Estudio bíblico: David y Goliat - 1 Samuel 17:24-58
David y Goliat (1 Samuel 17:24-58)
El ambiente se sentía pesado y agobiador en la casa de Saúl. Al salir de la casa real David se siente liberado. Es como si esa "opresión que lo embargaba" se hubiera desvanecido.
Los israelitas, por otro lado, se habían sentido desesperados: "Todos los hombres de Israel, al ver a aquel hombre, huían de su presencia y tenían mucho miedo" (1 S 17:24).
Los soldados iban de un lado para otro en un tremendo caos. El gigante había salido nuevamente para provocar al Dios de Israel.
Se ha corrido la noticia: ¡Hay uno que va a salir a defender a Israel!
— ¿Quién será? — se preguntan entre ellos — ¿Será el famoso general "fulano de tal"?
— No — responden unos.
— ¿Será el aguerrido comandante "XX"?
— No — responden otros.
Cuando se enteran de que el que va a salir a defender a Israel es un joven pastor sin ninguna experiencia militar, los comentarios no se hacen esperar: "¡Está loco de remate! ¡Pobrecito! ¡Es un fanático! ¡Es un petulante! ¡Es un fanfarrón!".
Pero la realidad es que David es un joven que tiene una fe profunda en el Señor de los Ejércitos.
El ejército de Israel se ha agrupado. Son miles los que están observando desde la ladera de una colina, a una distancia más que prudencial.
Antes de dar inicio al combate, el joven pastor se dirige al arroyo que atraviesa el valle de Ela. No sabemos qué es lo que cruza por su mente mientras se dirige hacia allá. Quizá piensa en la posibilidad de que Goliat tenga hermanos (1 Cr 20:5) o amigos que sean también gigantes (2 S 21:22). Allí en el arroyo hay muchas piedras; David elige cinco. Son lisas, y esto las convierte en buenos proyectiles. Son pequeñas rocas que han sufrido, por cientos de años, el golpe constante y regular del movimiento de las aguas que al martillarlas contra las otras las han dejado bien pulidas. ¡Esas piedras que han sido machacadas miles de veces ahora van a tener la oportunidad de golpear en vez de ser golpeadas!
David se acerca al campo donde Goliat está blasfemando el nombre del Señor, como de costumbre.
Los soldados están observando con atención. El joven se aproxima con toda tranquilidad. Si pudiéramos ver su rostro nos daríamos cuenta de que no hay temor en él. "Los ojos del Señor están sobre los justos; sus oídos están atentos a su clamor" (Sal 34:15).
No se trata de que David no tenga miedo. Sin duda que sus sentimientos en ese momento son complejos y difíciles de explicar. Su corazón palpita con fuerza porque sabe que su responsabilidad es muy grande. Es consciente de que está defendiendo el pabellón de Israel. Se da cuenta de que si él comete un pequeño error el gigante lo destrozará. Sin embargo, tiene la profunda convicción de que el Señor está a su lado y que el resultado final va a ser la victoria. Es cierto, él sabe que humanamente hablando no tiene ninguna posibilidad de ganarle al gigante. Su currículo y sus cartas credenciales no son nada llamativas. Ha concurrido al conservatorio de música del Señor y a la escuela militar de Dios. Allí, luchando contra el fiero león o contra el feroz oso, ha aprendido que Dios le puede dar la fuerza y la victoria, que con la ayuda de Dios puede vencer el miedo paralizador; el Señor se lo ha demostrado varias veces en el pasado. David tiene la certeza de que también lo hará ahora.
Cuando David arremete y corre hacia el gigante es como si estuviera viendo algo más grande por detrás del gigante. Las palabras en el capítulo 2 de Hechos lo enseñan: "Veía al Señor siempre delante de mí, porque está a mi derecha para que yo no sea sacudido" (Hch 2:25).
El ayudante de Goliat tenía un escudo a prueba de todo tipo de proyectiles. Pero lo que el gigante no sabía era que David tenía un escudero invisible e invencible.
La noticia ha corrido y ha llegado a los dos campamentos. Goliat tiene un retador que va a defender el estandarte hebreo. Ahora se aproxima una muchedumbre de soldados para presenciar el acontecimiento. Las tropas están en el valle de Ela (a 22 km de Jerusalén). De un lado, sobre las colinas, están los filisteos. Del otro lado, sobre los cerros, están los hebreos. Los filisteos han traído instrumentos musicales para celebrar el triunfo tan pronto su paladín lo obtenga. No tienen duda sobre cuál será el resultado de la contienda. Nadie jamás ha logrado vencer a Goliat. La mayoría de veces el enemigo ha huido aterrorizado al solo verlo.
"Cuando el filisteo miró y vio a David, lo tuvo en poco, porque era un joven de tez sonrosada y de hermoso semblante... El filisteo maldijo a David por sus dioses" (1 S 17:42-43). Al hacerlo ha firmado su propia pena capital. La muchedumbre del ejército observa con miedo. A la mayoría no le cabe duda cuál va a ser el resultado. Dicen algunos: "Pobrecito, tan joven y guapo para morir". Es probable que algunos de los hebreos estén orando al Señor para que él haga un milagro. Saben que ese Jehová que los sacó con mano poderosa de Egipto los puede libertar una vez más. Del otro lado, en el campamento filisteo, el ruido va aumentando mientras vitorean a su representante: "¡Viva Goliat! ¡Qué sí, que no, Goliat es el campeón!".
Los tambores y los címbalos filisteos suenan con compases infernales presagiando el triunfo. El ritmo se vuelve cada vez más rápido y más intenso.
Goliat hace una seña y todos guardan silencio. Con voz fuerte, grave y ronca dice: "¡Ven a mí, y daré tu carne a las aves del cielo y a los animales del campo!" (1 S 17:44).
Un fuerte aplauso se escucha del lado del campamento filisteo. Otra vez se escuchan las mismas porras: "¡Qué sí, que no, Goliat es el campeón!".
Luego se escucha la voz del joven de buen aspecto. No trae coraza, no tiene casco, no tiene escudero y no tiene espada. Es un ejemplo viviente de la carencia instrumental bélica. Todo lo que lleva es su honda, su cayado, su zurrón y una fe inamovible en la fidelidad de su Dios.
La voz de David suena clara y fuerte. Sus palabras no denotan miedo ni temor: "Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina. Pero yo voy contra ti en el nombre del Señor de los Ejércitos, Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has desafiado" (1 S 17:45). David hace una breve pausa. Si pudiéramos ver al gigante cuyo rostro está tapado con partes del casco percibiríamos una sonrisa burlona y perversa. El joven pastor continúa: "El Señor te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré. Te cortaré la cabeza... ¡Y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel! También todos estos congregados sabrán que el Señor no libra con espada ni con lanza. ¡Del Señor es la batalla! ¡Y él os entregará en nuestra mano!" (1 S 17:46-47).
Quizá el gigante pensó: ¡Basta! ¡Te voy a enseñar quién soy yo! El texto continúa: "El filisteo se levantó y se fue acercando al encuentro de David" (1 S 17:48).
Cualquiera de nosotros en una situación similar se hubiera espantado y huido o a lo menos se colocaría en posición firme para tratar de aguantar la embestida. Por el contrario, David "se dio prisa y corrió al combate contra el filisteo" (1 S 17:48). La multitud que observa no lo puede creer. David en vez de huir está corriendo hacia el enemigo. Seguramente muchos estarán pensando: "¡Pobrecito!". "¡Ese monstruo lo va a triturar!". Pero entonces, "David metió su mano en la bolsa, tomó de allí una piedra y la arrojó con la honda hiriendo al filisteo en la frente. La piedra quedó clavada en su frente y éste cayó de bruces en tierra" (1 S 17:49).
Miremos en cámara lenta la trayectoria del improvisado proyectil. La piedra es arrojada con toda su fuerza y se dirige como si supiera a dónde tiene que ir. Va con la misma precisión que un misil de los tiempos actuales dirigido por radar. Se entierra en la orgullosa frente del enemigo. David actúa como los artistas de teatro, que han practicado la escena tantas veces que lo hacen con toda naturalidad. David no se detiene en su carrera. Todo sucede en pocos segundos. Antes de que el escudero pueda reaccionar, David tiene en sus manos la enorme espada, y el asistente del ogro caído huye despavorido. "Entonces David corrió, se puso sobre el filisteo, y tomando la espada de éste, la sacó de su vaina y lo mató cortándole la cabeza con ella" (1 S 17:51).
— ¡No, no! ¡No lo puedo creer! — Grita la multitud de los filisteos.
— ¡Sí, sí! ¡Aleluya al Señor! — Aclama la muchedumbre de los hebreos —. Allí venció David al filisteo con una honda y una piedra, y lo mató sin tener espada en su mano.
David regresa a donde está el rey Saúl, con el espeluznante trofeo en su mano. Las multitudes se acercan para ver lo que les cuesta creer. El enemigo, el invencible, ha sido derrotado, ya no hay ninguna duda. David trae en su mano la evidencia, horrorosa pero definitiva, de que su victoria ha sido absoluta. Los israelitas persiguen a los filisteos y obtienen un aplastante triunfo.
La historia bíblica y nosotros
Cuando todo parece perdido el creyente puede depositar su confianza en Dios para obtener la victoria. Todos enfrentamos un enemigo común. Aunque este parece invencible, no lo es.
El presentarse para luchar contra el gigante no fue un acto espontáneo de tipo "ataque de locura" o de heroísmo. Quizá haya una razón por la que David elige cinco piedras, y una de ellas es para Goliat. Ya se mencionó que Goliat tiene un hermano y varios amigos que también son gigantes. Quizá las cuatro piedras que le quedan son para usarlas contra ellos. Es probable que David supiera de antemano que no iba a necesitar las cinco piedras para derribar al gigante. Aunque el texto sagrado no lo dice es posible que, de alguna manera, él haya orado al Señor. Queremos pensar que ciertamente hubo un período de oración y búsqueda intensa del favor y de la voluntad de Dios en tan ardua empresa. David ha tenido una respuesta definitiva y clara de parte de Dios, quien lo ha instruido exactamente sobre qué debe hacer. Notemos que el Señor, en este caso, utiliza una habilidad natural de David con un instrumento que él está acostumbrado a manejar. Pero no es la destreza ni la puntería de David lo que cuenta sino el hecho de que Dios tiene un plan perfecto que se va a cumplir en todos sus pormenores.
Nosotros también tenemos la protección del Señor. "El ángel del Señor acampa en derredor de los que le temen, y los libra" (Sal 34:7). La intimidación de Goliat de dar el cuerpo de David para comida de los cuervos y las fieras del campo es una amenaza brutal. La imagen es muy gráfica y clara para aquellos que han observado esos cuervos lanzarse sobre los cuerpos muertos hasta que no queda nada. Por supuesto, el propósito de esto era atemorizar a David. Nosotros hacemos bien en ocuparnos de nuestro cuerpo. Las palabras que Jesucristo pronuncia son consoladoras y nos animan: "No temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar al alma" (Mt 10:28).
No creo que Dios haya propulsado de una manera extraordinaria esa piedra para que fuera un proyectil que atravesara el casco de bronce que tenía Goliat. La piedra propulsada con la honda adquiere una velocidad tal, que sin duda el impacto puede ocasionar el efecto que la Escritura nos dice.
El prodigio está en la certeza absoluta del proyectil en localizar su blanco. Por supuesto que con Dios no hay casualidades sino causalidades. Algo semejante ocurre cuando "un hombre tiró con su arco a la ventura e hirió al rey de Israel por entre las junturas de la armadura y la coraza" (1 R 22:34).
Goliat venía con espadas, lanzas y otras cosas. David vino con un nombre "que es sobre todo nombre" (Fil 2:9), el de su Dios. Para David la batalla era algo más que una pelea física, era algo que llegaba al ámbito espiritual. Se aplican aquí las palabras: "Porque nuestra lucha no es contra sangre ni carne" (Ef 6:12).
Quizá como resultado de esta experiencia David puede decir: "Contigo desbarataré ejércitos; con mi Dios saltaré murallas" (Sal 18:29).
Indudablemente, ninguno de nosotros va a tener que pelear contra un gigante filisteo; pero todos sí vamos a tener que luchar contra "colosos" en nuestra vida. Presumimos que Goliat tenía un hermano y varios amigos. Quisiera pensar en cinco enemigos gigantes que tenemos, especialmente en nuestra juventud.
El Goliat del alcohol y de las drogas.
El Goliat de los pecados sexuales.
El Goliat de los vicios de la carne.
El Goliat del mundo.
El Goliat de Satanás.
David corrió hacia el gigante. Hizo con resolución lo que sabía que tenía que hacer. Muchas veces nosotros, por el contrario, nos asemejamos a los "hijos de Efraín", quienes a pesar de que estaban "armados con excelentes arcos, volvieron las espaldas en el día de la batalla" (Sal 78:9). ¡Es increíble! Estaban bien armados, tenían una historia de antepasados ilustres y osados, pero huyeron sin enfrentarse a la contienda.
David no le dio al gigante la oportunidad de levantarse nuevamente. El acto de decapitarlo era la única manera de estar seguro de que ese enemigo estaba aniquilado. Esta historia es muy cruenta y sanguinaria pero la realidad de la vida también lo es.
El enemigo tiene que ser muerto o destruido. Nuestros enemigos espirituales tienen que ser atacados y no deben ser tolerados ni mimados. El mundo no va a desaparecer, no lo podemos matar pero nosotros sí podemos morir: "Por lo tanto, haced morir lo terrenal en vuestros miembros" (Col 3:5).
Contrastes entre Goliat y el Señor Jesús
GOLIAT
Es alto y tiene "personalidad".
Su presencia inspira temor (1 S 17:11).
Aparenta ser invencible, pero no lo es.
Se burla y blasfema contra Dios.
Vino para destruir y matar.
Su derrota fue final.
El Señor Jesús
Es humilde de corazón (Juan 13).
Inspira paz: "La paz os dejo, mi paz os doy. No como el mundo la da, yo os la doy" (Jn 14:27).
Aparenta ser vencido en la cruz, pero realmente es el vencedor.
Es honrado por Dios: "Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia" (Lc 3:22).
Ha venido para que tengamos "vida... en abundancia" (Jn 10:10).
Su victoria fue completa.
Notas al margen
Primero, algunos médicos se han referido a la posibilidad de que Goliat tuviera un tumor cerebral benigno de la glándula pituitaria. Estos tumores que segregan la hormona de crecimiento, si aparecen en la juventud, pueden ocasionar gigantismo. Se explicaría así que el impacto de la piedra en una persona que tenía un tumor iba a provocar fácilmente la caída que experimentó Goliat. Esta teoría no explicaría el hecho de que Goliat tuviera un hermano que también era gigante. Es verdad que hay una rara forma genética familiar que se llama Síndrome de Adenomas Endocrinos Múltiples (SAEM) tipo 1. Este tipo de tumores a menudo se acompañan de pérdida de la visión lateral debido a la compresión por el tumor del nervio óptico (hemianopsia).
Sabemos que los jugadores de béisbol pueden caer muertos por el impacto de una pelota cuando esta adquiere una gran velocidad. Esos golpes "secos" pueden provocar la muerte en ciertas personas susceptibles. Esto puede suceder aun usando una protección en el tórax como se hace en el deporte. Desde el punto de vista médico sería improbable que el golpe de la piedra le causara la muerte instantánea. El historiador Salefus dice que la piedra se enterró en el cerebro.
Normalmente (en una persona en posición erguida) frente a un impacto la persona cae hacia atrás. Aquí específicamente se dice que cayó sobre su rostro enfatizando lo que este golpe habrá sido para el orgullo de Goliat.
Segundo, la forma como Goliat cayó (sobre su rostro) nos hace recordar cuando los filisteos habían traído el arca de Dios y la colocaron en el templo pagano: "Dagón estaba caído en tierra sobre su rostro, frente al arca del Señor". Los filisteos vuelven a colocar a su ídolo en su trono, y al día siguiente encuentran nuevamente a su fetiche: "caído... frente al arca del Señor; y la cabeza y las manos de Dagón estaban cortadas" (1 S 5:3-4).
Algunos estudiantes han postulado que cuando Goliat insulta al Dios de Israel de alguna manera eleva su mano, y en este proceso mueve parte de la visera del yelmo quedando al descubierto parte de su frente. El texto no nos dice que la piedra penetró el casco pero sí dice que se incrustó en la frente.
Probablemente David suelta la piedra de su honda pastoril mientras continúa corriendo. Esto lo hace a una distancia relativamente corta a 20 o 30 metros del gigante. El hecho de que el escudero no intentara atacar a David se explicaría por el hecho de que David no se detiene en su carrera, porque la caída del gigante no es algo inesperado para él sino exactamente lo que él esperaba. No necesitamos invocar un poder o una velocidad sobrenatural a esa piedra. El "milagro", por así decirlo, está en el hecho de que David va a ejecutar un plan que Dios le ha mostrado y todo sucede como si estuviera "programado". Dios ha determinado la ruina del gigante blasfemo y el resultado final se va a alcanzar infaliblemente.
Todo esto lo hace Dios usando a un joven que está consagrado para servirle y que tiene fe en el poder de Dios.
El líder que hay en mí
Saúl fue elegido rey pero en el momento de la confrontación con el gigante era obvio que había perdido su calidad de caudillo.
En el momento en que Saúl permite que David pruebe su armadura le está confiriendo el liderazgo sin saberlo.
En el liderazgo espiritual el adalid no debe jactarse de su posición. Quizá algunos ni se consideran a sí mismos líderes. Pero lo que los destaca es su disposición a tomar el puesto de responsabilidad y peligro.
David es el líder de Israel antes de matar al gigante. Desde el momento en que él declara en forma tajante que va a pelear se constituye en el líder (1 S 17:37).
Dios, normalmente, no utiliza "improvisadores". Cuando David fue a pelear con Goliat había egresado de la academia militar de más prestigio en el mundo. La escuela militar de Dios. David había aprendido en ese entrenamiento algunos de los fundamentos imprescindibles. En primer lugar el líder calcula y estudia el peligro, pero este no lo paraliza.
Para David, que usaba los anteojos de la fe, el gigante era tan solo un pigmeo.
Por supuesto, no desestimó a su adversario.
Los encuentros previos con el león y el oso le habían enseñado la verdad que "Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?" (Ro 8:31).
Temas para el estudio en grupo
Los enemigos espirituales del creyente.
Las armas espirituales de Dios.
Fe en Dios que es omnipotente y está sentado en su trono.
Venciendo en la batalla contra el enemigo.
Preguntas para reflexionar
1. ¿Por qué cree usted que Saúl no se animó a pelear contra Goliat?
2. ¿Cuáles son las diferencias entre el escudero de Goliat y el "escudero" de David?
3. ¿Cómo obtuvo David esa convicción de que él, aun siendo "inexperto", iba a ser el vencedor?
4. ¿Quiénes son los enemigos espirituales más comunes que nos quieren destruir?
5. ¿Qué implicación tienen las palabras de David: "Veía al Señor siempre delante de mí" (Hch 2:25).
6. ¿Qué le sucede al líder cuando no cumple con la obligación que su posición le obliga ejecutar?
Comentarios
Yenny Fernanda Vallecilla Vargas (Colombia) (14/04/2024)
Estoy pasando una prueba de economía y este estudio me ayudará.
Ana Palacios (Colombia) (29/08/2022)
Buenos días, agradezco a Dios por colocar en nuestra vida personas que nos ayudan a crecer en su palabra y que nos muestran desde otra óptica su palabra nos puede enseñar, ha aportado mucho en mi vida el Señor les siga bendiciendo.
Débora Milagros Alonso (Argentina) (15/02/2021)
Espectacular estudio bíblico para complementarlo con la Hora Silenciosa (en mi caso) Es tremenda la fe que tuvo David y como su celo por Dios fue más grande que el mismo Goliat
Yany (Argentina) (14/09/2020)
Hermosa reflexión a luz de la palabra. Bendiciones desde Argentina.
Yany (Argentina) (14/09/2020)
Muy linda reflexión a la luz de la palabra. El enemigo siempre se quiere presentar como un paladín, experimentado, hablando palabras para infundir temor pero Dios quiere que reconozcamos que el único invencible y poderoso es El a quien servimos. Si Dios es con nosotros quién contra nosotros?
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