Estudio bíblico: El séptimo sello - Apocalipsis 8:1-13
El séptimo sello - Apocalipsis 8:1-13
Introducción
Al final del capítulo 6 vimos que al abrirse el sexto sello fue anunciado por medio de grandes señales cósmicas la llegada del día de la ira del Cordero (Ap 6:12-17). El capítulo 7 constituye un paréntesis en el que se nos han presentado a dos grupos de personas que serán libradas de la ira del Cordero; en primer lugar, ciento cuarenta y cuatro mil descendientes de las doce tribus de Israel, y en segundo lugar, una multitud incontable de personas de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas. Ahora, en el capítulo 8, tiene lugar la apertura del séptimo sello, y con ella se desencadenarán los juicios del día de Jehová con el que se preparará la Segunda Venida del Señor. En realidad, al abrirse el séptimo sello, surge una nueva serie de juicios contenidos en siete trompetas.
No debemos perder de vista que todos estos juicios tienen como finalidad establecer el reino de Dios en este mundo. El hombre no quiere reconocer los derechos que Dios tiene como Creador y Propietario de esta tierra, y también rechaza la gracia de Dios manifestada por medio de la muerte del mismo Hijo de Dios ofrecido como sustituto por los pecados del hombre. En esa situación, lo único que Dios puede hacer para establecer su reino es juzgar a este mundo. Así que, a lo largo de estos pasajes, estaremos viendo al Señor Jesucristo en su faceta de Juez soberano.
En nuestros días, muchos hombres manifiestan su arrogancia ignorando o ridiculizando a Dios. Algunos llegan incluso a proferir insultos contra su Creador, y en su insolente atrevimiento, se preparan en su imaginación para enfrentarse a Dios en el día del juicio. Quizá usted ha tenido que escuchar a personas que dicen: "Cuando llegue al cielo, voy a decirle un par de cosas a Dios". Estas personas culpan a Dios de todos los males que ocurren en este mundo, mientras que ignoran convenientemente los efectos de sus propios pecados. Pero en ese día, sus insolentes bocas se cerrarán y sus rodillas se doblarán ante la gloria y majestad del que está sentado en el trono.
"Silencio en el cielo"
(Ap 8:1) "Cuando abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el cielo como por media hora."
Cuando el Cordero abre el último de los sellos, todas las huestes celestiales que hasta ese momento le estaban adorando, de repente guardan silencio "como por media hora". Tengamos en cuenta que se trataba del último sello del libro, y que al abrirlo, todo su contenido sería revelado y el plan salvífico de Dios sería manifestado, llegando a su conclusión. Este silencio repentino de los coros celestiales nos hace sentir la tensión del momento. Todo el cielo está expectante por lo que va a ocurrir a continuación.
Pero el contenido del séptimo sello, contrariamente a lo esperado, todavía revelará nuevos juicios. Aunque este lapsus de media hora sirve una vez más para que los hombres reflexionen y lleguen al arrepentimiento antes de que Dios continúe con sus juicios.
"Siete ángeles, siete trompetas"
(Ap 8:2) "Y vi a los siete ángeles que estaban en pie ante Dios; y se les dieron siete trompetas."
La apertura del séptimo sello muestra a siete ángeles con siete trompetas, de modo que se da lugar así a una nueva serie de siete juicios que se irán ejecutando en el momento en que cada uno de los ángeles toque su trompeta.
Una vez más en el libro de Apocalipsis vemos que los ángeles participan de forma muy activa en la administración de los juicios de Dios sobre este mundo (Mt 13:39-42) (Mt 13:47-50) (Mt 16:27) (Mt 25:31). Por supuesto, Dios no necesita de su colaboración, pero le complace delegar su autoridad en ellos, como también lo hace y lo seguirá haciendo durante toda la eternidad con los creyentes.
En relación con esto, debemos notar que a estos siete ángeles "se les dieron" siete trompetas. Este hecho subraya que la autoridad final proviene de Dios, y que todo lo que sucede en la tierra ha sido preparado y fijado en el cielo, en el trono de Dios.
En cuanto a las "trompetas", debemos decir que son usadas con frecuencia a lo largo de todas las Escrituras, normalmente anunciando un evento especial. Por ejemplo, las usaban los sacerdotes para reunir a la congregación de Israel o cuando se había de mover el campamento (Nm 10:2); también en sus fiestas solemnes (Lv 25:9) (Nm 10:10) o cuando iban a la batalla para que fueran recordados por Dios (Nm 10:9). Los profetas se servían de ellas para advertir al pueblo de sus pecados y del juicio inminente (Is 58:1) (Jer 4:5) (Ez 33:1-7) (Os 8:1) (Jl 2:1) (Sof 1:15-17) (Zac 9:14). En el Nuevo Testamento se asocia con el tiempo del fin (Mt 24:30-31) (1 Co 15:51-52) (1 Ts 4:16).
Pero tal vez el uso de trompetas en el Antiguo Testamento que guarda un paralelismo más claro con este pasaje de Apocalipsis lo encontramos en (Jos 6:1-27), cuando Josué recibió instrucciones sobre la forma en la que debía conquistar Jericó. Los sacerdotes deberían ir delante del arca de Jehová provistos de trompetas o cuernos de carnero, y durante seis días deberían dar una vuelta a la ciudad en silencio mientras los sacerdotes tocaban las trompetas, advirtiendo a los habitantes de Jericó de la proximidad del juicio de Dios sobre ellos. Pero el séptimo día deberían dar siete vueltas, y al final los sacerdotes tocarían prolongadamente las trompetas y gritarían con fuerza; entonces las murallas de Jericó caerían y la ciudad sería conquistada, dando lugar a que el arca de Dios, que simbolizaba su presencia, tomara posesión de ella.
Aquí en Apocalipsis nos encontramos con seis ángeles que tocan seis trompetas anunciando los juicios de Dios. Al tocar la séptima trompeta surgen siete copas con las siete plagas postreras en las que se consumaba la ira de Dios. Después de esto caería la gran Babilonia y el Señor vendría a reinar.
"Las oraciones de todos los santos"
(Ap 8:3-5) "Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono. Y de la mano del ángel subió a la presencia de Dios el humo del incienso con las oraciones de los santos. Y el ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo arrojó a la tierra; y hubo truenos, y voces, y relámpagos, y un terremoto."
Antes de que los ángeles hagan sonar las trompetas, hay un incidente preliminar. Otro ángel debe presentar una ofrenda de incienso sobre el altar. Esto guarda una similitud exacta con lo que hacían los sacerdotes en el templo en el día de las expiaciones:
(Lv 16:12-13) "Después tomará un incensario lleno de brasas de fuego del altar de delante de Jehová, y sus puños llenos del perfume aromático molido, y lo llevará detrás del velo. Y pondrá el perfume sobre el fuego delante de Jehová, y la nube del perfume cubrirá el propiciatorio que está sobre el testimonio, para que no muera."
Como vemos, el sacerdote debía llenar el incensario de brasas de fuego del altar del holocausto donde se quemaban las víctimas animales. Tomaría en sus puños perfume aromático molido y lo llevaría todo al altar del incienso que se encontraba en el lugar santo y allí lo haría arder, haciendo subir un olor grato a la presencia del Señor. La idea es que las oraciones por sí solas eran imperfectas y debían ser acompañadas por el fuego del altar del holocausto en el que se quemaban las víctimas de los sacrificios. En nuestro caso diríamos que nuestras oraciones son escuchadas por los méritos del Señor Jesucristo que se ofreció en la cruz para salvarnos.
Quedaba claro que había una relación entre el acto de quemar el incienso y hacer subir las oraciones ante la presencia de Dios. El salmista lo expresaba de esta manera:
(Sal 141:2) "Suba mi oración delante de ti como el incienso, el don de mis manos como la ofrenda de la tarde."
Y encontramos una ilustración de esto en la historia de Zacarías, el padre de Juan el Bautista:
(Lc 1:8-10) "Aconteció que ejerciendo Zacarías el sacerdocio delante de Dios según el orden de su clase, conforme a la costumbre del sacerdocio, le tocó en suerte ofrecer el incienso, entrando en el santuario del Señor. Y toda la multitud del pueblo estaba fuera orando a la hora del incienso."
Todo esto ocurre en el cielo durante la media hora de silencio previa a que los siete ángeles empiecen a tocar las trompetas. Algunos han llegado a sugerir que el silencio en el cielo tiene como propósito que las oraciones de los santos puedan ser escuchadas. En todo caso, podemos estar seguros de que para el Señor las oraciones de los santos son importantes, y de hecho, lo que aquí vemos es que se establece una relación directa entre las oraciones de los santos y la ejecución de los juicios que vendrían con el toque de las trompetas. Es en este momento cuando la petición de los mártires que estaban debajo del altar pidiendo justicia y venganza comienza a recibir respuesta (Ap 6:10).
En cierto sentido, son estas oraciones las que ponen en marcha los juicios de Dios. Encontramos un caso similar en Exodo, cuando los israelitas que se encontraban en esclavitud en Egipto pedían la intervención de Dios para que se les hiciera justicia.
(Ex 2:23) "Aconteció que después de muchos días murió el rey de Egipto, y los hijos de Israel gemían a causa de la servidumbre, y clamaron; y subió a Dios el clamor de ellos con motivo de su servidumbre."
(Ex 3:7-8) "Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias, y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel."
La deducción lógica de todo esto es que como dijo Santiago, "la oración eficaz del justo puede mucho" (Stg 5:16). Y aquí, el efecto acumulativo de las incontables oraciones de hombres justos resulta ser muy poderoso.
En cuanto al hecho de que fuera necesario añadir más incienso a las oraciones de los santos, es probable que debamos entenderlo como que Dios mismo se identifica y toma parte en el clamor de los santos que llega hasta su presencia. Aunque también podemos pensar que quizá los creyentes no han orado mucho por la venida del reino de Dios a este mundo y que por esa razón hubiera que añadir más incienso. Es un hecho que los creyentes que viven sufriendo persecución por causa de su fe son más proclives a orar para que se les haga justicia y que el reino de Dios venga, que aquellos otros que disfrutan de la relativa paz que ofrece este mundo en otras partes.
En todo caso, después de que las oraciones y el incienso han subido hasta el cielo, el ángel vuelve a llenar el incensario con fuego del altar y lo derrama sobre la tierra: "Y el ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo arrojó a la tierra". Encontramos mucha similitud con la visión que tuvo Ezequiel de un varón vestido de lino que tomaba brasas entre los querubines y las derramaba sobre la ciudad como parte del juicio divino (Ez 10:2).
Aquí en Apocalipsis vemos que los juicios de Dios son manifestados en respuesta directa a las oraciones elevadas por los creyentes. Entonces se rompió el silencio "y hubo truenos, y voces, y relámpagos, y un terremoto". Como en ocasiones anteriores, estos acontecimientos se asocian con la gloriosa majestad del trono de Dios (Ap 4:5) (Ap 11:19) (Ap 16:18). Y sirven como señal a los siete ángeles que tenían las siete trompetas para que se dispongan a tocarlas.
Al llegar a este punto debemos hacernos algunas reflexiones. En primer lugar, vemos que cualquier persona que haya orado alguna vez diciendo "venga tu reino", no ha orado en vano, porque aunque el reino de Dios no ha venido todavía a este mundo de forma visible, eso no quiere decir que Dios no ha escuchado sus oraciones, y al terminar estas series de juicios veremos establecido el reino de Dios en este mundo de forma definitiva y las oraciones de los santos contestadas. Además, nos daremos cuenta que la maldad humana no ha pasado inadvertida para Dios y que finalmente será juzgada en un día futuro.
Ahora bien, ¿debemos orar pidiendo que Dios intervenga para juzgar a los pecadores? ¿No deberíamos orar más bien para que se conviertan? Por supuesto, deseamos que todos los hombres sean llevados al arrepentimiento, pero también tenemos un fuerte deseo de que Dios haga justicia en este mundo. Al fin y al cabo, ¿qué sentido tiene que deseemos su arrepentimiento si no hay ningún juicio del que puedan ser librados?
Pero ¿realmente oramos para que venga el reino de Dios? El Señor Jesucristo contó una parábola de una viuda y un juez injusto que se encuadra en el contexto de la Segunda Venida, y al final preguntó: "Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?" (Lc 18:1-8). Sin duda, el propósito del Señor era exhortarnos a ser perseverantes en la oración, pidiendo sin cesar que venga su reino, sin desanimarnos por su aparente tardanza. La viuda de la parábola fue perseverante, a pesar de que sabía que el juez era injusto, lo que nos deja a nosotros en evidencia si nosotros no oramos a Dios pidiendo justicia, porque en ese caso estaremos dando a entender que tenemos menos esperanzas en Dios que aquella mujer en el juez injusto.
Los ángeles tocan las trompetas
(Ap 8:6) "Y los siete ángeles que tenían las siete trompetas se dispusieron a tocarlas."
Con la apertura del sexto sello, los hombres trataron inútilmente de esconderse en las cuevas y entre las peñas de los montes de la ira del Cordero. Los primeros sellos no habían producido en ellos ese espanto que se percibe ahora. De alguna manera, el hombre se ha acostumbrado a ver como "natural" que haya guerras, hambre, epidemias y muerte por todas partes. En cierto sentido, en muchos casos son la consecuencia directa de su propio comportamiento egoísta. Y el hombre siempre tiene la idea de que puede mejorar la situación. Pero el sexto sello era muy diferente. Los fenómenos cósmicos anunciaban juicios de otro tipo y el temor se apoderó inmediatamente de ellos. Con esto coincide lo anunciado por el mismo Señor Jesucristo:
(Lc 21:25-26) "Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas."
Podríamos decir que hasta ese momento Dios había dejado que el hombre recibiera las consecuencias de su propio pecado, del mismo modo que alguien que siembra trigo recoge trigo. Pero a partir de aquí, Dios va a intervenir directamente con sus juicios, marcando un antes y un después. Romperá su silencio para comenzar a juzgar directamente el pecado del hombre, y por supuesto, también será vindicada la fe de todos aquellos que han orado y sufrido mientras esperaban la venida del reino de Dios a este mundo.
Así pues, los siete ángeles conocían la señal, y en el momento en que "el ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo arrojó a la tierra", ellos se dispusieron a tocar las trompetas.
Consideraciones preliminares sobre las siete trompetas
1. El esquema de los juicios
Los primeros cuatro juicios de las trompetas forman un grupo, del mismo modo que lo hicieron los primeros cuatro sellos. Y con ellas se desatan diferentes juicios sobre la naturaleza. Luego, con el toque de la quinta y sexta trompetas, los juicios tendrán que ver con la actividad demoniaca sobre la humanidad. Y la séptima trompeta traerá otra serie de siete juicios contenidos en siete copas. Como vemos, el esquema es muy parecido al de los sellos (cuatro, dos y uno que se despliega en siete).
2. Su similitud con las plagas en Egipto
Como decimos, los cuatro primeros juicios no afectan directamente a los hombres, sino a su espacio vital, a la naturaleza. Y todos ellos guardan una clara similitud con las plagas que Dios envió sobre Egipto por medio del ministerio de Moisés. Veamos algunas de las similitudes:
En ambos casos las plagas vienen como respuesta de Dios al clamor de su pueblo que sufre y ora pidiendo su intervención. Y en ambos casos las plagas preceden a su liberación definitiva.
Las plagas en Egipto se desencadenaron por la negativa de Faraón a dejar ir al pueblo de Dios a adorarle (Ex 7:16). Y las plagas que surgen del toque de las trompetas surgen para vindicar a los creyentes muertos por causa de la oposición de este mundo contra el cristianismo (Ap 6:9-11).
Cuando Dios derramó sus plagas sobre Egipto, el pueblo de Israel fue preservado milagrosamente, sin que fueran afectados por ellas (Ex 8:22) (Ex 9:26) (Ex 11:7). Aquí en Apocalipsis hemos visto que también las doce tribus de Israel fueron selladas con el fin de no sufrir el daño de los juicios que iban a venir (Ap 7:3-4) (Ap 9:4).
Las plagas de Egipto solo sirvieron para endurecer el corazón de Faraón. En las seis primeras plagas fue Faraón quien se endureció (Ex 7:13) (Ex 7:22) (Ex 8:15) (Ex 8:19) (Ex 8:32) (Ex 9:7), pero a partir de la séptima, fue Dios quien endureció su corazón y el de sus siervos para mostrar en ellos sus señales y para que todos supieran que Jehová es Dios (Ex 10:1-2). Y del mismo modo, los juicios de las siete trompetas tendrán un efecto similar sobre los pecadores, tal como se describe en (Ap 9:20-21).
Las plagas en Egipto fueron también un juicio sobre sus dioses (Ex 12:12). Y las plagas de las trompetas no sólo servirán para juzgar a aquellos que no dan la gloria a Dios, sino también a aquellos objetos que el hombre adora en su lugar (Ro 1:25).
Nada de todo esto debería extrañarnos, puesto que el profeta Miqueas ya había anunciado que en el día de Jehová Dios mostraría maravillas como las que hizo en Egipto, para que todos los hombres sepan que sólo él es Dios:
(Miq 7:15-17) "Yo les mostraré maravillas como el día que saliste de Egipto. Las naciones verán, y se avergonzarán de todo su poderío; pondrán la mano sobre su boca, ensordecerán sus oídos. Lamerán el polvo como la culebra; como las serpientes de la tierra, temblarán en sus encierros; se volverán amedrentados ante Jehová nuestro Dios, y temerán a causa de ti."
De aquí surge también nuestra convicción de que si las plagas de la época de Egipto fueron literales, los más lógico y razonable es pensar que estas plagas anunciadas en Apocalipsis también lo serán.
Y por otro lado, el hecho de que Dios ya haya intervenido en el pasado haciendo cosas similares a las que aquí se anuncian, nos dan una firme certeza de que efectivamente también estas se van a cumplir.
3. Las trompetas anuncian un juicio parcial
En cada uno de los cuatro primeros juicios se especifica que sólo será afectada la "tercera parte", lo que indica que todavía no son los juicios finales. Sin embargo, sí que notamos que hay un aumento en las consecuencias de estos juicios en relación a lo que ocurrió con el cuarto sello, cuando sólo una "cuarta parte" de los hombres fueron muertos (Ap 6:8).
En todo caso, que lo aquí tenemos son juicios parciales, se aprecia con total claridad cuando comparamos sus efectos con los que tendrán las siete copas que contienen las siete plagas postreras con las que se consuma la ira de Dios y que podemos ver en (Ap 16).
Podríamos decir que los juicios de las trompetas, con todo y ser muy severos, son todavía avisos y advertencias.
4. El fuego
Notamos también que en los juicios de las tres primeras trompetas aparece el fuego. Diríamos que el fuego es el instrumento usado por Dios. Recordemos que en el primer juicio universal, en el diluvio, Dios usó el agua, pero dijo que ya no volvería a hacerlo del mismo modo, así que, como dice el apóstol Pedro:
(2 P 3:6-7) "El mundo de entonces pereció anegado en agua; pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos."
La primera trompeta
(Ap 8:7) "El primer ángel tocó la trompeta, y hubo granizo y fuego mezclados con sangre, que fueron lanzados sobre la tierra; y la tercera parte de los árboles se quemó, y se quemó toda la hierba verde."
Cada juicio se divide en dos partes; primero está la descripción del juicio y después sus consecuencias para los hombres.
El primer juicio consistió en "granizo y fuego mezclados con sangre, que fueron lanzados sobre la tierra". Podemos buscar la forma de explicar científicamente este y los demás juicios, pero no debemos olvidar que son intervenciones sobrenaturales de Dios que están más allá del comportamiento normal de la naturaleza, aunque en ciertas ocasiones guarden algún parecido con otros fenómenos conocidos. Esto nos recuerda que Dios puede usar, y de hecho usa, las catástrofes naturales en sus juicios contra el hombre.
En cuanto a la plaga de granizo y fuego, vemos que también ocurrió una similar en Egipto (Ex 9:22-24). Y en cuanto al fuego mezclado con sangre nos recuerda a la profecía de Joel que describe el día del Señor (Jl 2:30).
Sobre las consecuencias de este juicio se nos dice que "la tercera parte de los árboles se quemó, y se quemó toda la hierba verde". Esto afectará a los cultivos, los pastos y la fruta, causando un grave daño para las bestias y el hombre. Sin duda será un desastre ecológico sin precedentes, faltará el oxígeno, habrá cambios climáticos desconocidos hasta ese momento.
La segunda trompeta
(Ap 8:8-9) "El segundo ángel tocó la trompeta, y como una gran montaña ardiendo en fuego fue precipitada en el mar; y la tercera parte del mar se convirtió en sangre. Y murió la tercera parte de los seres vivientes que estaban en el mar, y la tercera parte de las naves fue destruida."
Si el juicio de la primera trompeta afectó a la vegetación, el de la segunda lo hará sobre el mar. Juan vio "como una gran montaña ardiendo en fuego fue precipitada en el mar". Algo "como una gran montaña", quizá un gigantesco meteorito o asteroide que cayó al mar. Imaginamos que el enorme impacto generaría grandes tsunamis terriblemente destructivos.
En cuanto a las consecuencias se nos dice que "la tercera parte del mar se convirtió en sangre. Y murió la tercera parte de los seres vivientes que estaban en el mar, y la tercera parte de las naves fue destruida". El hecho de que las aguas se convirtieran en sangre y que los peces murieran nos recuerda una vez más a las plagas de Egipto (Ex 7:20-21).
Notamos que aquí también se produce la muerte de la tercera parte de los seres vivientes que estaban en el mar, lo que afectará gravemente a la economía mundial y a la alimentación de millones de personas. A eso hay que unir el hundimiento de la tercera parte de las naves, incluyendo barcos de pesca, cruceros, barcos de carga... lo que causará una alteración del comercio, el transporte mundial y un terrible perjuicio en la economía.
La tercera trompeta
(Ap 8:10-11) "El tercer ángel tocó la trompeta, y cayó del cielo una gran estrella, ardiendo como una antorcha, y cayó sobre la tercera parte de los ríos, y sobre las fuentes de las aguas. Y el nombre de la estrella es Ajenjo. Y la tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo; y muchos hombres murieron a causa de esas aguas, porque se hicieron amargas."
De las aguas marinas la atención cambia ahora hacia las aguas terrestres: "Cayó del cielo una gran estrella, ardiendo como una antorcha, y cayó sobre la tercera parte de los ríos, y sobre las fuentes de las aguas. Y el nombre de la estrella es Ajenjo". Se trata de un enorme objeto celeste que quizá se desintegre al entrar en contacto con la atmósfera de la tierra y al caer contamine los ríos y las fuentes de las aguas. El nombre de esta estrella es "Ajenjo", una planta que aunque no es venenosa resulta tremendamente amarga. En la Biblia, siempre que se utiliza el ajenjo se relaciona con amargura, veneno y muerte (Jer 9:15).
Y las consecuencias fueron que "la tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo; y muchos hombres murieron a causa de esas aguas, porque se hicieron amargas". Así pues, este juicio afecta al suministro de agua dulce en la tierra, algo parecido a la contaminación del agua potable como consecuencia de los juicios en Egipto (Ex 7:21). Esto causará la muerte de muchos, que buscarán desesperadamente un poco de agua para calmar su sed. Notemos que esta es la primera vez que se anuncia la muerte de personas como consecuencia de los juicios de las trompetas, aunque podemos suponer que los juicios anteriores también produjeron este efecto.
La cuarta trompeta
(Ap 8:12) "El cuarto ángel tocó la trompeta, y fue herida la tercera parte del sol, y la tercera parte de la luna, y la tercera parte de las estrellas, para que se oscureciese la tercera parte de ellos, y no hubiese luz en la tercera parte del día, y asimismo de la noche."
La cuarta trompeta tiene que ver con los cuerpos celestes: "Fue herida la tercera parte del sol, y la tercera parte de la luna, y la tercera parte de las estrellas, para que se oscureciese la tercera parte de ellos". Algo que nuevamente nos recuerda la plaga de tinieblas en Egipto (Ex 10:21-22).
La consecuencia es que "no hubiese luz en la tercera parte del día, y asimismo de la noche". Esto implica la pérdida de luz, pero también de calor, con una disminución radical de las temperaturas. Imaginamos que cambiará el clima, produciéndose violentas e imprevisibles tormentas y mareas. También afectará a la vegetación y al crecimiento de los frutos, produciendo la muerte de animales y personas. El hambre mundial se intensificará.
En todo caso, estas señales en el cielo habían sido anunciadas también por los profetas del Antiguo Testamento como características del día de Jehová: (Is 13:9-10) (Ez 32:7-8) (Jl 2:10,31) (Jl 3:15) (Am 8:9).
Una pausa
(Ap 8:13) "Y miré, y oí a un ángel volar por en medio del cielo, diciendo a gran voz: ¡Ay, ay, ay, de los que moran en la tierra, a causa de los otros toques de trompeta que están para sonar los tres ángeles!"
Antes de que los ángeles hagan sonar las trompetas restantes se hace una pausa con el fin de advertir a los moradores de la tierra sobre la gravedad de los juicios que todavía están por venir. Esto resulta muy serio, especialmente si se tiene en cuenta lo destructivos que han sido los castigos de las primeras trompetas. Es momento, por lo tanto, para que los hombres reflexionen y se arrepientan de su rebeldía contra Dios.
Estos próximos juicios vienen precedidos por un triple "¡Ay!", que es anunciado por "un ángel" (o como traducen otras versiones, "un águila"). En todo caso, se trata de un testimonio sobrenatural, dirigido a vencer la resistencia de los hombres a creer en la Palabra de Dios. Por medio de él, todos sabrán que los trastornos ocurridos en el mundo se deben al juicio de Dios. Está claro que Dios busca nuevas maneras de vencer nuestra falta de atención e indiferencia hacia su Palabra.
Los próximos juicios afectarán al hombre directamente en vez de hacerlo a través del medio ambiente. Además, serán juicios claramente demoniacos, que torturarán sin piedad a los que no tengan el sello de Dios en sus frentes (Ap 9:4). Estos son descritos aquí como "los que moran en la tierra", quizá por ser personas caracterizadas por vivir para el mundo presente sin preocuparse por la vida venidera.
Observaciones sobre los juicios de las trompetas
En cierto sentido, estos juicios no deberían extrañarnos lo más mínimo, puesto que serían las consecuencias lógicas de la forma de obrar del hombre en relación con la creación. Lo único que los detiene es el poder de Dios. Por lo tanto, lo que aquí vemos es que Dios cesará en un momento futuro de intervenir a favor del hombre, dejándole expuesto a todas las consecuencias de sus pecados. De hecho, a lo largo de toda la historia humana hemos conocido erupciones volcánicas, han caído meteoritos del cielo y también lluvias rojas, las aguas han sido envenenadas y contaminadas en muchos lugares. El mismo hombre ha lanzado bombas nucleares y químicas con efectos devastadores sobre la humanidad. No se trata de nada nuevo, pero los espantosos desastres que anuncia Apocalipsis, aunque guarden cierta similitud con cosas que pueden estar ocurriendo ahora mismo, sin embargo, serán mucho mayores en su intensidad y poder destructivo. Y todo ello, porque Dios no estará limitando las consecuencias del pecado, sino todo lo contrario, lo mostrará en toda su crudeza y gravedad.
Sin duda, estos juicios obligarán al hombre a enfrentarse con el hecho de que él no es el señor de este mundo, y se verá forzado a reconocer que Dios es quien tiene todo el poder y controla la historia de la humanidad llevándola hacia el fin que él mismo ha establecido. Entonces el orgullo del hombre será abatido, se dará cuenta de que no es un ser autónomo, y que no puede actuar como si fuera un dios que hace lo que le place. Con frecuencia el hombre de nuestro tiempo siente que tiene el control del futuro, pero eso es un espejismo, y estos juicios le despertarán a la terrible realidad de su auténtica condición.
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