Estudio bíblico: ¿Cómo será nuestra vida en el cielo? - Apocalipsis 7:15-17
¿Cómo será nuestra vida en el cielo? - Ap 7:13-17
(Ap 7:13-17) "Entonces uno de los ancianos habló, diciéndome: Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han venido? Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos."
Introducción
El cristiano que no piensa con frecuencia en el cielo, necesariamente ha de tener una vida muy terrenal e incluso mundana. Mientras estamos en esta tierra debemos considerarnos peregrinos en el camino hacia nuestra patria celestial, pero si perdemos de vista nuestro destino eterno, con facilidad nos convertimos en "turistas" por el mundo. Es cierto que podemos encontrar ciertos parecidos entre un peregrino y un turista; al fin y al cabo, ambos están lejos de su casa, pero mientras que el turista se entretiene admirando cada cosa a su paso, el peregrino tiene su mirada puesta en su destino final, y fuera de eso, nada le interesa. Probablemente entre los cristianos de hoy hay muchos más que encajan en el perfil del turista que en el del peregrino. Si ese fuera el caso, aún se hace mucho más urgente volver a mirar las glorias del cielo y anticipar por la fe cómo será nuestra entrada y estancia en el hogar eterno que Cristo ha ido a prepararnos.
Ahora bien, las religiones paganas a menudo imaginan el cielo como un lugar donde se satisfacen todos los apetitos. Los seguidores de Mahoma sueñan que si son fieles en este mundo serán recompensados con muchas mujeres en el paraíso. Otros sueñan con grandes comilonas y abundancia de vino. Pero todo esto es fruto de la mente carnal. Sólo hay una fuente de información fiable para saber cómo es el cielo y qué es lo que nos espera allí, y esa la encontramos en la Biblia. Y en este sentido, el pasaje que ahora estamos estudiando es uno de los más claros y alentadores que el cristiano puede encontrar sobre este tema.
Dos caminos
El Señor Jesucristo dijo que cada hombre tiene dos caminos delante de él: uno ancho y muy transitado que lleva a la condenación eterna, y otro estrecho y difícil que lleva al cielo (Mt 7:13-14). Las personas que encontramos en este pasaje han elegido la senda estrecha que lleva a la vida eterna. Lo sabemos porque se dice de ellos que "han lavado sus ropas y las han emblanquecido en la sangre del Cordero" (Ap 7:14). Esta es otra forma de decir que han confiado enteramente en el sacrificio de Cristo a su favor como único medio posible para su salvación.
Ahora bien, para ellos, igual que para cada uno de nosotros, hay dos formas posibles de llegar al cielo: una es por medio de la muerte y otra por el arrebatamiento.
1. La muerte nos conduce al cielo
Algunas personas preguntan qué es lo que ocurre cuando un creyente muere. Y una vez más la respuesta la tenemos en la Biblia. Allí se nos dice que en el mismo instante en el que morimos ya estamos en la casa del Padre disfrutando plenamente de todas las glorias del cielo. Podríamos decir que no hay un viaje más largo que éste y al mismo tiempo tan breve. Veamos lo que el apóstol Pablo enseñó al respecto:
(Fil 1:21-23) "Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger. Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor"
(2 Co 5:8) "Confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor."
En estos pasajes la muerte se presenta como "ganancia" porque nos lleva inmediatamente a la presencia del Señor, "lo cual es muchísimo mejor" que estar en este mundo.
Es evidente que el apóstol no se aferraba desesperadamente a esta vida como a veces hacen los creyentes. Él tenía claro que la vida en este mundo no es comparable con la gloria eterna que allí disfrutaremos. Cuando entremos en el cielo dejaremos atrás las tinieblas de este mundo para gozar plenamente de la luz admirable de Dios; terminará la lucha y disfrutaremos de la victoria que Cristo ganó para nosotros; acabaremos nuestro peregrinaje para entrar por fin en nuestra morada eterna; las lágrimas y el dolor serán sustituidas por el gozo y la paz; será el fin de una larga jornada de trabajo y entraremos a nuestro reposo eterno.
Cuando vemos la forma en la que la Biblia nos presenta la muerte de los creyentes, no es difícil entender por qué el apóstol Pablo no quería permanecer en este mundo ni un segundo más de lo estrictamente necesario por causa de la obra de Dios, aunque su partida fuera por medio de la muerte.
2. El arrebatamiento nos conduce al cielo
El mismo apóstol Pablo hablando también por inspiración divina reveló algo que hasta ese momento no se conocía. Él dijo que hay una segunda forma en la que los creyentes pueden abandonar este mundo para ir al cielo, y ésta es por medio del arrebatamiento.
(1 Ts 4:14-17) "Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor."
En nuestro estudio anterior vimos que la enorme multitud que adoraba a Dios estando en el cielo delante del trono, "habían salido de la gran tribulación" (Ap 7:14). Y ya dijimos que esto puede referirse tanto al arrebatamiento de la iglesia como al hecho de que hubieran muerto bajo el régimen del anticristo.
Estaremos con Cristo
Sin lugar a dudas, lo que hace del cielo un lugar maravilloso y único es la presencia del Señor. Recordemos lo que él mismo dijo acerca de en qué consiste la vida eterna:
(Jn 17:3) "Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado."
Si lo pensamos bien, parece difícil que pueda haber algo en lo que nos podamos ocupar toda la eternidad sin llegar a aburrirnos. En esta vida presente aun las actividades que más nos gustan llega un momento en que nos cansan. ¿En qué podremos invertir el tiempo sin fin de la eternidad sin llegar a tener esa sensación? La única cosa es conocer al "único Dios verdadero y a Jesucristo". Él es un ser tan increíblemente grande y glorioso que aun la eternidad será insuficiente para poder llegar a admirar y disfrutar todo lo que él es. Sin lugar a dudas, ésta es la mayor gloria del cielo.
Hay muchas personas a las que les gustaría ir al cielo simplemente porque les horroriza la idea del infierno, pero no porque amen y deseen estar con Cristo. Pero es imposible que una persona pueda llegar a ser salva sólo porque tenga temor al infierno. Quizá ese pensamiento pueda despertar a la persona para que busque una alternativa, pero nunca estará lista para ir al cielo hasta el momento en que su mayor deseo sea estar con Cristo. La conversión implica necesariamente unir nuestra vida a la de él para siempre.
Ahora bien, el pasaje que estamos estudiando nos dice que estos creyentes que ya han llegado al cielo no sólo están "en la presencia del Cordero", sino que también están "delante del trono" (Ap 7:9). Esto quiere decir que tendremos la ocasión de ver al Rey en toda su hermosura. Seguramente en ese momento nos lamentemos de no haberle amado más, de no haberle servido mejor, de no haber vivido más para él cuando estábamos en el mundo.
En todo caso, mientras esperamos con impaciencia el momento de estar allí, nos inunda una profunda sensación de gratitud y admiración. ¿Cómo es posible que hombres pecadores e indignos puedan estar de pie ante el mismo trono de Dios sin ser consumidos? La única explicación posible la encontramos en la gracia de Dios.
Estaremos en la compañía de una gran multitud
Como ya comentamos, en el cielo habrá redimidos de "todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas" (Ap 7:9), pero a esa innumerable compañía de hombres redimidos se añadirán también "todos los ángeles" y "los cuatro seres vivientes" (Ap 7:11).
Será hermoso volver a encontrarnos con las personas que amamos en este mundo y que nos precedieron en su llegada al cielo. Otros querrán sentarse a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob (Mt 8:11). Y más de uno buscará a algún apóstol o profeta para hacerle alguna pregunta pendiente.
Pero además de esto, compartiremos también nuestra estancia en el cielo con seres angelicales que por el momento desconocemos. La comunión espiritual con ellos será indudablemente muy enriquecedora.
Estaremos en el cielo
El lugar en el que los creyentes pasarán la eternidad es conocido como el cielo. Ahora bien, ¿cómo será ese lugar donde moraremos con el Señor?
En la Biblia encontramos diferentes ilustraciones del cielo. La más antigua probablemente sea el tabernáculo que Moisés levantó en el desierto. Era conocido también como "el tabernáculo de reunión" (Ex 33:7), puesto que allí estaba la morada de Dios y era el lugar donde el hombre se podía encontrar con él.
Precisamente a esto se hace referencia en este pasaje que ahora estudiamos: "Y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos" (Ap 7:15). No olvidemos que un tabernáculo era una tienda que servía de morada, y de alguna manera lo que aquí se nos está diciendo es que Dios iba a ampliarla para poder acoger a todos los creyentes. Algo similar dijo el Señor Jesucristo antes de despedirse de sus discípulos:
(Jn 14:1-2) "No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros."
Ahora bien, volviendo al tabernáculo en el desierto, vemos que aunque fue hecho por mandato de Dios para que el hombre pudiera tener comunión con él, sin embargo se hacía evidente una y otra vez las grandes dificultades que había para que esto fuera posible. Por un lado, tal como vemos en (Ex 33:7), Moisés tuvo que levantar el tabernáculo fuera del campamento debido al pecado del pueblo, lo que indicaba una de las razones por las que se hacía difícil la comunión. Pero por otro lado, en cuanto a la posibilidad de acceder a su interior, también había muchas otras limitaciones, de hecho, sólo podían entrar los sacerdotes y levitas, quedando restringido el lugar santísimo al sumo sacerdote una vez al año. Todo esto indicaba las dificultades que incluso el pueblo de Dios tenía para entrar y permanecer en su presencia.
Pero la visión que ahora nos ofrece Apocalipsis es completamente diferente. Por un lado ya no son sólo los sacerdotes levitas quienes tienen acceso al tabernáculo, sino todos los creyentes sin distinción alguna de "nación, tribu, pueblo o lengua". Pero por otro lado, ya no tienen la necesidad de salir de allí, sino que tienen el privilegio continuo de estar en su misma presencia en el lugar santísimo ante su trono.
En todo caso, la referencia al tabernáculo que encontramos en este pasaje de Apocalipsis se usa para enfatizar la estrecha comunión que los redimidos tendrán con Dios en su morada celestial. Pero más adelante en este mismo libro veremos otras descripciones maravillosas de cómo será esa nueva morada celestial presentada en ese caso como la nueva Jerusalén que desciende del cielo (Ap 21:9-27). Allí notamos las grandes dificultades que Juan tenía para comunicar con palabras toda la belleza que vio. Porque no olvidemos lo que Dios ha prometido:
(1 Co 2:9) "Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman."
Sólo cuando lleguemos allí se verá plenamente realizada la esperanza de todos los creyentes:
(2 Co 5:1) "Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos."
Estaremos libres de sufrimiento
Nuestro texto dice: "Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno" (Ap 7:16). Esta bienaventuranza parece haber sido tomada del profeta Isaías:
(Is 49:10) "No tendrán hambre ni sed, ni el calor ni el sol los afligirá; porque el que tiene de ellos misericordia los guiará, y los conducirá a manantiales de aguas."
Por lo tanto, el efecto de que Dios extienda su tabernáculo sobre los redimidos traerá sobre ellos protección perfecta sobre las fuerzas destructoras de la naturaleza y también la promesa de satisfacer definitivamente toda hambre y sed del alma humana.
Ambas cosas son importantes. Por un lado, el mundo en el cual vivimos fácilmente se vuelve en contra nuestro. Por ejemplo, el sol puede llegar a ser abrasador y necesitamos ser protegidos de él. Y por otro lado, tenemos necesidades físicas como el hambre y la sed que si no satisfacemos morimos.
Podemos interpretar estas palabras literalmente, y pensar en el alivio que traerían a aquellos esclavos que en los días de Juan trabajaban bajo un sol despiadado sin apenas poder aplacar su sed o satisfacer su hambre. O aquellos creyentes que sufrían hambre bajo el régimen de la bestia porque no podían comprar ni vender por no tener su marca. Pues todos aquellos que son redimidos por Cristo disfrutarán de esta promesa literalmente. Por fin se les hará justicia:
(Mt 5:6) "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados."
Pero también podemos ver aquí una promesa espiritual que encuentra su pleno cumplimiento en Cristo. Porque el hombre no sólo vive de pan material, también tiene importantes necesidades espirituales que satisfacer. Podemos interpretar, por lo tanto, el hambre y la sed en un sentido espiritual, como lo hizo el mismo Señor Jesucristo. Y una vez más, él mismo es la solución:
(Jn 6:35) "Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás."
(Jn 4:14) "El que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna."
Estaremos sirviendo al Señor siempre
El cielo será un lugar de servicio: "Y le sirven día y noche en su templo" (Ap 7:15).
Como decíamos, ahora ya no son sacerdotes de la tribu de Leví los que sirven en el templo de Dios en el cielo, sino personas de todos los pueblos. Cada verdadero creyente es un sacerdote de Dios que puede entrar y servir en su santuario.
Pero quizás esto resulte extraño a algunos que han imaginado el cielo como un lugar de santa inactividad; como una especie de jubilación ganada después de largos años de trabajo; o como unas vacaciones que nunca se terminan. Pero nada más lejos de la realidad. Nuestro texto nos dice que los redimidos "le sirven día y noche".
Ahora bien, este servicio en el templo celestial no se basa ya en el sacrificio de animales, sino en la adoración al que está sentado en el trono. Esa es la meta y el propósito con el que el ser humano ha sido creado. Pero lo importante será que en ese momento le adoraremos libres ya del pecado y disfrutando plenamente de su presencia.
En cuanto a las características de este servicio podemos decir que:
Será un servicio voluntario realizado por amor. Estará libre de motivos mezclados, de envidia, competitividad, interrupciones, remordimientos, preocupaciones o cualquier sombra de pecado.
Estará estrechamente relacionado con la adoración, aun así, habrá muchas áreas en las que tendremos la oportunidad de demostrar nuestro amor por el Señor. Seguramente mucho de este servicio tendrá que ver con la administración y gobierno dentro del Reino de Dios (Lc 19:11-27). Y de lo que podemos estar totalmente seguros es de que nunca será algo monótono o aburrido.
Será un servicio llevado a cabo sin sudor ni fatiga. Ya habrá terminado la maldición que vino sobre Adán: "Con el sudor de tu rostro comerás el pan" (Gn 3:19). Por esa razón le podremos servir "día y noche" sin cansancio. Y sin duda, toda la eternidad será demasiado corta para hacer lo suficiente por Aquel que dio su vida por nosotros.
No obstante, nuestra capacidad de servicio en la eternidad estará condicionada por nuestro servicio en la vida presente. Recordemos nuevamente la parábola de las minas en la que quedaba claro que nuestro servicio en el presente está íntimamente relacionado con las posibilidades de servicio en el futuro. También en otra ocasión el Señor exhortó a que nos hagamos ya "tesoros en el cielo" (Mt 6:19-20). Esto implica invertir el presente en la vida futura. Sin duda muchas de las cosas por las que nos afanamos ahora no podremos llevarlas con nosotros al cielo, pero lo que siempre nos acompañará será aquel carácter que hemos dejado que el Señor desarrolle en nosotros a la imagen de su Hijo.
Nuestras decisiones del presente determinarán nuestra capacidad de servicio en el futuro y también del disfrute de nuestra herencia. Por supuesto, ningún creyente sufrirá en el cielo, pero no todos seremos iguales. Ahora bien, ¿qué criterios seguirá el Señor para valorar nuestro servicio presente? Aquí ofrecemos algunas consideraciones:
Se premiará la fidelidad a Dios y a su Palabra en todo lo que hayamos hecho y no el éxito (Mt 25:21,23) (1 Co 4:2).
No se valorará el don, la habilidad o los recursos que tengamos, sino cómo la hayamos empleado (Mt 25:15-28). Recordemos que la pequeña ofrenda de la viuda pobre recibió la más alta consideración de parte del Señor (Lc 21:4).
Recibirá recompensa todo aquello que haya sido hecho como para el Señor, aunque haya sido hecho a los hombres (Col 3:22-24). Para el Señor no tiene ningún valor aquello que se hace únicamente para ser vistos por los hombres (Mt 6:2,5,16).
Lo que importa no es cómo nosotros evaluamos nuestro servicio, ni siquiera cómo lo valoran otros, sino cómo lo considera el Señor (1 Co 4:1-5).
El Señor premiará la perseverancia (Lc 8:15). No basta con comenzar bien; es necesario proseguir hasta el final.
Seremos consolados de todo dolor
Nuestro texto añade: "Y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos" (Ap 7:17).
Dios hará olvidar y consolará a su pueblo de todas las experiencias amargas por las que habrán tenido que pasar en este mundo. Y cuando estén en su presencia, ya no habrá ninguna cosa que les producirá tristeza. Experiencias que ahora nos resultan familiares como el dolor físico, mental o espiritual, se terminarán. En su lugar sentiremos descanso y gozo perpetuo en la presencia de Dios.
Atrás habrán quedado para siempre las sirenas de las ambulancias o de la policía. Será una vida libre de tensión o agitación. No habrá hospitales, ni tampoco alarmas de epidemias. Nunca más nadie tendrá que mirar cómo una persona se hunde en la enfermedad de Alzheimer.
¡Cuánto gozo tuvo que experimentar esta multitud al ser sacada de la gran tribulación e introducida en el cielo de Dios! De repente se terminó el sufrimiento, y fue sustituido por la gloria ante el mismo trono de Dios. ¿Podemos imaginarnos un contraste mayor? En este momento se cumple perfectamente lo dicho por el apóstol Pablo:
(Ro 8:18) "Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse."
Seremos cuidados por el Señor
(Ap 7:17) "Porque el Cordero que está en medio de ellos los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida"
Esta frase llama nuestra atención: el Cordero es el Pastor. Con esta cambio de papeles Dios quiere que notemos que quien nos va a proveer todas estas bendiciones es el "Cordero que fue inmolado". Sólo él puede guiarnos hacia la satisfacción plena y eterna. Además, entiende bien las necesidades del rebaño, porque él mismo es el Cordero, pero además de eso, tiene también el corazón de un pastor. No se puede esperar más.
En cuanto a la figura del pastor, encontramos varias referencias en el Antiguo Testamento:
(Sal 23:1-2) "Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará."
(Is 40:11) "Como pastor apacentará su rebaño; en su brazo llevará los corderos, y en su seno los llevará; pastoreará suavemente a las recién paridas."
Esto se cumple perfectamente en Cristo:
(Jn 10:11) "Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas."
Además, él no sólo guía, sino que satisface toda sed del hombre:
(Jn 4:13-14) "Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna."
Conclusión
Los creyentes estarán "delante del trono": Nos habla de la victoria conseguida por Dios para ellos que los ha conducido de forma segura hasta la consumación de su salvación, cumpliendo así su promesa de que nada ni nadie los podría separar de su amor.
"Le sirven día y noche en su templo". Nos habla del ministerio más sublime y de mayor dignidad al que el hombre puede aspirar.
"El Cordero que está en el trono los pastoreará". Nos habla de la seguridad eterna de la que disfrutaremos bajo su protección.
"Ya no tendrán hambre ni sed". No habla de satisfacción plena y eterna.
"Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos". Nos habla de un gozo perfecto.
"Los guiará a fuente de aguas de vida". Nos habla de inmortalidad perfecta.
Comentarios
Geovanny Lopez (Estados Unidos) (27/02/2024)
Que Dios siga bendiciendo este ministerio, en lo personal me ha ayudado muchísimo en mi comunión con Jesús ya que veo y entiendo la vida de otra forma..
Hernán Gorosurreta (Argentina) (25/01/2024)
Cuánto agradecimiento a DIOS por conocer Escuela Bíblica, donde tantas bendiciones me ha dado a lo largo de muchos años de estudios bíblicos tan maravillosos... este en particular ha sido de infinito beneficio en la Esperanza de la Vida Eterna!
José Flores (Bolivia) (06/01/2024)
Aleluya!!! Me quebranto en llanto profundo al mirar y contemplar desde ahora lo que nos espera. Señor ven pronto! ayúdanos a vencer. Señor bendice a tus siervos que trabajan para ti, en el nombre de Cristo Jesús. Amén!
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