Estudio bíblico de Jueces 10:6-11:40
Jueces 10:6-11:40
Continuamos hoy nuestro estudio del capítulo 10 de Jueces. Y en nuestro programa anterior hablamos de Tola y Jair. Leamos el versículo 6 de este capítulo 10 de Jueces, que comienza a describir
Diez años de servidumbre bajo filisteos y amonitas
"Pero los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos del Señor y sirvieron a los baales y a Astarot, a los dioses de Siria, a los dioses de Sidón, a los dioses de Moab, a los dioses de los hijos de Amón y a los dioses de los filisteos. Abandonaron al Señor y no le sirvieron."
Uno creería que después de todas sus experiencias, los israelitas aprenderían que al volver a la idolatría, se hallarían o se meterían otra vez en muchas dificultades. A causa de su idolatría, cayeron otra vez en la esclavitud y durante dieciocho años sirvieron a los filisteos y a los amonitas. Realmente, la naturaleza humana es una naturaleza caída y perdida. Jeremías dijo en el capítulo 17 de su profecía, versículo 9: "Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?" Ni usted ni yo conocemos, verdaderamente el corazón humano. Es más fácil para nosotros señalar con el dedo a estos israelitas que vivieron unos mil años antes de Cristo, diciendo que obraron mal, que ver lo que hacemos mal nosotros mismos.
Por cierto, ¿cómo nos va a nosotros hoy en día? Permítanos decir estimado oyente, que hoy hay una gran apostasía en muchos de los llamados cristianos. La naturaleza humana es así y por eso la sociedad en que vivimos se halla hoy ante tantas dificultades. Se han intentado proyectos políticos de proyección social, y ninguno de ellos ha resultado. ¿Por qué? ¿Qué es lo que realmente no funciona? Es que los seres humanos han ido a un lugar diferente al el que debían haber ido para buscar ayuda. Solamente un retorno a Dios les pondrá en el camino apropiado y correcto. Los israelitas se volvieron a los otros dioses y rehusaron servir al Dios vivo y verdadero. Y veamos lo que les ocurrió. Leamos el versículo 7:
"Se encendió entonces la ira del Señor contra Israel, y los entregó en manos de los filisteos y de los hijos de Amón"
Estimado oyente, Dios puede permitirse remover Su instrumento cuando ese instrumento le falla. Muchos creen que Dios tiene que contar con la Iglesia, y con una cierta Iglesia en particular, y que Dios tiene que contar con los que envíen misioneros propagando el mensaje de Su amor. Permítanos decirle que Dios no tiene que contar con ninguno de nosotros. No depende de ninguno de nosotros, de ninguna manera. Pero nosotros sí dependemos de Él y Él desea contar con nosotros.
Los israelitas probablemente habían llegado entonces, al punto más bajo que podían descender. La situación se había vuelto desesperante. Y veamos lo que hicieron, según el versículo 10:
"Entonces los hijos de Israel clamaron al Señor, diciendo: Nosotros hemos pecado contra ti, porque hemos dejado a nuestro Dios y servido a los baales."
Los israelitas por fin se desesperaron tanto que decidieron volver a Dios. Y aquí vemos la misma historia representada nuevamente. Era el ciclo de la historia que también se ha venido cumpliendo hasta nuestros días. Y, ¿qué sucedió entonces? Leamos los versículos 11 al 16 de este capítulo 10 de Jueces:
"El Señor respondió a los hijos de Israel: ¿No habéis sido oprimidos de Egipto, de los amorreos, de los amonitas, de los filisteos, de los de Sidón, de Amalec y de Maón? Y cuando clamasteis a mí, ¿no os libré de sus manos? Pero vosotros me habéis dejado y habéis servido a dioses ajenos; por tanto, yo no os libraré más. Andad y clamad a los dioses que habéis elegido; que ellos os libren en el tiempo de vuestra aflicción. Los hijos de Israel respondieron al Señor: Hemos pecado; haz con nosotros como bien te parezca. Sólo te rogamos que nos libres en este día. Quitaron, pues, de en medio de ellos los dioses ajenos y sirvieron al Señor. Y él se angustió a causa de la aflicción de Israel."
¡Cuán misericordioso y bondadoso es Dios! Ahora, veamos lo que ocurrió leyendo los versículos 17 y 18:
"Entonces se juntaron los hijos de Amón y acamparon en Galaad; se juntaron asimismo los hijos de Israel y acamparon en Mizpa. Y los príncipes y el pueblo de Galaad se dijeron unos a otros: ¿Quién comenzará la batalla contra los hijos de Amón? El que lo haga será el caudillo de todos los que habitan en Galaad."
A los israelitas les hacía falta liderazgo. Y ese vacío de liderazgo siempre ha sido una característica de una generación que se ha apartado de Dios. La verdad es que por muchos años ha habido una falta de liderazgo en el mundo. Nos hace falta un liderazgo vital, pero parece que no podemos hallarlo. Ésta fue la experiencia de Israel. En nuestro relato, acudieron a un hombre poco corriente para que les dirigiera, a quien, en circunstancias normales, no habrían acudido de ninguna manera. Y vamos a ver quién era este hombre aquí en
Jueces 11:1-40
En este capítulo 11 de Jueces tenemos el pacto de
Jefté, el noveno juez
con los ancianos de Galaad. Su embajada a los amonitas. Su promesa solemne. Y su conquista de los amonitas. Leamos el primer versículo de este capítulo 11 de Jueces:
"Jefté, el galaadita, era esforzado y valeroso. Era hijo de una ramera y de un hombre llamado Galaad."
Lo primero que debemos notar es que Jefté era un líder sobresaliente. Pero tenía una mancha negra en su contra. Era el hijo ilegítimo de una ramera. Continuemos con el versículo 2:
"Pero también la mujer de Galaad le dio hijos, los cuales, cuando crecieron, echaron fuera a Jefté, diciéndole: No heredarás en la casa de nuestro padre, porque eres hijo de otra mujer."
El capítulo 2 de los Proverbios, versículo 16, contiene advertencias acerca de "la mujer extraña". En aquellos tiempos "una ramera" significaba "una mujer extraña" o extranjera. Es decir, era una mujer que venía de fuera. El historiador Josefo nos dijo que la mujer de Galaad no era judía. Las Escrituras judías la han llamando ismaelita. Por lo tanto, Jefté era hijo de una común prostituta pagana. Éste era un estigma que deshonraba a una persona desde su nacimiento, fuese quien fuera. Este hombre Jefté fue exiliado, excomulgado y condenado al ostracismo. Según Deuteronomio capítulo 23, versículo 2, la ley de Moisés también le prohibiría reunirse con la congregación del Señor.
El ser un hijo ilegítimo era una desventaja, por cierto, pero muchos han superado esta circunstancia. Reyes, Emperadores, Generales, Poetas y otros personajes se han hallado entre los hijos ilegítimos. Eso es lo que era Jefté también pero, como veremos más adelante, superó esta desventaja. Leamos el versículo 3:
"Huyó, pues, Jefté de sus hermanos, y se fue a vivir en tierra de Tob, donde reunió una banda de hombres ociosos que salían con él."
Jefté había llegado a ser líder de una pandilla de bandidos temerarios. Aquí estaba este hombre con tres obstáculos que tendría que superar para poder ser un líder de su país. Primeramente era hijo de una ramera. En segundo lugar, había sido exiliado por sus hermanos. Y en tercer término, era el líder de un grupo despreciado y rechazado. No era muy probable que fuera a ser usado. Pero ya ve usted que Dios usa a personas que son como este hombre. Dios obra de maneras misteriosas y escoge a los hombres que son despreciados en este mundo. Dios también humilla a los que Él tiene intención de usar. Por ejemplo: humilló a José, humilló a Moisés, y humilló a David. Y del Señor Jesucristo se dijo lo siguiente en el capítulo 53 de Isaías, versículo 3: "Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en sufrimiento; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos". También se dijo acerca del Señor Jesucristo, en el capítulo 20 del evangelio según San Lucas, versículo 17: ". . . La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser la piedra principal" Sus enemigos no quisieron que Él reinara sobre ellos, pero Dios le ha dado un nombre que es sobre todos los nombres.
Hay quienes hoy en día, estimado oyente, alegan ser hijos de Dios. Pero en realidad, no lo son. Son ilegítimos en el sentido que no han experimentado un nuevo nacimiento espiritual. Solamente le es posible a usted llegar a ser hijo de Dios, un hijo legítimo de Dios, confiando en el Señor Jesucristo como su Salvador personal.
Pues bien, Jefté había sido un exiliado, pero ahora sería exaltado. Leamos los versículos 4 hasta el 8 de este capítulo 11 de Jueces:
"Aconteció andando el tiempo, que los hijos de Amón hicieron guerra contra Israel. Cuando ello sucedió, los ancianos de Galaad fueron a traer a Jefté de la tierra de Tob, y le dijeron: Ven, para que seas nuestro jefe en la guerra contra los hijos de Amón. Jefté respondió a los ancianos de Galaad: ¿No me aborrecisteis vosotros y me echasteis de la casa de mi padre? ¿Por qué, pues, venís ahora a mí cuando estáis en aflicción? Los ancianos de Galaad respondieron a Jefté: Por esta misma causa volvemos ahora a ti, para que vengas con nosotros a pelear contra los hijos de Amón y a ser el caudillo de todos los que vivimos en Galaad."
Los ancianos de Galaad le hicieron a Jefté una buena proposición. Y veamos qué dijo entonces Jefté en los versículos 9 y 10 de este capítulo 11 de Jueces:
"Jefté dijo entonces a los ancianos de Galaad: Si me hacéis volver para que pelee contra los hijos de Amón, y el Señor los entrega delante de mí, ¿seré yo vuestro caudillo? Los ancianos de Galaad respondieron a Jefté: El Señor sea testigo entre nosotros si no hacemos como tú dices."
Jefté les puso las cosas difíciles a los ancianos de Galaad, pero ellos tuvieron que tragarse su orgullo y aceptar sus términos. Fue humillante para la nación de Israel acudir a este hombre a quien habían exiliado. Y Jefté expresó con toda claridad que si va a ser juez y librarlos, entonces iba a reinar sobre ellos. En consecuencia, él se hizo cargo de la situación. Leamos los versículos 11 y 12 de este capítulo 11 de Jueces:
"Fue, pues, Jefté con los ancianos de Galaad y el pueblo lo eligió como su caudillo y jefe. En Mizpa, Jefté repitió todas sus palabras delante del Señor, y envió mensajeros al rey de los amonitas, diciendo: ¿Qué tienes tú conmigo, para venir a hacer guerra contra mi tierra?"
Si usted continúa leyendo los versículos siguientes a esta porción de la Escritura, observará que es una sección extensa en la cual Jefté bosquejó la manera en que los amonitas entraron en la tierra, y explicó que la tierra en realidad, pertenecía a los israelitas, quienes habían ganado ese territorio de un modo legítimo. Claro que los amonitas trataron no solamente de expulsar a los israelitas de la tierra prometida, sino que también intentaron exterminarlos. No pensamos entrar en detalle en esta sección, pero no sería malo que usted la leyese, estimado oyente, por la sencilla razón de que Jefté bosquejó en este pasaje una explicación muy sensata para la ocupación de Israel de esa tierra. Ellos tenían un derecho legítimo a ella. Veamos entonces ahora la promesa desastrosa de Jefté. Pasemos al versículo 28 y leamos también el versículo 29 de este capítulo 11 de Jueces:
"Pero el rey de los hijos de Amón no atendió a estas razones que Jefté le había enviado. Entonces el espíritu de Jehová vino sobre Jefté, y éste recorrió Galaad y Manasés. De allí pasó a Mizpa de Galaad, y de Mizpa de Galaad pasó a los hijos de Amón."
El rey de Amón rechazó totalmente el mensaje que Jefté le había enviado. Dijo que no aceptaría sus razones. Por tanto, Jefté guió a su ejército contra los amonitas, pero cuando pasó por la tierra y miró al enemigo, sintió temor. Luego, hizo algo que bajo circunstancias normales probablemente no habría hecho. Ahora, recordemos que este hombre había pasado años en el exilio y luego, de repente, fue exaltado a la posición más alta en esa tierra y convertido en un juez. Y la reacción natural de cualquier hombre que fue elevado repentinamente ? fue sentir una gran emoción. E impulsado por la excitación hizo una promesa precipitada. Recuerde también que Jefté no tenía el conocimiento que nosotros tenemos hoy. Era medio pagano, y con antecedentes paganos. No conocía bien a Dios. Ahora, Dios no requirió que él hiciera una promesa. La victoria no sería la recompensa a Jefté por haber hecho algo. Y sin embargo, hizo este voto, aquí en los versículos 30 y 31 de este capítulo 11 de Jueces, que dicen:
"Entonces Jefté hizo voto al Señor, diciendo: Si entregas a los amonitas en mis manos, cualquiera que salga de las puertas de mi casa a recibirme cuando yo regrese victorioso de los amonitas, será del Señor y lo ofreceré en holocausto."
Su causa era justa, y Dios le había dado a Jefté la seguridad total de que saldría victorioso. No era necesario que este hombre hiciera una promesa precipitada como ésta, porque Dios no le había prometido la victoria sobre esa base. Había sido la mano de Dios la que le había elevado a su alta posición. Debía haber reconocido que, ya que Dios le había llevado hasta este momento de su vida, estaría con él y le ayudaría. En el versículo 29 de este capítulo se nos dice que el Espíritu del Señor vino sobre él. No necesitaba añadir nada más a ello. ¿Puede usted imaginárselo diciendo: ". . .cualquiera que salga de las puertas de mi casa a recibirme. . . será del Señor"? Después de todo, era posible que la persona que saliera a recibirle fuera un amigo o un vecino. Jefté no tenía ningún derecho a dedicar u ofrecer a esa persona al Señor. Pasemos ahora a los versículos 34 y 35 de este capítulo 11 de Jueces:
"Cuando volvió Jefté a Mizpa, a su casa, su hija salió a recibirlo con panderos y danzas. Ella era sola, su hija única; fuera de ella no tenía hijo ni hija. Cuando él la vio, rasgó sus vestidos, diciendo: ¡Ay, hija mía!, en verdad que me has afligido, y tú misma has venido a ser causa de mi dolor, porque le he dado mi palabra al Señor y no podré retractarme."
Jefté había hecho una promesa solemne a Dios y creyó que no podía retractarse. La pregunta es esta: ¿ofreció en verdad Jefté a su hija como un sacrificio humano? Vamos a considerar por un momento esta situación. Hay un mito griego acerca de cierto hombre llamado Agamenón, uno que ofreció a su hija para obtener vientos favorables cuando navegaba para Troya. Agamenón era el rey legendario de Micenas y el jefe supremo del ejército griego en la guerra troyana. Agamenón era pagano.
Ahora, el relato Bíblico guardó silencio en cuanto a la promesa de Jefté. No dijo que fuera malo o bueno que él la hiciera. La Escritura nunca le culpó de algo malo. El escritor a los Hebreos en el capítulo 11 de su carta, versículo 32 dijo: "¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas." Podemos comprobar que fue mencionado entre un grupo muy calificado de hombres.
Ahora, en Éxodo capítulo 20, versículo 13 leemos: "No matarás". Dios también dio instrucciones específicas en cuanto al ofrecer a los hijos. En Deuteronomio capítulo 12, versículo 31 leemos estas palabras: "No harás así al Señor tu Dios; porque todas las cosas abominables que el Señor aborrece, las hicieron ellos a sus dioses; pues aun a sus hijos y a sus hijas quemaban al fuego en honor de sus dioses". Dios dijo: "No os pediré que hagáis eso, y no habréis de hacerlo porque es pagano". Dios no permitió que Abraham ofreciera a Isaac. Debemos reconocer ese hecho. En cuanto al caso de Abraham e Isaac, la cuestión era demostrar hasta dónde Abraham estaba dispuesto a llegar en su obediencia a Dios. Pues resultó que Abraham estaba dispuesto a llegar hasta el último extremo. Abraham alzó el cuchillo, y él mismo ya consideró muerto a Isaac. Pero Dios no permitiría que Abraham matara a su hijo.
Ahora, la construcción usada en el lenguaje en el versículo 31, de este capítulo 11 de Jueces, determina la interpretación. Observemos que Jefté dijo: cualquiera que salga de las puertas de mi casa a recibirme cuando yo regrese victorioso de los amonitas, será del Señor y lo ofreceré en holocausto. Vamos a cambiar algo la lectura de la última frase, para leerla de esta manera: "será del Señor o lo ofreceré un holocausto". Ahora, Jefté dijo que haría una de dos cosas: o bien, ofrecería un holocausto, o presentaría una ofrenda al Señor.
La pregunta es: ¿ofreció Jefté a su hija en holocausto? No creemos que lo haya hecho. Lo que se quiso expresar aquí es que él la dedicó para que permaneciese virgen perpetuamente. Y esa era una condición peor que la muerte para una mujer hebrea. Ahí pues, estaba el caso personal de Jefté. Él mismo era ilegítimo y tenía una sola hija. Como era lógico, él quería que ella se casase, para que él pudiera tener nietos. Pero, sucedió que su hija fue quien salió por las puertas a recibirle y él tuvo que ofrecerla al Señor. Eso significaba que ella nunca se casaría. Usted quizás me pregunte: ¿puede usted estar seguro de eso? Bueno, escuche lo que dijo la joven en los versículos 36 y 37 de este capítulo 11 de Jueces:
"Ella entonces le respondió: Padre mío, si le has dado tu palabra al Señor, haz conmigo conforme a lo que prometiste, ya que el Señor te ha permitido vengarte de tus enemigos, los hijos de Amón. Y añadió: Concédeme esto: déjame que por dos meses vaya y descienda por los montes a llorar mi virginidad junto con mis compañeras."
Vemos que la hija de Jefté era obediente. Dijo que ella haría lo que él había prometido al Señor. La joven no entendió la promesa de su padre, en el sentido de que ella sería el holocausto y sacrificio sino que, más bien, no se iba a casar. Esto está claro en el versículo 37. No sería presentada como novia a ningún hombre, porque su vida estaría dedicada al Señor. Leamos los versículos 38 al 40:
"Jefté le respondió: Ve. La dejó por dos meses. Fue con sus compañeras y lloró su virginidad por los montes. Pasados los dos meses volvió a su padre, quien cumplió el voto que había hecho. La hija de Jefté nunca conoció varón. Por eso es costumbre en Israel que todos los años vayan las doncellas de Israel a llorar a la hija de Jefté, el galaadita, durante cuatro días."
Este pasaje nos dice que la hija de Jefté no se casó. En lugar de casarse, ella dedicó su vida al Señor. La palabra "llorar" en el versículo 40 puede significar celebrar. Cada año, durante cuatro días, la hija de Jefté sería recordada de una manera especial, por haber sido totalmente dedicada al Señor y a Su servicio. No hay ninguna indicación de que ella haya sido ofrecida como un sacrificio humano. Durante años se ha discutido esta historia y, especialmente la pregunta: "¿Ofreció Jefté a su hija como sacrificio?" No, estimado oyente, no la ofreció como sacrificio. Pero esa no es la cuestión, porque Dios no le habría permitido ofrecer a su hija como holocausto. El hecho significativo es que Jefté cumplió su promesa. Su voto fue algo sagrado, que trató con la debida seriedad. Fue una declaración precipitada, con toda seguridad, pero no fue una presunción vana. No fue una promesa superficial. Y la Palabra de Dios estimado oyente, tiene algunas cosas severas que decir, en cuanto al hacer promesas solemnes.
Tomemos nota de lo que dice el Eclesiastés 5:2, 4, 5, sobre el hacer promesas: "2No te des prisa a abrir tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios, porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra. Sean, por tanto, pocas tus palabras. 4Cuando a Dios hagas promesa, no tardes en cumplirla, porque él no se complace en los insensatos. Cumple lo que prometes. 5Mejor es no prometer que prometer y no cumplir". Haremos bien en prometer a Dios sólo lo que creemos que somos capaces de llevar a cabo. ¿Has hecho alguna promesa a Dios? Si así es, Él quiere que la cumplas. Dijo San Pablo en su segunda carta a Timoteo 2:11-13: "11Palabra fiel es esta: Si somos muertos con él, también viviremos con él; 12si sufrimos, también reinaremos con él; si lo negamos, él también nos negará; 13si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo". Dios cumple Su Palabra. Cumplámosla nosotros también. La actitud del juez Jefté debiera ser una lección para cada uno de nosotros en la actualidad. Estimado oyente, al despedirnos hoy le recordamos lo que también añadió San Pablo en su segunda carta a los Tesalonicenses 3:3: El Señor es fiel, y os mantendrá firmes y os protegerá del mal.
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