Estudio bíblico: Oración de Pablo en base al plan revelado por Dios - Efesios 1:15-23
Oración de Pablo en base al plan revelado por Dios (Ef 1:15-23)
La primera oración de Pablo (Ef 1:15-19)
1. El preludio a la oración (Ef 1:15-16)
El Plan y las peticiones de Pablo. Sería fácil pensar que Pablo cesa de describir el plan eterno en este punto de su escrito, sintiéndose movido a orar por los efesios, como solía hacer por los creyentes en tantas partes, fuesen los convertidos bajo su ministerio, fuesen otros de los cuales había oído. Es su costumbre mencionar su ministerio de intercesión inmediatamente después de los saludos normales, corno en (1 Ts 1:1-3) por ejemplo, pero aquí la oración se desarrolla más ampliamente, enlazándose íntimamente con la exposición del plan divino que llenó los versículos 3 al 14. "Por lo cual (o "por esta causa") ?escribe? no ceso de dar gracias por causa de vosotros...", pues ha de orar con el fin de que los receptores de la carta lleguen a comprender la infinita sabiduría de Dios manifestada en el plan de los siglos, ordenando sus vidas de acuerdo con la voluntad de Dios. De hecho, al final de nuestra sección, su visión inspirada se eleva a algunas de las alturas más sublimes del Plan, viendo al Señor entronizado por encima de toda autoridad tanto de este siglo como del venidero.
La fe y el amor de los hermanos. Pablo menciona otra razón que le lleva a interceder por los hermanos, pues seguía recibiendo noticias de su fe en el Señor Jesús y de su amor para con los santos. Esto es muy típico de los comienzos de las cartas de Pablo, bien que algunos escriturarios han preguntado si emplearía estas frases en el caso de los efesios, a quienes conocía tan bien. De hecho, había conocido su fe y su amor personalmente cuando estuvo con ellos, pero años han pasado, muchos años, de modo que hace referencia a noticias recibidas recientemente. Hallamos casi las mismas frases en una carta muy personal que dirigió Pablo a su buen amigo Filemón (FIm 1:4-5). ¡Cuán importante es que se mantenga la fe ?la absoluta confianza en el Señor Jesús? según van pasando los años! ¡Cuán vital es que permanezca el amor para con todos los santos! Si el apóstol hubiera recibido noticias de fluctuaciones en la fe de los efesios, y de parcialidades en la manifestación del amor, no habría sido posible exponerles las maravillas del Plan de Dios. Su constancia despierta la gratitud de Pablo, quien no cesa de dar gracias por ellos al mencionarles en sus oraciones.
2. Peticiones de importancia fundamental (Ef 1:17-18)
Pablo pide que se conceda a los hermanos espíritu de sabiduría. En vista de que muchos hermanos suelen formular sus oraciones públicas en términos muy generales e imprecisos, se les recomienda que presenten peticiones concretas delante del Señor. Hay base razonable para ello, pero no hemos de perder de vista que, en las oraciones detalladas que se conservan de Pablo, éste no acostumbra pedir bendiciones materiales, ni mejorías de salud, etc., sino anhela bienes espirituales para los santos, pues éstos constituyen el fundamento de todo lo demás. Esta oración se dirige al "Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria", ya que el camino hacia el Padre es por medio del Hijo, y podemos recordar aquí el comentario sobre el versículo 3. Este título, "el Dios de nuestro Señor Jesucristo", no resta nada del valor total de la deidad del Hijo, pues tales títulos corresponden al Señor en función de "Siervo de Jehová" y de "Mediador", siendo Jesús el "Hijo del Hombre" que reconoce al Padre. Aquí nos hallamos sobre un terreno práctico, y hemos de buscar la doctrina de la identidad en esencia de las Personas de la bendita Trinidad en otros lugares.
El primer movimiento de la oración es muy hermoso: "Que os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el pleno conocimiento de él". Sin duda la contestación a esta petición depende de la operación del Espíritu de Dios, quien nos hace conocer "lo profundo de Dios" (1 Co 2:10-14), pero la frase "espíritu de sabiduría" se refiere al resultado de la obra divina dentro de nosotros, de modo que "espíritu" debiera escribirse con minúscula. Se contrasta con el falso espíritu del mundo, que, bajo el disfraz de algunas frases de inteligencia, suele ser "espíritu de locura".
Es conveniente tratar las dos frases de la petición juntas, pues la posibilidad de poseer espíritu de sabiduría depende de la revelación que vamos recibiendo de Dios. Pablo no está pensando aquí en las "revelaciones" especiales que podrían recibir los profetas del Nuevo Testamento, sino en la obra del Espíritu de Dios, quien, de modo constante y continuo, a través de la Palabra, va descubriéndonos las verdades que Dios quiere que sepamos. Gracias a este proceso de revelación, podemos ser sabios espiritualmente, y no sólo eso, sino también inteligentes en el manejo de los asuntos de esta vida. Es algo para todos los santos, no tratándose aquí del privilegio de algunos dotados.
Necesitamos este "espíritu" para comprender el Plan universal de Dios, pero, en primer término, la luz de la revelación se enfoca en Dios mismo, de modo que somos llevados "al pleno conocimiento de él", con referencia a Dios, bien que se sobreentiende que sólo conocemos a Dios por medio del Hijo encarnado. La traducción "pleno conocimiento" se justifica por el uso del sustantivo ("epignósis"), cuyo prefijo intensifica el sentido normal de ("gnósis"). Sería inútil conocer el Plan sin aumentar en el conocimiento de su autor.
La iluminación de los ojos del corazón. En algunas traducciones se halla "mente" y no "corazón", pero, sin duda alguna, Pablo escribió "corazón" según el testimonio de los mejores textos griegos. En las Sagradas Escrituras, "corazón" significa "el hombre interior", y no sólo la sede de los afectos, según el uso figurado de hoy. De él surgen los pensamientos, los deseos y los impulsos que cuajan luego en acciones. Sobre todo es la fuente de las decisiones, la voluntad.
El mismo Señor señaló al corazón como el centro activo de la vida interior del hombre, con énfasis especial sobre las manifestaciones de la maldad del hombre caído (Mr 7:1-23). El nuevo nacimiento transforma el "corazón", de modo que Pablo puede valerse de la figura, hermosa y atrevida a la vez, de "los ojos de vuestro corazón". Este hombre interior puede ver, pero, para ver bien, necesita la iluminación del Espíritu Santo de Dios, que le capacitará para distinguir entre lo espiritual y lo carnal. Aquí precisa de la ayuda divina para comprender el desarrollo del maravilloso plan de los siglos, con cuanto implica para la vida y el servicio de los santos.
3. Tres peticiones detalladas (Ef 1:18-19)
Pablo pidió que los creyentes recibiesen inteligencia espiritual con el fin de que comprendiesen claramente tres aspectos de las bendiciones que habían recibido en Cristo, y que se detallan en los versículos 18 y 19: a) que supiesen cuál fuese la esperanza de su vocación; b) cuáles las riquezas de la gloria de la herencia de Dios en los santos; c) cuál la magnitud de la potencia que Dios concedía a los santos.
a) La esperanza de la vocación. Los dos primeros elementos de esta petición se relacionan estrechamente con el llamamiento de los creyentes, esto es, aquel que llegó a sus oídos mediante la predicación del Evangelio. Al responder afirmativamente al llamamiento, entraron a formar parte de la maravillosa herencia de Dios, sellada para la redención completa cuando venga el Señor (Ef 1:11-14). ¿Para qué nos llamó? ¿Cuál es la esperanza por medio de la cual fuimos salvos, según la terminología de Pablo en (Ro 8:24)? No es posible contestar estas preguntas aquí, pero recordamos al lector que las Sagradas Escrituras señalan múltiples facetas de la gloria venidera, la Meta que tenemos delante y que nos anima a proseguir por el camino que nuestro Adalid nos abrió. Están allí para nuestro estudio y meditación, con el fin de que la esperanza futura ?la objetiva, la obra final de Dios en cuanto a los suyos? actualice la esperanza presente, "la esperanza que no avergüenza", verdadero tónico del alma cristiana.
b) Las riquezas de la herencia. Esta herencia es la que Dios ha "comprado" por la sangre de Cristo, constituida por los redimidos, y que corresponde a la que se nos presentó en los versículos 11 al 14. La oración de Pablo no sólo pone de relieve "las riquezas de la gloria" de esta herencia, sino que nos hace ver la importancia de que crezca nuestro conocimiento de los propósitos de Dios. Él nos llama a una obra de colaboración con Él mismo: una obra cuya finalidad es la de completar la herencia. Si nuestro conocimiento es limitado y la esperanza pobre y fría, habrá poco entusiasmo y celo en nuestros esfuerzos por extender el Reino de Dios.
c) La magnitud del poder de Dios. Según sus inescrutables designios, Dios ha determinado que la obra del testimonio en el mundo, resultando en la separación y la santificación de quienes han de formar la herencia consumada de la eternidad, ha de ser llevada a cabo por medio de hombres en la tierra: los redimidos desde los apóstoles en adelante, los llamados a servir al Señor. La tarea a la cual fueron llamados los apóstoles en el Día de Pentecostés parecía totalmente fuera de su alcance, ya que ellos constituían un grupo minúsculo frente a las añejas tradiciones del judaísmo y el poderío de las fuerzas satánicas que animaban los sistemas paganos del Imperio de Roma. Pablo analiza la aparente flaqueza y locura de la predicación del Evangelio en tales circunstancias en (1 Co 1:17-2:5), enfatizando a la vez que el Evangelio, el anuncio de Cristo crucificado, es potencia de Dios y sabiduría de Dios para aquellos que reciben el mensaje por la fe. Por los versículos que tenemos delante aprendemos cuál fue la fuente de poder capaz de convertir a unos sencillos galileos en instrumentos que habían de fundar un Reino espiritual, el único duradero, que presenciaría el colapso del judaísmo ?por lo menos en su tierra? y persistiría después de la desaparición de las legiones de Roma.
Para facilitar el análisis, y con el fin de dar el debido lugar a nuestra meditación sobre la glorificación y el señorío de Cristo, en relación con el Plan de los siglos, hacemos un alto entre los versículos 19 y 20, pero la descripción y explicación de "la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros los creyentes" continúa hasta el final del capítulo. Pablo acumula aquí todos los vocablos griegos que expresaban distintas facetas de potencia ?aquel poder dinámico, conocido por su obra eficaz, y no una mera potencia en reserva? relacionándolo todo con la Resurrección y glorificación de Cristo. Es la "dinámica de la potencia de su fuerza la que obró en Cristo, levantándole de entre los muertos y sentándole a su Diestra en los lugares celestiales" (Ef 1:20). Aun el poder necesario para la creación de millones de astros no puede compararse con el que se manifestó en la Resurrección y la glorificación de Cristo. El poder de Satanás obraba por las "armas" del pecado y de la muerte, pero Cristo, por su propia muerte, quitó el pecado y agotó la muerte en su Persona, "destruyendo por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo" (He 2:14). En su Resurrección el Señor "quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad (anunciadas) por el Evangelio" (2 Ti 1:10).
Expresándonos en términos muy humanos, podemos decir que el único "problema" que pudiera existir para Dios era el de vencer el mal, librar a los redimidos y constituirles en "herencia", sin menoscabo de su justicia. Por la Cruz y la Resurrección de Cristo ?conceptos que nunca se separan en el pensamiento de Pablo? Dios ganó la victoria por medio del ejercicio máximo de su potencia, y, según los términos del versículo que comentamos, la manifestación de poder tan incalculable, en operación dinámica, fue "para con nosotros los creyentes", no sólo para redimirnos, sino con el fin de capacitarnos para la obra presente. Al final de su segunda oración en esta Epístola, Pablo nos enseña que el conocimiento del propósito y del amor de Dios se nos concede "para que seamos llenos de toda la plenitud de Dios", obrando esta potencia inconmensurable de Dios en nosotros (Ef 3:18-21). Las implicaciones prácticas son de gran importancia, pues si nos quejamos de la falta de "potencia" en la Obra del Señor, no puede ser motivada por limitación alguna en la dinámica que Dios pone a nuestra disposición, sino por los obstáculos que permitimos obstruir los cauces por donde ha de fluir el poder, es decir, la carnalidad y los pecados que quedan "sin crucificar" en la vida de nosotros los creyentes.
La preeminencia del Cristo glorificado (Ef 1:20-23)
1. Consideraciones generales
Iniciamos una nueva sección aquí ?pese a la continuidad gramatical del pasaje? con el fin de que se destaque el desarrollo del tema principal, el Plan de los siglos. Después de meditar en las sentidas peticiones de Pablo a favor de los amados hermanos de Éfeso ?y de todo lugar? sería fácil gozarnos en los resultados prácticos y devocionales que se derivan de sus súplicas, sin darnos cuenta de que la intención de las súplicas de Pablo es la de capacitamos para comprender las grandes obras de Dios, y que el poder no sólo sirve para potenciar nuestro testimonio, sino también para sujetar todas las cosas bajo los pies del Cristo de Dios, el Encargado de vencer toda oposición, hasta que se produzca la manifestación completa del Reino de Dios.
Hemos de distinguir el aspecto del tema que se destaca aquí en los versículos 20 al 23, de aquel que tratamos en el versículo 10, pese a las analogías que realmente existen. Los términos anteriores enfocaron la luz de la revelación sobre "el cumplimiento de los tiempos", cuando todas las cosas han de ser reunidas (encabezadas) y coordinadas bajo el señorío de Cristo, para existir "en Cristo". Es decir, Cristo ha de ser supremo en los futuros siglos de los siglos. Aquí, sin embargo, se trata de su dominio actual, como resultado directo de su Resurrección y su Exaltación a la Diestra de Dios. En relación con este señorío, Pablo usa el término "iglesia" por primera vez en esta carta, pero ya hemos visto que lo sustancial del concepto se encierra en otras designaciones que describen el conjunto de los redimidos, comprado como heredad del Señor. Las figuras y metáforas cambian, pero todas se resumen en el concepto de Iglesia, como el pueblo espiritual de Dios.
2. La exaltación del Cristo (Ef 1:20-23)
Cristo a la Diestra de Dios. La Resurrección y la Exaltación de Cristo constituyeron conjuntamente el tema principal de Pedro cuando primeramente proclamó el Evangelio en el Día de Pentecostés; frente al rechazo de Cristo por parte de los judíos, quienes clavaron a su Mesías en un madero, valiéndose de los romanos, anunció la resurrección del Señor y su exaltación a la diestra de Dios, desde donde derramó la potencia del Espíritu Santo sobre los creyentes. Dios había trastocado los pensamientos de los hombres en cuanto a su Hijo; ellos le dieron la muerte, pero Dios le concedió el triunfo máximo sobre la muerte, constituyendo al Resucitado Fuente de vida para todo creyente. Ellos le habían dado muerte de criminal en el vil madero, pero Dios le había exaltado a su Diestra, según el resumen de Pedro: "A este Jesús que vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo" (Hch 2:36).
Pablo emplea el artículo al hablar de lo que Dios "obró en el Cristo" (Ef 1:20), enfatizando así que se trata del Mesías, del Ungido, aquel que había de llevar a feliz término todas las obras de Dios. Notemos la identificación exacta entre la proclamación de Pedro y las enseñanzas de Pablo, pues para ambos la Resurrección manifiesta la gran victoria sobre el pecado y la muerte, preludio del dominio de quien ejecuta los designios de Dios desde la "diestra", es decir, desde la sede de su gobierno espiritual, a través de esta dispensación. Como único Mediador, administra los bienes que surgen de su obra de redención.
De nuevo hallamos la frase "en los lugares celestiales", señalando el contexto que el Cristo exaltado se halla en el centro de las esferas donde se desarrolla la vida espiritual de los redimidos. Esto determina el sentido de la expresión, por lo menos para nosotros los creyentes, aunque queda pendiente el misterio de que aún operan las fuerzas del mal en tales esferas (Ef 1:3) (Ef 6:12).
El dominio de Cristo sobre toda jerarquía humana y espiritual. Pablo, por el Espíritu, enfatiza la soberanía absoluta del Cristo exaltado, bien que no se patentice aún en el plano histórico. La mención de "todo principado, y autoridad, y poder, y señorío" encierra misterios que no podemos resolver ahora, pero no se trata de meros términos grandilocuentes que expresen de una forma general el concepto de "toda autoridad". Por medio de sus enseñanzas inspiradas, los apóstoles confirmaron el concepto judaico de que las potencias angelicales ?tanto las obedientes como las caídas? se hallan organizadas en jerarquías, que sin duda reflejan el orden original de Dios al crearlas, bien que las satánicas no pueden ser ahora más que una trágica parodia de su estado primitivo. Ya vimos que aún no han sido lanzadas de ciertas esferas supraterrenales, sin que se nos permita comprender todo el misterio que ello supone durante la dispensación actual. Parecidos órdenes, celestiales o satánicos, se mencionan en (Ef 3:10) (Ro 8:38) (1 P 3:22) (Col 3:16) (Ef 6:12).
Según los postulados de la filosofía de los gnósticos, estas jerarquías constituían un puente entre Dios y la materialidad pecaminosa de este mundo, error que Pablo refuta en Colosenses por subrayar la preeminencia de Cristo como único Mediador entre Dios y los hombres. Lo importante, frente a los versículos 21 y 22 aquí, es que Cristo ha sido exaltado sobre toda autoridad y potencia, no sólo de este siglo, sino del venidero. Todas las cosas han sido sujetas bajo sus pies, y Dios ha ordenado que su Nombre resuene triunfalmente sobre todo otro nombre. Este último concepto nos recuerda la sublime declaración de (Fil 2:9-10): "Dios le ensalzó a lo sumo, y le dio el Nombre que es sobre todo nombre..." acordándonos de que, bíblicamente, el "nombre" no es una mera etiqueta que distingue un ser humano de los demás, sino algo que expresa la plenitud de la personalidad de cada uno y la virtud de su actuación. La realidad existe ahora, pero su plena manifestación espera la revelación final de los propósitos de Dios.
Cristo, Cabeza suprema de la Iglesia. Por referencias posteriores en esta misma epístola, sabemos que "Iglesia" es la designación del conjunto de los salvos, el "Cuerpo místico de Cristo". Por su derivación, "Iglesia" ("ekklesía"), significa "un grupo llamado fuera", y los griegos aplicaban el vocablo a sus asambleas consultivas (Hch 19:39), traducido por "asamblea legal" o "regular". En vista de la gran confusión que reina hoy ?el resultado de los cambios lentos introducidos a través del proceso histórico? es muy importante recordar que, en el Nuevo Testamento, "iglesia" quiere decir, o la totalidad de los creyentes unidos con Cristo por la fe, que es la iglesia "universal", o la iglesia local, que es la reunión de verdaderos creyentes en un lugar geográfico a los efectos de su adoración, comunión y testimonio. La "iglesia local" es el reflejo visible de la "universal", y es la única iglesia visible. No tiene justificación bíblica el uso de "Iglesia visible" para señalar el conjunto de todas las instituciones llamadas "cristianas", y que abarcan, en cuanto al elemento humano, toda persona que profese ser cristiano, aun cuando su manera de vivir le identifique con el mundo.
Es interesante la expresión: "Y (Dios) le dio por cabeza suprema a la Iglesia", pues este sublime "don" se destaca como una faceta del gran plan de Dios para los siglos, renovándose también el concepto de la gracia de Dios que tanto se enfatizó en el versículo 6. Es de veras "el Don que incluye a todo otro don", ya que Cristo, como Cabeza, vitaliza todo el Cuerpo y a la vez él mismo concede a la Iglesia los dones especiales necesarios para su debido funcionamiento (Ef 4:11-12). Su autoridad sobre la Iglesia es absoluta, y hacemos bien en notar que "Cabeza suprema" puede traducirse literalmente por "Cabeza sobre todas las cosas para la Iglesia". Si algo hay en la llamada Iglesia que no está bajo su control, entonces se introduce un elemento negativo que puede llevar su testimonio a la ruina, igual en las grandes instituciones como en la iglesia local de poca fuerza numérica. En algunas capillas se coloca en sitio visible el texto "Jesucristo es el Señor", pero no basta la exposición de esta gran verdad en medio del pueblo de Dios reunido si en la práctica no se ve la debida sumisión a su Nombre. Desde luego, aquí se trata de lo que Dios ha hecho, puesto que Él ha dado a Cristo como Cabeza de la Iglesia según su soberana voluntad, pero la bendición de los fieles consiste en su sumisión a la voluntad revelada de Dios.
La Iglesia como Cuerpo y plenitud de Cristo. Hemos anticipado ya algún comentario sobre la Iglesia como "Cuerpo de Cristo", es decir, como organismo espiritual y no organización humana que elige su cabeza a su voluntad. Entre las distintas figuras que describen el pueblo de Dios, ésta es la más completa y la más sugestiva, ya que cada miembro se une con los demás miembros por la vitalidad espiritual del conjunto, dependiendo todo de la Cabeza que es Cristo. Ya hemos visto que excluye la idea de una corporación institucionalizada, regida por leyes aprobadas en consejos humanos, y quedamos con el concepto fundamental de una "comunión de vida" que fluye de Cristo, que se mantiene por medio de él y que se comunica a todos los miembros.
La última cláusula del versículo 23: "la plenitud de aquel que llena todas las cosas en todos", ha dado lugar a muchas discusiones tanto gramaticales como teológicas, pero aquí no podemos hacer más que simplificarlas y resumirlas. La primera posibilidad es que el apóstol, al designar la Iglesia como "plenitud" de Cristo, sigue desarrollando la figura del Cuerpo, señalando que la Cabeza necesita al cuerpo como su "complemento" natural, formando la totalidad el "Cristo místico" de (1 Co 12:12). Por otra parte, las últimas palabras ponen de relieve que Cristo llena "todo en todos" en el universo, dando valor real a todo lo creado, de modo que el énfasis del pasaje recae sobre la obra de Cristo más que en la función del cuerpo como tal. En consonancia con este concepto, el Cuerpo será la "plenitud de Cristo" en sentido pasivo, o sea, como todas las demás cosas, y en grado especial, es un vaso "lleno de Cristo". La mayoría de los expositores se inclinan a la segunda explicación, mientras que reconocen la posibilidad de la primera, que expresa también una verdad evidente.
Es importante que no perdamos el hilo del tema principal del apóstol. Acabamos de ver la manera en que su primera oración enlaza los aspectos del Plan de los siglos que se presentaron en (Ef 1:3-14), como también con el señorío de Cristo sobre su Iglesia que se funda sobre la Obra del Calvario, con la Resurrección y la Exaltación del Señor a la diestra de Dios. Pero Pablo no pierde de vista el dominio universal del Señor: una realidad presente que espera una manifestación futura y completa. Los últimos conceptos destacan la Iglesia, regida por la Cabeza que Dios le concedió, como el centro del universo, siendo Cristo la "plenitud de todo". Al estudiar la sección (Ef 2:1-10) pasaremos a algo que parecerá muy diferente, pero no lo es, pues el tema de la salvación por la gracia y por la fe ?sin mezcla de obras humanas? constituye el meollo del Plan de los siglos, y hemos de recordar esta continuidad por encima de las divisiones en capítulos, y sin dejarnos influenciar por las veces en que el pasaje siguiente se ha utilizado aisladamente en sentido soteriológico, es decir, como base para doctrinas sobre la salvación del hombre.
Temas para recapacitar y meditar
1. Haga un claro análisis de la oración de Pablo con su preludio (Ef 1:15-19).
2. Una vez introducido el tema de la potencia de Dios en el versículo 19, Pablo lo desarrolla de diversas maneras en este versículo y los siguientes, hasta el versículo 23. Discurra sobre el tema en relación con estos versículos.
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