Estudio bíblico de Hechos 2:1-13
Hechos 2:1-13
Continuamos hoy nuestro estudio en el libro de los Hechos de los Apóstoles y llegamos al capítulo 2. Pero antes de entrar en el estudio de este capítulo 2, quisiera mencionar una vez más el hecho de que el capítulo 1 de los Hechos concentró en un punto de enfoque común a los cuatro evangelios. El evangelio según San Mateo, concluyó con la Resurrección. El evangelio según San Marcos, concluyó con la Ascensión. El evangelio según San Lucas concluyó con la Promesa del Espíritu Santo. Y el evangelio según San Juan, terminó con la Promesa de la Segunda Venida. Y el capítulo 1 de los Hechos reunió a esos cuatro grandes acontecimientos y mencionó cada uno de ellos. Los cuatro evangelios desembocaron, por decirlo así, en el libro de los Hechos de los apóstoles. Y el libro de los Hechos constituyó un puente entre los Evangelios y las epístolas o cartas apostólicas. Bien, y ahora sí vamos a entrar en nuestro estudio del capítulo 2. Este capítulo 2, cuyo tema es el día de Pentecostés, puede ser dividido en dos partes principales. Los versículos 1 hasta el 13 contienen la Venida del Espíritu Santo. Y, en los versículos 14 al 47, se encuentra el primer sermón pronunciado por el apóstol Pedro en la época de la iglesia. Leamos pues el primer versículo de este capítulo 2 de los Hechos, iniciando el párrafo correspondiente a
La venida del Espíritu Santo
"Cuando llegó el día de Pentecostés estaban todos unánimes juntos."
El día de Pentecostés debía celebrarse cincuenta días después de la fiesta de las primicias o primeros frutos. Usted recordará que en nuestro estudio del libro de Levítico vimos que la fiesta de las primicias hablaba de la resurrección de Jesucristo. Y el apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios capítulo 15, versículo 23 dijo: "Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida". La pascua en cambio, hablaba de la muerte de Jesucristo. El apóstol Pablo una vez más en su primera carta a los Corintios capítulo 5, versículo 7 dijo: ". . .porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros."
Como la Pascua se ha cumplido en la muerte de Cristo y la fiesta de las primicias ha encontrado su cumplimiento en la resurrección de Cristo, creemos que la fiesta de Pentecostés aquí representaba algo; es decir, que era el cumplimiento de algo. Fue el día en que nació la Iglesia, el día cuando la Iglesia comenzó a existir.
La expresión "cuando llegó el día de Pentecostés", o cuando se cumplió, significó que éste era el cumplimiento del designio y propósito para el cual esta fiesta fue dada originalmente. En Pentecostés debía haber una ofrenda del nuevo grano al Señor, y ésta debía ser ofrecida en dos panes de la mejor harina cocidos con levadura, como vimos en el capítulo 23 de Levítico. Esto debía representar el principio y el origen de la Iglesia. Esta fiesta hablaba de la venida del Espíritu Santo para el ministerio muy particular de llamar de este mundo a un pueblo para formar el cuerpo de Cristo, que es la iglesia.
En otras palabras, lo que Belén fue para el nacimiento de Cristo, Pentecostés y Jerusalén lo fueron para la venida del Espíritu Santo. El Espíritu Santo se encarnó y comenzó a bautizar a los creyentes. Esto significa que les identificó con Cristo como Su cuerpo aquí en la tierra. El apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios capítulo 12, versículo 13 explicó: "Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, tanto judíos como griegos, tanto esclavos como libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu."
El Espíritu Santo comenzó a hacer una obra en el día de Pentecostés. El día de Pentecostés se cumplió con este evento. La expresión "Cuando llegó", no se estaba refiriendo a una determinada hora del día. Significaba que Pentecostés, que Israel había estado celebrando durante muchas generaciones, al fin se había cumplido. Veamos ahora el versículo 2 de este capítulo 2 de los Hechos:
"De repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban"
Permítanos ahora dirigir su atención hacia algo que consideramos muy importante. Cuando el Espíritu Santo vino, no fue en una forma visible. Sin embargo, dio a conocer Su presencia de dos maneras. Hubo una apelación a dos de las vías sensoriales mediante las cuales el género humano recibe su conocimiento. Adquirimos la mayor parte de nuestro conocimiento por las puertas de entrada del oído y del ojo. Oímos y vemos. Pues bien, el Espíritu Santo hizo uso de ambas vías.
Por medio del oído percibieron un ruido que llegó del cielo, como de un viento fuerte que llenó toda la casa donde estaban sentados. No fue ningún viento. Fue un estruendo como de un viento. No fue como el ruido de la brisa que sopla suavemente por las copas de los árboles. Producía el ruido de un huracán o de un tornado y creemos que toda la ciudad de Jerusalén lo pudo escuchar.
Leamos ahora el versículo 3 de este capítulo 2 de los Hechos:
"y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos."
Observemos que las lenguas eran como de fuego. No eran fuego, sino que parecían de fuego. Esto llamó la atención por medio de la vía del ojo. Por tanto, en aquel día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo vino a la Iglesia, bautizándolos al cuerpo de Cristo, hubo una apelación a sentidos como el oído y a la vista.
Esto no debe ser confundido con el bautismo de fuego. El bautismo de fuego es el juicio que todavía ha de venir. En el libro de Apocalipsis vemos la ira de Dios revelada desde el cielo como un fuego del cielo. Ese será el bautismo de fuego. Si los hombres no reciben el bautismo del Espíritu Santo, entonces tendrán que experimentar el bautismo del fuego que significa juicio. El bautismo de fuego es sólo para aquellos que han rechazado a Jesucristo. Pero, ese fuego de juicio es algo todavía futuro. El Espíritu Santo vino en el día de Pentecostés, y ellos vieron algo que tenía la apariencia del fuego. Continuemos ahora con el versículo 4 de este capítulo 2 de los Hechos:
"Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablaran."
Este versículo dice que ellos fueron llenos del Espíritu Santo. Ahora, alguien cuestionará el hecho de que hemos estado diciendo que fueron bautizados con el Espíritu Santo. ¿Fueron de veras bautizados? Creemos que sí. El Señor Jesús les dijo que lo serían. Dice en el capítulo 1 de este libro de los Hechos, versículo 4 y 5: "Y estando juntos, les ordenó: no salgáis de Jerusalén, sino esperad la promesa del Padre, la cual oísteis de mí, porque Juan ciertamente bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días". El mismo hecho de que fueron llenos del Espíritu Santo indicaba que todos los otros ministerios del Espíritu Santo a los creyentes de esta época habían sido realizados.
En primer lugar, ellos fueron regenerados Una persona tiene que nacer de nuevo espiritualmente. En el evangelio según San Juan, capítulo 3, versículo 5, Jesús respondió al fariseo Nicodemo: ". . . De cierto, de cierto te digo, que el que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios". En segundo lugar, el Espíritu de Dios viene a morar en ellos. Dijo el apóstol Pablo en su carta a los Romanos, capítulo 8, versículo 9: "Pero vosotros no vivís según los deseos de la débil condición humana, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios está en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él". En tercer lugar, fueron sellados por el Espíritu Santo para una relación eterna con Dios. El apóstol Pablo en su carta a los Efesios, capítulo 1, versículos 13 y 14 dijo: "En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras o garantía de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria". Y una vez más en el capítulo 4 de la misma carta a los Efesios, versículo 30 dijo: "Y no hagáis entristecer al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención". Ahora es posible contristar al Espíritu Santo de Dios, pero no es posible contristarlo hasta el punto de que salga de uno. El Espíritu de Dios sella al creyente para el día de la redención. Nunca se nos mandó pedir el sello del Espíritu Santo. Eso es algo que Dios hace al creer nosotros en Él. La fe en Jesucristo nos da el sello del Espíritu Santo para el día de la redención.
En cuarto lugar, fueron bautizados con el Espíritu Santo. El bautismo del Espíritu Santo fue predicho por Juan el Bautista en el capítulo 3 del evangelio según San Lucas, versículo 16, y fue repetido por el Señor Jesús, como vimos en el capítulo 1 de los Hechos, versículo 5: "Porque Juan ciertamente bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días". Entonces tuvo lugar este bautismo, que les colocó en el cuerpo de los creyentes. Señaló el principio de la Iglesia. Desde aquel día en adelante, todo creyente en el Señor Jesucristo es puesto en el cuerpo de Cristo por el bautismo del Espíritu Santo. Como dijo el apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios, capítulo 12, versículo 13: "Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, tanto judíos como griegos, tanto esclavos como libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu."
Ahora, la plenitud del Espíritu Santo también tuvo lugar en el día de Pentecostés. Observemos que dice aquí en el versículo 4: "Y fueron todos llenos del Espíritu Santo". Esta plenitud del Espíritu Santo fue para el servicio cristiano. La experiencia del día de Pentecostés resultó de la plenitud del Espíritu Santo. Hoy ocurre lo mismo. La plenitud del Espíritu Santo es para servicio. Ésta es la única obra del Espíritu Santo que debemos pedir. Se nos mandó a ser llenos del Espíritu Santo, como dijo el apóstol Pablo en su carta a los Efesios, capítulo 5, versículo 18: "No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu". Cabe destacar aquí que antes de Pentecostés los creyentes anhelaban esta plenitud del Espíritu. En el capítulo 1 de los Hechos, versículo 14 leímos: "Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego". Ahora, ¿A qué se referiría su ruego? Pues, a la promesa del Señor Jesús que les enviaría el Espíritu Santo.
El bautismo del Espíritu Santo no es un mandamiento que nos haya sido dado. No es una experiencia. Es un acto de Dios por medio del cual el Espíritu Santo viene a morar en el creyente en Jesucristo, sellándole para el día de la redención, y colocándole en la iglesia, es decir, en el cuerpo de Cristo mediante el bautismo del Espíritu. Ahora, la plenitud del Espíritu de Dios, le capacita al creyente para el servicio cristiano. Se nos manda pues que seamos llenos del Espíritu Santo.
Después de que fueron llenos del Espíritu Santo, dice el versículo 4 de este capítulo 2 de los Hechos, que: "comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablaran."
Ahora estas ". . . otras lenguas. . ." no eran lenguas desconocidas. Había muchas lenguas habladas por los judíos en todas las provincias del Imperio Romano. Estos adoradores habían venido de las diferentes partes del Imperio Romano para la fiesta de Pentecostés. Recordemos que a todos los varones judíos se les requería ir a Jerusalén para la celebración de tres de las fiestas anuales. Estaban pues, en Jerusalén para la fiesta, y muchos de éstos no podían hablar hebreo.
Ahora, esto no era extraño. Hay muchos judíos en nuestros países hoy que tampoco pueden hablar hebreo. Por muchos años fue un idioma casi sin uso, aunque hoy en Israel, se habla nuevamente.
El día de Pentecostés no puede ser duplicado. Fue un punto preciso en la historia que marcó un acontecimiento histórico. No podemos duplicarlo de ninguna manera, así como tampoco podemos duplicar el nacimiento de Cristo en Belén, en el tiempo de la Navidad.
El Espíritu Santo vino en el día de Pentecostés. No es necesario pedirle que venga de nuevo. Ya está aquí. El Espíritu Santo de Dios está en el mundo hoy en día. Y Jesús nos dijo lo que haría después que viniera Su Espíritu. Jesús dijo en el capítulo 6 del evangelio según San Juan, versículo 14: "Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber". Cuando estamos hablando acerca de las cosas de Cristo, trayendo honor y gloria a Su Nombre, sabemos que el Espíritu Santo de Dios está actuando.
Ahora, el versículo 4 de este capítulo 2 de los Hechos termina diciendo: "...según el Espíritu les daba que hablasen". Estos apóstoles eran de Galilea. No podían hablar todos los otros idiomas que más adelante se mencionan en este pasaje. Pero en aquel momento los estaban hablando. El Espíritu les daba la capacidad de hablarlos. Ahora, leamos el versículo 5 de este capítulo 2 de Hechos:
"Vivían entonces en Jerusalén judíos piadosos, de todas las naciones bajo el cielo."
Habían llegado de todas partes para participar en la fiesta de Pentecostés. Éste era el motivo por el cual se encontraban en Jerusalén. Ahora el versículo 6 dice:
"Al oír este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua."
Creemos que se refiere a aquel estruendo como de un viento fuerte que soplaba, que Jerusalén escuchó y por eso se juntó la multitud. Creo que nunca me olvidaré la primera vez que escuché cuando uno de estos aviones supersónicos rompió la barrera del sonido. Todos salieron para ver qué había sucedido. De dónde había procedido ese estruendo. Nunca antes habíamos oído tal ruido. Pues bien, creemos que este estruendo aquí fue algo que el pueblo de Jerusalén nunca antes había oído. Y por tanto, salieron con precipitación para ver de dónde procedía ese estruendo. Y creemos que esto tuvo lugar en el área próxima al templo y que había allí unos ciento veinte creyentes como se menciona en el capítulo 1, versículo 15 de este libro de los Hechos.
Ahora, los que se juntaron allí estaban confundidos, porque no solamente que hablaban el idioma de su país, sino que también cada persona oyó su propio dialecto; es decir, la manera en que cada idioma era hablado en una parte del país. Pero estos hombres no hablaban algo ininteligible. No hablaban en lenguas desconocidas, sino en los dialectos de las personas que se hallaban en la multitud.
Ahora, hay otro aspecto que debemos mencionar. Algunos eruditos Bíblicos piensan que es posible que los apóstoles no hablaran en lenguas extrañas de ninguna manera, pero hablaran en su propio dialecto galileo. En ese caso, el milagro bien pudo haber ocurrido en el oír, porque se dice que cada hombre les oía hablar en su propio dialecto. Entonces, el milagro que anuló la barrera del idioma, ¿estuvo en el hablar o en el oír? El caso fue que se trató de un milagro. Leamos ahora los versículos 7 al 11:
"Estaban atónitos y admirados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, los oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido? Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, el Ponto y Asia, Frigia y Panfilia, Egipto y las regiones de África más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes, los oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios."
Aquí había gente de tres continentes. Ciertamente hablaban diversos idiomas y dialectos. Todos oyeron hablar a estos galileos en un dialecto comprensible. No se trataba de lenguas desconocidas, sino de lenguas que los oyentes entendieron. Y dice el versículo 12:
"Estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto?"
Estaban perplejos y no comprendían lo que estaba ocurriendo. Ahora el versículo 13 dice:
"Pero otros, burlándose, decían: Están borrachos."
Es decir, que creyeron que estos hombres estaban ebrios, estaban borrachos.
Debemos terminar por hoy. Es evidente que el pasaje que hemos estudiado tiene un protagonista principal: el Espíritu Santo. Estimado oyente, recordará usted que, hablando con los suyos poco antes de Su muerte, Jesús, al anunciarles Su partida, también les comunicó que vendría el Espíritu Santo. Si usted confía en el Señor Jesucristo como su Salvador, el Espíritu Santo vendrá, le regenerará y vendrá a morar en usted. Entonces comenzará a disfrutar de todos los recursos que Dios ofrece a Sus hijos, junto con la fortaleza y el consuelo para hacer frente a las circunstancias tan variables de la vida. Porque la Biblia lo dice y nosotros, por nuestra propia experiencia también lo afirmamos, queremos que usted sepa que merece la pena ser un hijo de Dios.
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