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Estudio bíblico de Apocalipsis 7:5-12

Apocalipsis 7

Versículos 5-12

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro recorrido por el libro de Apocalipsis, ese libro profético que nos revela los futuros acontecimientos que este planeta tendrá que enfrentar un día. ¿Cuándo? Dios ha revelado en Su Palabra la cronología de los eventos futuros, pero no ha revelado ni el año, ni el día. Por eso es tan importante estar alerta, vigilante, y sobre todo, estar en paz con Dios, para que no nos sorprendan las circunstancias, si es que ocurran en nuestro tiempo.

Vamos a comenzar nuestro estudio, leyendo un pequeño poema titulado: "Ella se preocupa". Dice:

Ella se preocupa - no importa lo que haya sido,
Tampoco interesa el por qué;
Es algo natural para esta alma el llorar y preocuparse.
Ella se preocupa.
Ella se preocupa por sus amigos que pueden estar enfermos,
por la tormenta que puede matar;
por el clima, si es muy frío
Ella se preocupa.
Ella se preocupa porque el mundo está en desorden,
porque los pobres no tienen dinero;
Creo que se ha olvidado de Dios,
Ella se preocupa."

Muchas veces, queridos amigos, nos preocupamos por numerosos asuntos, pero Dios no es un tema que nos quita el sueño, y ni si quiera nos inquieta nuestra relación personal con Él, ¿verdad? Al final, lo que realmente importa en la vida cristiana no es acumular grandes conocimiento de la Biblia, ni sumar puntos por una fiel asistencia a la iglesia, ni siquiera haber ejecutado buenas obras; lo que resulta verdaderamente relevante, trascendente, y determinante, es nuestra relación personal con el Señor Jesucristo. Y es Jesucristo sobre quien versa este interesantísimo libro del Apocalipsis: todo gira en torno a Él y todo apunta hacia Él. Él es mucho más importante que todas las figuras y símbolos que sucesivamente se nos van presentando. Como espectadores, estamos contemplando un escenario imponente, unos personajes a veces maravillosos, otras, terroríficos: jinetes del Apocalipsis, las bestias, las plagas, el Anticristo, los juicios sobre la tierra, y así, un largo etcétera.

Y todo, al final, apunta hacia el Señor Jesucristo. ¿No cree usted, querido amigo y amiga, que lo mismo debería suceder con nuestras propias vidas? ¿Apuntan éstas hacia Jesús, o hacia cualquier otra cosa?

En nuestro programa anterior, concluimos en el capítulo 7, versículo 5. Este capítulo daba respuesta a la pregunta de si alguien iba o no a ser salvo durante el período de la Gran Tribulación. Y tal como comentamos, la realidad es que probablemente este vaya a ser el período de la historia del Cristianismo en el que más personas acudan a Cristo para pedirle que sea su Salvador personal y el Señor de sus vidas. También mencionamos que el Espíritu Santo finalizará su misión, ya que la Iglesia se encuentra en el Cielo con Jesucristo, y ya no necesaria su obra en los creyentes para capacitarles para vivir y expandir el evangelio sobre toda la tierra. El Espíritu Santo terminó ese aspecto de su ministerio, pero no abandona la Tierra. Él estará presente para regenerar a aquellos que serán salvos, que serán sellados por el Espíritu Santo. El sello será la garantía de su pertenencia a Jesucristo. El ministerio especial durante este tiempo de la Gran Tribulación será el sellar a los que serán salvos. Sin el Espíritu Santo esto no sería posible, porque será Él quien garantizará que estas personas resistan ese difícil período de la Gran Tribulación.

Antes de retomar nuestra lectura desde el versículo 5, recordemos brevemente que entre la apertura del sexto y el séptimo sello, se inserta este capítulo 7 en el cual se introducen dos grandes multitudes, una en la Tierra (vv. 1-8) y otra en el Cielo (vv. 9-17). Juan, el Apóstol, tendrá dos visiones, en las que encuentra consuelo, protección y símbolos de victoria para los hijos de Dios. En este programa estudiaremos el significado de la multitud que Juan vio en la tierra: a los 144.000 judíos, sellados con el sello protector de Dios mismo, así como el número de los sellados de cada una de las tribus (v. 4-8), 12.000 por cada una de las doce tribus. Leamos juntos ahora los versículos 5 al 8 de este capítulo 7 del Apocalipsis:

5 De la tribu de Judá, doce mil sellados. De la tribu de Rubén, doce mil sellados. De la tribu de Gad, doce mil sellados. 6 De la tribu de Aser, doce mil sellados. De la tribu de Neftalí, doce mil sellados. De la tribu de Manasés, doce mil sellados. 7 De la tribu de Simeón, doce mil sellados. De la tribu de Leví, doce mil sellados. De la tribu de Isacar, doce mil sellados. 8 De la tribu de Zabulón, doce mil sellados. De la tribu de José, doce mil sellados. De la tribu de Benjamín, doce mil sellados.

Bien, tenemos a doce mil de cada tribu, así es que son 144.000 divididos por 12. La duodécima parte se encuentra en cada tribu. Parece bastante claro que aquí se está refiriendo a los judíos, si bien es cierto que otros estudiosos de la Biblia sostienen que este número representa la perfección (12 x 12 x 1000 = 144.000) y que incluirá tanto judíos como no judíos, ya que uno de los pensamientos básicos del Nuevo Testamento es que la Iglesia es el verdadero Israel, y que el Israel nacional ha pasado todos sus privilegios y promesas a la Iglesia.

Ahora, aquí se nos presentan estas 12 tribus, y cierto escritor indica que éstas aparecen mencionadas 13 veces en la Biblia, en pasajes que aluden expresamente a "las 12 tribus". Otro escritor incrementa a 18 las veces que estas tribus son mencionadas. En cualquier caso, es importante mencionar lo siguiente: En primer lugar, observamos que Judá encabeza esta lista, en lugar de la tribu de Rubén, la cual debería ocupar el primer lugar porque Rubén fue el primogénito; sin embargo, no es así, a causa de su pecado, tal y como podemos leer en el libro del Génesis, capítulo 49, versículos 3 al 10. Rubén cometió un grave pecado de inmoralidad, y consecuentemente perdió su primer lugar. Pero no lo perdió todo. Se plantea en ocasiones la cuestión de si, cuando un creyente peca, pierde su salvación, y debemos contestar, amigo oyente, que no la pierde, pero que, en cambio, sí puede perder su recompensa. Por este motivo, muchos creyentes que son salvos, pero se han entregado al pecado, y no viven una vida coherente con su fe cristiana, perderán sus recompensas, en el Cielo y posiblemente, también en la Tierra.

De esta manera, Judá ocupa el primer lugar, y fue de esta tribu de la que vino el Mesías. Además, podemos ver que las tribus de Dan y Efraín han sido omitidas de la lista. Estas dos tribus eran culpables de haberse entregado a la idolatría, tal y como podemos leer en el libro de Deuteronomio, capítulo 29, versículos 18 al 21. La tribu de Dan fue la primera tribu que cayó en la idolatría (Jueces, capítulo 18, versículo 30). Y más adelante, la tribu de Dan llegó a ser el centro mismo de la adoración del becerro de Oro. El rey Jeroboam hizo que Israel pecara, tal y como podemos leer en el primer libro de los Reyes, capítulo 12, versículos 18 al 30.

Ahora bien, Efraín también había caído en la idolatría, como podemos comprobarlo en el versículo 17 del capítulo 4, del profeta Oseas: "Efraín es dado a ídolos; déjalo". Esa es una referencia al reino del norte, pero recordemos que Efraín era el líder, y Efraín era la tribu que causó la división del reino. En el primer libro de los Reyes, capítulo 11, versículo 26, leemos: "También Jeroboam hijo de Nabat, efrateo de Sereda, siervo de Salomón, cuya madre se llamaba Zerúa, la cual era viuda, alzó su mano contra el rey".

Por este motivo, en la lista de las doce tribus José ocupa el lugar de Efraín, y Leví ocupa el lugar de Dan. Leví, y su familia eran la tribu sacerdotal, los levitas, y ellos serán también testigos en el período de la Gran Tribulación. Sin embargo, a pesar de nuestros pecados, Dios nunca nos abandona, como tampoco ha abandonado a estas dos tribus que Le desobedecieron. Él le dijo a Efraín: Oh, Efraín, ¿cómo puedo abandonarte? Dios no la abandonó a pesar de todo, y por este motivo podrán pasar a través del período de la Gran Tribulación, aunque no lleguen a ser testigos de Dios durante ese período.

Leamos ahora los versículos 9 y 10 de este capítulo 7 de Apocalipsis:

9 Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; 10 y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero.

Aquí tenemos el principio de la visión de la bienaventuranza futura de los mártires. Las palabras iniciales de Juan: "Después de esto miré", nos indican que él está viendo y oyendo lo que sucede ante sus ojos. Y aquí dice: He aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar. Gente de toda nación y tribu y pueblo y lengua. Esto indica que el evangelio, aun durante la Gran Tribulación, será predicado a través de todo el mundo. Estos testigos, los 144.000 lograrán durante los siete años de tribulación, lo que la iglesia cristiana no ha conseguido en sus más de 2.000 años de historia.

Nos encontramos aquí con palabras de aliento. Se está acercando en la Tierra un tiempo de terror como no se ha conocido nunca, y Juan les está diciendo que, si lo soportan hasta el final, la gloria que recibirán habrá valido la pena, cualquier pena. De esta manera, Juan presenta lo infinitamente rentable que es el aceptar todo los sufrimientos que puedan implicar el martirio aquellos que sufrirán por su fidelidad al Señor Jesucristo.

Juan utiliza aquí una frase a la que es muy aficionado. Escribe que los fieles de Dios procederán de todas las razas, tribus, pueblos y lenguas (Apocalipsis 5:9, 11:9, 13:7, 14:6, 17:15). En cualquier puerto o mercado de Asia se reunían personas de muchas tierras, que hablaban muchos idiomas diferentes. A cualquier evangelista se le inflamaría el corazón al llevar el mensaje de Cristo a una multitud tan diversa de personas. Y aquí tenemos la promesa de que toda esta multitud cosmopolita de numerosas naciones y lenguas llegará a ser el rebaño del Señor Jesucristo.

Es además en victoria como llegan los fieles a la presencia de Dios y del Cordero. Aparecen no gastados, vapuleados y gastados, ¡sino victoriosos! La túnica blanca mencionada en el versículo era una señal de victoria; un general romano desfilaba en su triunfo, vestido de blanco. La palma es también un elemento de victoria, la victoria de Jesucristo. Por último, el grito de los fieles adscribe la salvación a Dios. Es Dios quien los ha sacado con bien de sus luchas, pruebas y tribulaciones; y es Su gloria la que ahora comparten. Jesucristo es el gran Salvador, el gran Libertador de Su pueblo. La liberación que Jesucristo ofrece no libra a la persona de los problemas, sino que la guía y conduce, en medio de cualquier situación. No hace que la vida sea más fácil, sino la hace grandiosa. La vida cristiana consiste en que una persona, EN Cristo, puede soportar cualquier clase de dificultad, manteniéndose firme, y salir con victoria de esa adversidad.

Regresando a los versículos que acabamos de leer, volvemos brevemente sobre algunos de los detalles que nos resultan interesantes: están vestidos de ropas blancas. Esto nos habla, además de lo anteriormente comentado, de la justicia de Cristo, porque nosotros no nos podemos presentar ante Dios gracias a nuestra propia justicia. En la Biblia se nos dice, siempre de forma clara y directa, que nuestra justicia es "como trapos de inmundicia", es decir, que no es limpia sino sucia, y no creemos que usted, ni yo, estimado oyente, osara presentarse ante el Dios Todopoderoso y Creador del universo, vestido con ropas inmundas.

Otro detalle a mencionar es el siguiente: Y con palmas en las manos. El original griego (el Apocalipsis, fue escrito en griego) utiliza el término "palmeras". Como ya hemos mencionado, ése era el símbolo de la victoria, de la victoria en Cristo. Esta multitud formará parte de la comitiva de bienvenida en la gran entrada triunfal de Cristo en su regreso a la tierra, de manera similar al suceso narrado en los Evangelios cuando Jesús realizó su entrada triunfal en la ciudad de Jerusalén. En aquella ocasión la multitud no sabía que Jesús iba en camino hacia la cruz. En un futuro cercano, pero cuya fecha desconocemos, cuando Él regrese a la Tierra, esa gran multitud, que habrá sufrido el martirio de los siete años de tribulación, regresará.

Veamos ahora lo que dicen los versículos 11 y 12 de este capítulo 7 de Apocalipsis:

11 Y todos los ángeles estaban en pie alrededor del trono, y de los ancianos y de los cuatro seres vivientes; y se postraron sobre sus rostros delante del trono, y adoraron a Dios, 12 diciendo: Amén. La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.

De nuevo, Juan nos presenta aquí una escena absolutamente extraordinaria y maravillosa: una adoración al Dios de todo el Universo, por parte de todas Sus criaturas: los ángeles, la Iglesia, los santos del Antiguo Testamento, así como los santos de la Tribulación.

Si bien es cierto que en ningún lugar de la Biblia se mencione que los ángeles cantan, lo importante aquí es que todas estas criaturas están aquí adorando y agradeciéndole a Dios por Su redención y por la salvación. Sin embargo, los ángeles alaban a Dios por Sus atributos y por Su bondad, pero no por la salvación. ¿Por qué? Porque los ángeles son criaturas sin pecado, no son pecadores redimidos, como nosotros, los cristianos.

La escena que Juan nos traslada está formada por una serie de grandes círculos concéntricos de habitantes del cielo. En el círculo exterior están todos los ángeles. Más cerca del trono, los veinticuatro ancianos; aún más cerca, los cuatro seres vivientes, y delante del trono están los mártires vestidos de blanco. Los mártires acaban de entonar su cántico de alabanza a Dios, y los ángeles entran en la alabanza y la hacen suya diciendo: "¡Así sea!" Dicen "Amén" a las alabanzas de los mártires, y luego entonan su propio cántico, en el que todas las palabras adscriben la bendición, la gloria, la sabiduría, la acción de gracias, el honor, el poder y la fuerza a Dios. Adscriben la bendición a Dios por su Bondad en la creación y en la redención del hombre; Adscriben gloria a Dios porque Él es el Rey de reyes y el Señor de señores. Adscriben sabiduría a Dios porque Él es la fuente de toda verdad y conocimiento. Ofrecen la acción de gracias a Dios porque Él es el dador de la salvación, el creador del mundo y el sustentador de todo lo que hay en él. Adscriben el honor a Dios porque Él es único que merece ser adorado; a Él debemos rendirnos con todo lo que somos y tenemos. Adscriben también el poder a Dios, porque su poder nunca disminuye y lo maravilloso es que lo usa con amor con los hombres. Y, finalmente, adscriben fuerza a Dios. El problema de la vida es encontrar la fuerza para cumplir sus tareas, sus responsabilidades, sus exigencias. Por eso el cristiano puede decir: "Seguiré adelante, con la fuerza del Señor".

Querido amigo y amiga; no hay ejercicio más excelente en la vida devocional que meditar en esta alabanza de los ángeles, y hacerla nuestra.

Confiamos, estimados oyentes, que estos breves esbozos del cielo le ayuden a ampliar su visión y su entendimiento de lo que será el Cielo. Algunas personas opinan, y creemos que equivocadamente, que los únicos que llegarán a estar algún día en el Cielo serán aquellos que pertenecen a su pequeño grupo, a su pequeña iglesia. Pero lo que realmente encontramos aquí es que allí habrá una multitud de personas que no pertenecen a ninguna iglesia. Y es muy posible que si usted va al Cielo, llegue a sorprenderse encontrando algunas personas que jamás pensó que vería allí, y quizá no encontrando otras personas que pensaba que sin duda estarían allí.

¿Está usted listo para ir al cielo, estimado amigo y amiga? ¿Ha pensado ya en ello, o espera a hallarse a las puertas de la muerte para dedicar su atención a este tema vital? La Biblia tiene un mensaje maravilloso para usted, tan increíble que cuesta creer que sea cierto. Y este mensaje es que Dios le ama tanto que decidió enviar a Su propio Hijo para que muriese en lugar de usted. Y, de este modo, que usted pudiera tener acceso a la vida eterna; a la vida después de la vida; una vida sin final en la que podrá disfrutar de una existencia sin problemas ni dolor, algo difícil de imaginar durante nuestra esforzada vida terrenal.

Con estas palabras deseamos terminar por hoy nuestro programa; no sin antes desearle que Dios le bendiga abundantemente a usted y a su familia. Le invitamos, como siempre, a volver a acompañarnos en nuestro próximo encuentro, en el que seguiremos profundizando en este apasionante libro, Apocalipsis. Rogamos a Dios que Él añada Su luz sobre estos textos que hemos expuesto aquí, y bendiga la meditación de Su Palabra.

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