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Estudio bíblico de Apocalipsis 6:7-17

Apocalipsis 6

Versículos 7-17

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro viaje por el libro de Apocalipsis, el libro que nos habla de las profecías que Jesucristo reveló sobre hechos futuros que ocurrirán en nuestro planeta Tierra. Estimado amigo, amiga oyente, es cierto que no sabemos cuándo, que año, ni el día, pero aquí, en nuestro mundo ocurrirán muchos eventos. Es necesario no sólo estar informados, pero la más importante es ¡estar preparados!

En nuestro programa anterior, leímos los versículos 7 y 8 del capítulo 6 que estamos estudiando del libro de Apocalipsis, los cuales nos hablan acerca del cuarto sello que Jesucristo, el Señor, abrió de ese importante documento que tenía entre Sus manos. Al romper el precinto, ese cuarto sellos, vimos que inmediatamente salió galopando un jinete sobre un caballo amarillo en dirección a la Tierra. Este será el punto de partida para nuestro estudio hoy. Veamos entonces, lo que nos dicen los versículos 7 y 8 de este capítulo 6 de Apocalipsis:

7 Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente, que decía: Ven y mira. 8 Miré, y he aquí un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades le seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad, y con las fieras de la tierra. (Ap. 6:7-8)

Aquí se menciona la llegada de una enfermedad o epidemia de proporciones catastróficas extendida sobre todo la Tierra. Una cuarta parte de la población del mundo será destruida por este juicio que le sobrevendrá. Aquí el autor de Apocalipsis, el apóstol Juan, escribió el nombre del cuarto jinete, con mayúscula, se llama Muerte. No habrá suficiente penicilina, antibióticos, ningún antídoto para esta plaga epidémica. La muerte, en este caso implica mucho más de lo que a veces pensamos. La muerte no es sólo el cese de la actividad física del ser humano. Se nos dice que el Hades le seguía. Desafortunadamente la palabra "Hades" a veces es traducida por "infierno", en español. En el evangelio de Lucas, capítulo 16, versículo 23, encontramos la historia que Jesucristo relató sobre el hombre rico y Lázaro, leemos: Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. En algunas versiones se utiliza la palabra "infierno" en lugar de "Hades". Es una traducción desafortunada, porque no se refiere en absoluto al infierno. Esto nos habla de la muerte física, ya sea a dónde va el espíritu, o la tumba en donde es colocado el cuerpo. Es decir, que mientras la muerte se apodera del cuerpo, el hades es el lugar adonde se va el espíritu del hombre perdido. El Señor Jesucristo lo presentó de esa manera.

El apóstol Pablo escribió en su epístola a los Romanos capítulo 5, versículo 14, "No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir". Amigo oyente, el pecado y la muerte entraron al mundo al mismo tiempo. La muerte es el resultado del pecado, y durante ese intervalo desde Adán hasta Moisés, los hombres no cometieron el mismo pecado que cometió Adán. Sus pecados tampoco fueron una transgresión de la ley, como lo fue el pecado de Adán, porque aún Dios no les había dado los Diez Mandamientos. Sin embargo en ese período los hombres pecaban y morían. El pecado de Adán llegó a ser su propio pecado, porque ellos murieron como murió Adán. Aun los niños más pequeños murieron en el Diluvio.

La muerte tiene un triple significado que ordinariamente no le damos. Pensamos en la muerte como algo que solamente está relacionado con el cuerpo. 1º.- Esta muerte física, que solamente se refiere al cuerpo. Esto le ocurre al hombre a causa del pecado de Adán. 2º.- Esta la muerte espiritual. Esa es la separación de Dios y la rebelión contra Él. Heredamos de Adán una naturaleza de muerte; es decir, no tenemos capacidad para acercarnos a Dios, y no tenemos ningún deseo de hacerlo, tampoco. 3º.- Finalmente existe la muerte eterna, que es la separación eterna de Dios. A no ser que el hombre, el ser humano, sea redimido, esta es la inevitable consecuencia. Esta es la segunda muerte sobre la cual leeremos más en Apocalipsis, capítulo 20, versículo 14. Vamos a desarrollar estos tres aspectos cuando estudiemos el capítulo 20 de Apocalipsis.

Amigo, amiga oyente, Dios le dijo a Adán antes de pecar por primera vez: El día que de él comieres, ciertamente morirás. (Gen. 2:17). Adán vivió físicamente algo más de 900 años, pero él ya estaba espiritualmente muerto ante Dios. Él huyó de Dios. Él ya no deseaba la comunión, la cercanía, ni la presencia de Dios. Por su desobediencia y rebelión Adán murió espiritualmente, y la muerte física fue una consecuencia, y así es como ha entrado a la familia humana. La medicina moderna y el maravilloso desarrollo de la ciencia procuran extender la vida humana y retrasar al máximo el envejecimiento. Pero, le realidad es que la raza humana se está deteriorando, debilitando progresivamente; la vida sería mucho más breve, si no fuera por el empeño de la ciencia.

A Adán se le identifica aquí de manera clara como una "tipificación de Cristo". La introducción de la muerte a la vida humana fue únicamente responsabilidad de Adán. Amigo, amiga oyente, Dios no creó al hombre para morir. Ese castigo fue impuesto porque Adán transgredió voluntariamente, conscientemente, el mandamiento de Dios. Su transgresión es también nuestra transgresión, y su muerte es también nuestra muerte. Ahora, Cristo es la cabeza de una nueva creación, y esta nueva creación sólo tiene vida en Él, en Cristo. Solamente Él puede dar vida. Él es totalmente responsable por la vida eterna de aquellos que son Suyos.

Durante el período de la Gran Tribulación, el jinete de la muerte andará desenfrenado. El Señor Jesucristo expresó lo siguiente en el evangelio de Mateo, capítulo 24, versículo 22, Él dijo: Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; más por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados. Más adelante veremos que la muerte quedará finalmente destruida cuando lleguemos a estudiar el juicio del Gran Trono Blanco, el capítulo 20, 14. El Apóstol Pablo confirmó esto al escribir en su Primera Epístola a los Corintios, capítulo 15, versículo 26: Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte.

El apóstol Juan también recalcó en Apocalipsis 21, versículo 4: Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos, y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.

En este versículo 8 de Apocalipsis capítulo 6 que estamos considerando, leemos que al cuarto jinete, la Muerte, le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad, y con las fieras de la tierra. Ya siglos antes Dios le reveló al profeta Ezequiel lo siguiente, que podemos leer en el capítulo 14, de Ezequiel, versículo 21: Por lo cual así ha dicho Jehová el Señor: ¿Cuánto más cuando yo enviare contra Jerusalén mis cuatro juicios terribles, espada, hambre, fieras y pestilencia, para cortar de ella hombres y bestias?

Este caballo amarillo representa las plagas, epidemias y la pestilencia, lo cual incluye la posibilidad de una virulenta guerra bacteriológica a escala mundial. El científico el Dr. Frank Holtman, de la Universidad de Tennessee, en los Estados Unidos, dijo ya hace unas décadas: "Mientras la mayor parte de la población de una ciudad puede ser destruida por una bomba atómica, el método bacteriológico, puede destruir fácilmente toda la población en el término de una semana".

Hemos llegado al quinto sello. Leamos los versículos 9 y 10 de este capítulo 6 de Apocalipsis, que dicen:

9 Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. 10Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? (Ap. 6:9-10)

Este altar se encuentra en el Cielo y evidentemente es el lugar donde Cristo ofreció Su sangre por los pecados del mundo. Nuestra posición es que la sangre de Jesucristo está literalmente presente en el Cielo. Podemos confirmar esto con la cita de la carta a los Hebreos, en el capítulo 9, versículos 23 y 24, donde leemos: Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas así; pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos. Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios.

Las almas que se mencionan debajo del altar son los santos del Antiguo Testamento. El Señor Jesucristo indicó que la sangre de todos los profetas, que había sido derramada desde la fundación del mundo, iba a ser requerida de esta generación, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías (Lc 11, 50-51). Aquí también se incluyen a aquellos muertos durante el período de la Gran Tribulación; ya hemos visto que una cuarta parte de la población había sido destruida. Continuamos con el versículo 11 de este capítulo 6 de Apocalipsis, dice:

11 Y se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos. (Ap 6:11)

Hemos llegamos a la apertura del sexto sello; y aquí comienza "el gran día de la ira de Dios". Leemos los versículos 12 y 13 de este capítulo 6 de Apocalipsis:

12 Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre; 13 y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento. (Ap. 6:12-13)

Tenemos ante nosotros "el gran día de la ira de Dios". Este es el comienzo de la segunda mitad del período de la Gran Tribulación. Suceden grandes hechos en los cielos. Tanto en el principio de la Tribulación, como también al fin del período de la Gran Tribulación, suceden eventos en el universo natural. En el libro del profeta Joel, capítulo 2, versículo 30, se nos dice: Y daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, y fuego, y columnas de humo. Esta es una referencia al principio de la Tribulación, y Joel, en capítulo 3, versículos 9 al 17 nos hablan del fin. El hecho de que en el presente haya un aumento de terremotos, no significan el cumplimiento de esta profecía. Aquí se habla del período de la Gran Tribulación. Los terremotos en el pasado han causado la muerte a gran cantidad de personas. El profesor R. A. Daley, en uno de sus libros, escribió lo siguiente: "En los últimos 4.000 años, los terremotos han causado la pérdida de 13 millones de vidas, y aún están por suceder los peores terremotos".

Esta mención es muy interesante porque vamos a ver más adelante en el capítulo 16, versículo 18, de Apocalipsis, que habrá un gran terremoto: Un terremoto tan grande, cual no lo hubo jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra. (Ap. 16:18) Los terremotos actuales no son un cumplimiento de esto. Sencillamente muestran lo que sucederá y la Palabra de Dios así lo afirma. Ahora, el versículo 14 de este capítulo 6 de Apocalipsis, dice:

14 Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su lugar. (Ap. 6:14)

Creemos que esta descripción del apóstol Juan, que escribe lo que vio y oyó en el Cielo, tiene que ser tomada literalmente. En el Antiguo Testamento, en el libro del profeta Nahum, capítulo 1, versículo 5, tenemos una descripción similar, que veremos nuevamente cuando lleguemos al capítulo 20, versículo 11 de Apocalipsis. Continuemos con los versículos 15 al 17 de este capítulo 6 de Apocalipsis:

15 Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; 16 y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; 17porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie? (Ap. 6:15-17)

Aquí se nos describe a gente que está rogándole a los montes y a las peñas que caigan sobre ellos, porque quieren ocultarse. ¿De quién? De "la ira del Cordero". Se está desarrollando "el gran día de la ira de Dios". Hemos llegado a una declaración interesante, la ira del Cordero. La "ira de Dios" es aquel día, el día de Jehová, aquel día que hemos visto a través de todo el Antiguo Testamento, anunciado por los profetas. Pero aquí Juan nos habla de la ira del Cordero. Esta es una declaración un poco extraña.

La Biblia está llena de paradojas. ¿Qué es una paradoja? Bueno, la definición de una paradoja es aquello que parece ser contradictorio. Por ejemplo, se dice que el calor del sol es insoportable, y que acercándose al sol el calor se hace cada vez más insufrible. Sin embargo, en las islas de Hawaii, que disfruta de un clima tropical, hay una gran montaña, el Mauna Kea, cuya cumbre está cubierta de nieve. La cima helada, sin embargo, paradójicamente, está más cerca del sol y de su calor. Esto es una "paradoja".

También la vida cristiana es una serie de paradojas. Cuando soy débil, entonces soy fuerte: escribió el apóstol Pablo. (2 Cor. 12:10). Bien, aquí tenemos otra paradoja: La ira del Cordero. El "cordero" es una descripción muy conocida de Jesucristo. ¿Cómo puede un pequeño cordero, cuya característica destacable es la mansedumbre y humildad, cómo puede enojarse? Desde los días de Abel, el hermano de Caín, hasta los tiempos de Juan el Bautista, al Señor Jesucristo se le describe como un cordero. Juan dijo: Él es el Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo. (Ap. 13:8). En otras palabras, Dios no eligió la figura de un cordero porque éste poseía las características de Cristo. Dios creó un animal que pudiera representar a Cristo. Cristo es el Cordero inmolado ya desde antes de la fundación del mundo. La mansedumbre es una de las destacadas cualidades de Cristo. El dijo Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados. Yo soy manso y humilde. (Mat. 11:28, 29). Él demostró su mansedumbre en Su entrega y en Su obediencia a Dios Padre para realizar el "plan de Salvación del ser humano", a pesar del coste, del sacrificio, de esa entrega total y voluntaria. Jesucristo fue totalmente inofensivo y fiable. Dijo Dejad a los niños venir a mí, dice. (Mar. 10:14). Él era manso y humilde. Cristo llegó a lavar los pies de los discípulos, para dejarles un modelo de humilde entrega, servicio y amor. ¡El Rey de Reyes, inclinado sobre los pies sucios del polvo del camino de sus discípulos! Qué escena conmovedora en su sencillez y profundidad. Aquí tenemos una vida que destaca por su encanto, por la sobriedad, la autenticidad, y la coherencia. Su vida era como el perfume de una flor hermosa y frágil. Su venida fue una doxología. Su estadía entre la gente fue una innegable bendición. Y también lo fue Su partida. A nadie dejaba indiferente, y hasta aquellos que no creían en Él quedaban conmovidos por su ternura, sencillez y sensibilidad. Un cordero dispuesto para el sacrificio. El patriarca Abraham, siglos antes dijo: Dios se proveerá de cordero. (Gen. 22:8). Y Dios se proveyó a Sí mismo de un Cordero.

Y, ¿cómo se explica la ira? Pareciera que "la ira" no encaja con el carácter de Dios, según nuestros esquemas o conceptos. Dios ama lo bueno; Él aborrece el mal. Él no aborrece, ni odia, como los hacemos los seres humanos. Él no es vengativo. Dios es Justo. Dios es Santo. Dios aborrece todo aquello que es contrario a Su propia naturaleza. Él se llama a Sí mismo "Jehová". Él es un hombre de guerra. Él es fuerte y poderoso. Él es poderoso en la batalla. El evangelio revela "la ira de Dios". El Apóstol Pablo dijo: la ira de Dios se revela desde el cielo. (Ro. 1:18).

Observe a este mundo en el que vivimos, amigo oyente. Revela la ira de Dios, el juicio de Dios. Sería como mezclar el fuego con el agua, el reunir la ira y el manso Cordero, sin embargo toda la furia de la ira de Dios es revelada en el Cordero. Amigo oyente, cuando Jesucristo estuvo en la Tierra, hizo un látigo con unas cuerdas y con él expulsó a los mercaderes, comerciantes y cambistas de dinero fuera del recinto del sagrado Templo. ¿Estaba simplemente aparentando estar disgustado e iracundo? No, estimado amigo, amiga oyente. Él llamó a los líderes religiosos "una generación de víboras"; y "sepulcros blanqueados". Jesucristo llegó a maldecir a una higuera. Cristo rechazó a la ciudad de Jerusalén, pero con lágrimas y gran tristeza. Él continúa controlando las fuerzas de la naturaleza, y las utilizará para el juicio venidero. Dios ha declarado la guerra al pecado. Él no va a disculpar, minimizar o pasar por alto todo aquello que ha causado tal estrago a la familia humana. Llegará un día en el que la ira del Cordero se hará evidente. Quizá algún oyente pueda pensar: "Pero, yo pensaba que Él era manso, bondadoso, y que comprende las debilidades humanas, y no las castigaría como si fueran "pecado"". El salmista, autor del Salmo 2, versículos 10 y 12 nos advierte: Ahora, pues, oh reyes, sed prudentes; admitid amonestación, jueces de la tierra. Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; pues se inflama de pronto Su ira.

Estimado amigo, amigo oyente, vamos a detenernos aquí. En nuestro próximo programa continuaremos con el estudio de estas importantes profecías relacionadas con el futuro de nuestro planeta. Hasta entonces, continuamos pidiendo a Dios que Él bendiga Su Palabra y que ésta le sirva a usted de luz y guía en su camino.

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