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Estudio bíblico de Juan 20:24-21:14

Juan 20:24-21:14

Continuamos estudiando hoy el capítulo 20 del evangelio según San Juan, y comenzaremos considerando

La aparición de Jesús a Tomás

Veamos el versículo 24 de este capítulo 20 de San Juan:

"Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús se presentó."

Solo podemos suponer la razón por la cual Tomás no estaba allí. Creemos que era una persona solitaria, incrédula y pesimista ante toda situación. Creemos que los otros diez discípulos estaban hablando con emoción sobre el hecho de que Jesús había resucitado de los muertos, y que Tomás simplemente no lo podía creer. Continuemos leyendo el versículo 25:

"Le dijeron, pues, los otros discípulos: ¡Hemos visto al Señor! Él les dijo: Si no veo en sus manos la señal de los clavos y meto mi dedo en el lugar de los clavos, y meto mi mano en su costado, no creeré."

¡Realmente, era escéptico! Tiene la suficiente evidencia como para creer, pero no creyó. Pero, por lo menos se reunió con los otros discípulos. Estimado oyente, si es que usted va a crecer espiritualmente, tendrá que reunirse y tener relaciones con los otros creyentes. Creemos que usted tiene que compartir lo que aprende de la Palabra de Dios. El escritor de la carta a los Hebreos 10:25, dijo: "No dejando de reunirnos, como algunos tienen por costumbre". Es que al permanecer juntos, los creyentes crecemos en madurez espiritual. Continuemos leyendo los versículo 26 al 28 de Juan capítulo 20:

"Ocho días después estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, se puso en medio y les dijo: ¡Paz a vosotros! Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo y mira mis manos; acerca tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío y Dios mío!"

El relato no nos informa que Tomás extendiera su mano para tocarle. No tuvo realmente ninguna necesidad de hacerlo. Sabemos que hoy en día, hay quienes dicen: "Si solamente le pudiera ver, si sólo le pudiera tocar, entonces sí creería". El problema estimado oyente, no se halla en la falta de evidencia disponible sobre la muerte y la resurrección de Jesús. El problema está en el corazón humano.

Dios satisfará la duda sincera de un ser humano, pero no creemos que se ocupe de las dudas falsas que son, en realidad, pretextos. Muchos dicen que no les es posible creer en la Biblia. Dicen que su problema es intelectual. Estimado oyente, la mayoría no cree en la Biblia a causa de los problemas morales. Un señor por ejemplo, nos dijo una vez que no podía creer en el Antiguo Testamento. Y más tarde resultó que estaba viviendo sin tener en cuenta ciertos principios morales básicos expuestos en la Biblia. A la mayoría de las personas no le agrada el carácter tajante y absoluto de los principios morales de la Biblia, pero creemos que Dios siempre hace frente a las dudas del escéptico que es sincero.

Nunca encontrará usted un testimonio más completo en cuanto a Jesús, que el que fue expresado por Tomás. Fue una de las grandes confesiones de las Escrituras Sagradas. Para un judío, el decir, "¡Señor mío, y Dios mío!" era llegar a un punto culminante. Estas palabras salieron de los labios de aquel escéptico Tomás. Continuemos leyendo el versículo 29 de este capítulo 20 de San Juan:

"Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron y creyeron."

Es decir, que hay una bendición especial para nosotros, que hoy creemos en la evidencias de la muerte y resurrección de Cristo. Leamos los versículos 30 y 31:

"Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre."

Ésta es la clave del evangelio. El Señor hizo muchas cosas que no se registraron. Sanó a multitudes de enfermos. Creemos que Juan también quiso decir que Jesús hizo muchas otras señales milagrosas después de Su resurrección, las cuales no han quedado escritas. Al escribir este evangelio Juan escogió el material que incluyó en su relato escrito porque tenía en mente un propósito definido.

Juan no trató de escribir una biografía de Jesucristo. Ni siquiera trató de insertar incidentes en su relato de la vida de Cristo, que no habían sido incluidos en los otros evangelios. Escribió para que creyésemos que Jesús era el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tuviéramos vida en Su nombre. Estimado oyente, es por medio del creer, que recibimos la vida y somos renacidos espiritualmente. Nos convertimos en hijos de Dios por la fe en el Señor Jesucristo.

Y con esto concluimos nuestro estudio del capítulo 20 del evangelio según San Juan. Llegamos ahora a

Juan 21:1-14

El capítulo 21 es un epílogo. Creemos que después de que Juan hubo escrito su evangelio, añadió el prólogo y el epílogo.

Hay tres incidentes en este capítulo. El primer incidente es la experiencia de los discípulos pescando en el mar de Galilea (también llamado el mar de Tiberias). Y este incidente revela al Señor como el Señor de nuestras voluntades y quien dirige nuestro servicio. El segundo incidente es el desayuno a la orilla del mar. Éste revela al Señor Jesús como el Señor de nuestros corazones y presenta nuestro amor por Él como motivo para el servicio. El tercer incidente es el anuncio de Jesús acerca de la muerte de Simón Pedro. Y éste revela al Señor Jesús como el Señor de nuestras mentes, y enseña que ni la falta de conocimiento ni la variación de las circunstancias, eximen del servicio. Todo el capítulo 21 nos revela que el Jesús resucitado aún es Dios. Consideremos pues, la experiencia de la pesca en el mar, que revela al Señor de nuestras voluntades. Leamos los primeros tres versículos de este capítulo 21 del evangelio según San Juan:

"Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos junto al Mar de Tiberias; y se manifestó de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Dídimo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dijo: Voy a pescar. Ellos le dijeron: Vamos nosotros también contigo. Salieron, pues, y entraron en una barca; pero aquella noche no pescaron nada."

Este pequeño mar de Galilea tuvo mucha relación con el ministerio de nuestro Señor, tanto antes como después de Su resurrección. Era un sitio conocido por estos hombres. Jesús les había pedido que fueran a Galilea, y allí se les aparecería. Habían ido allí y le estaban esperando.

Tenemos aquí un grupo interesante de personas problemáticas. Estaba Simón Pedro, ferviente pero que había fracasado en su fe; cariñoso, afectuoso, impetuoso e impulsivo, pero que en momentos difíciles estuvo lejos de Jesús... Tenemos a Tomás, aquel escéptico consumado, que tenía en su mente un signo de interrogación. Natanael, el observador ingenioso, quien fue escéptico en el principio, también está allí. Y luego tenemos a los llamados "hijos del trueno" - Santiago y Juan. Había también otros dos cuyos nombres no se mencionan. Aquellas personas problemáticas seguramente nos representan a usted, a mí y a otros muchos.

Muchos buenos comentaristas Bíblicos han criticado a estos hombres por haberse ido a pescar. Bueno, el Señor no les reprochó cuando se les apareció. Estaban esperando al Señor, tal como Él les había ordenado. Era primavera en Galilea, la época de la Pascua, y las colinas aparecían hermosas con las flores y la hierba verde en abundancia. Por tanto, al tener que esperar, Pedro se puso inquieto y después de haber paseado de un lado a otro y contemplar la playa, era la persona más indicada para decirles a los otros: "Voy a pescar".

Ahora, trabajaron durante toda la noche sin pescar nada. Alguien llamó a este incidente el fracaso de los expertos. Habían estado inquietos antes, pero en este momento sentían inquietud y frustración. Sabían cómo pescar, pues ése era su medio de vida, pero aquella noche de fracaso estaba incluida en el plan y propósito de Dios para ellos.

Luego amaneció y debe haber sido una mañana gloriosa en el mar de Galilea. Leamos el versículo 4:

"Cuando ya iba amaneciendo, se presentó Jesús en la playa, pero los discípulos no sabían que era Jesús."

Creemos que esta fue una experiencia normal. Estaba en Su cuerpo glorificado y podía ser reconocido. Estaban en el mar, a cierta distancia, y como era temprano por la mañana, resultaba difícil identificar a las personas en la orilla. Leamos ahora el versículo 5:

"Y les dijo: Hijitos, ¿tenéis algo de comer? Le respondieron: ¡No!"

Ahora, la palabra para "hijitos" aquí, fue casi como decirles, "Señores". No era un término tierno como el de "hijitos" en la primera carta del apóstol Juan. Su breve respuesta fue un "no". Es asombroso cuán enfático uno puede llegar a ser, y cuán poco le gusta a uno hablar sobre el fracaso. Le contestaron, pero no querían hablar del asunto. Si hubieran cogido peces, todos habrían hablado con agrado de su éxito.

Creemos que ésta es una pregunta que Él ha de hacernos a cada uno algún día. El querrá que le digamos si hemos pescado algo. Y nos preguntará si hemos hecho algo a favor de los demás aquí en la tierra. Esperamos que su respuesta, estimado oyente, no sea la misma que aquellos hombres dieron: "No, no hemos cogido nada". Ahora, leamos el versículo 6 de este capítulo 21 de Juan:

"Él les dijo: Echad la red a la derecha de la barca y hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces."

El sentido aquí, es que El Señor dirige las vidas de los Suyos. Él da las instrucciones precisas, que deben ser obedecidas. Cuando pescaron según Sus instrucciones, las redes se llenaron. La red era fuerte y no se rompió. Era fuerte, tan fuerte como la red del evangelio de la muerte, el entierro y la resurrección de Cristo, de las cuales habían sido testigos. Continuemos leyendo el versículo 7:

"Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se ciñó la ropa (porque se había despojado de ella) y se tiró al mar."

Juan demostró una percepción espiritual, que Simón Pedro no tenía. Tres años antes, Jesús les había llamado, quizás en este mismo sitio. Volvieron a pescar y el Señor les llamó una vez más para pescar las almas de los hombres.

Es posible que Pedro no tuviera la sensibilidad espiritual que tenía Juan. Pero, ¿se ha dado usted cuenta que cada vez que tuvo la oportunidad, se acercó al Señor? Los otros se sentaron en la barca y esperando hasta que llegaron a la orilla. A Simón Pedro le resultó imposible esperar. Quiso estar cerca del Señor. Este hombre tenía una gran personalidad. Leamos ahora los versículos 8 hasta el 11 de este capítulo 21 de San Juan:

"Los otros discípulos fueron con la barca, arrastrando la red llena de peces, pues no distaban de la orilla sino como cien metros. Al descender a tierra, vieron brasas puestas y un pescado encima de ellas, y pan. Jesús les dijo: Traed de los peces que acabáis de sacar. Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres; y aun siendo tantos, la red no se rompió."

Éste es el último milagro registrado de nuestro Señor, y el único milagro que se registró después de Su resurrección. Esto es sumamente importante porque usted y yo tenemos interés en el ministerio de Cristo después de Su resurrección. El apóstol Pablo dijo en 2 Corintios 5:16: "Y aun si a Cristo conocimos según los criterios de este mundo, ya no le conocemos así". No estamos unidos al niño en Belén, sino al Cristo resucitado, vivo, y glorificado a la derecha del Padre. Es por eso que Su ministerio después de la resurrección es tan vital para nosotros.

Hay varias cosas aquí, a las cuales nos gustaría que usted prestara atención. ¿Ha notado usted que el Señor usa lo que tienen las personas, como la base de Sus milagros? Los discípulos estaban pescando y no tenían éxito. El Señor Jesús les dio entonces una gran cantidad de peces. En la fiesta de bodas de Caná, las tinajas de agua estaban vacías. El Señor ordenó que las llenaran con agua, y luego transformó el agua en vino. En el libro del Éxodo vimos que le preguntó a Moisés que tenía en la mano. Moisés dijo que era una vara, y con aquella vara Dios hizo Sus milagros a favor de Israel. David había sido fiel como pastor con su cayado, y Dios le dio un cetro. Es interesante que lo que uno tiene en la mano, puede ser utilizado por Dios. Tantas personas desean a veces hallarse en otra parte o en otras circunstancias. Pero estimado oyente, si Dios no le puede usar allí mismo donde usted se encuentra, no creemos que le pueda utilizar en otra parte.

Además, ¿no ha observado usted que lo que Dios hace, lo hace en abundancia? Las tinajas por ejemplo, estaban llenas de vino. Hubo también cestas de comida que sobró después de la alimentación milagrosa de los cinco mil. Las redes en nuestro pasaje de hoy, estaban llenas de peces.

Fíjese también en lo siguiente. Aunque Jesús había preparado pescado, que tenía sobre un fuego encendido para ellos, también pidió que le dieran algunos de los peces que habían pescado. Es decir, Él aceptó el trabajo de ellos. Cuando pescaron en respuesta a Su mandato, aceptó lo que traían. ¡Qué bendita comunión y compañerismo se encuentra en este tipo de servicio!

Hubo otro tiempo en el que Pedro recogió una maravillosa red llena de peces, hecho registrado por Lucas. Fue en los primeros tiempos del ministerio de Jesús cuando estaba llamando a Pedro para que fuera pescador de hombres. En aquella ocasión, la red se rompió. Creemos que, con el paso del tiempo, Pedro vería que muchos seguirían a Jesús, pero no todos serían creyentes. La red se rompería y muchos peces se escaparían, volviendo a su elemento. Pero, esta vez la red no se rompió sino que fue traída a tierra, llena de grandes peces. Pedro estaba siendo llamado para alimentar las ovejas y los corderos. Ahora, ¿Con qué iba a alimentarlos? Con la Palabra de Dios. Con el evangelio de un Cristo resucitado y glorificado. Este evangelio no sólo salvaría, sino que también guardaría a los que fuesen salvos. Aun en sus fracasos, los creyentes son guardados por el poder de Dios, por medio de la fe. En este incidente vemos que Jesucristo tiene un propósito para los Suyos: quiere dirigir sus vidas. Si le obedecemos, nos bendecirá y tendrá un maravilloso encuentro con nosotros. Él es el Señor de nuestra voluntad.

Y pasamos ahora a considerar, el desayuno a la orilla del mar, incidente que revela a Jesús como

El Señor de nuestros corazones - un motivo para el servicio

Leamos los versículos 12 al 14, de este capítulo 21 del evangelio según San Juan:

"Les dijo Jesús: Venid, comed. Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ¿Tú, quién eres?, sabiendo que era el Señor. Vino, pues, Jesús, y tomó el pan y les dio, y asimismo del pescado. Esta era ya la tercera vez que Jesús se manifestaba a sus discípulos, después de haber resucitado de los muertos."

"Venid, comed" ¡Qué invitación! Más adelante, Jesús les enviaría a todo el mundo a predicar el evangelio (Marcos 16:15). Pero en esta ocasión, prefirió más bien que viniesen y desayunaran con Él antes de salir a cumplir su misión.

En nuestro próximo programa finalizaremos nuestro estudio de este Evangelio según San Juan. Pero, ya que hemos contemplado aquella escena tan íntima, tan personal, en un amanecer a la orilla del mar, no olvidemos que la parte entrañable en este episodio fue que el Señor resucitado, Dios mismo, les alimentó. Estimado oyente, ¡Si sólo nos sentáramos nosotros hoy, y dejáramos que Él nos alimente! El Señor quiere alimentar a los Suyos.

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