Estudio bíblico: Los primeros pasos del profeta - 2 Reyes 2:14-22
Los primeros pasos del profeta (2 Reyes 2:14-22)
(2 R 2:14-22) "Y tomando el manto de Elías que se le había caído, golpeó las aguas, y dijo: ¿Dónde está Jehová, el Dios de Elías? Y así que hubo golpeado del mismo modo las aguas, se apartaron a uno y a otro lado, y pasó Eliseo. Viéndole los hijos de los profetas que estaban en Jericó al otro lado, dijeron: El espíritu de Elías reposó sobre Eliseo. Y vinieron a recibirle, y se postraron delante de él. Y dijeron: He aquí hay con tus siervos cincuenta varones fuertes; vayan ahora y busquen a tu señor; quizá lo ha levantado el Espíritu de Jehová, y lo ha echado en algún monte o en algún valle. Y él les dijo: No enviéis. Mas ellos le importunaron, hasta que avergonzándose dijo: Enviad. Entonces ellos enviaron cincuenta hombres, los cuales lo buscaron tres días, mas no lo hallaron. Y cuando volvieron a Eliseo, que se había quedado en Jericó, él les dijo: ¿No os dije yo que no fueseis? Y los hombres de la ciudad dijeron a Eliseo: He aquí, el lugar en donde está colocada esta ciudad es bueno, como mi señor ve; mas las aguas son malas, y la tierra es estéril. Entonces él dijo: Traedme una vasija nueva, y poned en ella sal. Y se la trajeron. Y saliendo él a los manantiales de las aguas, echó dentro la sal, y dijo: Así ha dicho Jehová: Yo sané estas aguas, y no habrá más en ellas muerte ni enfermedad. Y fueron sanas las aguas hasta hoy, conforme a la palabra que habló Eliseo."
Ya hemos reflexionado sobre el hecho de que Eliseo rompió y desechó sus propios vestidos tras la ascensión de su padre espiritual. Desde ahora en adelante sólo quería que le vieran con el manto de profeta de Elías que había quedado; eso era su nueva "identidad".
Por otro lado, no fue ni hizo de sí mismo una copia más o menos lograda de su gran modelo, sino que quería tener sus propias experiencias con "el Dios de Elías". Por eso golpeó las aguas del Jordán con el manto diciendo: "¿Dónde está el Señor, el Dios de Elías?".
Todo el aprecio que sentía por el fallecido Elías no le llevó a su sucesor a vivir una vida espiritual de "segunda mano". Y esto precisamente es lo que debería caracterizar nuestro caminar en la fe. Debemos valorar a nuestros padres y madres espirituales, recordando su fe y su fidelidad (He 11), pero luego debemos nosotros mismos poner los ojos en el "Autor y consumador de la fe" para poder presentarnos a la carrera que tenemos por delante (He 12:2).
Ahora Eliseo experimentó personalmente el poder de Dios sobre las aguas del Jordán, que es un símbolo de la muerte, y podemos imaginarnos lo que significó esta experiencia en la fe y el ánimo que esto le dio para los próximos pasos que tenía que dar y para sus futuras tareas. Volvió exactamente por el mismo camino por el que había venido con Elías: pasando por el Jordán a Jericó y después a Bet-el.
La autoridad espiritual no necesita recomendaciones de otros
Cuando los hijos de los profetas vieron a Eliseo en Jericó reconocieron que el espíritu de Elías reposaba ahora sobre Eliseo.
Así que Eliseo no necesitaba a ningún asesor que le presentara una estrategia de las relaciones públicas y que practicara con él cómo ganar popularidad en el pueblo de Dios, adquiriendo así estima y aceptación. Renunció a los esfuerzos más que vergonzosos de algunos creyentes que tratan de llamar la atención sobre sí mismos. Las campañas publicitarias en lo que toca a nosotros mismos, deberíamos aborrecerlas, pues son propias para los políticos en sus campañas electorales, pero no son para los que seguimos al Señor.
No deberíamos tomarnos como ejemplo a Absalón, que reclutó a 50 hombres "que corriesen delante de él" y que le ayudaron a "robar el corazón de los de Israel", queriendo hacerse inmortal en vida (2 S 18:18). Su vanagloria fue literalmente su perdición, pues quedó colgado desamparado entre el cielo y la tierra (2 S 18:9) hasta que Joab clavó 3 dardos en su corazón y le mató.
Cuán diferente se comportó Juan el Bautista que no aprovechó la ocasión favorable para aumentar su popularidad en Israel, sino que sólo tenía un deseo: señalar hacia el Señor Jesús: "A él conviene crecer, mas a mí menguar" (Jn 3:30).
El conocido predicador del avivamiento George Whitefield (1714-1770) a quien sus seguidores quisieron nombrar líder de una denominación propia, les contestó de esta manera: "Que mi nombre sea olvidado y pisado de todas las personas, pero que Jesús sea glorificado. Que mi nombre muera, que mis amigos me olviden, con tal de que la causa del bendito Cristo Jesús avance".
Se cuenta del pastor y evangelista Wilhelm Buch que los organizadores de una gran evangelización estaban deliberando cómo darle las gracias públicamente después de su último mensaje. Cuando Busch se enteró se enfadó enormemente y exclamó: "¡No roben la gloria a Dios!". Semejante actitud va muy en contra de la corriente de nuestra época y también va en contra de nuestro propio corazón que es del todo orgulloso y ávido de honores, y requiere un cambio rotundo cuando nos hemos convertido en siervos del Señor.
La autoridad no la obtenemos con el ropaje religioso ni con aires piadosos, ni con un diploma o estudios en un instituto bíblico, sino únicamente por ser semejantes a Cristo, lo cual sólo puede hacerse por medio del Espíritu Santo.
Opiniones divididas...
Es interesante observar que los hijos de los profetas, al igual que los hombres de Jericó, reconocen de inmediato la autoridad de Eliseo y se inclinan ante él, mientras que los jóvenes de Bet-el, en la escena que sigue, rechazan a Eliseo y se burlan de él. Nosotros también experimentaremos ambas reacciones si seguimos fielmente al Señor Jesucristo.
No obstante, pronto se manifiesta la falta de madurez en los hijos de los profetas. A pesar de que se inclinan ante Eliseo, su comportamiento muestra que no hacían caso o no creían que Elías realmente había sido arrebatado al cielo, así que trataban de interpretarlo según sus propias ideas.
Tenían muchos conocimientos teóricos y estaban perfectamente informados sobre el hecho de que Elías había de ser arrebatado al cielo, pero cuando Elías efectivamente no aparecía, pidieron permiso a Eliseo para ir a buscarle sobre las montañas o en los valles de Israel. Así y todo, su petición expresó su respeto frente a Eliseo y la posibilidad de una intervención de Dios sobrenatural: "...quizá lo ha levantado el Espíritu del Señor, y lo ha echado en algún monte o en algún valle".
Confían en la fuerza y capacidad de "cincuenta varones fuertes", pero su visión espiritual se limita a "montes y valles". A pesar de todos sus estudios teológicos les falta la visión, la mirada hacia la eternidad.
Es que la madurez y sabiduría espirituales no se adquieren mediante clases teóricas, sino solamente teniendo un trato vivo y personal con el Señor en nuestra vida diaria. Allí es donde tenemos que aplicar y vivir nuestros conocimientos en la práctica.
Tiempo perdido y fuerzas desperdiciadas
Aunque Eliseo rehúsa su petición con toda claridad, estos hombres no se conforman e insisten hasta que finalmente cede y los deja ir, pero avergonzándose por causa de ellos. Tres días andan de acá para allá buscando en vano por las regiones de Israel, hasta vuelven lastimados y habiendo desperdiciado tiempo y fuerzas. Vuelven a Eliseo cansados, arrepentidos y ahora son ellos los que están avergonzados.
A veces aprendemos a fuerza de palos, en lugar de ahorrarnos muchos dolores y odiseas sencillamente por medio de la obediencia. El apóstol Pedro tampoco hizo caso de las repetidas advertencias de Jesús para que no se apoyara en sus propias fuerzas. Pero Pedro se creía más listo confiando en su propia fuerza y decisión. Tuvo que negar a su Señor tres veces incluso blasfemando y jurando, hasta que por fin, llorando amargamente supo considerarse correcta y sobriamente.
"¡Siempre he procurado que Dios jamás tuviera que decirme algo dos veces!". Estas palabras de un conocido hombre de Dios, yo por desgracia no puedo repetirlas así por así, más bien tengo que confesar que tuve que dar muchas vueltas extraordinarias que me costaron tiempo y fuerzas, porque creía poder interpretar de otra manera las instrucciones de la Palabra de Dios. Es triste, pero casi siempre aprendemos las lecciones viviendo experiencias negativas, que Dios podría y quisiera evitarnos, si con sencillez obedeciéramos a sus instrucciones.
¿Qué hacer cuando no hay descendencia?
Mientras que los cincuenta hombres fuertes vagaban en vano por la región buscando a Elías en la tierra en vez de en el cielo, Eliseo vive un encuentro sumamente interesante en Jericó con los "hombres de la ciudad". Probablemente eran los responsables o ancianos de esa ciudad de gran historia que como es sabido estaba bajo la maldición de Dios (Jos 6:26) y estaba amenazada por el peligro de extinción. Con sus preocupaciones acuden a Eliseo y le explican la situación sin rodeos: a pesar de todo el aparente atractivo exterior de esta ciudad de las palmeras, en sus calles sopla el viento de la muerte: infecundidad y abortos.
Qué cuadro más apropiado para reflejar el estado de muchas iglesias en nuestros días: grandes y bellos locales, coros profesionales, una acústica magnífica, sermones y mensajes elaborados e ingeniosos, pero sin descendencia, faltan los retoños, hay sólo "abortos". Faltan las conversiones genuinas y resistentes a la intemperie.
Se echa mano de consejeros de fuera, se prueban nuevos métodos, nueva música, se ofrecen cursos de maquillaje y de baile, se hacen barbacoas y comidas en común, se contratan artistas y payasos para animar el ambiente. Con una enorme cantidad de energía y actividades se trata de bailar el agua o de adular a la gente, simplemente porque ya no creemos que la Palabra de Dios predicada con sencillez sea capaz de obrar y atraer, y tememos que aburra a la gente.
Por algún tiempo la cosa parece mejorar, hasta que la gente se da cuenta que fuera de la iglesia las diversiones son de mejor calidad, siendo la televisión además mucho más cómoda para distraerse...
Hace años un pastor americano puso un cartel delante de su iglesia con la siguiente frase: "En esta iglesia o habrá un avivamiento o habrá un entierro!". Desconozco las reacciones que hubo ante esta provocación. Pero sé la indignación que se levanta cuando durante una predicación alguien se atreve a decir que por encima de los asistentes se percibe el olor de muerte....
Con Eliseo se puede hablar claro
Es alentador que en esta historia leemos que los hombres de Jericó no desplazaron ni reprimieron sus problemas, y tampoco disimularon la gravedad del asunto. No cerraron los ojos ante la realidad, acudieron a Eliseo, a quien se dirigieron respetuosamente llamándole "señor" y le contaron sus apuros lisa y llanamente. Cuánta confianza debió infundir la persona de Eliseo para que en su presencia la gente le dijera sincera y libremente sus inquietudes y preocupaciones: la falta de nacimientos, sólo abortos ¡por estar envenenado el manantial!
¡Qué ejemplo magnífico para señalar hacia nuestro Señor Jesucristo tal y como nos lo describen los evangelios! Cuando el Señor entraba en un pueblo o en una ciudad le traían a todos los enfermos y afligidos para que los sanase.
En la presencia de Eliseo, al igual que en la presencia de nuestro Señor, la gente podía desembuchar o decir todo lo que tenían callado. Incluso podían decir a gritos sus problemas agudos y deprimentes, lo cual veremos más adelante.
Qué bendición son también en nuestros días los hermanos y hermanas con los ojos, oídos y corazones abiertos para los pequeños y grandes problemas de sus prójimos y hermanos en la fe; qué bendición los que se toman tiempo para estas cosas.
El remedio: una vasija nueva y sal
Eliseo no mandó cegar o destruir el manantial envenenado, sino que pidió a los hombres de Jericó que le trajeran sal en una vasija nueva. Con ella fue a la fuente de la esterilidad y echó la sal en el agua diciendo en el nombre de Dios: "Yo sané estas aguas, y no habrá más en ellas muerte ni esterilidad".
Estos son los tres remedios que hoy también pueden sanar toda clase de esterilidad espiritual en nuestras iglesias:
Vasijas nuevas. El Nuevo Testamento a menudo denomina vaso a los hombres escogidos y nacidos de nuevo (2 Ti 2:21).
La Palabra de Dios pronunciada y predicada.
Vida nueva y un crecimiento sano en la iglesia son cosas que no se pueden producir con nuevos métodos y condiciones óptimas. Para ello se necesitan personas nacidas de nuevo por el Espíritu de Dios y purificadas, que apliquen la Palabra de Dios con humildad, pero sin recortes y a las claras en lo que se refiere a las situaciones penosas actuales. Entonces se hará visible para todos que hoy también por la Palabra de Dios predicada fielmente, el Espíritu de Dios es más fuerte que todas las corrientes postmodernas que están arruinando la vida en nuestras iglesias. Solamente de esta manera podremos oír nuevamente las voces alegres de niños en nuestras iglesias polvorientas, entumecidas y en vías de extinción, y eso nos traerá nueva esperanza y confianza.
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