Estudio bíblico de Génesis 25:1-34
Génesis 25
Este es otro capítulo importante de la Biblia. Nos relata la muerte de Abraham y el nacimiento de los hijos de Isaac y Rebeca, los mellizos Esaú y Jacob. Se mencionan las generaciones de Ismael, así como también las generaciones de Isaac. Luego, se incluye el incidente relacionado con la primogenitura. Aunque este capítulo concluye el relato de la vida de Abraham, en realidad, su historia finalizó en el capítulo 23, cuando envió a su siervo a encontrar una esposa para Isaac.
Extraeremos de estos pasajes Bíblicos algunas lecciones. Leeremos los primeros dos versículos, que nos cuentan que
Abraham se casó con Cetura y tuvo más hijos
"Abraham volvió a tomar mujer, y su nombre era Cetura. Y ella le dio a luz a Zimram, a Jocsán, a Medán, a Madián, a Isbac, y a Súa."
Vemos que, después de la muerte de Sara, Abraham se volvió a casar y tuvo otros 6 hijos. Cualquiera hubiera pensado que, a su edad, el patriarca era incapaz de tener más hijos. Humanamente hablando, podría haber sido así. Pero Dios había obrado milagrosamente en él. No solo había tenido a su hijo Isaac, sino que aquí le vemos tener otros hijos que, a su vez, dieron origen a naciones. Con todo, la descendencia de la promesa de Dios permaneció vinculada a Isaac.
Resulta interesante que se citen aquí a Medán y a Madián, que darían origen a los madianitas y medanitas, en la descendencia de Abraham. Los otros hijos no originaron pueblos que podamos identificar. Es significativa la inclusión de los madianitas, que más adelante se entrecruzarán con el pueblo de Israel, porque Moisés fue a la tierra de Madián y tuvo una esposa de ese pueblo. Pero recordemos que la descendencia de la promesa de Dios a Abraham estaba ligada a su hijo Isaac, no a Ismael ni a estos descendientes aquí citados.
Antes de morir, Abraham aun reconoció a Isaac como el hijo escogido
Leamos los versículos 5 al 11:
"Abraham dio a Isaac todo lo que poseía; y a los hijos de sus concubinas Abraham les dio regalos, viviendo aún él, y los envió lejos de su hijo Isaac hacia el este, a la tierra de Oriente. Estos fueron los años de la vida de Abraham: ciento setenta y cinco años. Abraham expiró, y murió en buena vejez, anciano y lleno de días, y fue reunido a su pueblo. Y sus hijos Isaac e Ismael lo sepultaron en la cueva de Macpela, en el campo de Efron, hijo de Zoar heteo, que está frente a Mamre, en el campo que Abraham compró a los hijos de Het; allí fue sepultado Abraham con Sara su mujer. Y sucedió que después de la muerte de Abraham, Dios bendijo a su hijo Isaac. Y habitó Isaac junto a Beer-lajai-roi."
Aquí se aclara que Abraham dejó a Isaac todas sus posesiones, lo cual confirmó la posición de éste como fundador de la nación que, descendiendo de él llevaría el nombre de Israel. Después del entierro de Abraham, Isaac regresó al lugar donde había conocido a Rebeca.
Entre los versículos 12 y 18, se citan las
Generaciones de Ismael
El hijo de Abraham y de Agar, la sierva egipcia de Sara. Como hemos destacado en un programa anterior, el Espíritu Santo utiliza este método en el libro del Génesis. En primer lugar se cita la línea de descendencia secundaria, que después es dejada de lado y ya no se menciona más. En segundo lugar se cita y se sigue la descendencia por medio de la cual Dios cumplió su plan de redención, que culminó al llegar hasta Cristo. Por ese motivo, una vez presentada la descendencia de Ismael, ahora el texto continúa con la descendencia de Isaac. Leamos los versículos 19 al 26, en que
Se reanuda el relato de la vida de Isaac
Y se menciona el
Nacimiento de Esaú y Jacob
"Estas son las generaciones de Isaac, hijo de Abraham: Abraham engendró a Isaac. Tenía Isaac cuarenta años cuando tomó por mujer a Rebeca, hija de Betuel, arameo de Padán-aram, hermana de Labán arameo. Y oró Isaac al Señor en favor de su mujer, porque ella era estéril; y lo escuchó el Señor, y Rebeca su mujer concibió. Y los hijos luchaban dentro de ella; y ella dijo: Si esto es así, ¿para qué vivo yo? Y fue a consultar al Señor. Y el Señor le dijo: Dos naciones hay en tu seno, y dos pueblos se dividirán desde tus entrañas; un pueblo será más fuerte que el otro, y el mayor servirá al menor. Y cuando se cumplieron los días de dar a luz, he aquí, había mellizos en su seno. Salió el primero rojizo, todo velludo como una pelliza, y lo llamaron Esaú. Y después salió su hermano, con su mano asida al talón de Esaú, y lo llamaron Jacob. Isaac tenía sesenta años cuando ella los dio a luz."
Comentemos brevemente este párrafo, que comienza con una frase que nos recuerda el principio del Evangelio según Mateo, en estas palabras: "Abraham engendró a Isaac, e Isaac a Jacob . . ." Acabamos de ver que Abraham tuvo varios hijos, pero este pasaje enfatiza que sus genealogías no se siguen. Solo se sigue la de Isaac. Las descendencias de Ismael, Madian y otros nombres, solo aparecerán una y otra vez cuando se crucen con los descendientes de Isaac, pero no se comentarán.
Resulta interesante observar que Rebeca, como en el caso de Sara, era estéril. Pero Isaac oró a Dios por ella y entonces ella quedó embarazada y dio a luz mellizos. La lucha entre estos dos hijos representa la lucha que tiene lugar en la actualidad, entre los pueblos árabe e israelí. Rebeca no comprendió lo que estaba sucediendo y, en su frustración, consultó al Señor. De estos hijos se originarían dos naciones, que desde su mismo origen estarían luchando por la supremacía. Según aquella declaración de Dios, y contrariamente a la práctica usual, el hijo mayor serviría al menor. Isaac y Rebeca habían estado casados por unos veinte años cuando estos niños nacieron. El que nació primero fue considerado el mayor y se le llamó Esaú, por ser velludo y pelirrojo. Al segundo hijo le llamaron Jacob, que significaba el usurpador, o el suplantador, porque incluso naciendo aferraba a su hermano por el talón, tratando de ocupar su lugar.
Leamos los versículos 27 y 28, donde se nos cuenta la situación de aquella familia y cómo
Esaú vendió su primogenitura a Jacob
"Los niños crecieron, y Esaú llegó a ser diestro cazador, hombre del campo; pero Jacob era hombre pacífico, que habitaba en tiendas. Y amaba Isaac a Esaú porque le gustaba lo que cazaba, pero Rebeca amaba a Jacob."
Aquí tenemos a los mellizos. A medida que crecían iban manifestando una profunda diversidad de caracteres. No podían ser más diferentes el uno del otro. No solamente habían luchado en el vientre de su madre, sino que continuarían enfrentándose de aquí en adelante. Tenían formas de pensar absolutamente diferentes, así como diferentes actitudes, puntos de vista y modos de vida. A primera vista, Esaú puede parecernos más atractivo que Jacob. Pero sabemos que no siempre se puede juzgar a alguien por las apariencias meramente externas sino por lo que revela el interior de la persona. Así es como juzga Dios a los seres humanos. Esaú era un hábil cazador. Ese tipo de joven que alcanza el éxito y que muchos admirarían hoy; deportivo, atlético, que ama la vida al aire libre. El se concentraba en todo aquello que era físico, que era lo único que le interesaba. Y su aspecto exterior no armonizaba con su personalidad interior. No tenía ninguna comprensión, capacidad o deseo de ocuparse de asuntos espirituales. Tenía grandes pasiones, pero carecía de fuerza interior y de autocontrol. En cambio, Jacob era simple, de carácter tranquilo, a quien no le gustaba salir de su casa, dócil, muy apegado a su madre, y fácilmente influenciado por ella. El versículo 28 nos describía la situación familiar de división que, desgraciadamente, es bastante común hoy en día y una verdadera fuente de conflictos. Esaú era el favorito de su padre, Isaac, y Jacob, el preferido por su madre, Rebeca. Todo ello reflejaba una desunión y falta de comunicación entre marido y mujer.
Como acabamos de resaltar, Esaú resultaba mucho más atractivo que Jacob, con su aspecto de joven saludable. Y Jacob era un hombre astuto que se esforzaba por superar su propia habilidad. No le importaba rebajarse a hacer cosas deshonestas, por lo cual Dios ya se ocuparía de él en el futuro. El detalle interesante es que aunque Esaú pareciese exteriormente más atractivo, en su interior no tenía capacidad para relacionarse debidamente con Dios. Si alguna vez existió alguien típicamente mundano o materialista, él era precisamente esa persona. Su concepción de la vida estaba centrada únicamente en el aspecto físico. En contraste Jacob, en lo más profundo de su ser, tenía un deseo por las realidades espirituales. Le llevó a Dios algún tiempo remover ciertas facetas de su carácter que, como escombros, obstaculizaban que de su interior saliesen a la superficie sus valores y deseos espirituales. Finalmente, la obra de Dios en la vida de Jacob, que se relata en gran parte del libro del Génesis, culminaría con éxito, por lo cual comprobaremos que, en realidad, el fue durante toda su vida un hombre que tenía conciencia de pertenecer a Dios, aunque no lo demostrase hasta una edad avanzada.
A continuación el relato llega a un incidente que ocurrió en el hogar. Porque las respectivas preferencias de los padres ocasionarían dificultades y conflictos. Leamos los versículos 29 al 32:
"Un día, cuando Jacob había preparado un potaje, Esaú vino del campo, agotado; Y Esaú dijo a Jacob: Te ruego que me des a comer un poco de ese guisado rojo, pues estoy agotado. Por eso lo llamaron Edom. Pero Jacob le dijo: Véndeme primero tu primogenitura. Y Esaú dijo: He aquí, estoy a punto de morir; ¿de qué me sirve, pues, la primogenitura?"
Este incidente revela el verdadero carácter de ambos hermanos. Esaú regresó del campo muy cansado y, como vulgarmente se dice, muerto de hambre. Esta claro que, en la casa de Abraham nadie llegaría hasta el extremo de pasar hambre, pues había abundancia de comida. Pero en aquel momento no había nada preparado para comer, salvo el potaje o guiso que Jacob había cocinado. Jacob, el muchacho que siempre estaba en casa era, evidentemente, un buen cocinero.
Entonces Esaú le pidió de comer de aquella especie de sopa vegetal, hecha de lentejas. Jacob, que era un oportunista vio la ocasión de hacerse con el derecho a la primogenitura e intentó comprarlo.
Comentando brevemente sobre el valor de la primogenitura, diremos que implicaba que aquel que lo poseyese, era el jefe, y el sacerdote de la familia. Tratándose de esta familia concreta, significaba que el que poseyese este derecho, estaba incluido en la línea de descendencia que conducía hasta Cristo. Esaú no otorgaba a este privilegio ningún valor y tampoco quería ser el sacerdote de la familia, con la responsabilidad que ello requería. Y Jacob lo sabía. Del diálogo que hemos leído, en el que se acordó la transacción, destacamos la frase de Esaú. "¿De qué me sirve, pues, la primogenitura?"
Esta expresión nos dice mucho del valor que el asignaba a los asuntos espirituales.
Pero la conducta de Jacob estaba también equivocada. Dios había prometido: "el mayor servirá al menor". La primogenitura le llegaría de todas formas a Jacob, pero en el momento establecido por Dios. Pero Jacob no fue capaz de esperar, así que se apresuró a obtenerla por sus propios medios, con habilidad y astucia, intentando conseguir con la mayor ventaja posible de la situación, lo que Dios le había prometido. Trató de manipular los acontecimientos y de adelantarse a los planes de Dios. Debía haber esperado que Dios le concediese dicho derecho. Y es que Jacob actuaba bajo el principio de que, pudiendo hacer u obtener algo por sí mismo, por su propia habilidad y astucia, no veía motivo para esperar que Dios lo hiciese. Se sentía capaz de ocuparse de sus propios asuntos. Podríamos decir que, de acuerdo con la forma normal de actuar en la sociedad, lo hizo bien. Como veremos más adelante, llegaría una etapa de su vida en la que Dios le instruiría en su propia escuela, llevándole a enfrentar graves dificultades y permitiéndole sufrir a causa de la astucia de otro; concretamente, de su tío Labán.
Continuemos con el relato de este incidente y leamos los versículos 33 y 34:
"Y Jacob dijo: Júramelo primero; y él se lo juró, y vendió su primogenitura a Jacob. Entonces Jacob dio a Esaú pan y guisado de lentejas; y él comió y bebió, se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura."
Este relato finaliza destacando el desprecio de Esaú por los valores espirituales, que le llevó a renunciar a aquellos privilegios y responsabilidades del derecho de primogenitura, dominado por la necesidad de satisfacer una necesidad física momentánea.
Así también en la actualidad muchos, incluso numerosas personas que se llaman cristianas, que aparentemente se identifican con la cultura o algunos valores cristianos, parecen mostrar cierta falta de capacidad para vivir la realidad de un auténtico Cristianismo. Quizás están influenciadas por las presiones o influencia de una sociedad cada vez más secularizada y sus puntos de vista, opiniones y filosofía de la vida son similares a quienes no se identifican con el Cristianismo ni con el mensaje de la Biblia.
Las Sagradas Escrituras y, específicamente el relato Biblico que hoy hemos examinado, constituyen un motivo de reflexión y un toque de atención contra una vida exclusivamente centrada en lo físico, lo material, lo perecedero, aquello que es pasajero y temporal. De acuerdo con el mensaje de la Biblia, un verdadero cristiano es una persona que ha respondido al mensaje del Evangelio, se ha sentido objeto de la gracia de Dios aceptando la obra de Jesucristo en la cruz y le ha incorporado a su vida. A esa persona el Espíritu de Dios ha regenerado, enseña, transforma y guía.
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