Estudio bíblico de Juan 8:1-12
Juan 8:1-12
Continuando nuestro estudio del evangelio según San Juan, nos corresponde hoy el capítulo 8. Pero antes de entrar en este capítulo 8, quisiéramos decir algo con respecto al capítulo 7. Quisiéramos destacar un destacado cumplimiento de la profecía. El profeta Hageo, dijo en el capítulo 2 de su profecía, versículo 6 al 9: "Porque así dice Jehová de los ejércitos: De aquí a poco yo haré temblar los cielos y la tierra, el mar y la tierra seca; y haré temblar a todas las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones; y llenaré de gloria esta casa, ha dicho Jehová de los ejércitos. Mía es la plata, y mío es el oro, dice Jehová de los ejércitos. La gloria de esta segunda casa será mayor que la primera, ha dicho Jehová de los ejércitos; y daré paz en este lugar, dice Jehová de los ejércitos."
Hageo hablaba aquí en cuanto al templo, el templo que el remanente de Israel construyó cuando regresó del cautiverio. En esa ocasión los ancianos lloraron porque se acordaron de la gloria del templo que había construido Salomón. Hageo les consoló con un mensaje del Señor, de que la gloria de este templo sería mayor que la gloria del templo de Salomón, porque vendría el Deseado de todas las naciones, o sea, el Señor Jesucristo.
Jesús apareció en el templo durante la fiesta de los tabernáculos. Cuando vertieron el agua, alzó la voz diciendo: "Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba". Jesús es la verdadera gloria que llena el templo. Jesús es el Deseado de todas las naciones. "Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad" (Juan 1:14). Bien estimado oyente, queríamos mostrarle este cumplimiento de la profecía de Hageo, cuando Jesús subió a Jerusalén durante la fiesta de los Tabernáculos y fue al templo.
Pasemos ahora sí, al capítulo 8 de Juan. En este capítulo,
Jesús, en el templo, perdonó a la mujer sorprendida en adulterio
Este incidente de la mujer sorprendida en adulterio, que se encuentra contenido en los versículos 1 al 11, no se halla en algunos manuscritos antiguos y está entre paréntesis en otros. Como es sabido, el Nuevo Testamento fue escrito originalmente en Griego, y los manuscritos existentes han sido utilizados para recopilar el texto actual. Westcott y Hort omitieron este incidente de su posición en este capítulo 8 de Juan, aunque lo insertan al final de este Evangelio. Nestle lo incluyó en su texto griego, pero lo puso entre corchetes. No se halla en algunos de los mejores manuscritos pero se encuentra en otros. Nosotros sostenemos que pertenece al texto y que los escribas sinceros dejaron de copiarlo porque simplemente no podían resignarse a aceptar lo que dijo. Por tanto, perdieron una gran verdad espiritual. Creemos que los escribas creían que esto podría fomentar el adulterio y así enseñaría a los hombres a pecar, y por eso lo pusieron en corchetes, o al fin del evangelio. Y por eso lo hallamos de esa manera en algunos de los manuscritos antiguos. Por motivos de erudición Bíblica y morales, creemos que este incidente forma parte de la inspirada Palabra de Dios. Comencemos pues, leyendo los dos primeros versículos de este capítulo 8 del evangelio según San Juan:
"pero Jesús se fue al monte de los Olivos. Por la mañana volvió al Templo, y todo el pueblo vino a él; y sentándose, les enseñaba."
Ahora, recordemos que la noche anterior se había reunido el Sanedrín y que había allí una división de opinión en cuanto a si Jesús era el Mesías o no. Nicodemo por su parte, le había defendido. Todos se habían ido a sus casas, pero nadie le invitó a Jesús a la suya. Entonces, temprano por la mañana, Jesús regresó a Jerusalén y volvió al templo, donde se sentó para enseñar. Continuemos con los versículos 3 y 4:
"Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio"
No podemos pensar en algo que pudiese ser más grosero o brutal, que este acto de los principales religiosos. Nuestro Señor estaba sentado en el templo enseñándole al pueblo, cuando se produjo un gran alboroto afuera. Y luego aparecieron estos principales religiosos acompañados por la gritería del populacho, arrastrando a esta mujer con sus ropas en desorden, sus cabellos despeinados, desafiante y resistiéndose a ellos. La multitud en el templo naturalmente se volvió para ver lo que estaba ocurriendo, y vemos que trajeron a esta mujer hasta el mismo grupo donde el Señor Jesús estaba enseñando. Y allí la arrojaron con fuerza al suelo y luego lanzaron su grave acusación.
"Esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio". Era culpable, no había duda de ello. Y lo que ella hizo fue pecado y así lo calificó el Señor, quien finalmente le dijo: "Vete, y no peques más". Y conocían bien la ley. En Levítico, capítulo 20, versículo 10, dice: "Si un hombre cometiere adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos". Ahora, ¿Dónde estaba el hombre? El hecho mismo de que no presentaron al hombre también pone en evidencia que no estaban interesados en hacer cumplir la ley. Tenían otro motivo. Continuemos pues, con los versículos 5 y 6:
"y en la Ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices? Esto decían probándolo, para tener de qué acusarlo. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo."
Tenían razón en cuanto a la ley de Moisés y no había ninguna manera de suavizarla. Esta mujer, debía ser apedreada. Estaban poniendo a Jesús entre la espada y la pared. ¿Contradeciría a Moisés? ¿Diría otra cosa? ¿Ofrecería otra explicación? Hicieron esto para atraparle, para poder acusarle. En realidad, no tenían interés en apedrear a esta mujer. Lo que querían era apedrear a Jesús. Y nuestro Señor lo sabía, como dijo en el capítulo 2, versículo 25 de este mismo evangelio: "Y no necesitaba que nadie le explicara nada acerca del hombre, pues él sabía lo que hay en el hombre".
Esta escena era muy interesante. Esta mujer yacía desafiante en el suelo ante Jesús. La multitud no tenía ningún respeto por su situación embarazosa o por sus sentimientos y la miraban maliciosamente aumentando su humillación. El hecho es que Jesús dio por terminado el caso. No se uniría con los que la acusaban. Ni aún la miraría para aumentar su turbación. Él se agachó y escribió exactamente como si ni siquiera les oyera.
Éste es el único registro que tenemos de que Jesús haya escrito algo. Cristo es el personaje sobre el cual más libros se han escrito, más que sobre cualquier otro hombre que jamás haya vivido tanto a favor como en contra. Y sin embargo, aparentemente Él nunca escribió nada sino aquí, en la tierra del suelo del templo, lo cual fue borrado por el viento o los pies de la multitud. Pero, ¿Qué escribió Jesús? Bueno, no lo sabemos.
Volviendo a los profetas, observamos algo interesante. El profeta Jeremías, dijo en el capítulo 17 de su profecía, versículo 13: "¡Oh Jehová, esperanza de Israel! Todos los que te dejan serán avergonzados; y los que se apartan de ti serán inscritos en el polvo, porque dejaron a Jehová, manantial de aguas vivas". Ahora, ¿quién había dejado al Señor? ¿Esta mujer? Sí, ella le había dejado. Pero, ¿Los líderes religiosos? Bueno, ellos también le habían dejado. ¿Habrá Jesús escrito algo que avergonzó a aquellos hombres que allí se encontraban?
En el Salmo 90:8 leemos: "Pusiste nuestras maldades delante de ti, nuestros yerros a la luz de tu rostro". El pecado oculto aquí en la tierra es un escándalo en el cielo.
Leamos los versículos 7 al 9:
"Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, fueron saliendo uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los más jóvenes; sólo quedaron Jesús y la mujer que estaba en medio."
Jesús presentó los requisitos para ser juez, lo cual es algo que todos nosotros necesitamos oír. Podemos tener el derecho de ser jueces de otros, con tal que cumplamos el requisito, y este requisito es estar exento de pecado. Y estimado oyente, yo no se en cuanto a usted, pero a mí, esta declaración me quita de una vez por todas, el oficio de arrojar piedras.
Un veterano comentarista escocés dijo, en cuanto a este incidente de la mujer adúltera, que los viejos se retiraron primero porque tenían más juicio que los jóvenes. Los jóvenes se quedaron hasta que vieron su propio nombre y, al sentirse aludidos, también salieron. De modo que no hubo ni un solo hombre que se quedara para apedrear a esta mujer, con la excepción de uno, y ese fue Jesús. Él sí pudo haberla apedreado. Todos los demás se habían escabullido. ¡Qué hipócritas eran! Bueno, continuemos leyendo los versículos 10 y 11 de este capítulo 8 de San Juan:
"Enderezándose Jesús y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete y no peques más."
Esta mujer era culpable de pecado y según la ley de Moisés, en Levítico capítulo 20, versículo 10, una adúltera debía ser apedreada. ¿Estaba entonces Jesús anulando el sisTema mosaico? Claro que no. Él estaba colocando Su cruz entre la mujer y su pecado. Éste, que es el Hijo de la virgen, que se vio asediado por la nube de la duda durante toda Su vida, iba a ir a la cruz aún para pagar la culpa del pecado de esta mujer. ¡Vino al mundo para ser un Salvador!
Son muchos los que creen que se pierden porque han cometido cierto pecado. Si usted, estimado oyente, es uno que los que cree esto, tenemos noticias para usted. Uno no se pierde por ser asesino, o mentiroso, o ladrón, o adúltero, o por cometer otros pecados. Una persona comete estos pecados porque está perdida y no cree en Jesucristo. Jesucristo perdona los pecados, todos los pecados. Él es el Salvador. Murió por los pecados de todo el mundo. Cualquier persona que acuda al Señor Jesucristo, será perdonada. (No importa cuál sea su pecado.)
Y llegamos ahora, al discurso después de la fiesta. Notemos que Jesús con frecuencia siguió este método. Después de un incidente o un milagro pronunciaba un discurso sobre ese Tema. En este caso, la fiesta de los tabernáculos terminaba con una procesión de antorchas, y por tanto Jesús aprovechó esta oportunidad para dar un discurso. Es importante ver que Él tomó estos actos simbólicos que se realizaban durante toda la época del Antiguo Testamento, y se los aplica a Sí mismo. Leamos el versículo 12, en el que
Jesús se presentó como la luz del mundo
"Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida."
"YO SOY". Jesús usó esta frase muchas veces. En el Antiguo Testamento, Jehová es el "YO SOY EL QUE SOY," según Éxodo, capítulo 3, verso 14. Francamente, en el tiempo del Antiguo Testamento no se decía tanto en cuanto a Dios. Sabían que tenía existencia propia, que tenía toda la sabiduría, y todo el poder. El Señor Jesús vino a esta tierra no sólo para redimir al hombre, sino también para revelar a Dios al hombre. Jesús amplió mucho nuestra comprensión, utilizando elementos comunes como el pan, la luz, y el agua, como símbolos de Sí mismo. Se sirvió de lo ordinario para hablar de lo extraordinario; de lo físico para hablar de lo espiritual; de lo temporal para hablar de lo eterno; de lo presente para hablar de lo futuro; de lo terrenal para hablar de lo celestial; de lo limitado para hablar de lo ilimitado; y de lo finito para hablar de lo infinito.
Jesús nos dio una revelación de Dios cuando nos dijo que Él es el Pan, que Él es el Agua, y que Él es la Vida. Entonces comprendemos que Dios no sólo tiene existencia propia, sino que también suple todas nuestras necesidades. Escuchemos algunas de las declaraciones de Cristo. En el capítulo 6 de este evangelio de Juan, versículo 35, El dijo:
"Yo soy el pan de vida".
En este capítulo 8, versículo 12 que acabamos de leer, dijo:
"Yo soy la luz del mundo".
Y en el capítulo 10, versículo 9:
"Yo soy la puerta".
Luego el versículo 11 de este capítulo 10 dijo:
"Yo soy el buen pastor".
En el capítulo 11, versículo 25 dijo:
"Yo soy la resurrección y la vida".
En el capítulo 14, versículo 6 de este evangelio de Juan, Él dijo:
"Yo soy el camino, la verdad y la vida".
Y en el capítulo 15, versículo 5 de este evangelio de Juan, Él dice:
"Yo soy la vid, vosotros los pámpanos".
Ahora, volviendo al versículo 12 que hemos leído, vemos que Jesús dijo: "Yo soy la luz del mundo". Acababa de exponer el pecado de los escribas y los fariseos, que le habían traído a la mujer sorprendida en adulterio. Y como eran tan culpables como ella, tuvieron que huir. Cuando uno enciende la luz, todas las ratas, los murciélagos, y los chinches, salen corriendo. La luz expone el pecado, y es por tal motivo que los escribas y los fariseos tuvieron que retirarse.
Jesús dijo que Él es la luz, y esta fue la declaración más elevada que hizo acerca de Sí mismo, hasta aquí, en este evangelio de Juan. Una de las definiciones de Dios es que Él es luz, según leemos en la primera carta del apóstol Juan, capítulo 1, versículo 5. Es absoluto en Su santidad y en Su justicia. Aun la luz física es uno de los elementos tanto más complicados, y también una de las cosas más esenciales para nosotros. ¿Quién realmente sabe lo que es? En algunos sentidos actúa como ondas y en otros, como partículas de materia. Lo sorprendente es que los hombres, actuando sobre estas dos definiciones o principios, han podido lograr invenciones y descubrimientos extraordinarios. Algunos dicen que ambos principios son verdad y, sin embargo, otros dicen que ambos aspectos no pueden ser verdad. ¿Es la luz la ausencia de tinieblas? ¿O son las tinieblas la ausencia de la luz? Decimos que un cuarto se llena de luz. ¿Qué queremos decir? ¿Pesa más cuando se llena de luz? No hay tal cosa como el color, sin la luz.
Jesucristo es la Luz del mundo. Así como el sol es la luz física de este mundo, la luz espiritual de este mundo es Jesucristo mismo. Y como a un niño le es posible tener suficiente juicio como para acercarse a la presencia de la luz, así el pecador hoy en la actualidad, cualquiera sea su condición, puede venir al Señor Jesucristo.
Hay quienes niegan que Cristo es la Luz del mundo. Están caminando bajo una luz menor. Así como la luna no tiene luz propia, sino que refleja la luz del sol, esta civilización en la cual vivimos en la actualidad, le debe todo a Cristo. Hoy en día tenemos hospitales, orfanatos, atención y ayuda social a los pobres, derechos laborales; todo ello porque el Señor Jesucristo vino al mundo. Uno de los motivos por los cuales tenemos tantos problemas en estas áreas, es que nos hemos extraviado demasiado lejos de la luz. El mundo simplemente está viviendo como si se encontrase a la luz de la luna. Sin embargo, el Señor Jesús extiende Su invitación. Es notable ver hasta qué punto este pobre mundo necesita regresar a la luz que es Cristo. El dijo: "el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida."
Durante la fiesta de los tabernáculos, los israelitas recordaban su liberación, cuando la columna de fuego guiaba al pueblo que cruzaba el desierto. Y la celebraban con un desfile de antorchas, al cual Jesús se estaba refiriendo cuando dijo: "Yo soy la luz del mundo". Cuando la antigua columna de fuego les guiaba, el pueblo de Israel la seguía. De la misma manera, debemos seguirla nosotros, mirándole como la Luz del mundo.
Y estimado oyente, si usted quiere encontrar la verdadera luz que ilumine su vida completamente, le exhortamos a que en este mismo momento, usted acuda a Cristo Jesús y le reciba en su corazón como su Salvador personal. Sólo entonces, su vida irradiará la verdadera luz que Él da a todos los que en Él confían. Es nuestra oración que la luz de Cristo, brille en usted desde ahora y para siempre.
Copyright © 2001-2024 ( TTB - Thru the Bible, RTM - Radio Transmundial, EEA - Evangelismo en Acción). Todos los derechos reservados.
CONDICIONES DE USO