Estudio bíblico de Hechos 22:6-23:24
Hechos 22:6-23:24
Continuamos estudiando hoy el capítulo 22 de los Hechos de los Apóstoles. Y en nuestro programa anterior hablamos de la defensa que el Apóstol Pablo comenzó a hacer de sí mismo ante el pueblo que se había reunido en Jerusalén. Y notamos cómo había comenzado a hablarles en lengua hebrea, se identificó diciendo quién era, cómo se había educado, y luego les dijo que él mismo anteriormente perseguía a este Camino. Por ese motivo, comprendía cómo ellos se sentían. Había usado la expresión "este Camino", sin mencionar a la iglesia ni a los cristianos, sino que utilizó un término común, que el pueblo judío que se hallaba allí reunido, comprendía. Cuando él dijo "este Camino", estaba, entonces, refiriéndose al Señor Jesucristo mismo, porque Él se presentó como el Camino, la Verdad, y la Vida. Y continuó contándoles como había ido a Damasco para tomar prisioneros a los creyentes y traerlos a Jerusalén, para que fueran castigados. Y continuó entonces Pablo, narrando su conversión. Leamos los versículos 6 al 9 de este capítulo 22 de los Hechos.
"Pero aconteció que yendo yo, al llegar cerca de Damasco, como a mediodía, de repente me rodeó mucha luz del cielo. Caí al suelo y oí una voz que me decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?. Yo entonces respondí: ¿Quién eres, Señor?. Me dijo: Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues. Los que estaban conmigo vieron a la verdad la luz, y se espantaron, pero no entendieron la voz del que hablaba conmigo."
Sería bueno recordar algo del relato de la conversión de Saulo, que se encuentra en Hechos 9:7, donde dice: "Y los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, porque, a la verdad, oían la voz, pero no veían a nadie". Aquí no hay ninguna contradicción con lo que acabamos de leer aquí en el versículo 9 del capítulo 22 de los Hechos, donde dice que los hombres que estaban con Pablo en el momento de su conversión, "vieron a la verdad la luz, y se espantaron; pero no entendieron la voz del que hablaba" con él. O sea que escucharon el sonido de la voz, pero no comprendieron el significado de la voz, ni supieron de quién era esa voz. Continuemos ahora con los versículos 10 hasta el 16 de este capítulo 22 de los Hechos. Continuó Pablo hablando y dijo:
"Yo dije: ¿Qué haré, Señor?. Y el Señor me dijo: Levántate y vete a Damasco, y allí se te dirá todo lo que está ordenado que hagas. Como yo no veía a causa de aquella luz resplandeciente, llegué a Damasco llevado de la mano por los que estaban conmigo. Entonces uno llamado Ananías, hombre piadoso según la Ley, que tenía buen testimonio de todos los judíos que allí habitaban, vino a mí y, acercándose, me dijo: Hermano Saulo, recibe la vista. Y yo en aquella misma hora recobré la vista y lo miré. Él dijo: El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad, veas al Justo y oigas la voz de su boca, porque serás testigo suyo ante todos los hombres, de lo que has visto y oído. Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate, bautízate y lava tus pecados invocando su nombre."
Cabe destacar aquí que Pablo había estado participando de una entrevista privada con el Señor Jesús. Creo que el Señor habló e instruyó a Pablo cuando pasó un tiempo en el desierto de Arabia. Continuemos con los versículos 17 al 20.
"Volví a Jerusalén, y mientras estaba orando en el Templo me sobrevino un éxtasis. Vi al Señor, que me decía: Date prisa y sal prontamente de Jerusalén, porque no recibirán tu testimonio acerca de mí. Yo dije: Señor, ellos saben que yo encarcelaba y azotaba en todas las sinagogas a los que creían en ti; y cuando se derramaba la sangre de Esteban, tu testigo, yo mismo también estaba presente y consentía en su muerte, y guardaba las ropas de los que lo mataban."
Pablo no había olvidado que había estado presente cuando Esteban fue apedreado, y que él había sido el responsable. Esto le había producido una impresión que nunca podría borrarse de su mente, y que en realidad le preparó para su propia conversión. Y continuó Pablo hablando de su visión y dijo aquí en los versículos 21 y 22:
"Pero me dijo: Ve, porque yo te enviaré lejos, a los que no son judíos. Lo oyeron hasta esta palabra; entonces alzaron la voz, diciendo: ¡Quita de la tierra a tal hombre, porque no conviene que viva!"
Pablo mencionó a los no judíos porque había estado entre esa gente, hablándoles de Jesucristo. Los judíos lo habían oído y ya sabían que él lo había hecho. Pero en el momento en que el Apóstol Pablo mencionó a los no judíos, fue como si hubiera encendido una mecha, y los judíos ya no quisieron escucharle más. Y leemos aquí en los versículos 23 y 24 de este capítulo 22 de los Hechos:
"Y como ellos gritaban, arrojaban sus ropas y lanzaban polvo al aire, mandó el comandante que lo metieran en la fortaleza y ordenó que fuera azotado para que hablara, a fin de saber por qué causa gritaban así contra él."
Cuando el Apóstol Pablo dejó de hablar en griego y empezó a hablar en hebreo a la multitud, el comandante se quedó allí sin poder entender lo que Pablo decía. No podía entender lo que estaba ocurriendo, ni tampoco le fue posible comprender en qué consistía el problema. Todo lo que pudo hacer cuando la multitud se enardeció, fue llevar a Pablo dentro de la fortaleza. Y como Pablo era un prisionero, pensó que podría averiguar la verdad de todo este asunto azotándole, como era la costumbre en esos tiempos. Pero veamos como, en el versículo 25:
Pablo apeló a su ciudadanía romana
"Pero cuando lo ataban con correas, Pablo dijo al centurión que estaba presente: ¿Os está permitido azotar a un ciudadano romano sin haber sido condenado?"
Aquí vemos que al Apóstol Pablo le habían entendido mal en todo. Los judíos creían que él había llevado a Trófimo al Templo, pero él no lo había hecho. El comandante había pensado que él era egipcio, que era un provocador de disturbios, y resultó que no lo era. Pero observemos quien era. Era un hebreo que hablaba griego con soltura. Habla griego perfectamente. Además, era un ciudadano romano. Y entonces Pablo apeló a su ciudadanía romana para evitar recibir los azotes que recibían los presos. Y veamos lo que ocurrió en los versículos 26 al 28 de este capítulo 22 de los Hechos:
"Cuando el centurión oyó esto, fue y dio aviso al comandante, diciendo: ¿Qué vas a hacer? Porque este hombre es ciudadano romano. Se acercó el comandante y le dijo: Dime, ¿eres tú ciudadano romano? Él dijo: Sí. Respondió el comandante: Yo con una gran suma adquirí esta ciudadanía. Entonces Pablo dijo: Pero yo lo soy de nacimiento."
Es sorprendente ver que este tribuno había sido antes un esclavo. Quizás él había ahorrado dinero o lo había conseguido por otros medios y de esa manera había podido comprar su libertad. Después había progresado en el ejército romano hasta lograr ascender al grado de comandante. Y el comandante se encontraba asombrado de tener como prisionero a un ciudadano romano que había nacido libre, sin haber tenido que comprar su libertad y ciudadanía. Y dicen los versículos finales, los versículos 29 y 30 de este capítulo 22 de Hechos:
"Así que, al punto se apartaron de él los que le iban a dar tormento; y aun el comandante, al saber que era ciudadano romano, también tuvo temor por haberlo atado. Al día siguiente, queriendo saber con certeza la causa por la cual lo acusaban los judíos, lo soltó de las cadenas, y mandó venir a los principales sacerdotes y a todo el Concilio, y sacando a Pablo, lo presentó ante ellos."
El oficial romano entonces se dio cuenta que tenía en su presencia a un hombre extraordinario. Era un hombre culto que hablaba griego; era judío, pero también era un ciudadano romano, y de ninguna manera era un delincuente común. El comandante resolvió entonces, no tratar a Pablo como tal. Sin embargo, quiso averiguar cuáles eran las acusaciones que se presentaban contra Pablo, y resolvió celebrar una audiencia ante los principales sacerdotes y la junta suprema para oír esas acusaciones.
Vemos, pues, que Pablo tenía muchas ventajas que le convertían en el hombre apropiado para ser un misionero ante el Imperio Romano. El tenía una visión global de su actividad. Su formación griega le había preparado para tener esa perspectiva cristiana cósmica. También había sido educado en el sistema legal de Moisés, lo cual le preparó para interpretarlo a la luz de la venida de Cristo, Su muerte redentora y resurrección. Y una ventaja de no poca importancia era su ciudadanía romana, que finalmente le abrió la puerta para visitar Roma.
Y así concluye nuestro estudio del capítulo 22 de los Hechos. Llegamos ahora a
Hechos 23:1-24
Y en este capítulo tenemos al Apóstol Pablo ante el Sanedrín, supremo tribunal religioso de los judíos, donde se encontraban los líderes religiosos que querían juzgarlo. A partir de este momento encontraremos a Pablo presentando una defensa de sí mismo y de su ministerio. Como los judíos tenían un plan para matarlo, sería conducido preso a Cesarea, para ser juzgado ante Félix. Pasaría unos 2 años allí en la prisión hasta que finalmente apeló y fue enviado a Roma.
Estimado oyente, durante el estudio de este capítulo podremos ver la mano de Dios actuando en la vida del Apóstol Pablo. Y de la misma manera, Dios quiere obrar hoy en su vida y en la mía. Es maravilloso saber que en cualquier parte por donde usted y yo nos encontremos, el Señor está obrando. No importa si nuestras vidas son muy sencillas o rutinarias; Dios tiene interés en nosotros. Dios quiere darnos aquella guía y dirección que necesitamos para poder enfrentar la complejidad de las situaciones propias de nuestra cultura contemporánea.
Volviendo a nuestro relato, recordemos que, frente al Sanedrín, Pablo hizo un intento inútil de explicar su posición y su conducta. Después veremos su traslado a Cesarea para el juicio ante Félix. Ésta es una sección notable, con un relato emocionante de las experiencias de Pablo como prisionero por causa de Jesucristo. Comencemos, pues, leyendo los primeros dos versículos de este capítulo 23 de Hechos, que comienzan a relatarnos
La defensa de Pablo ante el sanedrín
"Entonces Pablo, mirando fijamente al Concilio, dijo: Hermanos, yo con toda buena conciencia he vivido delante de Dios hasta el día de hoy. El sumo sacerdote Ananías ordenó entonces a los que estaban junto a él que lo golpearan en la boca."
Tratemos de imaginarnos a Pablo ante el Sanedrín. Allí se encontraban reunidos el sumo sacerdote y el concilio. Pablo, mirándolos fijamente, comenzó su defensa. El sumo sacerdote se destacó por su brusquedad y agresividad. Ahora dice el versículo 3:
"Entonces Pablo le dijo: ¡Dios te golpeará a ti, hipócrita! ¿Estás tú sentado para juzgarme conforme a la Ley, y quebrantando la Ley me mandas golpear?"
De acuerdo a la ley romana, ningún hombre podía ser castigado hasta que la sentencia hubiera sido pronunciada. El simple hecho de que Pablo había sido arrestado y acusado, no les daba ninguna libertad a aquellos que lo habían arrestado, para abusar de él. En esos días las leyes romanas otorgaban protección legal a los detenidos, pero este incidente del Apóstol Pablo y el juicio de Jesús, nos hacen reconocer que aun la ley romana podía ser desvirtuada. La justicia dependía del que aplicaba la ley. Un sistema o una ley no tienen tanta importancia como aquellos que están encargados de ejecutarla.
En nuestro tiempo hay quienes creen que si cambiáramos nuestra forma de gobierno, se acabarían los problemas. Lo que necesitamos no es un cambio de sistemas, sino una transformación auténtica del corazón humano.
El sumo sacerdote, pues, ordenó que golpearan a Pablo en la boca, pero Pablo continuó hablando de una manera clara y enérgica. Con esto debemos disipar la idea de que Pablo les tenía miedo. Muchas veces interpretamos mal la humildad y creemos que quita la capacidad de reacción ante las injusticias. En realidad, la humildad y la mansedumbre significan que nos sometemos a la voluntad de Dios, sin preocuparnos del precio que haya que pagar. Pablo era manso y humilde, y se sometió a la voluntad de Dios. Sin embargo, demostró conocer sus derechos, habló claro en contra de esta injusticia y llamó al sumo sacerdote hipócrita, advirtiéndole que estaba violando la ley. Continuemos ahora con el versículo 4:
"Los que estaban presentes dijeron: ¿Al Sumo sacerdote de Dios insultas?"
Ahora Pablo no sabía que este hombre era el sumo sacerdote. Creemos que, al verle, en condiciones normales, él habría conocido al sumo sacerdote. Antes de convertirse había sido Fariseo. Pero posiblemente esta sea otra evidencia de que Pablo sufría de una enfermedad de los ojos, y no veía bien. Al entrar en nuestro estudio de las cartas que Pablo escribió, encontraremos otras declaraciones que indican que Pablo tenía dificultades con su visión. El versículo 5 dice:
"Pablo dijo: No sabía, hermanos, que fuera el Sumo sacerdote, pues escrito está: No maldecirás a un príncipe de tu pueblo."
Vemos que Pablo conocía la ley en todos sus detalles. Él sabía perfectamente que había que respetar a los que ejercían la autoridad. Debemos respetar a quienes han sido colocados en posiciones de autoridad, aunque creamos que tales autoridades estén equivocadas o no gobiernen bien. Pablo escribió en su carta a los Romanos, capítulo 13, versículo 1, diciendo: "sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad que no provenga de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas". Es interesante destacar que Pablo escribió esto cuando Nerón ocupaba el trono de Roma, y Nerón, como bien sabemos, estaba loco. Leamos a continuación el versículo 6:
"Entonces Pablo, notando que una parte era de saduceos y otra de fariseos, alzó la voz en el Concilio: Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo; acerca de la esperanza y de la resurrección de los muertos se me juzga."
Pablo, pues, siguió dando a los miembros del Sanedrín más informes en cuanto a su pasado, mientras continuaba hablando. Su padre también había sido fariseo, y por tanto, un hombre rico e influyente.
Ahora veamos cómo el Apóstol Pablo se aprovechó de la discordia existente entre los dos partidos que se encontraban allí presentes para apoyar su propia defensa. La cuestión aquí no era la resurrección de Jesucristo. Simplemente ocurría que los fariseos creían en la resurrección de los muertos, en la cual tenían puesta su esperanza, mientras que los saduceos no creían en la resurrección. Ahora Pablo aprovechó esta diferencia entre ellos, para convertir el juicio en una controversia teológica entre los fundamentalistas y los progresistas de aquel tiempo. Y no le fue muy difícil crear esta situación. Y vemos en los versículos 7 al 9 de este capítulo 23 de los Hechos, lo que sucedió:
"Cuando dijo esto, se produjo discusión entre los fariseos y los saduceos, y la asamblea se dividió, porque los saduceos dicen que no hay resurrección ni ángel ni espíritu; pero los fariseos afirman que sí existen. Entonces hubo un gran vocerío y, levantándose los escribas de la parte de los fariseos, discutían diciendo: Ningún mal hallamos en este hombre; que si un espíritu le ha hablado, o un ángel, no resistamos a Dios."
Cuando los fariseos se enteraron que Pablo había sido un fariseo, salieron en su defensa. Dice el versículo 10.
"Como la discusión era cada vez más fuerte, el comandante, temiendo que Pablo fuera despedazado por ellos, mandó que bajaran soldados, lo arrebataran de en medio de ellos y lo llevaran a la fortaleza."
Ésta fue la primera vez que el doctor Lucas, escritor del libro de Hechos, por primera vez dijo que se produjo una gran discusión. Conociendo la gran moderación de este escritor para describir las situaciones extremas, deducimos que ésta fue la peor disensión que se registró en el libro de Hechos, por parte de cualquier grupo. Pablo nuevamente se halló en tanto peligro que el comandante romano tuvo que intervenir con sus soldados para salvarle de un Sanedrín furioso y fuera de control. Y aunque hemos defendido anteriormente el concepto del gobernador de Acaya, Galión, de separación entre la iglesia y el estado, reconocemos que en esta ocasión el estado estaba actuando adecuadamente para proteger al apóstol Pablo. Por consiguiente, el oficial romano salvó otra vez al Apóstol Pablo sin enterarse de la razón por la que le odiaban. Y leemos aquí en el versículo 11, acerca del momento en que
El Señor se le apareció a Pablo
"A la noche siguiente se le presentó el Señor y le dijo: Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma."
Una vez más vemos que Pablo no estaba fuera de la voluntad de Dios al haber ido a Jerusalén. El Espíritu de Dios le había advertido que tendría prisiones y tribulaciones cuando fuese a Jerusalén. Pero, a pesar de esa advertencia, el Apóstol Pablo iría a Jerusalén y testificaría del Señor Jesús en esa ciudad. Éste era el método de Dios. Pablo nunca había tenido antes una oportunidad como ésta para predicar en Jerusalén. Y Dios le daría una ocasión para testificar también en Roma. Es decir que, en vez de palabras de reproche por haber ido a Jerusalén, Pablo recibió palabras de ánimo. Dios estaba utilizando estos medios para llevarle a Roma. Continuemos con el versículo 12 de este capítulo 23 de los Hechos, que inicia el relato de
La conspiración contra Pablo
"Cuando fue de día, algunos de los judíos tramaron un complot y se juramentaron bajo maldición, diciendo que no comerían ni beberían hasta que hubieran dado muerte a Pablo."
Nos imaginamos que estos judíos habrán pasado mucha hambre y sed antes que este asunto terminara (y nos preguntamos si habrán llegado a terminar su huelga de hambre). En los versículos 13 hasta el 15 leemos que
"Eran más de cuarenta los que habían hecho esta conjuración, los cuales fueron a los principales sacerdotes y a los ancianos y dijeron: Nosotros nos hemos juramentado bajo maldición a no gustar nada hasta que hayamos dado muerte a Pablo. Ahora pues, vosotros, con el Concilio, requerid al comandante que lo traiga mañana ante vosotros, con el pretexto de que queréis indagar alguna cosa más cierta acerca de él; y nosotros estaremos listos para matarlo antes que llegue."
Éste fue el complot que ellos hicieron para asesinar al Apóstol Pablo; pero sabemos que el Señor tenía un plan diferente para Pablo. Dios indicó claramente que Pablo iría a Roma, y vemos que en realidad esto sucedió después. Continuemos leyendo los versículos 16 al 18, para ver cómo se desarrolló este plan.
"Pero el hijo de la hermana de Pablo, oyendo hablar de la celada, fue y entró en la fortaleza y dio aviso a Pablo. Pablo, llamando a uno de los centuriones, dijo: Lleva a este joven ante el comandante, porque tiene cierto aviso que darle. Él entonces, tomándolo, lo llevó al comandante y dijo: El preso Pablo me llamó y me rogó que trajera ante ti a este joven, que tiene algo que hablarte."
Aquí vemos que Pablo ejerció su derecho como ciudadano romano. Además, estos dos versículos nos permiten conocer un poco más acerca de la familia de Pablo, y vemos que tenía una hermana que vivía con su familia en Jerusalén. Continuemos con los versículos 19 al 22:
"El comandante, tomándolo de la mano y retirándose aparte, le preguntó: ¿Qué es lo que tienes que decirme? Él le dijo: Los judíos han convenido en rogarte que mañana lleves a Pablo ante el Concilio, con el pretexto de que van a inquirir alguna cosa más cierta acerca de él. Pero tú no los creas, porque más de cuarenta hombres de ellos lo acechan, los cuales se han juramentado bajo maldición a no comer ni beber hasta que le hayan dado muerte; y ahora están listos esperando tu promesa. Entonces el comandante despidió al joven, mandándole que a nadie dijera que le había dado aviso de esto."
De esta manera el oficial romano se enteró del complot contra Pablo. Hubiera sido muy sencillo para el Apóstol Pablo, decirle a su sobrino aquí: "Gracias por venir, pero como estoy confiando en el Señor, tú puedes regresar a tu casa". Pero no fue así; vemos que Pablo se sirvió de los privilegios que su ciudadanía romana le brindaba y dio aviso al comandante para que tomara las medidas oportunas. Es que Dios provee los medios necesarios y espera que hagamos uso de ellos. Y esto en ningún momento significa que no estemos confiando en el Señor. Significa que estamos confiando en que Dios puede usar los métodos y los medios que Él ha puesto a nuestra disposición para llevar a cabo Sus propósitos. Esto es lo que nosotros ciertamente entendemos por confiar en el Señor. Leamos entonces, lo que hizo el comandante, en los versículos 23 y 24 de este capítulo 23 de los Hechos, que inician un párrafo que nos relata que
Pablo fue enviado a Cesarea
"Llamando a dos centuriones, mandó que prepararan para la hora tercera de la noche doscientos soldados, setenta jinetes y doscientos lanceros, para que fueran hasta Cesarea; y que prepararan cabalgaduras en que, poniendo a Pablo, lo llevaran a salvo a Félix, el gobernador."
Recordemos que un centurión tenía a 100 soldados a su mando. Un verdadero ejército acompañó al Apóstol Pablo en si viaje a Cesarea. Pablo se hallaba siguiendo en todo este asunto la voluntad de Dios. Esto nos revela el peligro que su vida corría. No había duda de que los judíos tenían toda la intención de asesinarle. Pablo fue, pues, llevado a Cesarea para comparecer ante Félix, el gobernador. Recordemos que los gobernadores romanos tenían su centro de operaciones en Cesarea, y solo ocasionalmente subían a Jerusalén. Pilato, por ejemplo, tenía allí su centro de operaciones. Los gobernadores romanos, pues, preferían vivir en Cesarea antes que en Jerusalén, porque el clima era más agradable.
Estimado oyente, en nuestro programa anterior vimos que Dios transforma por Su Espíritu a los que confían en Jesucristo, por su obra en la cruz. Y cuando una vida se entrega incondicionalmente en las manos de Dios, Él se hace cargo de ella, y la utiliza para bendecirla abundantemente, y para le extensión del reino de Dios. Y no hay fuerza en el mundo capaz de impedir que Dios cumpla Su propósito en ese hombre, en esa mujer.
Copyright © 2001-2024 ( TTB - Thru the Bible, RTM - Radio Transmundial, EEA - Evangelismo en Acción). Todos los derechos reservados.
CONDICIONES DE USO