantes de Nínive mantendrían su conversión y su confesión de fe. Así que allí estaba, en su lugar de observación, esperando que cayera el fuego del juicio de Dios.

Pero Dios iba a actuar en la vida de este profeta, iba a tratar personalmente con él. En este incidente vamos a encontrar una respuesta a la pregunta que a veces algunos que han dedicado su vida a Dios se hacen: ¿tiene uno que amar a las personas antes de proclamarles la Palabra de Dios? ¿Tiene uno que sentir amor por las personas antes de dedicar su vida a ellos como un misionero? El profeta Jonás debe ser un buen ejemplo en este punto en particular, porque, con toda seguridad, Jonás no amaba a los habitantes de Nínive. Y continúa diciendo el versículo 6:

"Entonces el Señor Dios dispuso que una calabacera creciera sobre Jonás para que su sombra le cubriera la cabeza y lo librara de su malestar. Jonás se alegró mucho por la calabacera."

Esta planta de calabacera para aliviar a Jonás del malestar del calor del sol fue preparada de la misma manera en que Dios preparó aquel gran pez. Aquellos que no creen en la existencia del gran pez, tampoco deberían creer en la existencia de esta calabacera. Nosotros creemos tanto en el gran pez como en la calabacera.

Así que Jonás se alegró mucho por la protección que le brindaba esta planta y nos imaginamos que habrá descendido al río Tigris para recoger agua y regarla, ya que esa zona era muy seca y quería conservarla en buen estado, así que debió apegarse mucho a ella.

Por poco que conozcamos la naturaleza humana, podemos comprender por ello a Jonás un poco más. Es sorprendente ver cómo la gente puede sentir un gran apego por seres vivos que no sean seres humanos, especialmente si se encuentran o sienten solitarios. Si no tienen a alguna persona a quien amar, tendrán una mascota o una planta a la que puedan expresar su cariño.

Ahora, Jonás no tenía amigos. A él no le gustaba la gente de Nínive y no había ninguna persona en la ciudad a quien él quisiera visitar. Se encontraba solo y en esos momentos, no tenía una relación de compañerismo con Dios. Así que Dios permitió que el profeta sintiera apego a la calabaza.

Veamos ahora de que manera Dios iba a actuar en la vida de Jonás. Leamos el versículo 7 de este cuarto capítulo:

"Pero, al amanecer del día siguiente, Dios dispuso que un gusano dañara la calabacera, y esta se secó."

Aquí vemos que Dios preparó un gusano y este gusano era tan milagroso como el gran pez. Así que el gusano dañó a la planta y ésta se secó. Y dice el versículo 8:

"Y aconteció que, al salir el sol, envió Dios un fuerte viento del este. El sol hirió a Jonás en la cabeza, y sintió que se desmayaba. Entonces, deseando la muerte, decía: Mejor sería para mí la muerte que la vida."

Aquí encontramos nuevamente a Jonás deseando morirse, pero este deseo no le haría ningún bien. Y veamos entonces la reacción de Dios ante la actitud del profeta, leyendo el versículo 9:

"Pero Dios dijo a Jonás: ¿Tanto te enojas por la calabacera? Mucho me enojo, hasta la muerte, respondió él."

Jonás estaba tan enfadado que se moría de rabia. La única compañía que tenía de un ser vivo que había crecido allí, en medio de la soledad, y que Dios le había dado, se había marchitado por culpa de un gusano. En consecuencia, se había quedado solo otra vez. Y dice el versículo 10 de este cuarto capítulo:

"Entonces el Señor le dijo: Tú tienes lástima de una calabacera en la que no trabajaste, ni a la cual has hecho crecer, que en espacio de una noche nació y en espacio de otra noche pereció"

Dios le estaba enseñando a Jonás una lección. Una planta de calabaza, así como cualquier otro ser vivo, no era nada comparado con el valor de un ser humano, que tiene un alma, y que va a ir al cielo a al infierno. Dios no le había pedido que amara a los perdidos de aquella ciudad antes de dirigirse a ellos. Pero como Dios ama a los perdidos, le había pedido que se dirigiera a ellos. Y la lección se completa en el versículo 11, último de este capítulo y del libro, que dice:

"¿y no tendré yo piedad de Nínive, aquella gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no saben discernir entre su mano derecha y su mano izquierda, y muchos animales?"

Así fue que Dios perdonó a esta ciudad. Ahora, ¿qué significa la referencia a 120.000 personas que no sabían distinguir entre su mano derecha y su mano izquierda? Bueno, quería decir que aquellas personas eran como niños pequeños, es decir eran como niños pequeñitos. Fue como si Dios le reprochara que sintiera apego por una planta de calabaza y, al mismo tiempo, no fuera capaz de sentir afecto y compasión por aquellas personas de Nínive.

(En cierta ocasión, un misionero que había pasado mucho tiempo en el África estaba mostrando fotos de niños huérfanos que él cuidaba en ese continente. Observando al misionero, uno se daba cuenta que él amaba de veras a aquellos niños. Y alguien le preguntó después de su presentación si él amaba a la gente de África antes de haber ido allí como misionero. Y él contestó lo siguiente: "No. Yo quería ir a otro lugar, pero en ese entonces, las puertas de esa nación estaban cerradas y no pude entrar. Entonces, tuve que ir al África. Entonces, esta otra persona le preguntó: "¿Ama a esta gente, a esos niños ahora?" Y las lágrimas comenzaron a rodar por las mejillas de este misionero y respondió: "Ahora sí que los amo").

Ahora, ya que Jonás escribió este libro, creemos que es razonable decir que, después de esta experiencia, Jonás dejó a la calabaza muerta y fue a reunirse con aquellos seres humanos que estaban caminando por las calles de Nínive, y también creemos que se alegró con ellos porque hubieran experimentado un conocimiento salvador de Dios. Estimado oyente, ¡qué mensaje tenemos aquí! ¿Por qué no se implica usted en la difusión de la Palabra y el mensaje de Dios? No espere a que un gran sentimiento inunde su alma. Hay muchas personas que esperan ser impulsadas por factores emocionales. Así que, le animamos a entregar a las personas la Palabra de Dios, porque Dios las ama. Y si así lo hace, le garantizamos que usted aprenderá también a amarlas.

Estimado oyente, llegamos al final de nuestro estudio de este breve libro de Jonás. Confiamos en que le haya resultado interesante y provechoso. En nuestro próximo programa, volveremos al Nuevo Testamento para comenzar nuestro estudio de la Primera Epístola del Apóstol Juan y esperamos que usted nos acompañe en esta nueva etapa de nuestro viaje "a través de la Biblia."

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