Estudio bíblico de Apocalipsis 7:13-17
Apocalipsis 7
Versículos 13-17
Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro viaje por el libro de Apocalipsis, un libro muy interesante que se encuentra en al final de la Biblia, las Sagradas Escrituras pero no por eso menos importante; al contrario, es un libro que despierta no pocas expectativas por ser un libro que trata sobre la última etapa de la Humanidad, y de los impactantes acontecimientos que ocurrirán en nuestro planeta Tierra. Este libro nos acerca a las diversas profecías que recibió el apóstol Juan directamente de Jesucristo, cuando se encontraba exiliado en la Isla de Patmos.
El estudio de este sagrado libro no es comparable a la lectura de un horóscopo, o una supuesta adivinación de acontecimientos futuros. El Apocalipsis es el fiel relato de las visiones que el apóstol y discípulo amado de Jesucristo vio y escuchó al ser trasportado sobrenaturalmente a dimensiones celestiales desconocidas por el ser humano. Por lo tanto, el estudio riguroso de este libro es vital para conocer más sobre lo que le espera a la Humanidad, y especialmente, cómo debemos prepararnos para enfrentar esos acontecimientos, sin precedentes en toda la historia universal, si éstos eventos ocurrieran en nuestro época. Dios reveló muchos detalles, cronológicamente ordenadas, pero no comunicó ni el año, mes o día, del comienzo de todos estos acontecimientos. Por ello, tenemos que estar informados, y preparados.
Y regresamos a este maravilloso capítulo 7 de Apocalipsis; es maravilloso, porque aclara las muchas preguntas que pudiéramos tener sobre la gente que se salvará durante el período de la Gran Tribulación. Hemos leído que grandes multitudes serán salvas por aceptar a Jesucristo como el Salvador de sus almas, y Señor de sus vidas. Juan describió a dos grandes multitudes, ambas claramente diferenciadas. El apóstol nos habla en este capítulo de una gran multitud que pertenece a la nación de Israel, concretamente de 144.000 personas, sellados en sus frentes como siervos de Dios. Este numeroso grupo de 144.000 judíos pertenecen a las 12 tribus; cada tribu está representada por 12.000 miembros. También vimos en nuestro anterior programa a un multitud tan numerosa que ningún hombre podía contarla, procedente de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante, en la presencia de Jesucristo en el Cielo. Esta multitud eran personas de las naciones gentiles, que se salvaron por su probada fe en Jesucristo durante el período de la Gran Tribulación
En anteriores programas hemos mencionado que la Iglesia, ese gran grupo de personas que tuvieron una relación personal con Jesucristo, -por medio de su arrepentimiento y confesión de pecados, y su fe en Él-, ya no se menciona a partir del capítulo 3. En el capítulo 4, Juan vio a 24 ancianos, alrededor del Trono de Dios, los cuales representan a la Iglesia en el Cielo. ¿Qué ocurrió con los miembros de la Iglesia? La Biblia nos explica que en la Tierra sucederá algo impactante, inexplicable. Todos los verdaderos cristianos, todos juntos, en un mismo instante serán removidos, quitados, llevados fuera de la Tierra, para reunirse con Jesucristo quien los llevará al Cielo. Nos podemos imaginar el caos y el desconcierto que este hecho provocará en todas las naciones de nuestro planeta al desaparecer millones de personas en un instante. Y porque la Iglesia ya se encuentra en el Cielo, no se la vuelve a mencionar con ese nombre.
El Antiguo Testamento está lleno de profecías, como ya hemos podido apreciar en nuestros anteriores estudios. Una profecía, y una promesa, fue reiterada innumerables veces. Dios prometió, y así fue profetizado que Su pueblo escogido, el pueblo hebreo, que Él iba a hacer de Su pueblo una nación para siempre; y Dios también les prometió que iban a regresar a la tierra que les había dado por heredad, como ocurrió, para asombro del mundo, al aceptarse en las Naciones Unidas, la creación legal del Estado de Israel en 1947.
Si Dios hubiera querido llamar al pueblo de Israel, "la Iglesia", o Su Iglesia, lo habría clarificado. Como la Iglesia ya ha sido removida, quitada del mundo y se encuentra en el Cielo, ya no se la menciona más. Por tanto, cuando Juan identifica a la multitud de 144.00 sellados, de las 12 tribus del pueblo de Israel, tenemos que interpretar este texto literalmente. Este fiel remanente judío testificará de Jesucristo, con gran esfuerzo, sacrificio y oposición, pero gracias a su ministerio de proclamación del evangelio, una gran multitud de gentiles encontrarán la salvación durante este difícil período de persecución.
Ahora, vemos una inmensa multitud, que nadie podía contar, delante del trono y en la presencia de Jesucristo. La mayoría de estos testigos fueron martirizados durante este período, pero soportaron y sufrieron hasta el fin. ¿Por qué? El Señor Jesucristo, cuando se encontraba en la Tierra, habló de este específico período en el sermón que dio en el Monte de los Olivos. Podemos leer lo que el Señor Jesús dijo acerca de los "señales, antes del fin", en el evangelio de Mateo, capítulo 24 y 25. En el capítulo 24, versículo 13 dijo: "Mas el que persevere hasta el fin éste será salvo".
Juan vio a esta innumerable multitud que aclamaban a gran voz dándole todo el crédito de su salvación "a Dios que está sentado en su trono, y al Cordero", Jesucristo. A esta multitud se unieron gran multitud de ángeles, que alababan a Dios, no por su salvación, -porque por su naturaleza angelical son criaturas sin pecado. Leamos los versículos 12 y 13, del capítulo 7 de Apocalipsis, para refrescar nuestra memoria y como introducción a los versículos siguientes que veremos inmediatamente:
11 Y todos los ángeles estaban en pie alrededor del trono, y de los ancianos y de los cuatro seres vivientes; y se postraron sobre sus rostros delante del trono, y adoraron a Dios, 12 diciendo: Amén. La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.
¡Qué escena grandiosa e imponente! Es difícil captar con nuestra imaginación limitada la majestuosidad de este cuadro que con palabras tan sencillas describe el apóstol Juan. Continuamos con los siguientes versículos 13 y 14 de este mismo capítulo 7 de Apocalipsis, que dicen:
13 Entonces uno de los ancianos habló, diciéndome: Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han venido? 14 Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero.
Uno de los 24 ancianos se acercó a Juan y le pregunta: "¿quiénes son éstos vestidos de ropas blancas?" Juan, al no reconocer a esta multitud vestida de ropas blancas, le respondió: "Señor, tú lo sabes". Ahora, el anciano le explicó: Estos son los que han salido de la gran tribulación. Si esta gente, que estaba reunida delante del trono hubiera sido "la Iglesia", los creyentes que fueron llevados fuera de la Tierra por Jesucristo, el anciano que entabló esta conversación con Juan, con toda seguridad se lo hubiera aclarado. Juan no sabía quienes eran aquellos que forman esta multitud, pero el anciano quien, junto con otros 23 ancianos representa a la Iglesia en el Cielo, él sí lo sabe. Esta multitud es diferente: "son los que han salido de la Gran Tribulación". Esta es una multitud especial, de toda tribu y nación, pueblo y lengua, que ha salido de la Gran Tribulación. Por lo tanto creemos que la iglesia no va a pasar por la Gran Tribulación.
Hemos comentado en otras ocasiones que Dios estableció unas líneas divisorias en la familia humana. Por un lado, tenemos a "los salvados", por la gracia y la fe en Jesucristo, y al otro lado, están "los perdidos", los que han rechazado reiterada y obstinadamente el regalo de la salvación que Dios ha ofrecido por el sacrificio de Jesucristo en la cruz. Pero Dios también agrupa a la humanidad en tres grupos. El Apóstol Pablo en su primera epístola a los Corintios, capítulo 10, versículo 32, lo explica así: No seáis de tropiezo ni a judíos ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios.
Pablo está diciéndole a los Corintios que hay tres grupos: los judíos, los gentiles y la Iglesia de Dios. Esa es una de las divisiones que la Escritura hace de la Humanidad y que continúa vigente.
Ahora, en este específico tiempo que estamos estudiando, solamente habrán quedado dos grupos, los judíos y los gentiles, que recordemos, este último grupo son todas las personas que no han nacido dentro del pueblo judío. ¿Dónde está el tercer grupo, la Iglesia de Dios? La Iglesia ya fue al Cielo, fue quitada de la Tierra en un instante de manera sobrenatural, para estar con Jesucristo. El Señor Jesucristo dijo en el evangelio de Juan, capítulo 14, versículo 2 y 3: "Voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis". Y en este texto que estamos leyendo en Apocalipsis, la Iglesia, los millones de creyentes en Jesucristo, ya están con Él. El apóstol Pablo, escribió acerca de la Iglesia en la Primera Epístola a los Corintios, capítulo 12, versículo 13, lo siguiente: Porque por un sólo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.
Esto nos da a entender que Dios de ambos grupos, de judíos como también de los gentiles, hoy en día, en nuestro tiempo, Dios todavía está formando un grupo nuevo, diferente, un pueblo para Sí, que es la Iglesia. Estimado amigo, amiga oyente, con mucha paciencia Dios está haciendo exactamente lo que Él dijo que iba a hacer, que iba a separar un pueblo para Sí. Dios está separando un grupo, la Iglesia. Y será la Iglesia la que se reunirá con Jesucristo antes de que comiencen a cabalgar los "cuatro jinetes" con sus terribles consecuencias, sobre la faz de la Tierra, como estudiamos anteriormente.
Juan observa que ese gran grupo, esa multitud que contempla en el Cielo es diferente, que no es el grupo de la Iglesia. Este grupo ha salido de la Gran Tribulación, le explicó el anciano. ¿Sabía, estimado oyente, quien usó este término de "la Gran Tribulación? Fue el Señor Jesucristo. Lo podemos leer en el ya citado capítulo 24 del evangelio de Mateo, versículo 21, donde Jesucristo dijo: Porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá.
En ambas citas, tanto en la del evangelio de Mateo, como también en Apocalipsis, la expresión original en griego es similar y de difícil traducción. Lo más parecido podría ser "la tribulación, la grande", como para enfatizar la diferencia con otros tiempos de penurias y dificultades.
De modo que cuando uno de los ancianos le preguntó a Juan, quiénes eran estos de la multitud, Juan no puede identificarlos. No era la Iglesia, no eran los santos israelitas del Antiguo Testamento, Juan hubiera sabido eso. Fueron identificados como gentiles redimidos que han salido de la Gran Tribulación, están vestidos con vestiduras blancas, lo cual habla de la justicia de Cristo. Y, ¿cómo obtuvieron esas vestiduras? Porque creyeron en que Cristo derramó Su sangre, para lavar toda culpa y pecado. Esa es la única manera por la cual usted y yo, amigo oyente, podremos estar delante de Él, creyendo que Él pagó el castigo de nuestros pecados. Él murió para que usted y yo vivamos eternamente. Esa fue la experiencia de este grupo aquí presente ante el trono de Dios.
Dios ha establecido sólo una manera para salvar a la humanidad. Y ha sido siempre la misma, y es por fe en la muerte y resurrección de Jesucristo. Leamos unos textos alusivos de la Palabra de dios. En su Primera Epístola a los Corintios, capítulo 15, versículos 1 al 4, el Apóstol Pablo escribió acerca de lo que es el evangelio: Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano. Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras. Pablo manifestó que él había recibido esa verdad, esa revelación. Pablo, en la soledad y privación durante los dos años que pasó en el desierto de Arabia, tuvo tiempo, sosiego y silencio como para cultivar su relación personal con el Señor Jesucristo quien un día le derribó no sólo de un caballo, sino todos sus argumentos, su orgullo, su autosuficiencia. Así fue como el apóstol Pablo recibió estas enseñanzas: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras.
Esto es el verdadero evangelio. El evangelio verdadero no es que Dios le pida a usted que haga "algo" por o para Él. Es Dios diciéndole a usted que Él ya ha hecho algo por usted. El verdadero evangelio no es usted dándole "algo" a Dios. El auténtico evangelio es Dios dándole algo a usted. El regalo, el obsequio de Dios es vida eterna en Cristo Jesús. ¿Cómo puede recibir ese regalo? Solo por fe. Esa es la única manera de recibir ese regalo. Por ejemplo: supongamos que usted me trae un regalo a mí, por Navidad. Usted se acerca y me comenta: "Aquí traigo un regalo para usted". ¿Qué se suele hacer para recibir un regalo? ¿Sería normal que yo le contestara: muchas gracias, para recibir el regalo iré a su casa y le arreglo la fontanería, o la electricidad, o le pinto la casa? Usted seguramente insistiría: "yo no le he pedido que hiciera eso; le traigo un regalo". Si yo le respondo y le dijera que quiero pagar el regalo que me ha traído, usted estaría enojado por mi actitud. Y supongamos que yo le dijera: "Bueno, tengo unos cuantos céntimos en mi bolsillo, le entregaré ese dinero a cambio de su regalo." Eso sería prácticamente un insulto. Pero, estimado oyente, se confunde el regalo de Dios con una mera transacción comercial. Este no es el verdadero evangelio de Jesucristo. El auténtico evangelio es lo que Dios ha hecho y está haciendo por nosotros.
En su epístola a los Efesios, capítulo 1, versículo 7 el apóstol Pablo dijo: En quien tenemos redención por Su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia. Y Dios, amigo oyente, tiene abundancia de Su gracia, disponible para todo aquel que se acerca con un corazón sincero y arrepentido. Dios no hace acepción de personas, no importa quien sea, quien ha sido o lo que ha hecho con su vida. Él puede salvarle. Él puede y quiere salvar aún al peor de los pecadores. Estamos en tiempos de Gracia. ¿Nos permite, estimado amigo y amiga, preguntarle si ya ha recibido el regalo de su salvación, de su justificación, el regalo de la vida eterna, de la absolución de todos sus pecados, ya es un hijo de Dios?
Esta gran multitud que el apóstol Juan contempló en el Cielo no era parte de la Iglesia, pero sí eran redimidos y salvos por la Gracia de Dios. Este cuadro es una lección para que ampliemos nuestra ciertamente limitada concepción de quienes son "los redimidos" a tal punto que traspase los límites de nuestro concepto de quien conforma la iglesia. Desde luego trasciende los límites de nuestra apreciación, y va más allá de nuestro propio y conocido grupo. Continuemos ahora con el versículo 15, del capítulo 7 de Apocalipsis, leemos:
15 Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos.
Le sirven de día y de noche en Su templo. Aquí encontramos una confirmación de que esta multitud no es "la Iglesia". A la iglesia nunca se la identifica con el templo. La iglesia nunca tendrá un templo. Habrá un templo sobre la tierra, en Jerusalén, pero no habrá uno en el cielo donde esté la Iglesia. Así es que, estos no puede ser la Iglesia. Leamos entonces los versículos 15 al 17 juntos:
15 Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos. 16 Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; 17 porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos.
Esta multitud que Juan vio había pasado a través del terrible y difícil período de la Gran Tribulación. Probablemente la mayoría de ellos entregaron sus vidas por Cristo, o, al menos, no les fue fácil aceptar y mantener su fe en Jesucristo por la gran persecución que eso implicaría. Se mencionan una serie de circunstancias que tuvieron que soportar. Ellos ya no pasarían más hambre, o sed., ni tendrían que soportar más el calor del sol. Se deduce por ello que sufrieron penalidades extremas. Pero no sólo sufrieron por la privación de las cosas materiales, sino también por las cosas espirituales. Sus sufrimientos provocaron muchas lágrimas, y por ello "Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos". Con gran sacrificio, a causas de su fe pudieron pasar a través del período de la Gran Tribulación, por la Gracia de la sangre del Cordero, en cuya presencia ahora se encontraban.
De este último texto nos damos cuenta que Él, el Señor Jesucristo, el Pastor, tiene más ovejas de las que cuida con igual ternura y dedicación. Él mencionó este tema a Sus discípulos, pero fue difícil para ellos comprender lo que el Señor quería enseñarles. Jesucristo les dijo que tenía otras ovejas de las que ellos no sabían nada. No eran de ese redil. Él tiene autoridad como para decir también a la Iglesia de nuestro tiempo, como lo dijo en el evangelio de Juan, capítulo 10, 16: "Tengo otras ovejas que son de otro redil...", El Cordero, Jesucristo también pastoreará a estas otras ovejas que están delante de Él, delante del trono, que han sido redimidas, en ausencia de la Iglesia, y no forman parte de ella. Nos detenemos aquí por hoy, y continuaremos nuestro próximo estudio comenzando con el capítulo 8 de Apocalipsis. Le recomendamos leer este capítulo, para alcanzar una mayor comprensión del texto bíblico profético de este fascinante y asombroso libro de Apocalipsis. Continuamos pidiendo que Dios ilumine con Su Palabra nuestros corazones y entendimiento, para comprender la profundidad de Su mensaje, que es un mensaje de Amor, Gracia y Perdón para todos aquellos que desean conocerle personalmente.
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