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Estudio bíblico: Elías y los profetas de Baal - 1 Reyes 18:1-40

Autor: Roberto Estévez
Uruguay
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Elías y los profetas de Baal (1 Reyes 18:1-40)

La caravana real se desplaza lentamente por el camino. Adelante van los soldados a caballo, con sus penachos coloridos y sus largas y afiladas lanzas. Detrás de ellos, vienen los soldados de la guardia personal del rey. Son fuertes, recios y con aspecto de determinación. Custodian la carroza real, llevada por caballos blancos. En la retaguardia y a los lados del carruaje, les sigue otro grupo de caballería.
— ¡Detente! — dice una voz dentro del carruaje real.
La orden es impartida por Acab, el rey de Israel.
— ¡Alto! — grita el capitán que cabalga al lado del carro.
La voz de mando corre de un extremo a otro. La caravana se detiene. Junto al camino hay un hombre vestido con ropas de profeta. Su atavío es muy sencillo. Es un hombre de edad madura. Alto, delgado. Sus ojos muestran intrepidez. Desde el carruaje, asoma el rostro de Acab. El rey de Israel también es un hombre de edad madura. En sus labios hay una sonrisa burlona, pero sus ojos se mueven agitadamente, como si tratara de evitar la mirada del profeta. Su vestimenta denota su posición y riquezas.
— ¿Eres tú el que está trastornando a Israel? — pregunta el rey.
En su reino, este delito se castiga severamente. Yo hubiera contestado tartamudeando: "No señor rey, yo no soy. Yo soy una persona tranquila que no le hace mal a nadie y que se ocupa nada más que de sus negocios. Quizás usted me confunde con otro".
Pero el varón de Dios invierte la acusación y la dirige al rey sin ningún temor:
— Yo no he trastornado a la casa de Israel, sino tú y tu casa paterna, al haber abandonado los mandamientos del Señor y al haber seguido a los Baales (1 R 18:18).
El rey empalidece. Va a dar la orden para que arresten al profeta, pero antes de que lo haga, la voz fuerte, terminante y poderosa de Elías se hace oír:
— Manda que se reúna conmigo en el monte Carmelo todo Israel.
— ¿Para qué? — pregunta el rey de Israel.
— Yo los desafío — dice el profeta de Dios con voz tonante. — Manda que se reúnan conmigo en el monte Carmelo todo Israel, los 450 profetas de Baal y los 400 profetas de Asera que comen de la mesa de Jezabel.
El rey mira a su alrededor. Allí están los soldados escuchando con atención. Se ha declarado un desafío entre dos hombres. Uno es poderoso y con muchas riquezas. El otro es un héroe de la fe. Los soldados que acompañan al rey han escuchado la historia de la viuda de Sarepta. Han oído acerca del milagro de la multiplicación de la harina y el aceite. Y algunos han oído algo más extraordinario aún: por medio de Elías, el Dios de Israel había resucitado al hijo de esa viuda.
El rostro de Acab enrojece de ira y de vergüenza. Ha sido acusado delante de su séquito de haber dejado a Jehová y de haber seguido a los Baales. Está deseoso de eliminar a ese hombre que lo enfrenta.
— ¡Adelante! — grita el rey.
La caravana se pone de nuevo en movimiento. El profeta de Dios se aleja por un sendero desierto.
"Entonces Acab convocó a todos los hijos de Israel y reunió a los profetas en el monte Carmelo" (1 R 18:20). Los profetas de Acab llegan al lugar en solemnes procesiones, canturreando lúgubremente. Lucen vestidos de colores brillantes. Tienen unos sombreros de forma cónica que los hacen parecer más altos e imponentes. Mientras desfilan, se escucha el sonido grave de los tambores que usan en los sacrificios a Moloc. El monte se va llenando de "dignatarios religiosos". Se ubican en una de las laderas del monte. Son 450 profetas de Baal. Ahora les toca el turno a los de Asera. Estos tienen también ropajes muy vistosos. Llevan grabados en sus togas unos signos extraños que sólo los "iniciados" pueden entender. Desfilan lentamente, entonando un canto fúnebre y monótono. Se disponen en orden, en posición diametralmente opuesta a los sacerdotes de Baal. ¡Qué espectáculo pintoresco! Allí está el rey con su séquito y su corte. Hay 450 sacerdotes de Baal de un lado y 400 profetas de Asera del otro. Parece un gran festival de música pagana. Una especie de "Convención Nacional de Sacerdotes de Baal y Asera". Allí está lo mejor de lo mejor de la vida religiosa de Israel. Ellos son los líderes religiosos patrocinados por la reina Jezabel y su esposo, el rey Acab.
Ahora Elías se dirige al pueblo en un discurso muy breve. Observemos con atención lo que se relata en el versículo 21: "Elías se acercó a todo el pueblo".
Parecería que la multitud está a cierta distancia, como si tratara de "protegerse" de cualquier contingencia, tal como hoy lo hace el público en las carreras de automóviles. No es bueno estar muy cerca en caso de accidente. Elías se acerca a la muchedumbre que retrocede, como si le tuviera miedo.
El rostro del profeta Elías se muestra indignado. Su voz penetrante y fuerte se escucha:
— ¿Hasta cuándo vacilaréis entre dos opiniones? Si el Señor es Dios, ¡seguidle! Y si Baal, ¡seguidle!
A sus palabras le sigue un profundo silencio. Del campo de los profetas de Baal se levanta un rumor de desaprobación. De la zona donde están los de Asera se oye un abucheo generalizado.
El hombre de Dios, sencillamente, está desafiando al pueblo a tomar una decisión. Seguir al Señor o seguir a Baal. De los dioses falsos hay 850 profetas. Del Dios verdadero sólo uno se ha levantado. Sabemos que en ese tiempo había otros profetas del Señor, pero por alguna razón no se habían manifestado.
El pueblo responde con el silencio, que es la respuesta de los culpables. Los ancianos bajan su cabeza. Muchos de ellos saben que Elías tiene razón. Que el Señor debe ser seguido. Otros demuestran indiferencia. Piensan para sí: "¿Hasta cuándo nos va a importunar este fanático con su prédica?".
Pero Elías no ha terminado, y una vez más se escucha su voz atronadora y firme:
— Sólo yo he quedado como profeta del Señor, pero de los profetas de Baal hay 450 hombres.
Si la mayoría alguna vez tuvo la razón, este sería el caso. La relación es de uno contra 450, sin contar los profetas de Asera.
Ahora vienen los detalles del desafío.
— Dennos, pues, dos toros. Escojan ellos un toro para sí, córtenlo en pedazos y póngalo sobre la leña; pero no pongan fuego. Yo prepararé el otro toro y lo pondré sobre la leña, pero no pondré fuego. Luego invocad vosotros el nombre de vuestro dios, y yo invocaré el nombre del Señor. El Dios que responda con fuego, ¡ése es Dios!
Los profetas de Baal se miran unos a otros. El jefe de los idólatras dice:
— ¡Acepto el desafío!
Los 450 profetas gritan al mismo tiempo: "¡Baal, Baal, Baal sí; el Señor no!".
Minutos después, llega un clamor del otro lado. Los siervos de Asera aceptan el desafío:
— ¡Asera sí, el Dios de Elías no!
Al desafío de Elías el pueblo responde: "¡Bien dicho!". Obviamente, todo parece que va a ser muy fácil. "¡Pan comido!" se dicen los baalitas unos a otros. Ellos están absolutamente convencidos de que Baal y Asera son reales, y que les van a responder. Baal les ha sido "fiel" en muchas ocasiones. Y, por supuesto, descender con fuego sobre la leña no puede ser nada difícil para Asera, la "reina del mar" y madre de Baal.
El mensaje de Elías fue corto pero tan contundente, que algunos de entre la multitud empiezan a pensar que Elías no es ni un loco ni un fanático. "¿Y si Elías estuviera en lo cierto?", se preguntan dudando.
"Ellos tomaron el toro que les fue dado, y lo prepararon. Luego invocaron el nombre de Baal" (1 R 18:26). Hay una gran expectativa. Se percibe una gran tensión, como cuando está por estallar una tormenta en un día de verano. Se hace un profundo silencio y el jefe supremo de los sacerdotes de Baal se acerca para hacer su plegaria. Sus vestiduras son realmente llamativas e impresionantes. Camina con la dignidad de su rango. Cuando llega al lugar de la oración, hace un discurso explicándole a Baal la situación. Cuando termina, se escucha un gran aplauso de sus 450 camaradas. Tiene que pedir varias veces a la multitud que deje de aplaudir. Es que esa oración a Baal ha sido toda una pieza oratoria. Pero no sucede nada. Su dios no responde. Ahora le toca al sacerdote principal de Asera. También viene con gran solemnidad y usando ropas que muestran su "dignidad". Camina lentamente para demostrar jerarquía. Su oración es muy similar a la del sacerdote de Baal. Ora y ora, y cuando termina, hay una prolongada y fuerte ovación de los 450 de Baal y de los 400 de Asera. Todos extienden sus manos al cielo y le hacen señas a Asera en dirección hacia donde está colocado el sacrificio. Pero no sucede nada. Asera tampoco responde.
La multitud del pueblo de Israel empieza a cruzarse miradas inquisitorias. Los sacerdotes paganos comienzan a orar simultáneamente en grupos cada vez mayores. Son 850 sacerdotes que claman a Baal y Asera. Pero no hay respuesta. Algunos del pueblo de Israel empiezan a llorar. Se dan cuenta de que Baal es impotente. Ellos saben que Dios consumió a Sodoma y Gomorra con fuego que cayó del cielo (Gn 19:24). Tampoco ignoran que Dios se le apareció a Moisés en la zarza que ardía y no se consumía (Ex 3:2). Además, han aprendido que Dios guió a Israel durante las noches en el desierto por medio de una columna de fuego (Ex 13:21).
Las horas pasan y no sucede nada. Los sacerdotes empiezan a bailar para alabar a Baal. Los tambores hacen sonar ritmos satánicos y los alaridos de los sacerdotes ensordecen a la multitud. "Baal, respóndenos", gritan con todas sus fuerzas, pero no hay respuesta.
La situación se está poniendo realmente caótica. Los sacerdotes han extraído de sus vestiduras los cuchillos ceremoniales y se hacen cortes en el cuerpo. La sangre empieza a chorrear, primero sobre sus ropas y luego en el suelo. Gritan más y más fuerte. Danzan más y más rápido. Algunos de ellos caen exhaustos al suelo, pero se levantan y siguen gritando, danzando y sangrando. Entre la multitud de Israel cada vez hay más personas que se preguntan por qué Baal no responde.
El profeta Elías, a quien normalmente asociamos con austeridad y seriedad de palabra, está de buen humor. El espectáculo brutal, triste y dramático lo divierte. El versículo 27 nos relata que se burlaba de ellos diciendo:
— ¡Gritad a gran voz, porque es un dios! Quizás, está meditando o está ocupado, o está de viaje. Quizás está dormido, y hay que despertarle.
Pasan las horas, y los cuerpos de aquellos que caen exhaustos se van amontonando en el suelo. Dios no permitió que Satanás usara ninguna artimaña y provocara algo de lo cual los profetas de Baal pudieran jactarse, como si fuera debido al poder de su dios. Dios utiliza su poder restrictivo y no hay respuesta de Baal.
El espectáculo es grotesco. Los hombres están desesperados, saltando aquí y allá con gritos y clamores brutales a un dios que no puede responder. Es muy difícil para nosotros imaginar lo que está sucediendo. Quizás se pueda comparar, con las limitaciones correspondientes, con un momento de máxima tensión en una final del campeonato mundial de fútbol. Allí están los dos equipos empatando y faltan pocos minutos para terminar el partido. Los simpatizantes de cada equipo gritan con todas sus fuerzas tratando de propulsar la pelota con el poder de sus voces y sus saltos. Cada minuto que pasa, la tensión aumenta porque llegan al "alargue". Faltan muy pocos minutos para ver quién va a ganar la copa. Los fanáticos del equipo de Baal son muchos y muy ruidosos. Los partidarios de Elías son tan pocos que tienen miedo de darse a conocer.
La sombra del reloj de sol avanza en forma inexorable. Cada vez son más las personas del pueblo de Israel que se han convencido de que Baal no existe. ¿Podrá el Dios de Elías hacer algo distinto?
Dice el versículo 29: "Y sucedió que cuando pasó el mediodía, ellos seguían profetizando frenéticamente hasta la hora de ofrecer la ofrenda vegetal, y no había voz ni quien respondiese ni escuchase".
Aterrorizados, los profetas de Baal y Asera miran al sol que se va acercando al punto más alto del cielo. Ahora comienza a descender. Saben que no pueden ganar. Su única posibilidad es un "empate". Si Elías no puede lograr lo que el desafío establece, al menos habrán igualado. Pero Elías no va a hacer un gol, sino una "goleada".

Dios hace maravillas a la vista de todo el pueblo

"Entonces dijo Elías a todo el pueblo: ¡Acercaos a mí!. Todo el pueblo se acercó a él. Luego él reparó el altar del Señor que estaba arruinado" (1 R 18:30). Los altares de Baal estaban adornados y arreglados, pero el altar del Señor estaba desmantelado.
"Elías tomó doce piedras, conforme al número de las tribus de los hijos de Jacob". "Y edificó con las piedras un altar en el nombre del Señor" (1 R 18:31-32). Aunque el reino estaba dividido, a los ojos del Señor seguían estando las 12 tribus en unidad.
Hasta aquí todo parece muy similar a lo que los profetas hicieron. Por supuesto, no hay ostentación religiosa ni vestiduras extravagantes. Tampoco hay danza ni alaridos. Elías no se hace cortes en su cuerpo.
Los israelitas comienzan a observar con atención. ¿Qué está haciendo Elías con esa pala? El profeta de Dios comienza a cavar una canaleta alrededor del altar en la que cabían, por lo menos, 15 litros de agua. El holocausto ya había sido puesto en el lugar del sacrificio con la leña debajo. Ahora Elías ordena que se llenen cuatro cántaros de agua y se derramen sobre el holocausto y la leña. Algunos se dicen unos a otros: "Elías ha enloquecido. ¿Cómo va a prender un fuego si le echa agua a la leña?".
Cualquiera sabe que la leña mojada no arde. Pero para sorpresa de los concurrentes, luego que los cántaros han sido derramados, Elías ordena que se eche agua otra vez. Ya han caído 8 cántaros. Todo esta mojado. Pero el profeta de Dios dice que se eche agua una vez más sobre el holocausto y la leña. En el altar había una piedra por cada tribu de Israel. También se vació un cántaro por cada tribu. La leña está toda "empapada". El agua corre por la zanja que rodea el altar. La canaleta está repleta de líquido. El suelo ya no puede absorber más agua. Entonces, "cuando llegó la hora de presentar la ofrenda vegetal, se acercó el profeta Elías" (1 R 18:36). Ha esperado el momento oportuno. Todos lo están mirando. La tensión de los cientos de los profetas agotados, ensangrentados y fracasados se nota en el ambiente. Por eso, volvemos a la imagen de los últimos minutos de la final del campeonato mundial de fútbol. Todos están pendientes de cada movimiento que el profeta de Dios hace.
Leemos la oración de Elías en los versículos 36 y 37. Es corta y sencilla. Se puede expresar en menos de un minuto. ¡Qué diferente de esos discursos prolongados de los sacerdotes paganos!
— ¡Oh Señor, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, sea hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel y que yo soy tu siervo; y que por tu palabra he hecho todas estas cosas! Respóndeme, oh Señor; respóndeme, para que este pueblo reconozca que tú, oh Señor, eres Dios, y que tú haces volver el corazón de ellos.
Note que Elías se dirige al Dios de Abraham, el hombre de fe. Luego menciona al Dios de Isaac, el hombre nacido por la promesa, cuando ésta parecía imposible. Y también habla del Dios de Jacob, el hombre engañador a quien Dios, en su misericordia, eligió para mostrar su gracia y bondad. Como usted puede observar, Elías no pide el milagro para deslumbrar al público con sus habilidades "mágicas". Lo hace para demostrar que el Señor es el Dios de Israel y para que el pueblo retorne a Dios. Aprendemos por esta oración que todo lo que Elías hace fue ordenado por Dios aún en los más mínimos detalles: "Por tu palabra he hecho todas estas cosas" (1 R 18:36).
"Entonces cayó fuego del Señor, que consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo; y lamió el agua que estaba en la zanja" (1 R 18:38). El texto nos muestra que no sólo fue consumido el sacrificio sino que, a causa de la altísima temperatura, también las piedras y el polvo de la tierra fueron consumidos. ¡Qué escena tan solemne! Nos hace recordar las palabras de Pablo en (Ro 2:4): "¿O menosprecias las riquezas de su bondad, paciencia y magnanimidad, ignorando que la bondad de Dios te guía al arrepentimiento?".
La reacción del pueblo fue inmediata. Todos se postran sobre su rostro y dicen:
— ¡El Señor es Dios! ¡El Señor es Dios!
Entonces Elías les dijo:
— ¡Prended a los profetas de Baal! ¡Qué no escape ninguno de ellos!
El versículo 40 relata que los prendieron, y Elías los hizo descender al arroyo de Quisón, y allí los degolló.
Los profetas de Baal, agotados físicamente luego de las horas de saltar, gritar, danzar y herirse el cuerpo con lancetas, no pueden resistirse a los hijos de Israel que obedecen el mandato de Elías. El juicio de Dios sobre estos profetas diabólicos fue severo, pero sabemos que el Señor es justo. Estas religiones paganas tenían ceremonias repugnantes como, por ejemplo, el sacrificio de niños que eran arrojados vivos a la hoguera como ofrenda a sus dioses. El único modo de evitar la propagación de esas prácticas terribles era ejerciendo el castigo capital.
Elías ahora le anuncia al rey Acab que la gran sequía ha terminado y que Dios va a enviar la lluvia que tanto necesitaban. Al final del día, Elías está agotado. Sabe que su Dios ha oído su oración. Ha aprendido que su Dios es "fuego consumidor" (He 12:29).
¡Qué necesidad tenemos de personas como Elías, con convicción, coraje y fidelidad a Dios, en estos días de superficialidad espiritual! ¿Será usted uno de ellos?

Algunos temas para la predicación y el estudio en grupos

La valentía de Elías en una sociedad que no cree en Dios.
Las divinidades paganas en el mundo actual.
Las consecuencias de una fe puesta en el dios equivocado.
"¿Hasta cuando vacilaréis entre dos opiniones?"

Preguntas para reflexionar y discutir

¿Cuáles considera usted que son los "Baales" de la sociedad moderna?
¿De qué manera influyen en la juventud?
¿Cuáles son los principales conflictos de valores entre los "dioses" actuales y la fe cristiana?
¿Cuáles considera usted que son los principales desafíos que los "dioses" sociales les plantean a los cristianos en la actualidad?

Comentarios

México
  Diana Villeda  (México)  (12/10/2024)

Muchas gracias por su relato. El punto que a mí me hacía mucho ruido, como también comentan, es el sacrificio de los 450 sacerdotes de Baal más los otros 400, los pasó a todos por espada, era realmente necesario?.. La justificación propuesta en este relato es que era necesario para arrancar de raíz todas estas prácticas paganas, quizás... Elías era un ser humano, después se va a la cueva, reflexiona, estaba arrepentido?.. Cuál es el mensaje entonces de Dios para él?.. Por qué después vuelve a hacer descender fuego sobre otras 50 personas que le buscan?.. Dos veces?.. Sentía miedo?... Por qué utilizar el poder de Dios para destruír?.. Alguien pudiera darme un poco de luz y guía?.. Gracias!..

Venezuela
  Leonardo Rincon  (Venezuela)  (08/06/2023)

Muy buenos estudios para mi edificación espiritual y han sido de gran ayuda para mi.

México
  Mary  (México)  (23/02/2023)

Me es de mucho interés.

Costa Rica
  Hair Miranda  (Costa Rica)  (11/07/2022)

El relato es impresionante y todavía nos falta imaginación para tener todo el cuadro de lo ocurrido en ese entonces. Para mí la clave de la victoria de Elías se menciona varias veces en otros pasajes. Elías decía de sí mismo: "Vive Jehová, en cuya presencia estoy" Estar y permanecer siempre en la presencia de Dios hizo posible que el ministerio de Elías llegara a ser tan poderoso

Estados Unidos
  Yunier Garcia Blanchet  (Estados Unidos)  (11/10/2021)

Muy buen estudio. Justamente hablaba con mi amigo pastor Alexis Peña sobre este pasaje. Me llama la atención algo... conforme la oración del propio Elías, él pedía que el pueblo volviese su corazón al Dios verdadero. En cambio, hubo un exterminio masivo de los sacerdotes de Baal. Qué tal si Dios no había orientado a Elías la destrucción de estos sacerdotes sino que viniesen al arrepentimiento? Cuando Elías se encuentra con el Señor en el Monte Horeb Dios no estaba en el fuego, ni en el terremoto sino el el silbo apacible. Qué tal si Dios le quería cambiar un poco la perspectiva de Dios a Elías de su conocimiento de Dios? Un gran abrazo y seguirnos estudiando a nuestro Padre Abba

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