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Estudio bíblico de Levítico 1:3-17; 6:8-13

Levítico 1:3-17

Terminábamos nuestro programa anterior cuando Dios llamó a Moisés desde el Tabernáculo o tienda de reunión y comenzó a darle instrucciones. Habíamos dicho que en esta ocasión solemne e importante, Moisés estaba recibiendo un manual de reglas para el sisTema de sacrificios. Leamos nuevamente, para recordarlo, el versículo 2, junto con el 3:

"Habla a los hijos de Israel y diles: "Cuando alguno de vosotros traiga una ofrenda al Señor, traeréis vuestra ofrenda de animales del ganado o del rebaño. Si su ofrenda es un holocausto del ganado, ofrecerá un macho sin defecto; lo ofrecerá a la entrada de la tienda de reunión, para que sea aceptado delante del Señor."

Estas palabras incluían una invitación general a todo el pueblo. También el Señor Jesús dijo: Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba. Esta invitación general incluye a toda la familia humana. Nadie está excluido, excepto aquellos que se excluyen a sí mismos. El Señor Jesús presentó solo la siguiente condición: "Si alguno tiene sed". Tú podrías decir "Yo no tengo sed". Bueno, pues entonces esta invitación no será para a ti". Pero si tienes sed, El te pide que vengas a El, porque El te puede satisfacer. El profeta Isaías en el 55:1, Todos los sedientos, venid a las aguas; Cualquier persona puede venir a Cristo, si decide venir. Tiene que haber una necesidad y un deseo. Si lo tienes, ¡ven!

Había 2 tipos de animales que eran utilizados para el holocausto. Se mencionan cabezas de ganado y ovejas. Los animales salvajes, que eran animales de presa, estaban excluidos. Los animales carnívoros estaban prohibidos en todos los sacrificios. Los animales que para vivir mataban a otros animales nunca podrían ilustrar ni revelar a Cristo, que vino a dar Su vida en rescate por muchos.

Una restricción adicional establecía que el animal debía ser puro y tenía que estar domesticado. No podía haber sido atrapado en una cacería. Solo aquellos animales que fuesen valiosos y estimados por el propietario podían ser ofrecidos en sacrificio, porque prefiguraban a Cristo. Dios no perdonó a Su propio Hijo. Cristo sufrió en la cruz, pero Su Padre sufrió en los cielos. La restricción final se refería a que el animal debía ser obediente al ser humano, siendo así una gran figura de Cristo, que fue un siervo obediente. El había venido para servir y fue obediente hasta la muerte.

El holocausto era la ofrenda mencionada hasta los tiempos del Levítico y la única ofrenda que era presentada por aquellos que querían acercarse a Dios. En hebreo la raíz de la palabra correspondiente a holocausto es olah, que significa "subir" o "lo que sube". El sacrificio quemado ascendía en forma de humo. Era totalmente consumido por el fuego en el altar, quedando solo las cenizas. Esto nos revela que el holocausto era lo que Dios veía en Cristo. En la carta a los Efesios 5:2, el apóstol Pablo dijo que Cristo "se dio a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios, como fragante aroma. Aquí en Levítico 1, encontramos en los versículos 9, 13 y 17 que el sacrificio era "de aroma agradable para el Señor" porque era lo que Dios veía en Cristo. Puede que no sea lo que tú y yo veamos en El, Pero es lo que Dios sí ve en El, y esto es sumamente importante. Dios estaba diciendo que El estaba satisfecho por lo que Jesús hizo por mis pecados y los tuyos. Dios está satisfecho porque Jesús ha pagado toda tu deuda y porque El puede salvarte completamente hasta sus últimas consecuencias, si tú depositas tu confianza en El. La pregunta sería, entonces: ¿estás tú satisfecho con ello?

Observemos que el animal a sacrificar debía ser macho, lo cual nos habla de fortaleza. Nos recuerda el hecho que el Señor Jesús es poderoso para salvar, y que es capaz de salvar total y absolutamente (Hebreos 7:25). Además, el animal a sacrificar tendría que estar libre de defectos, lo que significa que debía ser idealmente perfecto. Esta característica nos habla de las perfecciones de Cristo. Hay varios pasajes Bíblicos que lo afirman. La primera carta de Juan 3:5, dice que "en El no hay pecado". La primera carta de Pedro 2:22, declara que "no cometió pecado". La segunda carta a los Corintios 5:21 afirma que "no cometió pecado". La carta a los Hebreos 7:26, le describe como "santo, inocente, inmaculado, apartado de los pecadores y exaltado más allá de los cielos". El es el Hijo amado, de quien el Padre pudo decir "en quien me he complacido", como escribió Mateo 3:17.

A causa de la muerte expiatoria de aquel pequeño animal, el pecador era recibido por Dios. El animal tenía que ser ofrecido, no en vida, sino en su muerte. Esto era absolutamente imperativo. De la misma manera, no es la vida intachable de Cristo ni nuestra aprobación de Cristo lo que nos salva. Solamente Su muerte puede salvar al pecador.

En los Evangelios hemos leído que cuando El murió, el velo o cortina del templo fue rasgado en dos partes. Fue Su muerte la que abrió el camino a Dios; fue Su muerte la que salva al pecador. Es que el velo representaba a Su cuerpo (Hebreos 10:20). Su vida perfecta nos excluye de la presencia de Dios. Lo que Dios requiere es una vida que sea perfecta, como la de Cristo, y tú y yo no podemos reproducirla en nosotros. Su vida es la norma. El Padre pudo decir de Jesús, como encontrábamos en Mateo 3:17, "Este es mi Hijo Amado en quien me he complacido". Tú y yo no podemos estar a la altura de ese nivel. Por lo tanto, la vida de Cristo no nos puede salvar. Nos deja fuera de la presencia de Dios, tal como el velo en el tabernáculo, excluía al ser humano de la presencia de Dios. Debemos tener otra base para poder venir a Dios. El camino pasa por la muerte de Cristo, que es la que rasgó el velo del templo. En el mismo instante en que tú y yo venimos a través de la muerte de Cristo, el camino a Dios queda abierto. En consecuencia, es la muerte de Cristo lo que salva al pecador.

La persona tenía que traer la ofrenda por su propia voluntad. Tú no estás obligado a venir a Cristo. Pero si quieres ser salvo, entonces tendrás que venir a El. Dios no provee ningún otro camino. El Señor Jesucristo mismo dijo, según el Evangelio de Juan 14:6, nadie viene al Padre sino por mí. Alguien podría pensar que esto es ser estrecho mentalmente o dogmático. En cierto sentido lo es. Pero lo importante e interesante es que te conducirá a Dios. No es que "tienes" que venir a Dios; pero ahí es donde actúa tu voluntad libre. No tienes obligación de venir, pero si quieres venir a El, entonces tienes que venir por este camino porque Dios lo ha elegido y es el único. Tú no puedes acercarte a Dios en base a tu propia justicia o rectitud personal. El no puede aceptar esa justicia. Como bien expresó el apóstol Pablo en su carta a Tito 3:5, El nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme a su misericordia.

El versículo 3 establecía otro imperativo: "a la entrada de la tienda de reunión" Los israelitas no podían ofrecer el sacrificio en ninguna otra parte. Esta restricción existía para mantener a Israel alejado de la idolatría. Ellos habían demostrado, una y otra vez, una propensión a caer en la idolatría. Su historia futura nos mostrará que la idolatría fue la razón por la que fueron llevados cautivos a Babilonia. Por cierto, esta advertencia tiene un mensaje para nosotros. Pretende evitar que presumamos de poder venir a Dios a nuestra manera, con nuestras condiciones. Nosotros no elaboramos los términos con los cuales podemos presentarnos ante Dios. Dios es el que establece las condiciones. El profeta Isaías 64:6, hacía una descripción muy humana, que no nos favorece, precisamente, cuando escribió:

"Todos nosotros somos como el inmundo, y como trapo de inmundicia todas nuestras obras justas"

Dios no aceptará nuestra justicia o rectitud. Hay muchísimas personas que creen que la justicia de Dios es simplemente una protección de un nivel un poco más alto que la justicia del ser humano. ¡Nada de eso! Esa justicia es totalmente santa. La única justicia que Dios puede aceptar es Su propia justicia, recibida por la fe en Cristo. Nadie puede trabajar por ella, ni esforzarse para conseguirla, ni comprarla. Dios no aceptará nuestra justicia deficiente; ésta, tarde o temprano se desvirtúa, se echa a perder. Por todo ello era importante que la ofrenda se presentase a la entrada de la tienda de reunión. Por eso decimos que no hay otro camino para llegar a Dios que no sea el Suyo. Y el Señor Jesús dijo: nadie viene al Padre sino por mí.

Continuemos nuestra lectura con el versículo 4:

"Pondrá su mano sobre la cabeza del holocausto, y le será aceptado para hacer expiación por él."

Esto es lo que se ha llamado un acto de designación y está revelado en Levítico 24:14, donde los testigos tenían que poner sus manos sobre el que había blasfemado, antes que éste fuese lapidado. Moisés puso sus manos sobre Josué, para designarle como su sucesor. El Dr. Kellog, en su comentario sobre Levítico, comentando la imposición de la mano sobre la cabeza del animal que iba a ser sacrificado, dijo lo siguiente: "Simbolizaba una transferencia, una transmisión, conforme a la misericordiosa provisión de Dios, de una obligación de sufrir por el pecado, transferida del oferente a la víctima inocente. A partir de ese momento, la víctima quedaba ocupando el lugar del oferente, siendo tratada en consecuencia".

En otras palabras, cuando una persona iba y colocaba su mano sobre la cabeza de aquel pequeño animal que iba a ser sacrificado, estaba designando al animal para que ocupase su lugar. La persona estaba confesando que merecía morir. Estimado oyente, cuando recibes a Cristo como tu Salvador, estás diciendo que eres un pecador y que no puedes salvarte a ti mismo. Y que quieres apartarte de tus pecados, y que deseas volverte al Salvador, para a partir de ese instante vivir para El. El pequeño animal estaba muriendo de manera sustitutiva en lugar del que ofrecía. Esto es lo que Cristo hizo por nosotros. Cuando le aceptas, es como si pusieras tu mano sobre El, es decir, que le designas como tu Salvador.

Cristo tomó nuestro lugar. Eso quería decir el apóstol Pablo cuando en su segunda carta a los Corintios 5:21, hablando de Dios, escribió: "...le hizo pecado por nosotros" y en su carta a los Romanos 4:25, "fue entregado por causa de nuestras transgresiones".

La idea en la expresión hebrea es apoyar la mano de manera que repose pesadamente sobre otro. Como dice el Salmo 88:7, "Ha reposado sobre mí tu furor". Esta parte de la ceremonia habla de la expiación y de la aceptación por medio de la muerte de la víctima; en palabras del versículo 4, " le será aceptado para hacer expiación por él."

Ya hemos dicho antes que expiación significa "cubrir" y no remover. Como dice la carta a los Hebreos 10:4, Porque es imposible que la sangre de toros y de machos cabríos quite los pecados. Solo Jesucristo, el Cordero de Dios puede quitar el pecado.

La ofrenda se efectuaba públicamente. La persona acudía a la tienda de reunión, y se dirigía hacia el costado del altar donde sacrificaría al animal. Era un acto público. Un pecador necesita confesar su fe y necesidad de Cristo públicamente. Por la fe colocamos nuestra mano sobre Cristo, pero los demás necesitan saber que lo hemos hecho. Creo que ése es principalmente el significado del bautismo, que significa "estar identificado con". Es una confesión pública de haberse identificado con Cristo en Su muerte y en Su resurrección. Este es el motivo por el cual el bautismo por agua era tan importante para la iglesia primitiva.

A continuación vamos a ver el

Ritual para el sacrificio del holocausto

Leamos el versículo 5:

"Entonces degollará el novillo delante del Señor; y los sacerdotes hijos de Aarón ofrecerán la sangre y la rociarán por todos los lados sobre el altar que está a la entrada de la tienda de reunión."

Ya había sido elegido el animal adecuado para la ofrenda. Entonces el pecador traía la víctima a la entrada de la tienda de reunión, donde le recibía el sacerdote. El pecador mismo mataba a la víctima (hay que aclarar que había una excepción en los versículos 14 y 15). Decía la carta a los Romanos 6:23, Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. Aquí el inocente moría en lugar del culpable. Así precisamente "también Cristo murió por los pecados una sola vez, el justo por los injustos", como escribió el apóstol Pedro en su primera carta 3:18.

Nuestros pecados llevaron a Cristo a la muerte. Podemos expresar esta verdad a nivel personal. Mi pecado es responsable de la muerte de Cristo; tu pecado es responsable de Su muerte. A veces cansa oír a la gente discutir sobre quien fue responsable de la muerte de Cristo. Acusan a los dirigentes religiosos, a la nación de Israel, a los romanos. . . No importa hacia quien apunten las acusaciones; el hecho es que si tú y yo no hubiéramos sido pecadores, nadie habría crucificado a Jesús.

Cada sacrificio terminaba con la muerte del animal. Ya fuese el pecador, o el sacerdote actuando en nombre de la nación, mataba a la víctima. No había perdón, aparte de la sangre derramada de la víctima. Así también hoy, solo la sangre de Cristo puede limpiarnos de todo pecado. Después de la muerte de la víctima, el sacerdote esparcía su sangre por encima y alrededor del altar. La sangre representaba a la vida y su rociamiento era una forma de presentarla ante Dios

Continuemos leyendo los versículos 6 al 9:

"Después desollará el holocausto y lo dividirá en sus piezas. Y los hijos del sacerdote Aarón pondrán fuego en el altar, y colocarán leña sobre el fuego. Luego los sacerdotes hijos de Aarón arreglarán las piezas, la cabeza y el sebo sobre la leña que está en el fuego sobre el altar. Pero las entrañas y las patas las lavará él con agua. Y el sacerdote lo quemará todo sobre el altar como holocausto; es ofrenda encendida de aroma agradable para el Señor."

Todo debía ser hecho decentemente y en orden. Dios no es al autor de la confusión. La ofrenda debía ser cortada en piezas para quedar expuesta y poder ser consumida mejor por el fuego. Así también la vida interior del Señor Jesús ha estado expuesta a la observación de los seres humanos por más de 2.000 años. Ha sido examinada más que la de cualquier otro ser humano. Hay más desacuerdo sobre El que sobre ningún otro personaje de la historia. Esto fue así durante el tiempo que El vivió y es aun una realidad en la actualidad. El aun hace la pregunta: ¿"Quién dicen los hombres que soy yo?". Y hay hoy toda clase de opiniones, alguna de ellas verdaderas blasfemias. Sin embargo, aun es cierto que, como dice la carta a los Hebreos, El es "santo, inocente, inmaculado y separado de los pecadores".

Continuemos leyendo los versículos 10 al 13:

"Mas si su ofrenda para holocausto es del rebaño, de los corderos o de las cabras, ofrecerá un macho sin defecto. Y lo degollará al lado norte del altar, delante del Señor; y los sacerdotes hijos de Aarón rociarán la sangre sobre el altar, por todos los lados. Después lo dividirá en sus piezas, con su cabeza y el sebo, y el sacerdote los colocará sobre la leña que está en el fuego sobre el altar. Pero las entrañas y las patas las lavará con agua, y el sacerdote lo ofrecerá todo, quemándolo sobre el altar; es holocausto, una ofrenda encendida de aroma agradable para el Señor."

Observemos otra vez que la ofrenda era cortada en piezas para quedar totalmente expuesta al fuego sobre el altar.

El fuego no necesariamente representa al infierno, a la venganza o a la ira. Por ejemplo en la zarza ardiendo desde la cual Dios llamó a Moisés, el fuego no representaba eso. A menudo el fuego representa a la energía purificadora y al irresistible poder de Dios. Dijo el profeta Malaquías 3:3, Y El se sentará como fundidor y purificador de plata, y purificará a los hijos de Leví y los acrisolará como a oro y como a plata. El fuego es, pues, esa irresistible energía de Dios que algunas veces destruye y otras, limpia, o incluso, consume. La naturaleza del objeto determina el proceso que tendrá lugar.

Aquí en el holocausto, nos habla del compromiso total de Cristo con Dios. Es una consagración absoluta. Lo cual es esencial también en nuestra experiencia, si hemos de adorar a Dios en espíritu y en verdad. Dice el libro del Deuteronomio 4:24 Porque el Señor vuestro Dios es fuego consumidor, un Dios celoso.

Quisiera decir amable pero enfáticamente que no podemos servir a Dios a menos que le permitamos que El limpie y purifique nuestra vida. Leamos los versículos 14 al 16:

"Mas si su ofrenda para el Señor es un holocausto de aves, entonces traerá su ofrenda de tórtolas o de pichones. Y el sacerdote la traerá al altar, le quitará la cabeza y la quemará sobre el altar; y su sangre será exprimida sobre el costado del altar. Le quitará también el buche con sus plumas y lo echará junto al altar, hacia el oriente, en el lugar de las cenizas."

La pobreza no era excusa para no traer a Dios una ofrenda. Un ave podía sustituir al animal. Cualquiera podía tener un ave y ofrecerla. Recordemos que cuando el Señor nació, Sus padres ofrecieron tórtolas, pues eran pobres. El Señor nacería en un hogar pobre.

Pasemos ahora a considerar

Las razones para el holocausto

Leamos el versículo 17:

"La henderá después por las alas, sin dividirla; y el sacerdote la quemará en el altar, sobre la leña que está en el fuego; es holocausto, una ofrenda encendida de aroma agradable para el Señor."

Esta era la tercera vez que se menciona que una ofrenda ofrecía un aroma agradable al Señor. Lo cual deja perfectamente claro cuál era la razón para ofrecer este sacrificio. Es lo que Dios ve en Jesucristo.

Veamos ahora, finalmente

La ley del holocausto

Esta ley se encuentra detallada en Levítico 6:8-13. Las ofrendas de la mañana y de la tarde eran holocaustos ofrecidos por Aarón y los sacerdotes a Dios por la nación (Exodo 29:38?46). Se le llamaba holocausto continuo. Así también Cristo, en su consagración sacerdotal, vive perpetuamente para interceder por nosotros.

Este es, pues, el significado de la ley del holocausto. Dios está satisfecho con Jesús y nos ve en Cristo. Está, entonces, satisfecho con nosotros. Es oportuno citar aquí lo que dijo el apóstol Pablo en Romanos 3:21-24: "Pero ahora, aparte de la ley, la justicia de Dios ha sido manifestada, atestiguada por la ley y los profetas; es decir, la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen; porque no hay distinción; por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús".

Estimado oyente, cabe preguntar ¿tienes el sacrificio de Cristo en la cruz entre tú y tus pecados? Su sangre ha sido derramada para que tú tengas vida eterna. ¿Has confiado en El? Dios ve a Cristo como el único que le puede satisfacer en cuanto a tus pecados. ¿Le ves tú también de esa manera? ¿Estás aun tratando de traer tu propia personalidad endeble, y tu propia bondad, tu propia rectitud, para ofrecérselas a Dios? Dios no recibirá tal ofrecimiento. El solo aceptará lo que Cristo ha hecho por ti y El considerará la justicia de Cristo como tu justicia. ¡Cree en El hoy, y vivirás!

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