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Estudio bíblico de Deuteronomio 14:1-15:15

Deuteronomio 14:1-15:15

Decíamos en nuestro programa anterior que los israelitas no debían apartarse del Dios vivo y verdadero. Mientras le sirvieran, disfrutarían de toda clase de bendiciones. Pero cuando no le sirvieran, cuando se apartaran de Él, les vendrían maldiciones. Y los juicios descendieron sobre ellos y tales castigos configuraron su historia. Y así pues, concluimos nuestro estudio del capítulo 13 de Deuteronomio. Ahora aquí en el capítulo 14, encontramos la dieta para Israel. Estudiamos ya algo acerca de la dieta para Israel, en el libro de Levítico 11 y el tema se mencionó nuevamente aquí en Deuteronomio capítulo 12. Hallamos ahora en este capítulo unos reglamentos que son más claros que en las otras referencias. El motivo fue que la ley sobre la dieta que Dios les había dado había sido ya probada durante la marcha a través del desierto. En primer término notamos que

Se prohibieron los ritos paganos

Leamos pues los primeros dos versículos de este capítulo 14 de Deuteronomio:

"Hijos sois del Señor, vuestro Dios; no os haréis incisiones ni os raparéis a causa de un muerto. Porque eres pueblo santo al Señor, tu Dios, y el Señor te ha escogido para que le seas un pueblo único entre todos los pueblos que están sobre la tierra."

Éstas eran las prácticas paganas en aquel entonces. Hoy en día, vemos la continuación de esta costumbre en ciertas tribus que las practican. Hay ciertas tribus en Australia que todavía desfiguran sus rostros. Es parte de su adoración, de su religión. Pero el pueblo de Dios nunca debía hacer tal cosa. Encontramos ahora

Las leyes dietéticas

No sería mala idea si usted volviera al capítulo 11 del libro de Levítico, y leyera acerca de los animales limpios e impuros. La dieta que Dios dio a Su pueblo era más que un simple rito religioso. En realidad había un beneficio físico para los que la practicaban. Esto ha sido comprobado a través de los siglos.

Hay un libro que trata acerca de la plaga que hace muchos años se propagó en Austria. La población judía no sufrió la plaga en absoluto, mientras un elevado porcentaje del resto de la población murió. Entonces, le echaron la culpa a los judíos. Ahora por supuesto, ellos no tenían nada que ver con la plaga. Fueron sus hábitos dietéticos y sus hábitos de vida los que les protegieron de la plaga.

Vivimos en un tiempo en que aparecen dietas de todas clases. Parece que todo el mundo está interesado en ellas. Dios no nos ha dado leyes dietéticas que sean específicas para nosotros. En lo que concierne a nuestra relación con Dios, no importa que nosotros comamos carne o no. Sin embargo, el reglamento dietético de Dios era sensato y saludable, y favorecía la salud y la supervivencia. Continuemos la lectura aquí en el capítulo 14 de Deuteronomio y leamos los versículos 3 hasta el 6:

"Nada abominable comerás. Estos son los animales que podréis comer: el buey, la oveja, la cabra, el ciervo, la gacela, el gamo, la cabra montés, el íbice, el antílope y el carnero montés. También podréis comer todo animal de pezuñas partidas, o sea, hendida en dos mitades, y que rumia."

Había animales limpios que ellos podían comer. Y había dos características que identificaron a los animales limpios y nos enseñan a nosotros algunas lecciones espirituales.

La pezuña del animal debía estar dividida o partida, separada en dos uñas. Este detalle habla del caminar del creyente. La pezuña apartada habla de una vida apartada. No se trata tanto de una vida apartada de algo, como de una vida apartada para algo. El apóstol Pablo dijo en Romanos 1:1, que había sido "... apartado para el evangelio de Dios".

Ahora, sabemos que hay un legalismo que se ha introducido en la conducta de muchos cristianos. Hay personas que no se limitan a vivir según los Diez Mandamientos, sino que han añadido muchos otros e intentan vivir según ellos. No creemos que sea eso lo que Dios está indicando por medio del detalle de la pezuña apartada o separada.

Ahora, la palabra para "hender" en realidad tiene dos sentidos opuestos. Hender puede significar desunir o partir. O bien puede significar pegarse, adherirse o ser fiel a algo. Esto es también cierto lo mismo en la separación. Uno puede estar apartado o separado de algo, o apartado, separado, para algo. Lo realmente importante no es apartarse o separarse de ciertas actividades o hábitos, sino apartarse para Cristo. Cuando uno está separado para Cristo, unido a Él, el caminar diario o la conducta de la persona experimentará un cambio radical.

La segunda característica de los animales limpios era el rumiar. La lección espiritual aquí, es que debemos pasar tiempo con la Palabra de Dios. Dice el Salmo 1:2, hablando del hombre feliz: "en la ley del Señor está su delicia, y en su ley medita de día y de noche". El primer versículo de este Salmo comienza con las palabras, "Bienaventurado el varón". La persona feliz se deleita con la ley del Señor y medita en ella. Esa palabra "medita" tiene el sentido de rumiar, lo cual es ilustrado por la vaca, que tiene un estómago complejo. La vaca pasta por la mañana, cuando la hierba está fresca y acumula esa hierba en un compartimento de su estómago. Más tarde, cuando hace calor, se echa bajo un árbol o permanece allí mismo a la sombra y transfiere aquella hierba de una sección de su estómago a otra, masticándola nuevamente. Eso es el rumiar. Y eso es lo que nosotros debemos hacer con la Palabra de Dios, al leerla y meditar en ella.

Los animales impuros no satisfacen estos dos requisitos. Algunos rumian, pero no tienen la pezuña hendida o las dos uñas. El cerdo por ejemplo, tiene la pezuña partida, pero no rumia. Estos animales eran considerados inmundos y no aptos para comer.

Algunas criaturas marinas también fueron consideradas impuras. Leamos los versículos 9 y 10:

"De entre los que viven en el agua, estos podréis comer: todo lo que tiene aletas y escamas. Pero no comeréis lo que no tiene aletas y escama; os será impuro."

O sea, que tenían que tener dos características visibles para ser comestibles: aletas y escamas.

A continuación, sigue una lista de las aves limpias e impuras, en los versículos 12 al 16. Veamos ahora

Las reglas sobre el diezmo

Leamos los versículos 22 y 23 de este capítulo 14 de Deuteronomio:

"Indefectiblemente apartarás la décima parte de todo el producto del grano que rinda tu campo cada año. Comerás delante del Señor, tu Dios, en el lugar que él escoja para poner allí su nombre, el diezmo de tu grano, de tu vino y de tu aceite, y las primeras crías de tus manadas y de tus ganados, para que aprendas a temer al Señor, tu Dios, todos los días."

Dios había prometido bendecir a Su pueblo de una manera material si ellos le servían. De esa bendición deberían dar el diezmo o décima parte al Señor, tanto del fruto de la tierra, como de sus ganados. Este diezmo había de ser comido delante del Señor, en el lugar del santuario. Ésta sería una fiesta especial delante del Señor.

Ahora, si una familia vivía muy lejos (vv. 24 al 26) como para traer su diezmo de los productos agrícolas o del ganado, podrían vender su diezmo por dinero, para comprar lo equivalente a su diezmo ( como, por ejemplo, bueyes, ovejas, vino, ) y toda la casa debía comerlo delante del Señor. Ahora, según el versículo 29, este diezmo debía ser compartido durante la fiesta con otros. Leamos este versículo, versículo 29:

"Allí vendrá el levita, que no tiene parte ni heredad contigo, el extranjero, el huérfano y la viuda que haya en tus poblaciones, y comerán y se saciarán, para que el Señor, tu Dios, te bendiga en toda obra que tus manos hagan."

Y así concluye nuestro estudio del capítulo 14 de Deuteronomio. Pasamos ahora a

Deuteronomio 15:1-15

En este capítulo encontramos un doble tema. Primero, el programa de Dios para los pobres. Y en segundo lugar, el esclavo permanente. En la actualidad, oímos hablar mucho en cuanto a programas de asistencia a los pobres. Se han organizado muchos programas, pero sin éxito. Dios en cambio tuvo un programa para los pobres, que funcionaba.

Luego en este capítulo hay una sección sobre el esclavo permanente. Y por último hallamos en este capítulo 15, una figura del perfecto sacrificio, que es Cristo. Comencemos leyendo el versículo 1 de este capítulo 15 de Deuteronomio, que comienza a hablarnos del

Año sabático

"Cada siete años harás remisión, es decir, que perdonarás lo que otros te deban."

Cada séptimo año era un año sabático. En aquel año tenían que llevar a cabo una remisión, una liberación. Dice el versículo 2:

"En esto consiste la remisión: perdonará a su deudor todo aquel que haya prestado algo de su pertenencia, con lo cual obligó a su prójimo; no lo demandará más a su prójimo, o a su hermano, porque ha sido proclamada la remisión del Señor."

Dios ya les había dicho que cada séptimo año debían dejar la tierra en barbecho. Se trataba de arar la tierra y dejarla sin sembrar para que descansase. Y ahora se nos habla de la liberación del séptimo año. El israelita no podía hacer una hipoteca que durara más de siete años. No podía haber ningún juicio hipotecario. Cuando el séptimo año llegara, el dinero que había sido prestado o las hipotecas que habían sido hechas, todas debían ser canceladas. Esto era un gran factor compensatorio de la riqueza. Dio a cada hombre una oportunidad igual.

Todos los sistemas políticos en la actualidad se enfrentan con la naturaleza pecaminosa, egoísta, del ser humano. Por lo tanto las formulaciones teóricas armonizan las desigualdades sociales y la provisión de oportunidades a las personas de cualquier condición. Pero en la vida real, todos los sistemas dan lugar a situaciones de injusticia que, frecuentemente, producen una conmoción social. Dios tenía un sistema para Israel que equilibraba las oportunidades, a fin de que al pobre que realmente quisiera trabajar, le fuera posible conseguir algo por sí mismo. El sistema de Dios evitó la riqueza extrema y la pobreza extrema. Leamos ahora el versículo 3 de este capítulo 15 de Deuteronomio:

"Del extranjero demandarás el reintegro; pero lo que tu hermano tenga de ti, se lo perdonarás."

Este reglamento debería ser cumplido por todos los israelitas. Cada séptimo año la deuda de los pobres sería cancelada y tendrían una oportunidad de empezar de nuevo. Ahora, si Israel hubiera guardado esta regla cuidadosamente, el próximo versículo habría sido aplicable a ellos. Leamos el versículo 4 de este capítulo 15 de Deuteronomio:

"Así no habrá mendigos entre los tuyos, pues el Señor te bendecirá con abundancia en la tierra que el Señor, tu Dios, te da por heredad, para que la tomes en posesión"

A dondequiera que uno vaya hoy, en cualquier nación que uno visite, uno queda impresionado por los extremos de pobreza y de riqueza. Estos extremos son el resultado del pecado del ser humano. Uno puede culpar a ciertos individuos, por supuesto, pero la causa fundamental es el pecado del hombre. Si los israelitas hubieran obedecido a Dios en cuanto a esto, no habría ningún pobre entre los miembros de aquel pueblo, porque la sociedad se habría caracterizado por un equilibrio de la riqueza.

No importa qué sistema de gobierno tenga una nación, o su orientación política. El problema fundamental, estimado oyente, siempre será el corazón humano. Mientras éste no sea transformado, surgirán los mismos problemas crónicos de siempre.

Dios llamó a Israel a la obediencia. Si le hubieran obedecido, la pobreza habría sido eliminada. Ya ha quedado debidamente demostrado que la pobreza no puede ser erradicada financiando programas de beneficencia. El resultado ha sido una propagación de la corrupción a muchos niveles. ¿Por qué? El problema no reside en un sistema político determinado, ni en los programas creados para solucionar los problemas; el problema se encuentra en el ser humano. Por lo tanto, un cambio de sistema no soluciona la situación. Y podríamos plantear un caso hipotético. ¿Qué sucedería, si toda la riqueza de una nación fuera repartida equitativamente? Bueno, dentro de unos años, a causa del egoísmo y la corrupción, las desigualdades volverían a aparecer aún más marcadas que antes. Hasta que no se cambie al ser humano, ningún sistema funcionará. Y el problema es interno, del mismo corazón humano. Si Israel hubiera obedecido a Dios, este problema habría sido resuelto. Pero los israelitas fallaron. ¿Por qué? Por el pecado en sus vidas. Por la codicia pecaminosa de la naturaleza humana. Leamos ahora el versículo 6 de este capítulo 15 de Deuteronomio:

"Ya que el Señor, tu Dios, te habrá bendecido, como te ha dicho, prestarás entonces a muchas naciones, pero tú no tomarás prestado; tendrás dominio sobre muchas naciones, pero sobre ti no tendrán dominio."

Israel no obedeció a Dios, y por tanto esta profecía no ha sido cumplida. Es decir, que ha sido cumplida solo en parte. Algunos judíos han llegado a ser los banqueros del mundo. Sin embargo, la nación de Israel no ha obedecido a Dios, y por eso la profecía "prestarás a muchas naciones" ciertamente se ha cumplido, pero la frase "tendrás dominio sobre muchas naciones pero sobre ti no tendrán dominio", aun no se ha cumplido. Leamos ahora los versículo 7 y 8:

"Cuando haya algún pobre entre tus hermanos en alguna de tus ciudades, en la tierra que el Señor, tu Dios, te da, no endurecerás tu corazón ni le cerrarás tu mano a tu hermano pobre, sino que le abrirás tu mano liberalmente y le prestarás lo que en efecto necesite."

Éste es un pasaje de la Escritura, muy extraordinario. Israel nunca lo obedeció completamente cuando fue una nación, y tampoco lo obedece totalmente en la actualidad. Pero, ¿ha notado usted algo? Israel recibe cuantiosas donaciones de judíos de todas partes del mundo. Probablemente recibe más donaciones que las recibidas por cualquier otra nación.

Es que Dios les enseñó desde el principio que debían cuidar de su hermano. Este mismo principio también fue dado a los cristianos. Hay ciertos grandes principios fundamentales, que son verdades eternas, las cuales Dios traslada de una época a otra. Esto es lo que los creyentes en Cristo debieran estar haciendo hoy en día. En la iglesia primitiva había esta solidaridad entre los creyentes; pero en realidad, los creyentes actuales, en líneas generales, no han mantenido esa actitud solidaria. Y estamos seguros de que ni aun Israel, llegó a hacer lo que Dios intentó que hiciera cuando les entregó estas instrucciones que acabamos de leer. Leamos ahora el versículo 9 de este capítulo 15 de Deuteronomio:

"Guárdate de albergar en tu corazón este pensamiento perverso: Cerca está el séptimo año, el de la remisión, para mirar con malos ojos a tu hermano pobre y no darle nada, pues él podría clamar contra ti al Señor, y se te contaría como pecado."

Dios les advirtió diciendo que no debían buscar una explicación racional para evadirse de su responsabilidad. Podían decir que, en cualquier caso, en el séptimo año el hermano no tendría deuda de ninguna especie. ¿Por qué pues, debían ayudarle por un año o dos? Dios les mandó ayudar al hermano pobre en aquel mismo momento. Leamos ahora los versículos 10 y 11:

"Sin falta le darás, y no serás de mezquino corazón cuando le des, porque por ello te bendecirá el Señor, tu Dios, en todas tus obras y en todo lo que emprendas. Pues nunca faltarán pobres en medio de la tierra; por eso yo te mando: Abrirás tu mano a tu hermano, al pobre y al menesteroso en tu tierra."

Dios les había dicho que si le obedecían, no habría pobreza en la tierra. Pero Dios les conocía. Dios conoce el corazón humano, y por eso les dijo que siempre tendrán los pobres en la tierra. Usted recordará que el Señor Jesús dijo lo mismo en Mateo 26:11. Dijo Jesús: "Porque siempre tendréis pobres con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis."

Ahora, en los versículos 12 al 15, se nos habla de los esclavos. Y los esclavos debían ser librados en el séptimo año. Cuando el esclavo fuera librado, no debía ser despedido con las manos vacías. En nuestro próximo programa continuaremos con el tema del esclavo permanente. Pero hoy al terminar, nos formulamos una pregunta y hacemos una reflexión final ¿De qué valen las normas justas y buenas, creadas para regular la convivencia social? Por más que sean impuestas por los poderes públicos, las personas siempre encuentran la forma de evadirse de sus responsabilidades personales y comunitarias. No hay poder humano que pueda doblegar esa tendencia, esa maldad, ese egoísmo. Claro que se puede maquillar la realidad con un lenguaje de buenas intenciones. Y, por supuesto que hay personas bien intencionadas que luchan denodadamente para remediar las injusticias que padecen los menos favorecidos de esta tierra. Pero, a la hora de la verdad, sólo Dios puede, por Su Espíritu, regenerar al ser humano. Para ello, envió a Jesucristo a este mundo a padecer por causa del pecado humano, y a sufrir la violencia de los hombres que le llevaría a la muerte. Pero Jesús venció al pecado y a la muerte. Y hoy vive y está cerca de cualquier persona que invoque Su nombre, para salvarla, para transformarla, para liberarla.

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